domingo, 7 de marzo de 2010

Dos posibles titulares para la línea 33

Cuadrarían perfectamente cualquiera de los dos siguientes titulares para describir la experiencia de hoy:

"Si no quieres un tazón de caldo, toma tazón y medio" y
"Camina o revienta, el caso es estar en movimiento"

El primer titular hace referencia a la novedad de asistir a dos misas en lugar de una y más adelante explicaré el por qué.

El segundo se refiere a la gran caminata que me he dado teniendo en cuenta que ayer también estuve bastante rato andando.

Pues el caso es que la salida de hoy ha sido también a temprana hora: las 8:23 de la mañana y el recorrido hasta el comienzo de la línea 33 en la calle Ansó también lo he realizado a pata.

De las muchas cosas que me han llamado la atención del recorrido pedestre, reseñaré las simpáticas zambullidas de los cormoranes en el Ebro (y que no he conseguido capturar con la cámara), el lío de callejuelas desconocidas por los que he deambulado a propósito, el silencio mañanero de la ciudad, el día gris y tristón, etc.

He llegado finalmente a la calle Ansó, comienzo de la línea 33. Desde la parada pueden contemplarse las edificaciones que van erigiéndose en los solares que ocupaba la antigua cárcel de torrero. Algunos de los antiguos pabellones carcelarios se han reutilizado para albergar servicios sociales.

El 33 se ha presentado rápidamente y el conductor ha bajado un momento para miccionar en una caseta preparada al efecto cerca de la parada. Enseguida ha retornado a la dirección del bus y, como suele ser habitual, un reducido grupo de viajeros (todos de cierta edad) hemos subido al autobús.

No me detendré en detalles sobre el recorrido. Yo iba muy feliz porque podía observar el paisaje desde mi asiento y también porque necesitaba descansar un poco después de la caminata.

Las calles y los viajeros del bus han ido desfilando con rapidez. Casi sin darme cuenta he aparecido en el final de línea, en la calle Escultor Palao y enseguida me he dirigido a una señora que, a su vez me ha transferido a su marido para que me diera respuesta a la consabida pregunta de ¿donde se encuentra la iglesia del barrio?

El señor, muy amable, acompañado de una perrita muy juguetona, me ha informado de la existencia de dos iglesias. ¿Cómo se llama a la que Vd va? Enseguida le he aclarado que no sabía el nombre de ninguno de los dos templos y que me daba igual uno que otro porque lo único que quería era asistir a misa. Pues entonces, le acompaño a la iglesia de San Javier.

Los tres (incluyo a la perra) nos hemos encaminado hacia la parroquia de San Francisco Javier y por el camino, el señor (que se llamaba Rafael) también me ha informado de la existencia de una tercera iglesia "de San Rafaela". - Será de San Rafael (le he corregido). No, no curiosamente la iglesia se llama así: Iglesia de San Rafaela.

En esas disgresiones nos encontrábamos cuando ya vislumbrábamos la fachada de la parroquia de San Francisco Javier. Me he despedido del señor y he subido unas escalinatas para acceder a la iglesia y ver los horarios de misa.

Eran las 10:05 y la misa comenzaba a las 10:00 así que he decidido penetrar en el templo. Un edificio amplio y bien iluminado con unas 70 envejecidas almas en su interior y dos añosos sacerdotes que ya habían iniciado la celebración.

Se han leído las escrituras y el oficiante ha leído también el evangelio y mientras yo meditaba sobre el juego que me iba a dar la homilía ya que el ambiente general no hacía presumir grandes alharacas.

Así ha sido. La homilía me ha parecido aburridísima tanto por la poca convicción del cura como por su verbo simple y atropellado. La parábola de la higuera le podía haber dado mucho juego y la lectura de la zarza ardiente mucho más pero no ha sabido aprovechar ninguno de los dos recursos a su alcance. La situación casi me ha crispado y coincidiendo con el fin del sermón, he salido disparado del templo con un sentimiento de frustración por no haber podido cumplir mi propósito.

Así es que sobre las 10:20 ya estaba fuera de la iglesia y entonces -como plan alternativo- he decidido buscar la iglesia de "San Rafaela" siguiendo las indicaciones de mi jubilado cicerone. Todavía he tenido que preguntarle a una señora para confirmar que iba por buen camino cerca de la confluencia de Vía Hispanidad con Gómez Laguna y finalmente he llegado a la parroquia de Santa Rafaela María que así es como en realidad se llama contraviniendo las informaciones del señor.

He observado que la misa en esta segunda parroquia comenzaba a las 12:00 así es que me he dado media vuelta y he regresado a las cercanías del final de parada de la línea 33.

Aquí ha comenzado una segunda fase del viaje consistente en buscar una cafetería apropiada para tomarme el consabido café con leche y el croissant. He pasado por multitud de bares y cafeterías y todos ellos me parecían insulsos y sin encanto. "Como cuento con tiempo, buscaré uno en el que me encuentre a gusto" -he pensado-. Así es que he pasado por el bar Los pájaros, el bar Aplauso... He asomado también las narices por el café Marlene (y me he dado rápidamente media vuelta) pues ninguno de ellos me ofrecía el ambiente y la tipología de público que yo necesitaba en ese momento. Yo quería una cafetería con glamour pero el barrio de Las Delicias se negaba a ofrecérmela.

Finalmente en la calle Andrés Vicente he visto a lo lejos una cafetería que llevaba por nombre "ordio" y, recordando el nombre de este cereal de mi niñez he decidido -como un homenaje a su memoria- entrar en la cervecería, heladería y repostería ORDIO.

Ha sido una elección acertada. Habia mucho personal y aunque no era el ambiente que yo buscaba, me ha resultado agradable la familiaridad en el trato del matrimonio que regentaba el local y el personal tan variopinto disfrutando de sus cafés con leche y de unos exquisitos churros. Yo me he sumado al alborozo general y también he degustado el extruso manjar.

Una vez abonada la cuenta y pasado por el baño para hacer aguas menores, he continuado mi periplo dirigiéndome de nuevo hacia la Vía Hispanidad y posteriormente la Urbanización Parque Hispanidad por la que nunca había caminado. Por no ser demasiado prolijo diré que el paseo ha sido agradable y sorprendente y, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Residencia Pignatelli.

La he rodeado buscando una salida que me condujera directamente a las cercanías de Gómez Laguna pero ha sido una misión imposible porque son terrenos pertenecientes a la Diputación Provincial y están vallados por todos los sitios.

Media vuelta y a desandar el camino hasta que por fin he dado de nuevo con la iglesia de Santa Rafaela. Eran las 12 menos 10 y todavía he dispuesto de unos minutos para hacer algunas fotos a varios árboles en flor y una autofoto que confirmara mi visita.

A las 12 menos cinco minutos ya estaba en el interior de la segunda parroquia. De nuevo mayoría de gente de avanzada edad, un señor preparando un cañón de luz para proyectar desde el ordenador y otro muy activo saludando a algunos de los feligreses que iban pasando al interior de la iglesia. A mí me ha dirigido una o dos miradas entre curiosas y expectantes porque -supongo- no me tendría visto por esos aledaños.

Ha dado comienzo la misa y de nuevo he vuelto a escuchar la misma tanda de lecturas y el mismo evangelio. El sacerdote era casi un anciano y, a pesar de ello ha dedicado un tiempo -para mi gusto excesivamente largo- a la homilía. En esta ocasión su estrategia ha consistido en repasar las tres lecturas y derivar reflexiones varias sobre las mismas. Me ha parecido también un sermón gris y monocorde. Yo me asía a la esperanza de que se comentara algo de la parábola de la higuera ya que los higos me gustan mucho y por asociación cualquier alusión me hubiera resultado agradable pero nada, sólo de pasada ha hecho mención al susodicho árbol sin mencionar para nada su exquisito fruto.

De nuevo nada más escuchar la frase "levantemos el corazón" yo también me he levantado y he salido como una exhalación del templo. Me he dirigido a la parada del bus porque ya me encontraba un poco cansado de tanto caminar y he tomado el que me llevaba hasta la Puerta del Carmen. He hecho un trasbordo con el 38 y, luego, en la Plaza de San Miguel, me he apeado, comprado El País y cogido el 39 que me ha conducido hasta el barrio de La Jota.

He llegado a casa cansado y con algo de molestia en talón del pie izquierdo, así es que he aprovechado la circunstancia para darme una ducha caliente y, de paso prepararme para degustar una deliciosa paella que Rosa Mary muy diligentemente ya tenía casi preparada. Al mismo tiempo iba pensando qué título le iba a dar a la entrada de hoy.

Termino ya el comentario con la sensación de cumplimiento del deber. Como dice Mihaly Csikszentmihalyi (ahora sí lo escribo bien) la fenomenología del disfrute (del estado de flujo) tiene ocho componentes:

- Enfrentarnos a tareas que podamos lograr
- Concentrarnos en lo que hacemos
- Metas claras
- Retroalimentación inmediata
- Profunda involucración en la tarea que aleja la conciencia de preocupaciones y frustraciones
- Tener un sentimiento de control sobre nuestras acciones
- Desaparición de la preocupación por la propia personalidad
- El sentido de la duración del tiempo se altera: las horas parecen minutos y los minutos pueden prolongarse hasta parecer horas.

La combinación de todos estos elementos en mi actividad de los domingos por la mañana me ocasiona un profundo sentimiento de disfrute que compensa -de sobras- las energías que debo desarrollar para llevarla a la práctica.

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