El paseo se ha desarrollado muy agradablemente. La mañana lucía un encanto especial propio de finales de abril y la gente paseaba tranquilamente por las riberas del Ebro mientras otros lanzaban sus cañas al río a la espera de inciertas capturas.
Una foto para un "chopo felusero" que se había encargado de tapizar de blanco los alrededores y varias para los candados
Continuando por el Mercado Central y luego por César Augusto, todavía me he detenido en la iglesia de los escolapios a fotografiar un curioso fraile alado
He llegado finalmente a la Puerta del Carmen y, por aproximación he deducido que la parada-inicio de línea del 41 estaría en las inmediaciones. Sin embargo se me ha resistido y no me ha quedado más remedio que preguntarle a un conductor de otro bus, el cual amablemente me ha indicado el comienzo de línea en la calle Hernán Cortés.
Llegado a mi objetivo sólo me quedaba esperar que también arribara el bus, hecho que ha tenido lugar con rápida inmediatez. Preguntado el conductor por la salida, todavía me ha concedido 7 minutos para ver si conseguía comprar un bonobús pues en esta ocasión había sido mi hija mayor la que había dispuesto del bonobús de su padre.
No he conseguido adquirir la tarjeta y he abonado el importe en metálico. Como el conductor viera que yo esperaba las vueltas, ya me ha aclarado el nuevo precio del viaje: 1 €.
El bus ha iniciado un alegre trotecillo y muy poca gente ha subido en él. El viaje hasta Rosales del Canal me ha parecido plácido y tranquilo; más propio de un paseo turístico que de un desplazamiento urbano. Enseguida hemos llegado a Montecanal, discurrido por el Paseo de la Ilustración y descendido hasta las inmediaciones de la Clínica Montecanal desde la que ya se divisan tanto la Feria de Muestras como los movimientos de tierras de Arcosur.
Más tomas de fotos destacando grandes tuberías pendientes de enterramiento y, sobretodo, el azuzamiento del astro rey ya a esa hora relativamente temprana de la mañana.
Me he colocado una chaqueta que llevaba "por si acaso" en la cabeza para protegerme del sol y vestido de esa guisa he ido recorriendo las calles del nuevo gran barrio que allí se está construyendo.
Enseguida he avistado una pastelería y hacia ella me he dirigido presuroso pues el cuerpo me pedía azúcar. Me ha atendido una chica muy amable la cual con acento ruso me ha indicado también la ubicación de la iglesia del barrio a la entrada de Montecanal.
Otra vez a caminar desandando el tramo que anteriormente hiciera "a caballo" hasta que he llegado a la iglesia de Santa María
En un momento determinado he vislumbrado una callejuela estrecha sin asfaltar y algo descuidada en el plano jardinero y he decidido atravesarla. Posteriormente he descubierto que el enlace viene a ser como un "agujero de gusano"
Mucha amabilidad por parte de la joven camarera con sendos pearcings en sus labios. Tanto el café con leche como el croissant me han sabido buenísimos y, además con el aditamento del "Periódico de Aragón" disponible desde el primer momento. Lástima que de nuevo hubiera olvidado mis gafas de cerca por lo que me he tenido que contentar con los titulares.
Ya se iba haciendo la hora de misa y yo he abonado la consumición y retornado por el anterior enlace entre universos, esta vez, de nuevo al barrio de los acomodados. Aún me ha quedado tiempo de dar una vuelta por un pequeño centro comercial al aire libre abierto desde el que he escuchado como las campanas de la iglesia convocaban a los fieles a la ceremonia de las 12. He aprovechado para comprar un bonobús y, posteriormente me he encaminado hacia la parroquia.
He llegado al templo y penetrado en su interior. He observado la bella y moderna factura de su construcción con un gran arco de hormigón separando las estancias del altar y de los fieles. Una gran pared al fondo imitación de piedra servía para albergar una cruz y una gran estatua de la virgen apoyados sus piadosos pies en una bola representando el mundo. La luz penetraba suave y difuminada por distintas aperturas cuidadosamente diseñadas por los arquitectos.
También como en otras ocasiones, un persistente ayudante se ha encargado de recordarnos los cánticos que deberían acompañar al oficiante en los distintos tramos de la celebración. Numerados todos ellos, resultaba sencillo seguir sus indicaciones gracias a un librito, compendio de todos los cantares eclesiásticos de uso en iglesias, colegios y comunidades que ya va por su séptima edición. Por un momento he pensado que me gustaría conocer al promotor de tan práctica idea.
La iglesia se ha ido llenando de un público variopinto en cuanto a la edad aunque todos ellos compartiendo etiqueta y ademanes propios de burguesía urbana. El ayudante al que aludía anteriormente ha ido dirigiendo con vigor los cánticos y las lecturas de tal manera que la labor principal correspondiente al cura oficiante y su otro acólito ha quedado un poco oscurecida por el primer protagonista. De las lecturas no me he enterado mucho. Del evangelio, tampoco y del sermón mucho menos. Aunque he prestado atención no he conseguido sacar ninguna conclusión razonable de un discurso plagado de oraciones subjuntivas y recorridos dialécticos sin mucha conexión. Se ha hecho alusión al día de las vocaciones y se ha señalado mucho la función de los pastores que cuidan de sus rebaños. Poco más he podido extraer de una homilia explicada, creo yo, más para rellenar el tiempo que para otra cosa.
Así es que al finalizar el exordio me ha faltado tiempo para ponerme en pie y salir raudo y veloz por la puerta de atrás, de nuevo a la intensa luz del día. Sin dilación me he dirigido a la parada del 41 situada en las cercanías y también con inmediatez ha acudido el bus.
El camino de regreso ha resultado igualmente plácido y enseguida me he encontrado de nuevo en Hernán Cortés. Allí he realizado el trasbordo con el 38 desde el que he presenciado una muestra de vehículos Seat 600 por el Paseo Independencia
También en esta ocasión se ha repetido el ritual familiar de todos los domingos que no detallo para no resultar repetitivo. Después de comer ha quedado tiempo para ver un rato la tele y revisar las plantas del jardín. Posteriormente me he tumbado en la cama acusando la conducción de ayer. Después de una breve siesta y ya más despejado he continuado con la redacción de mi artículo. Poco a poco todo ha ido colocándose en su sitio. Los humanos necesitamos dosis alternativas de variedad y normalidad. El exceso de uno u otro ingrediente hacen decaer el ánimo. Una mezcla razonable de ambas es el mejor antídoto contra la monotonía.
Las fotos de la visita en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea41LaProximaVezTraerSombrero##