lunes, 29 de marzo de 2010

Línea 36. Tortuoso recorrido para un día atípico

Contraviniendo el principio de normalización, hoy he realizado el recorrido en lunes. Obligaciones familiares (llevar a mi suegra a mitad de camino de Madrid) me impidieron ayer cumplir con el ritual del recorrido dominical y la consiguiente crónica.

Así es que la salida se ha producido a las 9:30 de la mañana. Procurando que no se despertara nadie, me he abastecido de una manzana y un plátano y sigilosamente me he plantado en la calle Miguel Asso desde donde ha dado comienzo, formalmente, mi aventura del lunes.

Del recorrido hasta San Juan de la Peña, sólo reseñaré los originales grafitis estampados por
anónimos autores en los muros de Hierros Alfonso. He tomado varias fotos de los que me han parecido más originales aunque todos ellos tienen, para mi gusto, el mérito de haber sido realizados por puro placer, sin ánimo lucrativo.

Enseguida he avistado la parada del 36 y, siguiendo el guión que me había trazado, lo he tomado dirección Valdefierro con la idea de realizar posteriormente el recorrido completo, en sentido contrario. Caras muy serias en el interior del autobús destilaban un invisible tufillo de melancolía cuando no de tristeza descarada y las nuevas incorporaciones en las siguientes paradas no han contribuido a mejorar la situación.

El autobús ha realizado un zigzagueante recorrido por estrechas callejuelas y la pericia del conductor era digna de hacerse notar ya que no ha ocurrido percance alguno. Después de muchas curvas, muchos semáforos y bastantes "ceda el paso" hemos arribado a la calle Tulipán -fin del trayecto- y rápidamente he desenfundado mi cámara para realizar las fotos de rigor.

En esta misma calle tiene su final de trayecto también la línea 22 que ya tuve ocasión de reseñar en crónicas anteriores. Así es que he aprovechado para realizar un rápido paseo por los aledaños y, sobretodo, supervisar unas obras que ya había visitado anteriormete en mi último recorrido por el barrio.

No había mucho más que ver y he optado por retornar y realizar el recorrido completo desde Valdefierro al Picarral. En esta ocasión "manejaba" -conducía- una conductora que destacaba por la suavidad con la que cambiaba de marcha y el cuidado con el que tomaba las curvas. El viaje se me ha hecho largo pero cómodo y cuando me he querido dar cuenta ya estaba en el camino de Juslibol que constituye el fin del trayecto.

Enseguida me he dirigido a un señor para interesarme por la parroquia y el hombre, muy amable, me ha encaminado a la nueva iglesia, de reciente construcción, ubicada en las cercanías de donde me encontraba.

En el rápido recorrido hasta la iglesia de Nuestra Señora de Nazaret he podido avistar también las instalaciones de Saica muy aparatosas pero silenciosas. La industria se halla cercada casi en su totalidad por construcciones residenciales y, la verdad, en los tiempos que corren, esta instalación creo que ahora no pega ni con cola.

Efectivamente, la iglesia todavía se encontraba en fase de terminación puesto que me he topado con la herramienta de varios operarios que por allí se encontraban trabajando. He visto el interior del templo, pero, claro, a esa hora de la mañana de un lunes no había misa. Me ha llamado la atención que el templo está enclavado en un complejo más amplio que, luego me he enterado, pertenece a las religiosas Siervas de Jesús.

Dando por finalizado el periplo religioso, me quedaba la parte lúdica y me he encaminado hacia la cafetería Sierra Nevada que parecía tener buena pinta. Efectivamente mi pronóstico se ha visto confirmado y allí he saboreado con tranquilidad mi café con leche, mi donut y mi Heraldo de Aragón.

Como en anteriores ocasiones, la mezcla del líquido elemento con el circular producto de repostería me ha levantado el ánimo y, enseguida me he lanzado a planear mil y un proyectos, todos ellos perfectamente viables mientras dura el influjo de la cafeina.

La vuelta a casa la he realizado a pie y todavía he podido dedicar unos minutos para visitar el centro cívico La Chimenea donde se va a ubicar el Cubit y, según me he enterado, el próximo miércoles día 31 se va a inaugurar. De nuevo nueva toma de fotos y, ya a paso más vivo, me he encaminado hacia mi casa.

He llegado sobre las 13:30 y, enseguida me han sido encomendados una serie de encargos mañaneros supongo que como "expiación" por el pecadillo de irme por libre un lunes por la mañana. He realizado los trámites con agrado y enseguida se ha hecho la hora de comer. Con gran fruición hemos devorado las viandas agradeciendo a la vida que nos permita disfrutar con estos pequeños placeres.

domingo, 21 de marzo de 2010

Recordando tiempos pretéritos. Línea 35

Por la mañana me he despertado con muchas agujetas en las piernas. Las labores jardineras del sábado, casi todo el rato agachado han dado como resultado este efecto lógico aunque indeseable.

Ello no ha sido óbice para encarar la aventura mañanera con renovado ánimo. Es más, la sensación de discreta molestia al caminar me daba la impresión de vivir con más intensidad mi excursión. Es como si esa pequeña mortificación sirviera para eliminar algún que otro imperceptible velo tras el que se esconde la auténtica realidad.

Como el guerrero que todavía se resiente de antiguas heridas he salido de casa a las 8:17 pertrechado con los víveres de costumbre: dos zumosas naranjas, una a cada lado en los bolsillos de mi cazadora-anorak.

El recorrido se ha desarrollado atendiendo a la siguiente pauta:

1º.- Calle Pascuala Perié
2º.- Calle Carmen Serna (Antigua Sierra de Alcubierre)
3º.- Avenida de Marqués de la Cadena (Hasta Hierros Alfonso)

En el cruce de Marqués de la Cadena con San Juan de la Peña me he topado con la primera sorpresa del día: un coche aparecía volcado, ruedas arriba, en el jardincillo que sirve de divisoria entre los dos carriles. Gran aparato de policía y bastantes mirones no han impedido que tomara una foto traicionera aprovechando la "trinchera" de unos contenedores de basura.

No le he concedido más importancia al evento pues no se veían ambulancias ni restos de sangre u otros fluidos orgánicos por el asfalto Dos jovenzanos conversaban amigablemente con los policías esperando -supongo- que llegara la grúa.

Así es que he continuado mi viaje ya que quería tomar el 35 en San Juan de la Peña, dirección Parque Goya. Cerca ya de la parada he recordado que no tenía saldo en la tarjeta del bus ya que, como suele ser habitual, mi hija pequeña me había dado el cambiazo y yo me había quedado con la tarjeta sin saldo. Menos mal que tenía la impresión visual de una papelería cerca de la parada. Allí me he dirigido y la he recargado con 10 €. El señor que me ha atendido, muy formal en su papel de expendedor dominguero de prensa, no me ha prestado mucha atención. El trato ha sido correcto aunque un punto displicente.

He retornado a la parada y, enseguida, ha llegado un novísimo 35 articulado y dotado de una voz sintetizada que iba anunciando la proximidad de las paradas con un acento robótico que me producía risa.

La suspensión, acorde con la juvetud del vehículo también era digna de elogio y muy diferente de anteriores buses. De manera que el viaje me ha resultado placentero y rápido y en un plis plas me he presentado en la urbanización Parque Goya II.

El barrio estaba silencioso y medio adormilado. La supuesta juventud de los residentes -he razonado- les induce a trasnochar el sábado y a remolonear en la cama las mañanas de los domingos. Así es que he recorrido las tranquilas calles tomando una foto aquí y otra allá para dejar constancia de mi visita. A una señora que paseaba su perro le he preguntado por la parroquia del barrio y me ha contestado que no tenía constancia de ninguna construcción eclesial por las cercanías y que si quería oír misa, tendría que desplazarme hasta el colegio de Cristo Rey que era la delegación más cercana del "más allá".

Los prunus pisardis (ciruelos japoneses) abundan en el barrio y mostraban esplendorosos sus blanquirosadas y olorosas flores. Muchos de ellos han merecido mi atención y han quedado inmortalizados y "pixelizados" con mi cámara. También he tomado varias fotos al colegio "Agustina de Aragón". En fin, que he cumplido con mi autoasignado cometido de reportero dominguero por las calles de Parque Goya II.

He retornado por la calle La Fragua hasta el comienzo de línea y de nuevo he subido al bus para -ahora sí- realizar el recorrido completo.

De este segundo viaje, reseñar tres jóvenes que han subido en la confluencia de San Juan de la Peña con Salvador Allende. Todos iban conectados con su mundo particular a través de pequeños auriculares integrados en sus orejas. Han merecido un momento mi atención ya que enseguida he pensado en las grandes diferencias en nuestro "ser y estar" en el mundo entre unos y otros. Yo, personalmente, no concibo la posibilidad de caminar y, al mismo tiempo, ir escuchando canciones o noticias. Prefiero disfrutar del amplio menú que ofrece lo cotidiano. Creo, incluso, que hay muchos platos que para degustarlos con fruición se necesita un plus de atención, concentración y curiosidad, aspectos, todos ellos, incompatibles con la conexión orejera al walkman.

Así que en 30 minutos hemos llegado a la Plaza Emperador Carlos V que constituye el final del trayecto. Rápidamente me he puesto en marcha y preguntado a un señor por la parroquia más próxima. Me ha señalado tres posibilidades: San Braulio en Corona de Aragón, Santa Mónica en la Romareda o -posibilidad remota- el convento de las monjas franciscanas ubicado frente al IES "Miguel Catalán". Me he decantado por intentar este último destino aunque enseguida he podido comprobar que la puerta estaba cerrada y nada invitaba a entrar para, supuestamente, escuchar misa. He tomado una apresurada foto de la entrada al convento al mismo tiempo que me decidía por Santa Mónica recordando que allí, precisamente, fue donde me casé en junio de 1986 (hace 24 años)

Enseguida he llegado a las inmediaciones del templo y, de nuevo, me ha cautivado su original factura. La redonda cúpula sigue destacando cual ovni a punto de aterrizar y todo el conjunto sobrio pero señorial cumpliendo con su misión de acoger las acomodadas almas del barrio de La Romareda.

Sorteando dos pobres apostados a la entrada, he comprobado que la celebración eucarística tenía lugar a las 9, 11, 12, 13 y 19:20. Como se ve, un horario amplísimo que cubre todas las necesidades de la grey.

He decidido asistir a la misa de las 11:00. Eran las 10:10 y disponía de tiempo. Así es que lo dedicaría a merodear por la zona.

La primera iniciativa ha consistido en comprar una "reja" de hojaldre, cabello de ángel y piñones en la pastelería-bombonería Filmir. El extraño nombre del establecimiento no tenía nada que ver con la exquisitez de sus productos. Luego he dado un paseo por las cercanías del colegio "Doctor Azúa" donde hice mis prácticas de magisterio allá por la primavera del año 1980 (hace 30 años). También se ubican por las inmediaciones los colegios Cesar Augusto y Eliseo Godoy.

Ha llegado la ansiada hora del café con leche y he elegido el café-bar La terraza en la calle Condes de Aragón. Ya se habían terminado los croissanes y me he tenido que contentar con dos churros. Afortunadamente hoy ha habido premio. Al terminar mi segundo churro, un señor ha dejado libre El Periódico de Aragón y lo he podido degustar cual otro manjar servido en mi mesa.

Después de un repaso a fondo del rotativo, he abonado (1,80 €) y ya me he encaminado hacia la iglesia. El templo dispone de dos entradas, ambas custodiadas por una selecta representación de mendigos pidiendo limosna con un vasito de plástico.

El interior del santo edificio me ha seguido pareciendo espléndido. Amplio y bien iluminado, la bóveda central (la del platillo volante) le confiere una altitud excelsa digna de su elevado fin.

Una señora (como ya suele ser habitual) había tomado el rol de directora de coro y se encargaba de mostrar a los feligreses la entonación de las canciones que iban a desgranarse en los distintos apartados de la liturgia. Sólo se la oía a ella ya que los parroquianos (en su mayoría ancianos) no parecían estar para muchas canciones. He contado, por encima, unas 200 almas asistiendo al divino oficio.

Han hecho su salida los sacerdotes, ambos maduros, el oficiante más joven que el otro y ha dado comienzo la misa. Las lecturas e invocaciones han ido desfilando sin hacer especial mella en mi mente. Sólo la lectura del evangelio que trataba sobre la mujer adúltera y el conato de apedreamiento evitado por Jesús "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" han conseguido sacarme de mis reflexiones distantes varios eones de las preocupaciones de los presbíteros.

Delante de mí tenía una señora que destilaba un fortísimo olor a "Azur" de Puig. Ese olor me ha transportado por un momento a tiempos y situaciones juveniles pero finalmente la rememoración ha quedado muy desdibujada debido al paradójico contraste de la señora mayor, la iglesia, los curas y mis libidinosos recuerdos.

El sermón ha venido a continuación. Bien predicado y estructurado. El sacerdote poseía una voz grave y aterciopelada y ha sabido hilvanarlo correctamente. Ha tocado todos los pitos: referencias a las sagradas escrituras, al episodio del intento de apedreamiento, al día del seminario, a la -supuesta- campaña de la prensa contra la iglesia. Su discurso ponderado reconocía los errores de la iglesia (por los casos de pederastia) de una forma suave y comedida como convenía a la situación y al público asistente.

Por lo demás, ya vengo comprobando que mi imaginación se estimula en los templos y durante un tiempo el hilo de mi pensamiento ha acompañado a la adúltera: ¿Por qué cometería tal falta sabiendo que estaba tan gravemente penada? ¿Qué pasión le arrastró a lanzarse a los brazos de su amado? ¿Quién la descubrió? ¿Quién la delató?

Terminada la homilía he salido presuroso. He dejado atrás el empalagoso Azur y a la comitiva oficiante y sus acólitos. El día lucía esplendoroso. El chute de café con leche habia hecho efecto y, sin pensarlo mucho, he decidido volver a pie hasta la parada del 39 en el Coso.

En mi recorrido pedestre me he topado con varios acontecimientos:

- Una entrega de medallas a los socios que hacían ya 50 años en el centro deportivo y de salud del Real Zaragoza
- El anuncio de una feria de tiendas virtuales el día 24 de marzo
- Un rastrillo en la Plaza de San Francisco en el que se dan cita los numismáticos, los filatélicos y los minerálogos.
- Las obras del tranvía
- Las obras del Río Huerva, en Gran Vía que van muy adelantadas
- Una convocatoria de la Asociación española del sueño celebrando su día internacional
- Otra convocatoria -en la Plaza España- apoyando la autonomía Zapatista (México)

He adquirido El País en un quiosco del Coso y luego he continuado caminando hasta la parada del 39. Ha tardado unos 6 minutos en llegar, pero luego me ha trasladado con celeridad hasta la calle Balbino Orensanz donde me he apeado.

De nuevo he llegado a casa con la sensación del deber cumplido. De nuevo, también el ritual de siempre: saludar a la familia e interesarme por cómo había discurrido la mañana en casa. Después de estos preliminares y continuando con el ritual me he encaminado al baño donde he atacado a fondo El País. Disfrutar de la vida es disfrutar de estas pequeñas cosas. La suma de todas ellas va configurando un estado emocional positivo que ayuda enormemente a superar el complejo discurrir de nuestro día a día.

domingo, 14 de marzo de 2010

De estación.... a estación. Línea 34

Hoy el día estaba "venfrido" que es una palabra nueva que me he inventado para designar conjuntamente: ventoso, frío y desabrido. A pesar de todo, y como suele ser habitual en mis excursiones domingueras, me lo he pasado de maravilla.

He salido de casa a las 8:22 y el primer ser vivo ¡y libre! que me he encontrado ha sido un pato salvaje con aspecto despistado que miraba vigilante en un descampado ubicado en el inicio del Puente de la Unión. Le he tomado una foto porque el contraste entre solar urbano y belleza anátida me ha parecido irresistible... y he continuado mi camino.

La travesía del Puente de la Unión (o de Las Fuentes) me ha resultado especialmente desabrida por el fuerte y helado viento que, aprovechando el cauce del Ebro golpeaba sin piedad mi inerme rostro. He conseguido atravesarlo aunque a cada paso que daba mi contrariedad por este día tan "venfrido" se iba incrementando.

Cuando por fín he llegado a la Calle San José, el viento y el frío han remitido un poco gracias al abrigo proporcionado por los edificios. Mi termómetro de humor se ha ido templando y ya al llegar al Paseo del Canal mi estado de ánimo había mejorado considerablemente a pesar de la empinada subida que, desde Tenor Fleta, he tenido que remontar.

Muchos patos y gansos por el canal deambulando (mejor dicho: palmipeando) por sus aguas mientras yo continuaba mi viaje, ahora por la Avenida de América, luego por Fray Luis Garcés hasta que ya, a la altura del Estadio Venecia he vislumbrado el inicio de la línea 34, justo en el cementerio.

Junto a la parada del 34, dos quiosquillos abiertos con abundante exposición de flores de mortecinos colores, en su mayor parte cristantemos. El conjunto formado por la entrada al cementerio, la parada del bus y los quioscos con flores me ha parecido tan surrealista que le he concedido la toma de dos furtivas instantáneas ya que -como es habitual- temía que el conductor del bus o las quiosqueras se molestaran por mi atrevimiento al tomar las fotos.

Como decía en el título de la entrada, el viaje iba a ser de estación a estación. El cementerio representa la estación de la cual partimos para nuestro último viaje y la Estación de Delicias -reservada sólo para los vivos- se construyó para aquellos que parten hacia ignotos destinos.


He sido el primer pasajero en acceder al articulado vehículo y, sin dilación, el conductor ha emprendido un veloz viaje acompañado de las melodías de su transistor. Una de ellas ha sido la canción "Carolina" que en un determinado momento él ha tarareado ostensiblemente mientras yo lo hacía mentalmente: Carolinaaa traatame bien oalfinal te tendré que comeeeer...


En la tercera parada han subido muchos pasajeros. Posteriormente he comprobado que la gran mayoría de ellos iban al rastro dominguero situado en los aparcamientos de la Expo.

El bus era nuevo y confortable. He contado un total de 28 plazas con asiento. No he podido valorar cuántos más caben de pie. El coloso rodado ha realizado la mayor parte de su recorrido a trote ligero con alguna galopada de vez en cuando y así, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Estación Delicias.

Lo primero que me ha llamado la atención al apearme, además de la enormidad del edificio de la estación ha sido la pasarela de acceso al teleférico. A lo alto de la misma me he trasladado para tomar fotos en las que salía mucha barandilla, mucho hierro, mucha modernidad construida apresuradamente con motivo de la Expo.

Después una vuelta por el interior de la estación. La verdad es que hemos ganado en funcionalidad pero perdido mucho en calor humano y ambiente acogedor. Sólo algunos recintos acristalados están equipados con calefacción. En el resto del edificio una gélida atmósfera impera a sus anchas y lo impregna todo.

Posteriormente me he encaminado hacia la Avenida de Navarra y he tomado algunas fotos de la antigua estación de autobuses Cinco Villas totalmente destartalada. Luego he recordado que cerca de allí, en la calle León Torres Quevedo se encontraba una iglesia Evangélica y he pensado que sería una buena alternativa asistir al oficio que allí se celebrara. Vano intento. Sólo celebran oficio los sábados. Así es que me he desviado a la izquierda por la calle San Antonio Abad y en el primer intento una señora ya me ha informado que en esa misma calle se ubicaba la parroquia del barrio y que la iglesia tenía dos entradas: por la avenida y por la calle por la que circulaba.

Un mendigo me ha recibido a la entrada y muy amablemente me ha mostrado el cartel donde se indicaban los horarios de las misas. Le he dado las gracias y por su parte ha realizado un intento fallido de que yo le abonara algo para comer.

He salido al Paseo de Calanda y enseguida he visto una cafetería que, por su aspecto exterior, parecería disponer de buen servicio y mejores viandas. Era la cervecería-cafetería Anika´s hacia la que me he encaminado sin sopesar otras opciones. Nada más abrir la puerta ya me he dado cuenta de que había cometido un error por precipitación pero la aguda voz de la camarera china interrogándome qué deseaba ha impedido una prudente retirada. Así es que no me ha quedado más remedio que pedir un café con leche y un ralo croissant que dormitaba quién sabe cuánto tiempo hace en la vitrina acristalada de la barra.

He tomado ambas cosas sin mucha convicción y ni siquiera la lectura del suplemento del domingo del Heraldo ha conseguido aplacar mi contrariedad interna por tan mala decisión. He dedicado un tiempo a meditar por qué no me encontraba a gusto en el establecimiento y las razones esgrimidas por mi encéfalo han sido:

- Los productos parecían algo pasados
- La sonrisa y atención de la camarera parecían fingidas y artificiales
- El ambiente no era nada acogedor
- Había pocas personas en su interior. Faltaba calor humano
- Los diálogos en mandarín entre la camarera y ¿su madre? me desconcertaban

He abonado el importe (2 €) y he salido sin dilación aunque todavía faltaban 25 minutos para la misa de las 11. Ese tiempo lo he utilizado para deambular por el Paseo Calanda observando otras muchas cafeterías regentadas por chinos y también en busca de la academia Helico de la que no he encontrado ni rastro.

A las 11 menos 5 me han franqueado el paso los dos mendigos del sector Avda Navarra y he pasado al interior de la iglesia de San Pedro Arbués. Unas doscientas personas de avanzada edad, como suele ser habitual, ya estaban preparadas para iniciar el santo oficio y yo me he ubicado al lado de un matrimonio mayor y más elegante que la media de la iglesia. Enseguida ha salido el sacerdote acompañado por un monaguillo. Su aspecto era muy joven y su cara aniñada. Nada más abrir la boca he percibido el acento sudamericano.

Con música "enlatada" se ha entonado el canto de entrada, después un señor ha leído la primera lectura del libro de Josué y una señora, a continuación, ha hecho lo mismo con la segunda lectura en este caso del apóstol San Pablo a los Corintios. A favor de la señora hay que decir que su lectura ha sido excelente tanto en la entonación, pausas y convicción como en la corrección fonológica ya que no ha trastabillado ni una sola vez.

Mientras tanto he observado que la esposa del señor que estaba a mi lado lo ha abandonado abruptamente y se ha dirigido hacia un confesonario en el que un cura de avanzada edad esperaba a los penitentes. El marido se ha quedado con cara de circunstancias como si no se esperara que su mujer estuviera en pecado. No sé que mandamientos habría quebrantado porque, para mi gusto, ha tardado bastante tiempo en regresar, eso sí, con cara angelical después de haber recibido la absolución.

Le ha tocado el turno al oficiante y a esas alturas yo ya había establecido mi hipótesis de su origen mexicano. También ha leído con gran corrección el evangelio de San Lucas que me ha gustado mucho porque hoy trataba de la parábola del hijo pródigo.

Esperaba con curiosidad el sermón y debo decir que en mi imaginario cuaderno de calificaciones le he asignado al cura mexicano una muy buena puntuación. Entonación solemne sin exagerar. Contenido sencillo ajustado a la edad de los fieles y un suave acento lograban que la transformación de becerro en "beserro", de cerdos en "serdos" y ternero cebado en "ternero sebado" resultara agradable y nada empalagosa. El sermón muy bien hilvanado enlazando las frases unas con otras pausada y cadenciosamente. En una palabra, me ha gustado y me ha resultado muy llevadero.

Como lo importante ya estaba visto, he salido velozmente y me he encaminado hacia la parada del 32 para tomar el camino de regreso a casa. Seguía haciendo frío y ya creía haber cumplido con mi cometido. Sin embargo la vida siempre nos depara sorpresas inesperadas y al llegar a la altura de la Plaza de España, he avistado mucho público, varios castillos hinchables y muchos niños en el Paseo de Independencia.

Hoy se celebraba el Día mundial por los derechos de los consumidores. He dudado un momento sobre bajar o no para cubrir fotográficamente el evento pero no ha sido hasta la siguiente parada cuando esa decisión se ha concretado al pensar en otro espectáculo que iba a tener lugar a las 12:00: la actuación en La Campana de los Perdidos del Gran Alexander, mago y asesor del centro de profesores con el que mantengo una muy buena relación personal y profesional.

Después de pasear un rato y tomar fotos también de la exposición sobre el LHC del Cern (El gran colisionador de hadrones del laboratorio europeo de partículas) me he encaminado hacia La Campana. Han sido necesarios varios intentos hasta llegar a mi destino pues he recorrido otros lugares que me sonaban: El monaguillo, El prior, etc como se ve, todos relacionados con la iglesia.

En el interior del bar ya se encontraba un considerable número de niños acompañados por sus padres, madres y abuelitas y, como el espectáculo era en el sótano, he pedido un cortado descafeinado para hacer tiempo.

A las 12:30 hemos abonado la entrada (5 €) y descendido al sótano donde ya se había preparado un pequeño escenario para la intervención del mago. Me he situado en la parte de atrás, en un lugar estratégico para tomar fotos y ha dado comienzo el espectáculo. Alejandro (que así se llama el mago) ha realizado una gran actuación. Su dominio de las tablas y de la psicología infantil y adulta ha sido total. Su habilidad con los números de magia, a la altura de los más grandes maestros de esta disciplina. Nos ha dejado a todos boquiabiertos y a los niños, además, entusiasmados.

En un momento del espectáculo me ha regalado (delante de los aproximadamente 80 asistentes) un caracol compuesto por globos hinchables, gesto que yo le he agradecido.

Pero ya se me hacía tarde y he tenido que salir antes de terminar el espectáculo. Me he dirigido a la calle Coso donde he tomado el 32. Como en anteriores ocasiones he descendido en la calle Pascuala Perié y luchando de nuevo contra el viento he arribado a la tranquilidad de mi hogar donde la familia conversaba plácidamente.

En fin, que la mañana de hoy ha resultado variada y muy interesante. Al igual que en anteriores ocasiones una sensación de paz y serenidad inundaba mi espíritu. He comido con muy buen apetito y me he permitido un vaso de vino para redondear la jornada.

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/DeEstacionAEstacionLinea34##

domingo, 7 de marzo de 2010

Dos posibles titulares para la línea 33

Cuadrarían perfectamente cualquiera de los dos siguientes titulares para describir la experiencia de hoy:

"Si no quieres un tazón de caldo, toma tazón y medio" y
"Camina o revienta, el caso es estar en movimiento"

El primer titular hace referencia a la novedad de asistir a dos misas en lugar de una y más adelante explicaré el por qué.

El segundo se refiere a la gran caminata que me he dado teniendo en cuenta que ayer también estuve bastante rato andando.

Pues el caso es que la salida de hoy ha sido también a temprana hora: las 8:23 de la mañana y el recorrido hasta el comienzo de la línea 33 en la calle Ansó también lo he realizado a pata.

De las muchas cosas que me han llamado la atención del recorrido pedestre, reseñaré las simpáticas zambullidas de los cormoranes en el Ebro (y que no he conseguido capturar con la cámara), el lío de callejuelas desconocidas por los que he deambulado a propósito, el silencio mañanero de la ciudad, el día gris y tristón, etc.

He llegado finalmente a la calle Ansó, comienzo de la línea 33. Desde la parada pueden contemplarse las edificaciones que van erigiéndose en los solares que ocupaba la antigua cárcel de torrero. Algunos de los antiguos pabellones carcelarios se han reutilizado para albergar servicios sociales.

El 33 se ha presentado rápidamente y el conductor ha bajado un momento para miccionar en una caseta preparada al efecto cerca de la parada. Enseguida ha retornado a la dirección del bus y, como suele ser habitual, un reducido grupo de viajeros (todos de cierta edad) hemos subido al autobús.

No me detendré en detalles sobre el recorrido. Yo iba muy feliz porque podía observar el paisaje desde mi asiento y también porque necesitaba descansar un poco después de la caminata.

Las calles y los viajeros del bus han ido desfilando con rapidez. Casi sin darme cuenta he aparecido en el final de línea, en la calle Escultor Palao y enseguida me he dirigido a una señora que, a su vez me ha transferido a su marido para que me diera respuesta a la consabida pregunta de ¿donde se encuentra la iglesia del barrio?

El señor, muy amable, acompañado de una perrita muy juguetona, me ha informado de la existencia de dos iglesias. ¿Cómo se llama a la que Vd va? Enseguida le he aclarado que no sabía el nombre de ninguno de los dos templos y que me daba igual uno que otro porque lo único que quería era asistir a misa. Pues entonces, le acompaño a la iglesia de San Javier.

Los tres (incluyo a la perra) nos hemos encaminado hacia la parroquia de San Francisco Javier y por el camino, el señor (que se llamaba Rafael) también me ha informado de la existencia de una tercera iglesia "de San Rafaela". - Será de San Rafael (le he corregido). No, no curiosamente la iglesia se llama así: Iglesia de San Rafaela.

En esas disgresiones nos encontrábamos cuando ya vislumbrábamos la fachada de la parroquia de San Francisco Javier. Me he despedido del señor y he subido unas escalinatas para acceder a la iglesia y ver los horarios de misa.

Eran las 10:05 y la misa comenzaba a las 10:00 así que he decidido penetrar en el templo. Un edificio amplio y bien iluminado con unas 70 envejecidas almas en su interior y dos añosos sacerdotes que ya habían iniciado la celebración.

Se han leído las escrituras y el oficiante ha leído también el evangelio y mientras yo meditaba sobre el juego que me iba a dar la homilía ya que el ambiente general no hacía presumir grandes alharacas.

Así ha sido. La homilía me ha parecido aburridísima tanto por la poca convicción del cura como por su verbo simple y atropellado. La parábola de la higuera le podía haber dado mucho juego y la lectura de la zarza ardiente mucho más pero no ha sabido aprovechar ninguno de los dos recursos a su alcance. La situación casi me ha crispado y coincidiendo con el fin del sermón, he salido disparado del templo con un sentimiento de frustración por no haber podido cumplir mi propósito.

Así es que sobre las 10:20 ya estaba fuera de la iglesia y entonces -como plan alternativo- he decidido buscar la iglesia de "San Rafaela" siguiendo las indicaciones de mi jubilado cicerone. Todavía he tenido que preguntarle a una señora para confirmar que iba por buen camino cerca de la confluencia de Vía Hispanidad con Gómez Laguna y finalmente he llegado a la parroquia de Santa Rafaela María que así es como en realidad se llama contraviniendo las informaciones del señor.

He observado que la misa en esta segunda parroquia comenzaba a las 12:00 así es que me he dado media vuelta y he regresado a las cercanías del final de parada de la línea 33.

Aquí ha comenzado una segunda fase del viaje consistente en buscar una cafetería apropiada para tomarme el consabido café con leche y el croissant. He pasado por multitud de bares y cafeterías y todos ellos me parecían insulsos y sin encanto. "Como cuento con tiempo, buscaré uno en el que me encuentre a gusto" -he pensado-. Así es que he pasado por el bar Los pájaros, el bar Aplauso... He asomado también las narices por el café Marlene (y me he dado rápidamente media vuelta) pues ninguno de ellos me ofrecía el ambiente y la tipología de público que yo necesitaba en ese momento. Yo quería una cafetería con glamour pero el barrio de Las Delicias se negaba a ofrecérmela.

Finalmente en la calle Andrés Vicente he visto a lo lejos una cafetería que llevaba por nombre "ordio" y, recordando el nombre de este cereal de mi niñez he decidido -como un homenaje a su memoria- entrar en la cervecería, heladería y repostería ORDIO.

Ha sido una elección acertada. Habia mucho personal y aunque no era el ambiente que yo buscaba, me ha resultado agradable la familiaridad en el trato del matrimonio que regentaba el local y el personal tan variopinto disfrutando de sus cafés con leche y de unos exquisitos churros. Yo me he sumado al alborozo general y también he degustado el extruso manjar.

Una vez abonada la cuenta y pasado por el baño para hacer aguas menores, he continuado mi periplo dirigiéndome de nuevo hacia la Vía Hispanidad y posteriormente la Urbanización Parque Hispanidad por la que nunca había caminado. Por no ser demasiado prolijo diré que el paseo ha sido agradable y sorprendente y, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Residencia Pignatelli.

La he rodeado buscando una salida que me condujera directamente a las cercanías de Gómez Laguna pero ha sido una misión imposible porque son terrenos pertenecientes a la Diputación Provincial y están vallados por todos los sitios.

Media vuelta y a desandar el camino hasta que por fin he dado de nuevo con la iglesia de Santa Rafaela. Eran las 12 menos 10 y todavía he dispuesto de unos minutos para hacer algunas fotos a varios árboles en flor y una autofoto que confirmara mi visita.

A las 12 menos cinco minutos ya estaba en el interior de la segunda parroquia. De nuevo mayoría de gente de avanzada edad, un señor preparando un cañón de luz para proyectar desde el ordenador y otro muy activo saludando a algunos de los feligreses que iban pasando al interior de la iglesia. A mí me ha dirigido una o dos miradas entre curiosas y expectantes porque -supongo- no me tendría visto por esos aledaños.

Ha dado comienzo la misa y de nuevo he vuelto a escuchar la misma tanda de lecturas y el mismo evangelio. El sacerdote era casi un anciano y, a pesar de ello ha dedicado un tiempo -para mi gusto excesivamente largo- a la homilía. En esta ocasión su estrategia ha consistido en repasar las tres lecturas y derivar reflexiones varias sobre las mismas. Me ha parecido también un sermón gris y monocorde. Yo me asía a la esperanza de que se comentara algo de la parábola de la higuera ya que los higos me gustan mucho y por asociación cualquier alusión me hubiera resultado agradable pero nada, sólo de pasada ha hecho mención al susodicho árbol sin mencionar para nada su exquisito fruto.

De nuevo nada más escuchar la frase "levantemos el corazón" yo también me he levantado y he salido como una exhalación del templo. Me he dirigido a la parada del bus porque ya me encontraba un poco cansado de tanto caminar y he tomado el que me llevaba hasta la Puerta del Carmen. He hecho un trasbordo con el 38 y, luego, en la Plaza de San Miguel, me he apeado, comprado El País y cogido el 39 que me ha conducido hasta el barrio de La Jota.

He llegado a casa cansado y con algo de molestia en talón del pie izquierdo, así es que he aprovechado la circunstancia para darme una ducha caliente y, de paso prepararme para degustar una deliciosa paella que Rosa Mary muy diligentemente ya tenía casi preparada. Al mismo tiempo iba pensando qué título le iba a dar a la entrada de hoy.

Termino ya el comentario con la sensación de cumplimiento del deber. Como dice Mihaly Csikszentmihalyi (ahora sí lo escribo bien) la fenomenología del disfrute (del estado de flujo) tiene ocho componentes:

- Enfrentarnos a tareas que podamos lograr
- Concentrarnos en lo que hacemos
- Metas claras
- Retroalimentación inmediata
- Profunda involucración en la tarea que aleja la conciencia de preocupaciones y frustraciones
- Tener un sentimiento de control sobre nuestras acciones
- Desaparición de la preocupación por la propia personalidad
- El sentido de la duración del tiempo se altera: las horas parecen minutos y los minutos pueden prolongarse hasta parecer horas.

La combinación de todos estos elementos en mi actividad de los domingos por la mañana me ocasiona un profundo sentimiento de disfrute que compensa -de sobras- las energías que debo desarrollar para llevarla a la práctica.