domingo, 25 de julio de 2010

Viaje gratis al cementerio. Línea C1

No tenía ni idea de que existiera la línea C1 y menos de que el billete fuera gratuito. Me ha parecido un servicio muy interesante para aquellas personas que desean visitar las tumbas de sus seres queridos o que deban asistir a algún sepelio.

Hoy he madrugado bastante. La hora oficial de salida de casa ha sido las 7:24 de la mañana. He dudado un momento porque no sabía si llevar o no jersey ya que el día estaba ventoso pero, finalmente he pensado que con el ejercicio y el avance del día la temperatura se iría templando. Así es que he enfilado el Paseo de la Ribera a buen paso pues ya habia trazado mentalmente mi trayecto: iría a pie hasta la Plaza de las Canteras, en Torrero y allí tomaría el autobús para realizar el corto trayecto que separa la plaza del camposanto.

Como digo he ido a buen paso y casi no he sentido el frío. Muy poca gente por las calles zaragozanas a esas horas. Si acaso algunos jóvenes todavía de marcha y personas mayores con distintas encomiendas. He tomado unas fotos por aquí, otras por allá de escenas o estampas que me ofrecían más originalidad y, enseguida me he plantado en Torrero.

Justo cuando llegaba salía el bus de las 8:15, así que he tenido que esperar un cuarto de hora hasta el siguiente de las 8:30. Mientras tanto, he aprovechado esa tasa de tiempo para averiguar dónde estaba el letrero de la Plaza de la Albada pues sólo vislumbraba las indicaciones de la Calle Fray Julián Garcés y Alicante. Finalmente, después de un detenido repaso he descubierto que el dichoso cartel se encuentra en el centro de la plaza.

Mientras tanto iban llegando bastantes personas mayores a la parada. Ya digo que todas ellas eran de avanzada edad y ello ha sido motivo de una primera reflexión al preguntarme por qué no había jóvenes que visitaran el cementerio a esas horas. Aunque la respuesta es obvia, también nos podemos inquirir por el motivo de que unas personas mayores dediquen tiempo a estos menesteres y otras no. Probablemente convicciones religiosas o distintos grados de percepción de la proximidad al final del trayecto vital de cada cual pueden conducir a esos señores a esta conducta.

Cuando ha llegado el autobús y he subido al vehículo, me disponía a pasar el abono por la máquina lectora pero el conductor me ha advertido muy amablemente que tomara el billete gratuito. Efectivamente, en el propio boleto queda impresa la hora de acceso y la gratuidad del viaje.

Enseguida hemos llegado hasta el interior del cementerio. Debo decir que no me hacía mucha gracia deambular por el camposanto ni por las instalaciones aledañas. Menos a esas horas de la mañana en las que -por contraste- todo comienza a llenarse de vida. Quizás una visita al atardecer o bien en otro momento del día hubiera conllevado más contenido. El caso es que, después de pensármelo un poco y para no violentar la tranquilidad de los difuntos, he tomado una foto de compromiso y, aprovechando que todavía no se había ido el bus con el que había llegado, he subido, he tomado de nuevo el billete gratuito y me he dejado transportar otra vez hasta el mundo de los vivos.

Durante el corto trayecto se ha ido concretando la mezcla de impactos visuales mañaneros en el cementerio y mis habituales inquietudes intelectuales. He pensado -de nuevo- qué sentido tiene la vida. También he pensado si tiene algún objeto preguntarse por el sentido de la vida porque, la verdad es que la vida -en general- es ubicua en nuestro planeta y son millones los seres vivos que diariamente nacen y mueren. No digamos nada de las miriadas de seres que nos han precedido y de la cascada de casualidades que condujeron a la aparición de los humanos en la tierra. La contemplación hace unos día de un documental en el que se veían miles de cangrejos desovando en las playas de Cuba y luego retornando a la selva, debiendo cruzar una carretera, me impactó porque cada vez que pasaba algún vehículo cientos de decápodos eran aplastados sin consideración alguna. Incluso las hormigas que pisamos inadvertidamente o los mosquitos que fulminamos con insecticidas merecen nuestra admiración ya que constituyen maquinarias complejísimas imposibles siquiera de imitación.

Como tantas veces se ha repetido, los humanos nos diferenciamos del resto de los animales por nuestra inteligencia, nuestro lenguaje elaboradísimo y nuestra capacidad de abstracción. Sin embargo según voy averiguando en mis lecturas y visionados de documentales sobre estrellas, planetas y asteroides, ese supuesto privilegio le tiene sin cuidado al Universo puesto que sólo es cuestión de tiempo para que un asteroide impacte en nuestro planeta, nos afecte alguna explosión de rayos gamma o seamos engullidos por un agujero negro. Incluso la vida de nuestro sol también está tasada. En unos miles de millones de años desaparecerá y con él también lo hará el resto de los planetas. Esta constatación científica y los enormes avances que casi diariamente se producen en el mundo de la astronomía, la verdad, dejan muy poco espacio para las religiones. Si un asteroide de tamaño mediano, de los millones que nos rodean impactara en nuestro planeta, no quedaría títere con cabeza. ¿Cómo explicar desde la perspectiva cristiana ese desprecio de la naturaleza por la vida inteligente, por los hombres y mujeres de la tierra? ¿Dónde queda la misericordia de Dios para con los de nuestra especie?

Bueno, lo cierto es que estas reflexiones no me amargan el día a día aunque parezca lo contrario. Digamos que me aportan una nueva perspectiva a mí, que como el resto de los de mi generación fuimos educados de niños con parámetros de la edad media.

Después de apearme en la Avenida de América he realizado el trayecto en sentido contrario aunque, esta vez cuesta abajo. He pasado por el Paseo de Cuellar, Sagasta, Plaza Paraíso y, finalmente he llegado a la Plaza Aragón. Allí me esperaba la segunda cita del día porque quería ver la exposición de fotografías de Robert Doisneau.

Me he acercado hasta la sala y he constatado -con cierta decepción- que abrían a las 11. Eran las 9 de la mañana y disponía de dos horas para dedicarlas a lo que me pareciera.

Me he dejado llevar por la intuición y ella me ha conducido, en primer lugar, hacia la Pastelería Canfranc, en la calle del mismo nombre. No he podido resistir la tentación y hoy he probado un excelente producto denominado "borracho" por el módico precio de 1,50 €. Estaba tan rico que le he tomado una foto y todo.

Posteriormente he parado en una cafetería y tomado un café con leche y un croissant, con lectura de diario incluida (aunque sin gafas) y después me he encaminado hacia la calle Pignatelli. Luego he virado hacia Conde Aranda, calle San Pablo, calle Predicadores, Mercado Central y Plaza de San Felipe. Allí, en el Torreón Fortea, he pasado a ver una exposición de vistas de Zaragoza (acuarelas y óleos) de Agustín Allué, Delia Guillén y Beatriz Allué. He realizado un recorrido rápido. Aún valorando el mérito de las obras, no he prestado mucha atención pues el tema no me atraía especialmente.

Luego he pasado por el museo Pablo Gargallo y preguntado si también había que pagar por ver otra exposición (ésta de escultura) con obras de Joaquín Rubio CAMÍN. Tampoco me ha dicho gran cosa. Después he merodeado por la plaza observando cómo pintores anónimos montaban sus chiringuitos para mostrar sus obras. Los cuadros que se exponían tampoco me han llamado especialmente la atención. Finalmente he abandonado la plaza, he pasado por El Tubo y regresado de nuevo a la Plaza de Aragón. Eran ya las 10:30 de la mañana así que todavía me ha quedado tiempo para entrar en el VIP´S y hojear algunas revistas.

Se acercaban ya las 11:00 y todavía me ha quedado tiempo de dar un garbeo por Paseo la Constitución, Plaza de San Sebastián (Pastelería Ascaso) y, finalmente retornar de nuevo al Centro de Exposiciones que ya estaba abierto.

La muestra de Doisneau la componen varias decenas de fotografías tomadas entre 1940 y 1970. Todas ellas en blanco y negro, retratan con gran acierco momentos y situaciones cotidianas en la Francia de aquella época. Por su objetivo desfilan amantes y enamorados, niños enclaustrados en la escuela, tenderos, guardias de tráfico, porteras, obreros, cupletistas y un sinfín de personajes.

La gran cualidad del artista es que fotografía con gran acierto gestos y expresiones espontáneas de todo aquel que cae en el campo de visión de su objetivo. He pensado por un momento si habría alguna foto preparada (yo creo que sí) pero aún bajo este supuesto, como digo, el autor ha sabido captar con precisión los momentos más jugosos de cada situación

En la planta de abajo se exponían más fotos y también un documental en el que se mostraban muchas más. He visualizado durante bastante tiempo el documental y, casi sin darme cuenta me he abstraído tanto que pareciera que yo también formara parte del espectáculo. Finalmente aunque no había visto todo el corto he pensado que ya era suficiente y he salido de nuevo a la luz, en Constitución.

No me extenderé en más reflexiones aunque el visionado de la obra de Robert Dosineau también ha encendido la mecha de muchas elucubraciones. El caso es que, a la salida, he inspirado profundamente y de nuevo me he enganchado con el mundo real.

De nuevo a caminar. Esta vez por la Plaza de los Sitios, Isaac Peral, Coso y Puente de Hierro. En la papelería del Camino del Vado he comprado el periódico. Allí estaba mi amigo Carlos que me ha atendido muy amablemente. Luego he redoblado el paso porque habíamos quedado a las 12 para tomar vermout con unos amigos. He llegado sobre las 12:15 y Juan y Ángeles, todavía no habían llegado. Mejor para mí. Todavía me ha quedado tiempo para ir al baño y echar una ojeada rápida al diario. Enseguida ha llegado la pareja y hemos salido todos en dirección a "Barrio". Hemos pasado una agradable jornada festiva y yo he dado por bien empleada esta mañana de domingo.

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/ViajeGratisAlCementerioLineaC1##

domingo, 18 de julio de 2010

Recorrido tipo sincrotrón. Circular 2

Inicialmente creía que las líneas Ci1 y Ci2 discurrían por distintos vericuetos pero, a pesar de haberlo consultado en la web de TUZSA, ha sido después de unas agudas observaciones de mi esposa, cuando me he convencido de que se trata del mismo recorrido pero en sentido inverso.

De manera que en el título he tratado de unir dos mundos que me apasionan: la moderna física de partículas y los recorridos en distintos autobuses urbanos en las mañanas de los domingos. En este caso, como digo, el trayecto ha sido el mismo que el domingo pasado pero, sencillamente, se ha realizado en sentido contrario.

Y es que, un recorrido circular sólo cabe realizarlo en dos direcciones: sentido derecha o sentido izquierda. Digamos que, en este caso, pareciera que nos movemos en un universo unidimensional ya que no hay posibilidad alguna para el recorrido hacia arriba (se trataría de que el bus alcanzara las nubes y luego regresara) o hacia abajo: introduciéndose en la corteza terrestre para retornar de nuevo a la superficie. También podríamos realizar un recorrido circular en el tiempo en el que observaríamos con perplejidad cómo según avanzan las paradas del hipotético bus vamos rejuveneciendo hasta llegar al punto de inflexión de nuestro nacimiento y, a mitad de recorrido, de nuevo iríamos envejeciendo hasta llegar a la edad actual.

Caben muchas más posibilidades para el viaje en este hipotético bus de la circularidad:
- Bus circular de la pobreza y la riqueza
- Bus circular de los desengaños
- Bus circular del recuerdo y el olvido, etc.

En todo caso, en el bus que he tomado hoy, la representación de personas mayores era la más importante. Quizás el hecho de que pase por el rastro sesga dicha representación.

No debo dejar de consignar la hora de salida: las 9:30; la hora en la que he tomado el autobús: las 9:40 y la hora de finalización del recorrido: Las 10:35. También señalaré que iba ataviado con mi sombrero "Genuine Panama hat", hand woven in Ecuador, superior quality; y que, previamente había esparcido en mi rostro una generosa ración de crema solar marca Auchán, factor de protección 50+.

El recorrido desde mi casa hasta la parada en Marqués de la Cadena lo he realizado a pie, disfrutando de una excelente mañana veraniega con una ligera brisa refrescante. Nada más girar en la esquina del Simply, en la calle María Pilar de las Heras, me he encontrado con Alette que muy sucintamente me ha puesto al corriente de su estado de salud y de la previsión de vacaciones de este año en su país, Alemania. He seguido mi ruta y en la primera parada visitada acababa de partir el vehículo y al oprimir el pulsador para saber cuándo venía el siguiente, el cartel indicador me ha arrojado una información críptica: la hora en ese momento y unos códigos indescifrables. Por un momento he pensado que el poste era capaz de pensar por sí mismo y que deseaba contarme alguna confidencia, por lo cual he vuelto a pulsar el botón para intentar esclarecer el contenido del mensaje pero se ha repetido la misma secuencia y yo no he sabido descifrar su contenido.

Como siempre, me he entretenido con los archivos de mi móvil y, enseguida, ha llegado otro bus al cual he accedido inmediatamente.

Como ya conocía la ruta, me he ido entreteniendo desgranando mentalmente posibilidades para solucionar el problema de riego de mi huerto en Villamayor y la excesiva proliferación de hierbas no deseadas (obsérvese que no utilizo el concepto "malas hierbas"). Casi sin darme cuenta, me he plantado en la parada del rastro dominguero una vez atravesado el Puente del Tercer Milenio.

En la siguiente parada se ha operado un cambio de conductor: una rubia conductora ha tomado los mandos con muy buen tino y nuestro destino ha quedado supeditado a su destreza. Afortunadamente, como era de esperar, "todo ha ido sobre ruedas", nunca mejor dicho. Es más, la conducción se ha tornado más suave y acogedora. Más de un viajero hubiera perdido este bus si no hubiera sido por la paciencia y tranquilidad de esta amable conductora.

Ya íbamos por el Parque de las Delicias y las reflexiones sobre el riego se habían difuminado. Ahora estaba concentrado en la observación de un matrimonio bastante mayor (ochenta y tantos) y la dura constatación de que, si no hay novedad en nuestro estado de salud, tanto mi mujer como yo, presentaremos un aspecto parecido dentro de treinta años. A estos señores, se les ha sumado otro matrimonio de edad similar, conocidos de los anteriores. El hecho de juntarse cuatro octogenarios ha incrementado mi estado de alerta ante la cruda realidad de las limitaciones físicas y psíquicas que conlleva el paso del tiempo. Esa reflexión, se ha cruzado, a su vez, con otro pensamiento que suele aflorar en estas circunstancias y también en los entierros: DISFRUTA DE LA VIDA AQUÍ Y AHORA.

Llegábamos de nuevo al punto de inicio del imaginario círculo y he seguido el ritual establecido para estas ocasiones de apretar el pulsador para solicitar parada. Por otro momento he pensado en la utilidad de los pulsadores. Qué bien nos vendrían imaginarios pulsadores mediante los cuales:

- Pudieramos detener el tiempo en momentos de felicidad
- Hiciéramos disolver políticos incompetentes
- Pudiéramos volver a la vida a personas queridas desaparecidas
- Fuéramos capaces de eliminar las desigualdades en el mundo
- Nos desplazáramos al pasado o al futuro
- Viajáramos a otros mundos poblados por seres inteligentes...

Todo es cuestión de tiempo porque, de momento, el pulsador del bus ha cumplido su función y, la conductora amable, ha detenido el vehículo para que yo pudiera apearme.

Con la cabeza cargada con estos pensamientos y otros muchos más, todavía me ha quedado tiempo para darme un garbeo por las inmediaciones de la recién estrenada Biblioteca Cubit, en La Azucarera y tomar algunas fotos.

Como había quedado que a las 11:00 en punto, estaría de regreso en casa, he sido muy formal y a esa hora me he presentado. Llevaba bajo mi brazo el ejemplar del País de hoy con la sospecha (que luego se ha confirmado) de que su contenido no me iba a aportar gran cosa.

Fotos de la jornada en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/RecorridoTipoSincrotronCircular2##

domingo, 11 de julio de 2010

Recorridos circulares. Línea Ci1

Retomando de nuevo el orden prefijado y establecido por TUZSA en su página informativa, hoy correspondía realizar el recorrido circular.

Se trata de una línea novedosa que surgió a raíz de la Expo y que, después, ha continuado prestando sus servicios a la ciudad.

Así es que, comenzando la excursión a las 9:00 de la mañana, he iniciado mi paseo adentrándome en la "zona de guerra" ubicada a la derecha del Puente de la Unión según se va desde La Jota hacia las piscinas cubiertas "Alberto Maestro". Y digo que es zona de guerra porque el panorama que ha quedado después del derrumbe parcial de las naves de la antigua zona industrial es, verdaderamente, peculiar: escombros por doquier sin orden alguno, cables colgando de ninguna parte, restos de conducciones de agua y eléctricas, pintadas de lo más variopinto, etc, configuran una zona cataclísmica en la que no ha quedado títere con cabeza.

Paseando por las destrozadas y desiertas calles del polígono me ha parecido trasladarme a Sarajevo o Irak. Si se quedaran allí definitivamente las ruinas, podríamos convertir el lugar en un centro de interpretación de los desastres de la guerra al que podrían acudir para su consternación los niños y adolescentes de los centros educativos. Otra utilidad práctica que se le podría dar a estas ruinas podría consistir en la realización de un ejercicio práctico por parte de ejecutivos y caballeretes de la banca donde la misión sería "poner orden en el caos" en un período de tiempo tasado con antelación.

También podría incluirse esta zona en los circuitos turísticos ofrecidos por el ayuntamiento, claro, que tendríamos que inventar un rimbombante nombre para esta ruta. ¿Que tal quedaría: RUTA DE LA ENTROPÍA?

Después de tomar una representación fotográfica de esa realidad, he subido la cuesta en vertical que me separaba desde el deshecho polígono hasta el Puente de la Unión, agarrando con fuerza espartos, hinojos y retamas para no caerme hacia atrás. Una vez en vía urbana civilizada, he recobrado la compostura y he continuado caminando con dignidad.

La marcha ha durado unos 30´ya que a la altura del Camino de las Torres, cerca ya del Hotel Boston, he decidido tomar el autobús circular que era el objetivo previsto para hoy.

Lo primero que he pensado es que podría estar dando vueltas indefinidamente ya que en esta línea no hay un comienzo y un final; todo el rato estamos dando la vuelta. Mi segunda reflexión es que cada vez somos más europeos ya que el acento que anteriormente se ponía en los trasportes para pagar el recorrido, ha quedado difuminado en aras al buen servicio a los viajeros. Así es que, me he aposentado en un lugar protegido del sol y dispuesto a disfrutar de un agradable paseo por el anillo que dibuja el recorrido del Ci1.

Hemos recorrido Camino de las Torres, luego Gascón de Gotor, Luis Vives, Fernando el Católico, Vía Univérsitas, Estación Delicias, Zona Expo, Valle de Broto, Marqués de la Cadena y, finalmente retornado de nuevo a Camino de las Torres. La duración total del paseo ha sido de 45 minutos que se me han hecho muy agradables pues el vehículo contaba con buena refrigeración. El autobús ha circulado pausada y tranquilamente, de manera que recomiendo esta ruta para el que quiera disfrutar de una panorámica general de la ciudad a aun precio muy económico.

Al apearme en Camino de las Torres, me he dirigido hacia el antiguo canódromo y luego, cruzando el río Huerva por el puente de madera, he decidido acercarme hasta el Museo de Zaragoza que, aunque ya lo he visitado en otras ocasiones, siempre me resulta sorprendente.

Muy cuidada y limpia la entrada al museo. Los conserjes y personal del centro muy amables. Me han facilitado la entrada (gratuita) y también dos folletos: uno sobre Cesar augusta, la casa de los Hispanorromanos y otro sobre Goya.

El recorrido se inicia con la visualización de una muestra de pintura gótica. En las paredes cuelgan cuadros con distintas representaciones de la virgen, santos y lo más granado del clero de la época. Mi primer pensamiento ha ido dedicado a la multitud de artistas y orfebres que invirtieron pacientemente su tiempo en reflejar secuencias y escenas de las sagradas escrituras ya que esta temática ha sido fundamental durante una gran parte de la historia de la humanidad civilizada. Quizás si ese tiempo se hubiera invertido en mejorar las condiciones sociales de los más desfavorecidos o en profundizar en la investigación empírica de los distintos males y enfermedades que en aquellas épocas asolaban a sus habitantes, otro gallo les hubiera cantado.

De esta primera estancia se sale y hay que pasar por el patio del museo en el que se observan innumerables escudos de armas tallados en piedra y también varias lápidas sepulcrales de prohombres de la época. Todos ellos debieron vivir con intensidad sus vidas pero ahora sólo nos queda el recuerdo de una breve referencia tallada en mármol. Ese pensamiento me ha sobrecogido suavemente aunque enseguida me he sobrepuesto. También se conservan distintos elementos de construcciones ya desaparecidas como portadas, arcadas, adornos con diferentes motivos, etc.

Pasamos luego a la exposición Caesar Augusta, la casa de los hispanorromanos y aquí se visualiza un muestrario bastante amplia de lo que fue la presencia romana en nuestra comunidad. Me ha llamado especialmente la atención lo populares que eran las villas de tipo peristilo y desconocía que esa palabra hace referencia a las columnas que, a modo de porches creaban un ambiente de tranquilidad y sosiego en las estancias residenciales.

Las otras secciones de la muestra son: Vivir en la ciudad, La casa de Orfeo, Vivir extramuros de la villa, Rostros de Roma: retratos, Rostros de Roma: divinidades e Interiores. Un importante número de vasijas y objetos de distinto jaez nos indican así mismo lo adelantada que era la sociedad romana de la época. Un detalle de un mosaico en el que se lee "Cave Cane" expresa también la afición de los romanos por la rotulación de aquellos eventos y circunstancias que les parecían de interés.

Viene después la sala de "Antiguedad" donde se exponen objetos que abarcan unos 140.000 años (desde el cuaternario, en el paleolítico inferior). Ni que decir tiene que la muestra es, necesariamente incompleta ya que sólo se muestran objetos y restos que, de manera fortuita en muchas ocasiones, se han ido recogiendo a lo largo de los años. De nuevo los fragmentos de vasijas, cerámicas y objetos de caza o de guerra componen una mínima muestra de lo que fue la vida en aquellos años. He apreciado especialmente un dispositivo visual y sonoro en el que se visualizan los caracteres escritos de las lenguas íbera, celtíbera y latina. Pulsando en cada uno de los idiomas, la máquina lee automáticamente el texto y reproduce cómo se cree que sonarían distintas frases en estos idiomas. Aunque sólo se trate de una aproximación hay que agradecer al museo que nos deleite con el encanto del sonido de estas lenguas fósiles que en su momento también sirvieron para expresar amores, desencantos, emociones y proyectos.

Luego se pasa a la sala de Goya. Aquí la visita ha sido más detenida por la perfección de la obra del artista en muchos matices de sus famosos retratos. Sobretodo son de admirar los del Duque de San Carlos, el del rey Carlos IV y el de su esposa la reina Maria Luisa fechados en 1789 aunque todas las obras que se muestran no tienen desperdicio. De nuevo he echado en falta mis lunettes para poder apreciar con precisión las pinceladas del genial pintor aragonés.

Una rápida visita a la sala oriental y a distintas obras del siglo XX han supuesto el colofón de este interesantísimo periplo.

He descendido por la amplia escalinata que da acceso a las estancias superiores y, a continuación he salido de nuevo al exterior. Afuera el calor apretaba y yo también he apretado el paso en dirección al Paseo Independencia y luego camino de la Calle San Jaime.

Aún me ha quedado tiempo de hacer un alto en la pastelería "Fantoba", muy bien decorada y mostrando una gran variedad de dulces en su escaparate. Allí he adquirido una rosquilla tipo "Gloria" y, de paso una cajita de dulces tipo gominola pero muy selectos.

Sin embargo la calidad de los dulces no ha cubierto las expectativas que yo había depositado en ellos. El hojaldre de la "gloria" estaba un poco reseco y los dulces-gominolas bastante empalagosos. Así es que, de momento, la pastelería de la calle Canfranc se lleva la palma.

Vuelta a casa por el puente de Hierro y también he pasado por la papelería del Camino del Vado a comprar El País. El señor muy amable porque ya me conoce. En su momento adquirí en este establecimiento toda la colección de "Teo" por duplicado, para mis dos niñas.

Cerca de casa el calor ya se iba haciendo insoportable por lo que he agradecido el saludo del aire acondicionado. Por otra parte he lamentado internamente que tengamos que recurrir a estos medios contaminantes para mejorar nuestro hábitat.

En casa todo el mundo muy nervioso con la final de la copa de España y ahora que finalizo mi crónica, lo hago con la enorme alegría de alguien que no es aficionado al fútbol pero que me he metido de lleno en este mundillo desde los partidos de cuartos de final. AHORA SÍ QUE PODEMOS DECIR QUE SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO.

Las fotos pueden cotillearse en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/RecorridosCircularesLineaCi1##

viernes, 9 de julio de 2010

Una crónica corta para un recorrido de compromiso. Línea 128

Tenía pendiente cubrir la línea 128 puesto que, como ya comenté, el pasado domingo no pude realizar el recorrido. Así es que, aprovechando un hueco en mi autoimpuesta disciplina veraniega, sobre eso de las 18:45 me he dirigido con paso decidido aunque sufriendo ciertas rozaduras de las sandalias, al principio de línea ubicado en la Plaza Mozart.

Lo más significado del corto periplo desde mi casa hasta la parada del bus ha sido el calor. Una sensación de pesadez en el ambiente y de pocas ganas de hacer nada se iban alternando en mi mente dando como resultado final un estado de aplomamiento o atontamiento que, en nada ha contribuido a una perspicaz percepción de lo que pudiera ocurrir durante el viaje.

Cuando he llegado a la Plaza Mozart he intentado averiguar el tiempo que iba a tardar en llegar el autobús enviando un SMS con el texto ZBUS (espacio) 1003 (Nº de poste) al 5976 pero nadie ha contestado a mi petición de información. O he hecho algo incorrecto o el servicio no funciona adecuadamente.

A las 18:55 llegaba, por fin, el bus. Menos mal porque mis circuitos neuronales ya se empezaban a degradar. Así es que, presuroso, he montado en el vehículo y esperado tranquilamente a que iniciara el viaje. El trayecto, por otra parte, no constituía ninguna novedad. Este autobús va hasta Peñaflor, barrio que ya he visitado en numerosas ocasiones. Pero no quiero dejar ni una sola línea sin recorrer y esta no va a ser menos.

Pocas novedades en el trayecto. Hasta Santa Isabel he viajado acompañado de una señora y cuando se ha apeado he quedado yo solo con el conductor. Esta singularidad se ha mantenido hasta que hemos llegado a puerto.

Destacar también el abyecto olor a papelera al pasar por Montañana. No me explico cómo hay gente habitando viviendas cercanas a este desecho industrial. O tienen algún gen mutante que les protege del olor pútrido a cloro o -lo cual sería peor- padecen mansamente esta anomalía atmosférica y, el resto de la población, no nos enteramos de las afecciones a la salud que puedan ocurrir a causa de la contaminación del aire en ese barrio.

Después del caleidoscopio de torres, acequias, campos de maíz y casas de campo, hemos pasado por La Cartuja del Aula Dei, famosa por las pinturas de Goya y también por el Camino de Perdiguera por el que se llega hasta la casa de mi buena compañera de trabajo en Casetas, Olga.

Todavía quedaba el paso rasante por la Peña del Cuervo y ya, la entrada a Peñaflor.

Una pancarta informaba que el barrio se encuentra en fiestas y, la verdad, se veía algo más de movimiento de lo habitual aunque tampoco era para tirar cohetes...

Hemos llegado a las 19:30 y, por un momento, he pensado en dar una vuelta por el pueblo y tomar el bus de las 20:00 horas pero ha sido bajar del vehículo y sufrir de nuevo una bofetada de calor en todo mi cuerpo así es que -rápidamente- he decidido volver a tomar el autobús en la siguiente parada a la que me he dirigido caminando con paso casnino.

Enseguida ha acudido mansamente el transportador mecánico de gente. Me ha llamado la atención un señor que llevaba, discretamente, su escopeta de caza. Volvía -supongo- de una jornada cinegética por los montes de Peñaflor en los que no es difícil toparse con alguna liebre.

También me ha sorprendido el nutrido y variopinto grupo de gente que ha accedido al coche en la parada correspondiente a la Peña del Cuervo. Se trataba de chicos y chicas jóvenes nacionales y extranjeros que aprovechan el diferencial de precios entre el acceso a las piscinas municipales (2,10 €) y el recurso al remanso y pozo que forma el Gállego en esos parajes que les sale por el precio del bus. Quizás haya alguna otra razón como, por ejemplo, lo natural del paisaje o el encanto de bañarse en el río, aunque en los tiempos que atravesamos parece un poco imprudente bañarse sin vigilancia y supervisión alguna en un enclave en el que se sabe que ha habido más de un accidente porque el agua forma peligrosos remolinos.

Los más vociferantes eran los adolescentes nacionales. La representación de África permanecía en un prudente silencio. Un hispano se entretenía mirando el paisaje. Así hemos llegado de nuevo a Santa Isabel dándome tiempo a tomar una foto del edificio en el que se ubica la residencia de mayores en la que permanece ingresada mi suegra.

Se han apeado los chicos varones y las chicas se han quedado un poco tristonas pero enseguida han recuperado su tono vital. Finalmente hemos desembarcado de nuevo en la Plaza Mozart.

A esas alturas de la tarde, mis pies ya mostraban con claridad las rozaduras de las sandalias así es que he apretado el paso para llegar de vuelta cuanto antes a mi domicilio. Lo he conseguido y, con la sensación del deber cumplido me he puesto de inmediato a escribir la crónica. Poco a poco mi cerebro y el resto de mi cuerpo se han ido refrigerando. Sin ninguna molestia ni perturbación he podido acabar de un tirón esta breve crónica de compromiso.

Las fotos de hoy en:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/UnaCronicaCortaParaUnRecorridoDeCompromisoLinea128#

domingo, 4 de julio de 2010

De puente a puente... y tiro porque me lleva la corriente. Línea 141

Hoy estaba previsto el viaje en la línea 128 pero después de llevar a cabo todos los preparativos habituales de las mañanas de domingo y desplazarme hasta la Plaza Mozart desde donde sale el susodicho bus, resulta que me entero que los festivos no hay servicio y, después del desconcierto inicial, he tenido que plantear rápidamente otra alternativa.

Había salido de casa a las 8:45 y el panorama en la calle Miguel Asso no era muy halagüeño. Vasos de plástico usados y restos de comida esparcidos por el césped de la Plaza de la Albada daban fe pública de la indiferencia de muchos ciudadanos por el respeto con el medio ambiente. La insolente proximidad de las ferias y atracciones a las viviendas y zonas residenciales también nos está informando del atávico descuido cuando no desprecio por el descanso ajeno. Fiel notario de la realidad, he tomado varias fotos de los estragos que, por otra parte, ya resultan habituales en cualquier festejo o celebración en nuestros pueblos y ciudades.

Camino del inicio de la línea 128 he reparado en que no había cogido las gafas de sol pero he declinado deshacer lo ya recorrido por tan fútil descuido.

Como decía al comienzo de mi crónica, hoy yo no me quería quedar sin recorrido en bus así es que he sacrificado la ordenada secuencia autobusera que he seguido hasta la fecha y, dando un salto en la lista, he resuelto dedicarme a la línea 141. Me tenía que desplazar hasta la Plaza Emperador Carlos V -donde está ubicado el comienzo del trayecto- y he tomado el 45 que diligentemente me ha trasladado hasta allí.

Justo cuando llegaba salía cautelosamente mi vehículo desde la parada de inicio así es que me ha tocado esperar ya que el próximo autobús se anunciaba para dentro de 15 minutos.

He aprovechado este tiempo muerto para entretenerme con el Tom Tom instalado recientemente en mi móvil. Las opciones y posibilidades de esta aplicación me han sorprendido y me he conjurado para aprender lo básico del navegador en cuanto tenga tiempo. Otra derivación de esta experiencia es la constatación de lo rápido que está evolucionando la tecnología y el limitado uso que hacemos la gente de a pie de las increibles posibilidades que se nos están brindando ahora mismo en todos los campos del conocimiento.

En estos pensamientos me hallaba enfrascado cuando, por fin, ha arribado el 141. He tenido suerte y me ha servido el anterior viaje por lo que no he tenido que abonar este trasbordo.

El recorrido del bus ha discurrido paralelo a las ya famosas obras del tranvía. Se avanza con rapidez y de tiempo en tiempo aparecen en el trayecto nuevos elementos que perfilan con más nitidez como va a quedar definitivamente el trazado. Cerca ya de la gasolinera de Valdespartera, mi vehículo ha virado a la derecha y hemos dejado atrás los metálicos carriles del trainway.

Luego el viaje ha continuado por avenidas y calles conocidas ya de sobra en la Urbanizacion Montecanal para finalmente ir a parar a la Clínica Montecanal (actualmente Hospital Viamed) donde me he apeado del bus ya que allí se ubica el final de línea.

El hecho de ir pertrechado con mi entrañable sombrero y haberme aplicado crema protección 50 me ha permitido girar una amplia visita por la parte más meridional actualmente edificada de Zaragoza, ciudad. El balance ha sido espléndido. He discurrido por parajes hasta ahora no hollados por mí y visitado parques e instalaciones municipales que desconocía. Ciertamente, el pasear por el límite construido de la ciudad al sur me ha permitido, entre otras cosas avistar dos "picatroncos" o pájaros carpinteros que hace muchos años que no los veía. También he pasado por las instalaciones del Club Deportivo Montecanal, cuya existencia ignoraba.

Cuando me ha parecido, he girado a la izquierda a la búsqueda de un 141 que me llevara de vuelta al centro de la ciudad, con tan buena fortuna que en ese momento pasaba un 41 que me ha devuelto hasta la Puerta del Carmen. Comenzaba así la segunda parte del periplo dominguero en la que iba a realizar las actividades culturales sustitutivas de las trasnochadas misas.

Me he encaminado por la calle Canfranc hasta la calle Bilbao. Justo en la intersección se encuentra una pastelería (no he mirado su nombre), creo que es la pastelería Canfranc donde venden unos estupendos productos. He adquirido un pastel "borracho" en forma de cono y me lo he comido con devoción. Estaba riquísimo. Con ese dulce sabor de boca he continuado mi camino por calles céntricas de la ciudad hasta llegar al Palacio de Montezumo donde iba a recrearme con la exposición de Rafael López Espí (gran maestro del cómic español, cuya existencia, también desconocía).

La muestra me ha sorprendido muy gratamente. Esperaba visualizar úna colección de los clásicos dibujos de cómic sin más pretensiones y me he encontrado con la obra de un verdadero artista que yo no dudaría en colocar al lado de Goya o Velázquez por la variedad y calidad de sus dibujos y la excelente ejecución en todos sus trabajos. No tenía desperdicio ninguno de los cuadros expuestos en las tres salas de la exposición y, algunos de ellos eran, para mi gusto, verdaderamente sublimes. No he podido menos que admirar internamente el trabajo de este artista que sabe captar miles de matices en los rostros o en las composiciones corporales que, a mí, seguro que se me escaparían. El dominio de los gestos y de las proporciones; una enorme creatividad para gestar personajes de ficción que parecen dotados de vida y las composiciones en las que aparece el héroe batallando con una multitud de esbirros, trazado todo ello con enorme precisión y colorido son los rasgos que, a mi entender definen mejor la obra de Rafael López.

Hasta tal punto ha llegado mi entusiasmo que, en un alarde de atrevimiento, me he puesto a fotografiar algunas de las obras más interesantes para mi gusto. No tenía claro si se permitía o no, pero al hacerlo sin flash, creía que sería más discreto y pasaría desapercibido. No ha sido así. Al tercer "clic", ha acudido el oficial de seguridad y con amabilidad -pero con firmeza- me ha conminado a que no hiciera más fotos porque estaban protegidas por el copyright. Le he agradecido su advertencia mitad amable, mitad confundido. Luego he disimulado un poco como mirando uno de los cuadros con más atención y, finalmente, he salido con cierta celeridad al tiempo que me despedía confusamente del guarda y de la conserje.

Mi siguiente cita era en el Centro de Historia de Zaragoza. Allí iba a visitar la exposición "Quito en Zaragoza" y con paso firme y decidido hacia allí me he encaminado. Al llegar a la Plaza de San Agustín, las puertas correderas automáticas del Centro, me han recibido con calidez. He penetrado al interior del recinto y en un rápido vistazo he podido hacerme cargo del piso en el que se mostraba el grueso de la obra. He subido a la segunda planta y allí me ha recibido una variopinta muestra de fotografías, carteles, vídeos, sonidos y hasta camisetas de la pintoresca capital de Ecuador. Lo que más me ha gustado han sido las fotos del archivo Bloomberg. Se trata de una muestra de fotografías correspondientes a un Quito de medianos del siglo XX muy peculiares e interesantes. También me ha sorprendido un vídeo sobre el festival de rock que se celebra en la ciudad quiteña en el que los jóvenes manifiestan sus opiniones acerca de este tipo de música. Por cierto que, a diferencia de otros festivales organizados por estos lares, las canciones que se ven y escuchan son todas en español. Después de visitar con detenimiento la muestra, he tomado un folleto de recuerdo y he retornado de nuevo a la Plaza de San Agustín con el plan de ir regresando a mi domicilio.

Aún me ha quedado tiempo de pasar por el albergue municipal en el que una legión de transeúntes se preparaban para el yantar. Desde las ventanas, que dan a la calle de Las Arcadas se podía escuchar el cansino alboroto de los que tienen poco y poco esperan de los poderosos.

Finalmente me he encaminado por el Puente de Hierro (Puente del Pilar) a la calle Camino del Vado. Allí, en una papelería ya conocida, he adquirido El País y continuado, posteriormente mi caminar de vuelta a casa. Sobre las 13:05 horas llegaba a mi hogar y, como casi todos los domingos enseguida he ido a por el pan. También como todos los domingos, a la vuelta me he puesto a escribir la primera parte del blog y, posteriormente, a disfrutar de la estupenda comida que había preparado RM.

Quedan relativamente pocos buses para explorar y, entre las líneas pendientes, hay varias que son nocturnas. Así es que me propongo intensificar mis excursiones, aprovechando las vacaciones del verano y cuando el objetivo esté cubierto, cerrar un ciclo que tantas satisfacciones me ha reportado. Son muchas las ideas que bullen en mi interior respecto a la nueva actividad que sustituirá las excursiones en bus urbano. En su momento comentaré la opción por la que, finalmente me decanto. Ahora, a protegerse del calor y a disfrutar cada segundo de las vacaciones.

Reportaje fotográfico de la salida de hoy: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/DePuenteAPuenteYTiroPorqueMeLlevaLaCorrienteLinea141##