domingo, 26 de septiembre de 2010

La noche zaragozana huele a hachis y sabe a calimocho. Línea N4

Finalmente la salida correspondiente a esta semana no la pude realizar el viernes. El motivo fue que tenía mucho sueño y lo dejé para el sábado.

Después de una estupenda velada con mi amigo Alfredo y su familia en la que nos obsequiaron con una magnífica cena y desempeñaron con gran acierto y detalle su función de anfitriones llevé a mi señora a casa y yo me volví con el coche hasta la calle Albareda donde lo dejé aparcado. Era la una y diez de la madrugada y ya se me había pasado el primer autobús. Así es que -mentalmente- me preparé para tomar el siguiente que yo creía que pasaría a la 1:45.

Para hacer tiempo estuve deambulando por la calle Hernán Cortés y calles aledañas. De ese primer reconocimiento nocturno no obtuve mucha información; la noche estaba más bien fría y hacía viento lo cual no invitaba precisamente a pasear y se veía poca gente por los alrededores.

Me puse camino de vuelta al inicio de la parada del N4 y justo en ese momento ví como arrancaba. Ahí fue donde me di cuenta que la frecuencia del bus es cada media hora y no cada 45 minutos. Algo contrariado me dispuse a esperar de nuevo para tomar el siguiente vehículo que pasaba a las 2 de la mañana.

Como empezaba a tener algo de frío decidí ir a la búsqueda de algún bar o cafetería en la que poder tomarme algo caliente. El intento, como se verá, fue vano pero en esta segunda excursión ya empezaron a aflorar las particularidades y querencias de la joven fauna noctívaga que puebla la ciudad a esas horas.

En una esquina me crucé con unos jóvenes y según se iban alejando, una estela de olor intenso y penetrante era detectada por mis órganos olfativos. Es el típico olor a hachis -pensé-. Hace bastante tiempo que no lo detectaba con tanta intensidad.

El hecho anteriormente narrado se repitió al menos en dos ocasiones más lo cual me dio pie para pensar que si se tratara de un muestreo, más o menos un 20% de la población circulante sería consumidora.

El frío me desvió de estas elucubraciones y me recordó el objetivo inicial de este segundo periplo: encontrar una cafetería. Fueron inútiles mis idas y venidas y mis indagaciones porque la mayoría de ellas se encontraban cerradas y los bares que a esas horas permanecían abiertos eran bares de copas muchos de ellos con porteros malcarados que desaconsejaban con su lenguaje no verbal siquiera preguntar si podían servirme un cortado o una manzanilla.

Así es que a la 1:45 ya estaba de nuevo en la parada para no dejarme escapar el segundo bus. La espera se prolongó hasta las 2:12 cuando ¡por fin! arribó el búho y monté en él.

Bastantes usuarios iban en ese momento camino de sus destinos. Silencio y buenos modos en el interior del bus. Los que se retiran ya no están para muchas alharacas -pensé-.

A partir de ese momento se inició un vertiginoso recorrido más parecido a una competición automovilística que a un tranquilo paseo urbano. Aprovechando la escasa circulación nocturna, el conductor incluso se saltó algunos semáforos, todo ello en aras de una mayor rapidez del trayecto.

Pasamos por Isabel la Católica, Vía Ibérica, Montecanal y Valdespartera eso sí dando muchos rodeos, vueltas y revueltas para que todos los usuarios pudieran apearse lo más cerca posible de sus domicilios. Como en el viaje anterior, yo perdí la orientación en varias ocasiones. La nocturnidad y la falta de referencias me despistaban y ya no sabía dónde estaba.

Cuando por fin se inició el viaje de regreso, comenzó la segunda parte de la función. Ahora subían al autobús jóvenes que -después de hacer botellón- se dirigían a sus zonas de bares para continuar con la marcha. A mi lado se sentó una chica pertrechada con abundante provisión de botellón y, entre trago y trago bromeaba con gritos y grandes voces con sus amigos. Todos los que iban subiendo mantenían un perfil similar y enseguida el bus se convirtió en una especie de gallinero alborotado abundando las bromas, los empellones, y los "cooos" y "caaas" marca de la casa.

Como el otro día yo no dije ni mu para que mi presencia pasara inadvertida y, afortunadamente esta estrategia dio buen resultado porque no hubo que lamentar incidente alguno.

Este viaje de regreso se me hizo mucho más corto pues el espectáculo fue verdaderamente variado e interesante. Este hecho me sirvió de motivo de reflexión al pensar que la gente original, que destaca por algo o que encara la vida con más nervio y alegría resulta más atractiva para los demás.

Todavía tuve que esperar que el vehículo realizara un corto periplo por la plaza Paraíso y regresara hacia la Puerta del Carmen que era mi punto de regreso. Allí me apeé y con paso presuroso me dirigí hacia mi coche. La temperatura había caído ya hasta los 11 grados y el frío comenzaba a impregnar mi cuerpo. Dí un último acelerón y ya me planté en el interior del Toyota. La vuelta a casa la realicé con la calefacción al máximo. Llegué a mi domicilio sobre las 3:15 de la madrugada agradeciendo a Alfredo y Mª Jesús el café que me ofrecieron como culminación de la cena. Esa estimulante bebida me había permitido superar con éxito esta nueva prueba de aguante nocturo. Todo sea por el buen fin de mi empresa. La próxima semana, la línea N5.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Mi reino ya no es de ese mundo. Línea N3

Pues no, mi reino ya no pertenece a la noche ni a las movidas de altas horas de la madrugada. Lo cierto y verdad es que estas últimas salidas tienen más un componente de cabezonería que de disfrute. Lo digo porque no acabo de acostumbrarme a tomar los "buhos" a la 1 de la madrugada y regresar bastante tarde a casa.

Sin embargo mi decisión de recorrer TODAS las líneas de bus de Zaragoza, es inquebrantable y, desde luego no voy a faltar a mi cita hasta que viaje en la N7 que es la última.

Como siempre, salí de casa a las 12 de la noche y esta vez, con bastante sueño. Pero el deber es el deber y rápidamente me puse en marcha.

La noche estaba fresquilla pero no desapacible. Al ir caminando, poco a poco mi cuerpo entró en calor y ya a la altura del Puente de Piedra, mi tono vital era más propicio para encarar con decisión la aventura nocturna.

Llegué a la Plaza Aragón a eso de las 12 y 25 y directamente me metí en el VIP´s para hacer tiempo mientrar miraba alguna revista. Como ya es habitual, mi olvido de las gafas propició el que no pudiera aprovechar mucho la visita. Además, un encargado del establecimiento no paraba de ordenar (con grandes ademanes), los periódicos y revistas. De su conducta no verbal extraje la conclusión de que lo hacía para desincentivar a los potenciales lectores nocturnos de su intención de leer por el morro las revistas ahí expuestas.

Así es que aún me quedó tiempo de dar una vuelta por la tienda y ojear algún libro curioso prestando especial atención a varias enciclopedias ilustradas muy bien presentadas.

Salí del establecimiento directo de nuevo a la parada. Ya era la una menos cinco y en cualquier momento podía venir el bus.

No fue así. Primero llegaron sus hermanos N1 y N5 pero del N3 ni noticia. Así estuve esperando -junto a los otros viajeros- hasta la 1 y 12 minutos que fue cuando, finalmente, acudió el bus.

En esta ocasión había más gente de lo habitual hasta ahora. No se si sería el frío nocturno o la idiosincrasia del destino, pero subió bastante personal al autobús.

A partir de ese momento se inició un larguísimo periplo por las calles, avenidas y barrios de la ciudad. Pasamos por la Avenida de Madrid, por el Barrio Oliver, por Miralbueno, Avenida de Navarra y Valdefierro. En varios momentos del interminable periplo me desorienté por completo y no sabía ni donde estaba. También hubo al menos dos o tres ocasiones en las que ya empezaba a cerrar los ojos de sueño...

Sin embargo la variada fauna noctívaga que poblaba el bus sí que dio mucho juego. Sobretodo en el viaje de vuelta. La hora ya caminaba hacia las 2 de la madrugada y, en un determinado momento sólo permanecíamos en el autobús un señor y yo. En la siguiente parada subieron 4 jóvenes con claros síntomas de embriaguez y empezaron a bromear con mi acompañante. Cuando este se apeó lo despidieron llamándole de todos los nombres. Cuando me quedé solo, pensé: "ahora seré yo el blanco de sus bromas" pero no se si sería que yo no les hacía gracia o simplemente que su foco de atención pasó a otra cosa, el caso es que a mí no me dijeron nada.

Después empezaron a subir chicos y chicas de la más variada condición y vestimenta. Muchos de ellos hablando a grandes voces y alguno de ellos dedicándose a aporrear con vehemencia la ventanilla del bus. El conductor ni se inmutaba. Yo permanecía en un rinconcito, aparentemente ajeno a todo el bullicio pero bien atento no se fuera a escapar algún capón en mi dirección. Afortunadamente nada de eso ocurrió.

También me llamó la atención las idas y venidas de las miradas de los pasajeros en una y otra dirección. Ellos y ellas oteaban a sus congéneres sin ningún rubor. Parecía claro que el juego del cortejo y las demostraciones de fuerza o ingenio se iban convirtiendo poco a poco en el lenguaje de intercambio entre los jóvenes. Yo ya no formaba parte del proceso.

Perdido ya el sentido del tiempo transcurrido, por fin aparecimos de nuevo en la Plaza de España. Salté del asiento y me apeé para -rápidamente- iniciar una especie de galopada hacia mi casa. Tenía más sueño y muchas ganas de llegar a casa. Internamente estaba cansado pero satisfecho. Había cumplido con mi propósito y volvía sano y salvo. Para el próximo viernes, la línea N4.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Crónica breve en un día triste. Línea N2

Escribo estas líneas todavía muy apenado por la triste noticia del fallecimiento de Tomás, el padre de mi amigo Javier. Hoy, buena parte del pueblo hemos acompañado a toda la familia en esos momentos tan dolorosos. Descanse en paz pues era una excelente persona y yo siempre tuve con él una relación muy cordial.

Por mi parte -y como homenaje a Tomás- no quiero extenderme en muchas explicaciones sobre la salida del viernes día 10 de septiembre. Diré que realicé el recorrido con la línea N2 tal como estaba previsto. En realidad no hubo muchas novedades. El bus realiza un trayecto bastante amplio pues sale desde Independencia 4 y luego pasa por La Almozara, da la vuelta, sigue por el Actur y llega hasta Parque Goya II para enfilar, posteriormente por la Avenida Academia General Militar.

Realicé, como digo el recorrido sin grandes incidencias. En esta ocasión viajaba más gente en el autobús que el viernes anterior.

Sólo un señor que daba grandes voces y parecía un poco trastornado en el inicio de la línea alteró un poco la jornada de normalidad de esa noche. Yo me inhibí y no le presté atención y, enseguida, su presencia se fue diluyendo.

Incluyo algunas de la fotos que tomé. No me extiendo más. Todavía estoy un poco"tocado" por las múltiples reflexiones sobre la vida y la muerte que han pasado por mi cabeza durante el funeral y posterior enterramiento.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Línea N1. La noche es de los jóvenes

El comienzo de mi experiencia nocturna ha resultado más fácil de lo que esperaba. No disponía de referencias claras de horarios ni lugares de salida y me intrigaba adivinar el ambiente que se respiraba en los "buhos". Nada de ello ha sido óbice para mi empeño por coronar el objetivo propuesto desde el inicio de este blog. Así es que el viernes, 3 de septiembre, salía de casa a la redonda hora de las 12 de la noche (las 00:00 en mi reloj digital).

Yo soy más bien de hábitos diurnos por lo que -sin desagradarme- la excursión nocturna no me atraía especialmente. Tuve que vencer varios conatos de sueño antes de ponerme en marcha y, finalmente al sentirme ya más despejado, inicié el camino dirección Plaza de Aragón. Invité a mi señora a que me acompañara pero declinó amablemente la invitación pues no le veía mucho sentido al desplazamiento a pie para una finalidad tan simple como realizar un recorrido en bus desde el centro de la ciudad hasta el barrio de Santa Isabel.

Según iba caminando por la Avenida Cataluña, me iba despejando progresivamente. Como es sabido, caminar proporciona inusitadas reflexiones mentales y, en mi caso, iba pasando de un tema a otro con gran facilidad. Hubo un rato que anduve recordando la canción de Sabina:

Negra noche, no me trates asíii,
negra noche, espero tanto de tí.
Noche maquillada, como una maniquíii,
noche perfumada con pachulí, con pachuli
A su vez, el segundo verso me recordó los años de mi juventud en los que, efectivamente, mucho se esperaba de las innumerables noches de marcha cuando salíamos con los amigos por la ciudad o en las fiestas de los pueblos.

En un momento dado, descubro que casi no llevo batería en el móvil (y para variar que no me he cogido las gafas de ver de cerca) por lo que las fotos que realice tendrán que ser sin flash. Me voy cruzando con chicos y chicas jóvenes. Unos van y otros vienen. La noche noche, todavía no ha comenzado a las 00:30 en Zaragoza.

En el Puente de Piedra tomo una foto experimental sin flash, a sabiendas que no me saldrá muy bien, pero hay que dejar constancia de la salida. Poco a poco me voy acercando a la Plaza de España y cada vez se ve más personal (joven) por el centro. También alguna pareja más mayor, él con ojos somnolientos. Enfilo por el Paseo Independencia y enseguida adivino la silueta de dos autobuses esperando en el comienzo de línea: el N3 y el N1. Son las 00:49 y me alegro al suponer que el primer servicio arrancará a la 1 de la madrugada.

Subo el peldaño de acceso al bus y la conductora me facilita un billete.

El servicio nocturno es gratuito. Otra pequeña alegría ya que no tenía claro cuántos viajes me quedaban en la tarjeta-bus.

Esperaba encontrarme con un jolgorio tremendo y el bus abarrotado de gente. Iba incluso prevenido no fuera a vomitarme alguien por encima del hombro, pero sólo viajamos 6 personas y yo: cuatro chicas jóvenes y dos señoras más mayores. Las chicas jóvenes todas ellas conectadas con su móvil, bien escuchando canciones bien realizando alguna críptica consulta, bien hablando -sin tasa de tiempo- con algún interlocutor indefinido.
Arranca el bus y se inicia un meteórico viaje. En muchas paradas no se detiene porque no hay gente esperando. Por la noche hay mucha menos circulación y, por tanto los desplazamientos son más rápidos.

Llegamos al Barrio La Jota, lugar de inicio de mi viaje a pie al centro y, después de pasar por Vadorrey, enfilamos de nuevo a la Avenida Cataluña.

En el viaje se ha subido un alumno conocido pero él no me ha visto o disimula. Me interrogo por su "temprano" regreso a casa. Lo más fácil sería preguntárselo pero no me apetece mucho hablar, así que contemplo como el alumno se apea cerca de la gasolinera de Santa Isabel y el viaje continúa.

Seguimos por la Avenida de Santa Isabel y luego por la Avenida del Real Zaragoza, donde el bus da la vuelta y se dispone a regresar al centro de la ciudad.


Le digo a la conductora que no me apeo y que continúo en el viaje de regreso y me facilita otro billete gratuito de vuelta. Salimos a la 1:30 y a la 1:36 ya nos hemos presentado en la Plaza Mozart donde me bajo. Llego de nuevo a mi casa a la 1:45 con la sensación del deber cumplido pero un poco "noqueado" por lo extraño de la hora para mis pautas habituales de sueño.

Sobre las 2:00 ya estoy en la cama. Lo malo es que mañana subo a Uncastillo y tengo que levantarme a las 8:00. Bueno, no ha estado mal la jornada.