domingo, 14 de marzo de 2010

De estación.... a estación. Línea 34

Hoy el día estaba "venfrido" que es una palabra nueva que me he inventado para designar conjuntamente: ventoso, frío y desabrido. A pesar de todo, y como suele ser habitual en mis excursiones domingueras, me lo he pasado de maravilla.

He salido de casa a las 8:22 y el primer ser vivo ¡y libre! que me he encontrado ha sido un pato salvaje con aspecto despistado que miraba vigilante en un descampado ubicado en el inicio del Puente de la Unión. Le he tomado una foto porque el contraste entre solar urbano y belleza anátida me ha parecido irresistible... y he continuado mi camino.

La travesía del Puente de la Unión (o de Las Fuentes) me ha resultado especialmente desabrida por el fuerte y helado viento que, aprovechando el cauce del Ebro golpeaba sin piedad mi inerme rostro. He conseguido atravesarlo aunque a cada paso que daba mi contrariedad por este día tan "venfrido" se iba incrementando.

Cuando por fín he llegado a la Calle San José, el viento y el frío han remitido un poco gracias al abrigo proporcionado por los edificios. Mi termómetro de humor se ha ido templando y ya al llegar al Paseo del Canal mi estado de ánimo había mejorado considerablemente a pesar de la empinada subida que, desde Tenor Fleta, he tenido que remontar.

Muchos patos y gansos por el canal deambulando (mejor dicho: palmipeando) por sus aguas mientras yo continuaba mi viaje, ahora por la Avenida de América, luego por Fray Luis Garcés hasta que ya, a la altura del Estadio Venecia he vislumbrado el inicio de la línea 34, justo en el cementerio.

Junto a la parada del 34, dos quiosquillos abiertos con abundante exposición de flores de mortecinos colores, en su mayor parte cristantemos. El conjunto formado por la entrada al cementerio, la parada del bus y los quioscos con flores me ha parecido tan surrealista que le he concedido la toma de dos furtivas instantáneas ya que -como es habitual- temía que el conductor del bus o las quiosqueras se molestaran por mi atrevimiento al tomar las fotos.

Como decía en el título de la entrada, el viaje iba a ser de estación a estación. El cementerio representa la estación de la cual partimos para nuestro último viaje y la Estación de Delicias -reservada sólo para los vivos- se construyó para aquellos que parten hacia ignotos destinos.


He sido el primer pasajero en acceder al articulado vehículo y, sin dilación, el conductor ha emprendido un veloz viaje acompañado de las melodías de su transistor. Una de ellas ha sido la canción "Carolina" que en un determinado momento él ha tarareado ostensiblemente mientras yo lo hacía mentalmente: Carolinaaa traatame bien oalfinal te tendré que comeeeer...


En la tercera parada han subido muchos pasajeros. Posteriormente he comprobado que la gran mayoría de ellos iban al rastro dominguero situado en los aparcamientos de la Expo.

El bus era nuevo y confortable. He contado un total de 28 plazas con asiento. No he podido valorar cuántos más caben de pie. El coloso rodado ha realizado la mayor parte de su recorrido a trote ligero con alguna galopada de vez en cuando y así, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Estación Delicias.

Lo primero que me ha llamado la atención al apearme, además de la enormidad del edificio de la estación ha sido la pasarela de acceso al teleférico. A lo alto de la misma me he trasladado para tomar fotos en las que salía mucha barandilla, mucho hierro, mucha modernidad construida apresuradamente con motivo de la Expo.

Después una vuelta por el interior de la estación. La verdad es que hemos ganado en funcionalidad pero perdido mucho en calor humano y ambiente acogedor. Sólo algunos recintos acristalados están equipados con calefacción. En el resto del edificio una gélida atmósfera impera a sus anchas y lo impregna todo.

Posteriormente me he encaminado hacia la Avenida de Navarra y he tomado algunas fotos de la antigua estación de autobuses Cinco Villas totalmente destartalada. Luego he recordado que cerca de allí, en la calle León Torres Quevedo se encontraba una iglesia Evangélica y he pensado que sería una buena alternativa asistir al oficio que allí se celebrara. Vano intento. Sólo celebran oficio los sábados. Así es que me he desviado a la izquierda por la calle San Antonio Abad y en el primer intento una señora ya me ha informado que en esa misma calle se ubicaba la parroquia del barrio y que la iglesia tenía dos entradas: por la avenida y por la calle por la que circulaba.

Un mendigo me ha recibido a la entrada y muy amablemente me ha mostrado el cartel donde se indicaban los horarios de las misas. Le he dado las gracias y por su parte ha realizado un intento fallido de que yo le abonara algo para comer.

He salido al Paseo de Calanda y enseguida he visto una cafetería que, por su aspecto exterior, parecería disponer de buen servicio y mejores viandas. Era la cervecería-cafetería Anika´s hacia la que me he encaminado sin sopesar otras opciones. Nada más abrir la puerta ya me he dado cuenta de que había cometido un error por precipitación pero la aguda voz de la camarera china interrogándome qué deseaba ha impedido una prudente retirada. Así es que no me ha quedado más remedio que pedir un café con leche y un ralo croissant que dormitaba quién sabe cuánto tiempo hace en la vitrina acristalada de la barra.

He tomado ambas cosas sin mucha convicción y ni siquiera la lectura del suplemento del domingo del Heraldo ha conseguido aplacar mi contrariedad interna por tan mala decisión. He dedicado un tiempo a meditar por qué no me encontraba a gusto en el establecimiento y las razones esgrimidas por mi encéfalo han sido:

- Los productos parecían algo pasados
- La sonrisa y atención de la camarera parecían fingidas y artificiales
- El ambiente no era nada acogedor
- Había pocas personas en su interior. Faltaba calor humano
- Los diálogos en mandarín entre la camarera y ¿su madre? me desconcertaban

He abonado el importe (2 €) y he salido sin dilación aunque todavía faltaban 25 minutos para la misa de las 11. Ese tiempo lo he utilizado para deambular por el Paseo Calanda observando otras muchas cafeterías regentadas por chinos y también en busca de la academia Helico de la que no he encontrado ni rastro.

A las 11 menos 5 me han franqueado el paso los dos mendigos del sector Avda Navarra y he pasado al interior de la iglesia de San Pedro Arbués. Unas doscientas personas de avanzada edad, como suele ser habitual, ya estaban preparadas para iniciar el santo oficio y yo me he ubicado al lado de un matrimonio mayor y más elegante que la media de la iglesia. Enseguida ha salido el sacerdote acompañado por un monaguillo. Su aspecto era muy joven y su cara aniñada. Nada más abrir la boca he percibido el acento sudamericano.

Con música "enlatada" se ha entonado el canto de entrada, después un señor ha leído la primera lectura del libro de Josué y una señora, a continuación, ha hecho lo mismo con la segunda lectura en este caso del apóstol San Pablo a los Corintios. A favor de la señora hay que decir que su lectura ha sido excelente tanto en la entonación, pausas y convicción como en la corrección fonológica ya que no ha trastabillado ni una sola vez.

Mientras tanto he observado que la esposa del señor que estaba a mi lado lo ha abandonado abruptamente y se ha dirigido hacia un confesonario en el que un cura de avanzada edad esperaba a los penitentes. El marido se ha quedado con cara de circunstancias como si no se esperara que su mujer estuviera en pecado. No sé que mandamientos habría quebrantado porque, para mi gusto, ha tardado bastante tiempo en regresar, eso sí, con cara angelical después de haber recibido la absolución.

Le ha tocado el turno al oficiante y a esas alturas yo ya había establecido mi hipótesis de su origen mexicano. También ha leído con gran corrección el evangelio de San Lucas que me ha gustado mucho porque hoy trataba de la parábola del hijo pródigo.

Esperaba con curiosidad el sermón y debo decir que en mi imaginario cuaderno de calificaciones le he asignado al cura mexicano una muy buena puntuación. Entonación solemne sin exagerar. Contenido sencillo ajustado a la edad de los fieles y un suave acento lograban que la transformación de becerro en "beserro", de cerdos en "serdos" y ternero cebado en "ternero sebado" resultara agradable y nada empalagosa. El sermón muy bien hilvanado enlazando las frases unas con otras pausada y cadenciosamente. En una palabra, me ha gustado y me ha resultado muy llevadero.

Como lo importante ya estaba visto, he salido velozmente y me he encaminado hacia la parada del 32 para tomar el camino de regreso a casa. Seguía haciendo frío y ya creía haber cumplido con mi cometido. Sin embargo la vida siempre nos depara sorpresas inesperadas y al llegar a la altura de la Plaza de España, he avistado mucho público, varios castillos hinchables y muchos niños en el Paseo de Independencia.

Hoy se celebraba el Día mundial por los derechos de los consumidores. He dudado un momento sobre bajar o no para cubrir fotográficamente el evento pero no ha sido hasta la siguiente parada cuando esa decisión se ha concretado al pensar en otro espectáculo que iba a tener lugar a las 12:00: la actuación en La Campana de los Perdidos del Gran Alexander, mago y asesor del centro de profesores con el que mantengo una muy buena relación personal y profesional.

Después de pasear un rato y tomar fotos también de la exposición sobre el LHC del Cern (El gran colisionador de hadrones del laboratorio europeo de partículas) me he encaminado hacia La Campana. Han sido necesarios varios intentos hasta llegar a mi destino pues he recorrido otros lugares que me sonaban: El monaguillo, El prior, etc como se ve, todos relacionados con la iglesia.

En el interior del bar ya se encontraba un considerable número de niños acompañados por sus padres, madres y abuelitas y, como el espectáculo era en el sótano, he pedido un cortado descafeinado para hacer tiempo.

A las 12:30 hemos abonado la entrada (5 €) y descendido al sótano donde ya se había preparado un pequeño escenario para la intervención del mago. Me he situado en la parte de atrás, en un lugar estratégico para tomar fotos y ha dado comienzo el espectáculo. Alejandro (que así se llama el mago) ha realizado una gran actuación. Su dominio de las tablas y de la psicología infantil y adulta ha sido total. Su habilidad con los números de magia, a la altura de los más grandes maestros de esta disciplina. Nos ha dejado a todos boquiabiertos y a los niños, además, entusiasmados.

En un momento del espectáculo me ha regalado (delante de los aproximadamente 80 asistentes) un caracol compuesto por globos hinchables, gesto que yo le he agradecido.

Pero ya se me hacía tarde y he tenido que salir antes de terminar el espectáculo. Me he dirigido a la calle Coso donde he tomado el 32. Como en anteriores ocasiones he descendido en la calle Pascuala Perié y luchando de nuevo contra el viento he arribado a la tranquilidad de mi hogar donde la familia conversaba plácidamente.

En fin, que la mañana de hoy ha resultado variada y muy interesante. Al igual que en anteriores ocasiones una sensación de paz y serenidad inundaba mi espíritu. He comido con muy buen apetito y me he permitido un vaso de vino para redondear la jornada.

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/DeEstacionAEstacionLinea34##

3 comentarios:

  1. venfrido¿¿¿????...jajajajajja


    muy interesante...ya veo que te lo pasas mb dando paseicos por la ciudad.

    un besito: Laura:)

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  2. Mi amigo es una mauina en todo lo que hace... Eres fantástico...
    (Tu mago preferido...)

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  3. mauina=máquina
    Upppps!!!!!!!!!!!!

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