domingo, 14 de febrero de 2010

Línea 30. Lo mejor ha sido la misa

Como de costumbre, mi salida ha sido a las 9 y pico. En esta ocasión, exactamente a las 9:40.

He pasado a saludar a mis amigas las palomas torcaces que hoy, no estaban pastando en el solar de Marqués de la Cadena sino que me observaban desde unos pinos ubicados en la rotonda situada justo antes del Puente de la Unión. Cuando me he acercado un poco, han volado a su habitual puesto de vigilancia: unos chopos en los que ya empiezan a asomar los brotes preprimaverales situados en el ya familiar solar cerca de la rotonda.

He tomado varias fotos de las palomas y también de una picaraza que saltaba de aquí para allá en un césped necesitado de agua.

Esta fauna (y otra que vive en el entorno del río Ebro) nos acompaña en nuestro devenir. No tienen carnet de identidad pero se les podría considerar tan zaragozanos como a nosotros, los humanos. Al fin y al cabo se acuestan, despiertan y viven habitualmente en nuestra ciudad.

Más fotos al Ebro: la fuente en forma de botella arrugada lista para ser reciclada situada debajo del Puente de la Unión, de nuevo el río con el Pilar al fondo y sus guardianes los puentes de Hierro y el de Piedra... He observado una secuencia interesante y es que desde mi puesto de observación cada dos arcos del Puente de Piedra coindidían casi exactamente con uno del de Hierro. En fin, idas y venidas de mi pensamiento en una fresca y soleada mañana de un 14 de febrero de 2010.

He llegado a la calle del Doctor Iranzo sobre las 9:55 y después de escuchar las quejas de un señor muy hablador sobre el cambio de "inicio de línea" del 30 relativas a un familiar suyo (con el que he deducido no se llevaba muy bien) que había pedido al ayuntamiento la modificación de dicho inicio por molestias de ruido, he subido al bus previa foto de rigor intentando que el conductor no se amoscara por mi atrevimiento al fotografiar la parada y el vehículo.

El autobús ha iniciado su recorrido a las 10:00 y la "redondez" de la hora la he considerado como un presagio de que la jornada iba a ser interesante.

Como siempre, las consabidas reflexiones sobre los contados viajeros que hemos iniciado nuestro periplo. Gente más bien mayor y todos en silencio observando el discurrir de las paradas y las subidas y bajadas de nuestros ocasionales compañeros de viaje.

El recorrido no se ha realizado con arreglo al trazado oficial. Las obras del tranvía obligan al bus a modificar su trayecto. He podido ver fugazmente las obras del Huerva en Gran Vía, la colocación de las vías en varios tramos de Isabel la Católica, los útiles especialmente diseñandos para asegurar el paralelismo de las vías, las novedades en la colocación de los carriles (sin traviesas, con una peculiar disposición que, imagino, asegurará la conexión eléctrica y la comodidad del viaje). En fin, que la tecnología que se utiliza ahora dista muchísimo de la que se empleaba allá por el año 1968 que es cuando yo vine a Zaragoza a estudiar y ví por primera vez los tranvías de la época.

Si actualmente somos ya capaces de alinear protones para que impacten en los aceleradores, cómo no vamos a ser capaces de alinear unas sencillas vías de tranvía (he pensado). Volveré al tema de los aceleradores de partículas y ya adelanto que el libro que estoy leyendo de Leon Lederman (Premio nóbel de física) sobre la "Partícula de Dios", me tiene entusiasmado aunque sólo logro entender un 40% de su contenido.

Hemos llegado a la calle de La Sagrada Familia en el barrio de Casablanca a las 10:26. Veintiséis minutos de un viaje que se me ha hecho muy corto.

En esa calle está ubicada la iglesia de Santa Gema que ya cité al inicio de este blog. Como ya conocía todos los alrededores, he pensado que, en esta ocasión la visita a la zona no me iba a reportar nada especialmente interesante.

Como el que no quiere la cosa he echado a andar y me he dirigido al Canal Imperial que estaba muy bajo de nivel (imagino que por operaciones de mantenimiento) aunque todavía tenía agua y los patos, gansos y otros habituales de las aguas del canal, disfrutaban chapoteando en sus orillas. Nueva toma de fotos e incluso un corto de video con los graciosos estiramientos de cuello de unos gansos que se dejaban fotografiar sin ningún problema.

Continuando el recorrido, he atravesado el canal y una vez atravesada la calle Tomás Gabasa (de la que nunca había oído hablar) le he preguntado a una señora dónde se encontraba la parroquia del barrio. Muy certeramente me ha dado las instrucciones para encontrarla y he tenido suerte pues enseguida he acertado con su ubicación. Una vez que me he cerciorado de la hora de comienzo de la misa (las 11), he aprovechado para tomarme algo en un bar cercano pues todavía eran las 11 menos 10.

He elegido el bar más próximo a la iglesia pues quería acudir puntual a la cita eclesial. Así es que he entrado en el "Bar Miguel Ángel". Desde fuera, he imaginado que el establecimiento haría honor a su nombre y estaría decorado con algún motivo del famoso pintor, escultor e inventor renacentista. Nada de eso he encontrado y el bar me ha parecido más bien frío y sin gracia. Eso sí, el camarero muy atento y las 5 personas que en ese momento se encontraban en su interior, respetuosas con mi intención de degustar el cortado descafeinado y apropiarme (si la ocasión lo permitía) de un Heraldo que, como suele ser habitual, estaba prisionero de un cliente que desganadamente pasaba las hojas.

Tras una tensa espera en la que intentaba controlar las intenciones de un señor cercano al coyuntural propietario del diario, he aprovechado un descuido del segundo y la marcha del "tortugo" lector para caer cual águila culebrera sobre el rotativo y traerlo hasta mi mesa. La certera jugada no me ha servido de mucho pues he descubierto que no llevaba las gafas y sólo he podido leer apresuradamente los titulares del periódico. La mezcla de sentirme contrariado por lo de las gafas y la urgencia por acudir a la misa se han transmutado en un impulso repentino de pagar cuanto antes y salir del establecimiento. Sólo el saborcillo de dos churros que me he tomado con el cortado ha mitigado en alguna medida el descalabro del bar "Miguel Ángel".

La puerta de entrada a la iglesia me la ha franqueado junto a unas señoras un pobre que a mi me ha parecido hasta elegante y, de mesurados ademanes.

Una vez en el interior del templo, me he situado en un banco desde el que se divisaba bien el altar y ya he empezado a notar una agradable atmósfera de confraternización entre los asistentes.

Un grupo de jóvenes y algún adulto estaban ajustando sus guitarras, panderetas y ¡percusión! y preparándose para iniciar la liturgia. El sacerdote todavia no había hecho acto de presencia y esperaba al final del templo a que arrancaran los de la música para hacer su entrada. Un joven ayudante trajeado ha pasado delante de mí y luego ha vuelto, ya revestido, para dar los últimos toques a un proyector que amplificaba la imagen de las letras de las canciones para que los feligreses pudieran también recordar la canción.

He contado unos 220 asistentes. La iglesia estaba llena y el perfil de edad -a diferencia de anteriores ocasiones- era mucho más variado: unos 20-25 niños en primera fila, algunas atractivas jóvenes y vigilantes mamás y el resto del personal un poco más mayor y de aspecto ligeramente acomodado.

La puesta en escena ha sido perfecta. El cura ha hecho su entrada acogido y acompañado por un bello cántico que los del grupo de orquestación ha desgranado con mucho acierto. Varios feligreses hacían sonar sus palmas con algunas estrofas e incluso, el jóven acompañante del cura me ha parecido que se movía al ritmo de la música.

Varios niños han leído las sagradas escrituras y también he de anotar la muy cuidada ambientación pues además de su cándida voz, era de agradecer el altillo que les habían preparado para que la lectura se pudiera realizar sin problemas.

Cada cierto tiempo, aprovechando los cambios en la liturgia el grupo musical continuaba interpretando sus rítmicas canciones arropado por los asistentes y los sacerdotes. El ambiente en la iglesia se iba haciendo cada vez más cálido y agradable. El mosen ha leído el evangelio y acto seguido ha iniciado la homilía.

¡Qué manejo de la palabra! ¡Qué dotes didácticas! ¡Qué sencillez y profundidad al mismo tiempo en sus explicaciones! ¡Qué capacidad de interlocución con los niños allí presentes y con los adultos! ¡Qué sinceridad se apreciaba en su mensaje! La homilía ha constituido para mí una obra maestra en la que han confluído lo más granado de la oratoria, la comunicación no verbal, la empatía con los asistentes, el mensaje claro y sencillo en favor de los pobres.

Después de tan deslumbrante intervención ha venido el capítulo de ofrendas y de nuevo los niños han pasado a ofrecer: unos auriculares, unas flores, el caliz y la hostia mientras una niña leía el texto de las ofrendas y el grupo cantante entonaba -bajito- una nueva canción.

Cuando ha llegado la hora del Padrenuestro, además de proyectar en pantalla la canción previa que acompañaba el rezo, el sacerdote nos ha invitado a cogernos de la mano mientras escuchábamos la canción-plegaria. Unos segundos después, notando el calor de la mano de la señora de mi izquierda y el suave apretón del señor de mi derecha y viendo la cadena humana que se había formado en el templo es cuando he sentido como una benéfica opresión en mi estómago y, sorpresivamente, me he dado cuenta que sentía ganas de llorar. Mis párpados se han humedecido e incluso he llegado a pensar que las lágrimas se iban a deslizar por mis mejillas. Al final la cosa no ha ido a más y todo ha retornado a la normalidad.

A pesar de que sólo pensaba permanecer hasta el final de la homilía, he decidido terminar toda la misa. Ha sido una decisión acertada pues entre los cánticos y las acertadas palabras del cura, sumadas a la alegre participación de los asistentes al término del santo oficio la ceremonia ha salido redonda.

Sólo ha faltado la canción final (el cura ya se había retirado) entonada con mucho sentimiento por el profesional coro que de nuevo me ha puesto al borde de un nuevo derrame de lágrimas. El estribillo decía así:

"Adelante por los sueños que aún nos quedan
Adelante por los aquellos que están por venir
Adelante porque no importa la meta
El destino es la promesa de seguir adelante"

Un montón de ideas iban discurriendo por mi mente. Desde luego, una muy clara es la importancia de la convicción, el ejemplo, la capacidad didáctica y el gusto por el detalle para crear un buen ambiente en un grupo. Otra idea es que el obispado debería tomar nota y premiar, de alguna manerra a los curas como el de esta parroquia con tan buenas capacidades. Finalmente he pensado que la experiencia de hoy se puede transponer a la empresa privada o a cualquier organización donde una sóla persona convencida puede mejorar muchísimo su funcionamiento.

Finalmente otra reflexión tomada de la física de partículas. Al igual que los colisionadores pueden crear partículas exóticas que nunca hubieran imaginado los físicos, cuando dos ideas contrapuestas chocan entre sí puede ocurrir la singularidad de generarse un estado afectivo y emocional desconocido.

Por mi parte puedo decir que hoy he entrado a las 11 de la mañana en la parroquia San Vicente de Paúl con una mezcla de socarronería y curiosidad y decir que he salido mucho mejor persona.

El resto de las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea30LoMejorHaSidoLaMisa##

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