domingo, 25 de abril de 2010

Línea 41. La próxima vez, traer sombrero

A pesar de llevar 640 kilómetros a mis espaldas, producto del viaje de ida y vuelta de ayer, sábado, a Madrid, he sido puntual a mi cita y me he despertado a eso de las 8:20 de la mañana. Aprovisionado con los cítricos de siempre, he salido de casa sobre las 8:57 ya con el objetivo prefijado de ir caminando hasta el inicio de la línea 41 en la Puerta del Carmen.

El paseo se ha desarrollado muy agradablemente. La mañana lucía un encanto especial propio de finales de abril y la gente paseaba tranquilamente por las riberas del Ebro mientras otros lanzaban sus cañas al río a la espera de inciertas capturas.

Una foto para un "chopo felusero" que se había encargado de tapizar de blanco los alrededores y varias para los candados del puente de Santiado, iconos de amores más o menos precipitados que, no se si por moda o por convicción, han quedado anclados en los barrotes de la barandilla para dejar pública constancia de la fortaleza de la unión.

Continuando por el Mercado Central y luego por César Augusto, todavía me he detenido en la iglesia de los escolapios a fotografiar un curioso fraile alado que preside la entrada que me ha llamado la atención e igualmente otra foto para la sede de Turismo de Aragón por si en su momento tengo necesidad de recabar información al hilo de la regeneración de Rutaviva.

He llegado finalmente a la Puerta del Carmen y, por aproximación he deducido que la parada-inicio de línea del 41 estaría en las inmediaciones. Sin embargo se me ha resistido y no me ha quedado más remedio que preguntarle a un conductor de otro bus, el cual amablemente me ha indicado el comienzo de línea en la calle Hernán Cortés.

Llegado a mi objetivo sólo me quedaba esperar que también arribara el bus, hecho que ha tenido lugar con rápida inmediatez. Preguntado el conductor por la salida, todavía me ha concedido 7 minutos para ver si conseguía comprar un bonobús pues en esta ocasión había sido mi hija mayor la que había dispuesto del bonobús de su padre.

No he conseguido adquirir la tarjeta y he abonado el importe en metálico. Como el conductor viera que yo esperaba las vueltas, ya me ha aclarado el nuevo precio del viaje: 1 €.

El bus ha iniciado un alegre trotecillo y muy poca gente ha subido en él. El viaje hasta Rosales del Canal me ha parecido plácido y tranquilo; más propio de un paseo turístico que de un desplazamiento urbano. Enseguida hemos llegado a Montecanal, discurrido por el Paseo de la Ilustración y descendido hasta las inmediaciones de la Clínica Montecanal desde la que ya se divisan tanto la Feria de Muestras como los movimientos de tierras de Arcosur.

Más tomas de fotos destacando grandes tuberías pendientes de enterramiento y, sobretodo, el azuzamiento del astro rey ya a esa hora relativamente temprana de la mañana.

Me he colocado una chaqueta que llevaba "por si acaso" en la cabeza para protegerme del sol y vestido de esa guisa he ido recorriendo las calles del nuevo gran barrio que allí se está construyendo.

Enseguida he avistado una pastelería y hacia ella me he dirigido presuroso pues el cuerpo me pedía azúcar. Me ha atendido una chica muy amable la cual con acento ruso me ha indicado también la ubicación de la iglesia del barrio a la entrada de Montecanal.

Otra vez a caminar desandando el tramo que anteriormente hiciera "a caballo" hasta que he llegado a la iglesia de Santa María donde me he informado de la hora de celebración dominguera: las 12 de la mañana. Todavía eran las 10:40 por lo que disponía de tiempo de sobra para continuar mis indagaciones sobre el acomodado barrio. Vuelta por aquí y vuelta por allá, tomando fotos de cafeterías y restaurantes para un hipotético regreso otro día acompañado de Rosa Mari. He recordado que en Montecanal viven José Antonio Canales, del pueblo y también Benigno Arias, compañero del sector de la psicopedagogía. No he visto a ninguno de los dos.

En un momento determinado he vislumbrado una callejuela estrecha sin asfaltar y algo descuidada en el plano jardinero y he decidido atravesarla. Posteriormente he descubierto que el enlace viene a ser como un "agujero de gusano" que te traslada desde el barrio de los ricos al barrio de las viviendas de protección oficial de Valdespartera. De manera que me he puesto muy contento al descubrir nuevos territorios para explorar. Para mi regocijo se ha puesto nombre de novelas y películas a las calles y así he paseado por la calle El ladrón de Bagdag, La isla del tesoro o Cantando bajo la lluvia. Por lo que he ido observando poco a poco el barrio se va poblando de jóvenes parejas pero todavía no hay suficiente masa crítica para una interacción social visible. En una de las cafeterías de nuevo cuño parecía observarse un poco más de movimento, así es que he decidido entrar a "Abierto hasta el amanecer" (así se llamaba el establecimiento) que conjuga tanto la función bar como la de restaurante.

Mucha amabilidad por parte de la joven camarera con sendos pearcings en sus labios. Tanto el café con leche como el croissant me han sabido buenísimos y, además con el aditamento del "Periódico de Aragón" disponible desde el primer momento. Lástima que de nuevo hubiera olvidado mis gafas de cerca por lo que me he tenido que contentar con los titulares.

Ya se iba haciendo la hora de misa y yo he abonado la consumición y retornado por el anterior enlace entre universos, esta vez, de nuevo al barrio de los acomodados. Aún me ha quedado tiempo de dar una vuelta por un pequeño centro comercial al aire libre abierto desde el que he escuchado como las campanas de la iglesia convocaban a los fieles a la ceremonia de las 12. He aprovechado para comprar un bonobús y, posteriormente me he encaminado hacia la parroquia.

He llegado al templo y penetrado en su interior. He observado la bella y moderna factura de su construcción con un gran arco de hormigón separando las estancias del altar y de los fieles. Una gran pared al fondo imitación de piedra servía para albergar una cruz y una gran estatua de la virgen apoyados sus piadosos pies en una bola representando el mundo. La luz penetraba suave y difuminada por distintas aperturas cuidadosamente diseñadas por los arquitectos.

También como en otras ocasiones, un persistente ayudante se ha encargado de recordarnos los cánticos que deberían acompañar al oficiante en los distintos tramos de la celebración. Numerados todos ellos, resultaba sencillo seguir sus indicaciones gracias a un librito, compendio de todos los cantares eclesiásticos de uso en iglesias, colegios y comunidades que ya va por su séptima edición. Por un momento he pensado que me gustaría conocer al promotor de tan práctica idea.

La iglesia se ha ido llenando de un público variopinto en cuanto a la edad aunque todos ellos compartiendo etiqueta y ademanes propios de burguesía urbana. El ayudante al que aludía anteriormente ha ido dirigiendo con vigor los cánticos y las lecturas de tal manera que la labor principal correspondiente al cura oficiante y su otro acólito ha quedado un poco oscurecida por el primer protagonista. De las lecturas no me he enterado mucho. Del evangelio, tampoco y del sermón mucho menos. Aunque he prestado atención no he conseguido sacar ninguna conclusión razonable de un discurso plagado de oraciones subjuntivas y recorridos dialécticos sin mucha conexión. Se ha hecho alusión al día de las vocaciones y se ha señalado mucho la función de los pastores que cuidan de sus rebaños. Poco más he podido extraer de una homilia explicada, creo yo, más para rellenar el tiempo que para otra cosa.

Así es que al finalizar el exordio me ha faltado tiempo para ponerme en pie y salir raudo y veloz por la puerta de atrás, de nuevo a la intensa luz del día. Sin dilación me he dirigido a la parada del 41 situada en las cercanías y también con inmediatez ha acudido el bus.

El camino de regreso ha resultado igualmente plácido y enseguida me he encontrado de nuevo en Hernán Cortés. Allí he realizado el trasbordo con el 38 desde el que he presenciado una muestra de vehículos Seat 600 por el Paseo Independencia y que me ha conducido hasta San Miguel y, una vez adquirido El País, he tomado el 39 dirección Barrio La Jota.

También en esta ocasión se ha repetido el ritual familiar de todos los domingos que no detallo para no resultar repetitivo. Después de comer ha quedado tiempo para ver un rato la tele y revisar las plantas del jardín. Posteriormente me he tumbado en la cama acusando la conducción de ayer. Después de una breve siesta y ya más despejado he continuado con la redacción de mi artículo. Poco a poco todo ha ido colocándose en su sitio. Los humanos necesitamos dosis alternativas de variedad y normalidad. El exceso de uno u otro ingrediente hacen decaer el ánimo. Una mezcla razonable de ambas es el mejor antídoto contra la monotonía.

Las fotos de la visita en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea41LaProximaVezTraerSombrero##

domingo, 18 de abril de 2010

Las propiedades del yute ya nadie las discute. Línea 40

Un singular proceso de asociación de ideas me ha llevado a decidirme por el titular con el que encabezo la crónica de hoy. Resulta que he estado visitando la parroquia de San Lino y, ya se sabe, del lino al yute hay un paso. El pareado no es mío. Lo vi siendo niño en un cartel de la antigua estación del norte y me llamó mucho la atención. Me parecía un título original y ahí se queda.

Hoy la mañana estaba muy agradable. Llovía finamente y la temperatura era templada. Hecho que he aprovechado para esparcir quelato férrico entre las plantas del jardín más necesitadas del nutriente, especialmente las abelias y el limonero.

Hoy he desayunado con relativa tranquilidad. El tazón de leche ha ido acompañado con miel de "La Manzana", café descafeinado y dos rebanadas de pan con mermelada "Sinfonía de frutas". Anteriormente ya había dado cuenta de una manzana royal gala. Así es que he salido a la calle con anorak, paraguas y calorías suficientes para caminar durante un buen trecho.

Como digo la lluvia caía de forma delicada pero pertinaz y yo me sentía muy a gusto caminando bajo la celestial fina ducha. He tomado el Puente de la Unión por su acera izquierda según se va al centro de la ciudad a sabiendas que tendría que caminar más metros debido a la curva exterior que presenta Marqués de la Cadena a la altura del Parque de Oriente. No me importaba en absoluto. Mis piernas me pedían "más caña" y deliberadamente me he encaminado hacia Las Fuentes con la borrosa conciencia de que por allí pasaba la línea 40 que hoy debería inspeccionar.

He llegado a Salvador Minguijón y de la 40 ni rastro. Se ve que me he liado con la 30 que sí pasa por esos lares pero como digo este hecho no me ha trastornado porque me sentía muy a gusto caminando sin prisa y volviendo a recorrer itinerarios que hace ya un tiempo tenía descuidados.

He remontado Compromiso de Caspe, pasando por la tienda de persinas "Expansión", nombre que me parece muy acertado en todos los sentidos. Siempre que he ido a comprar algo relacionado con las persianas, me han atendido muy bien y allí lo he encontrado.

Al llegar a Miguel Servet he visto pasar un 40 y entonces me he apercibido del recorrido que realiza este bus: San José-Vía Hispanidad. Así es que he continuado caminando hasta a Plaza de San Miguel donde el panel señalizador ya se ha encargado de informarme de que en 6 minutos llegaría mi autobús.

Con precisión GPS ha llegado el vehículo y, como siempre sólo unos pocos viajeros hacían uso en este momento del derecho de todo ciudadano a desplazarse por donde le plazca.

A la altura de la plaza Aragón, en el monumento al Justicia, ahora adornado con banderas, se observaba una especial agitación. Una reducida banda de cornetas ensayaba el izado de banderas, preludio -imagino- de la celebración del día de la comunidad el 23 de abril.

El viaje ha continuado a buen ritmo y de nuevo he podido contemplar las obras del tranvía porque el recorrido ha sido paralelo -en varias ocasiones- a esta nueva infraestructura.

Finalmente hemos llegado a Vía Hispanidad y luego girado a la derecha por la calle Alcalde Sáiz de Varanda donde se ubica el final de la línea. He descendido del bus y, enseguida me he percatado de la abundancia de edificios institucionales y singulares. Como buen cronista debía aprovechar esta circunstancia y he dedicado mi tiempo a tomar fotos de los que me parecían más relevantes.

He comenzado por el Seminario que ya está finalizado y que presenta un aspecto imponente. Su rosetón central y las cenefas pétreas que lo adornan le confieren un aire peculiar; algo así como un "quiero y no puedo" arquitectónico. Imagino que los curas gerifaltes de la época no pudieron disponer de todo el presupuesto que hubiera requerido un edificio singular "de verdad", pero bueno, teniendo en cuenta la anomia urbanística que ha presidido Zaragoza hasta hace poco, el producto final resultó razonablemente bien.

Fotos también para El pirulí de Telefónica, el hotel Reina Petronila, la Clínica Montpellier, el complejo Aragonia, el auditorio Eduardo del Pueyo y Conservatorio superior de música, el Centro de Tecnologías avanzadas, la Federación Aragonesa de Tenis y, para que no tuviera envidia, el Colegio "Corazonistas Moncayo". También una foto muy especial a un anuncio de "Desigual" que rápidamente lo he conectado con el último libro leído de un tirón "Las razones del deseo" , ensayo sobre sexualidad humana en el que, entre otras cosas, se insiste en la querencia de los humanos por la simetría. Por disonancia cognitiva me ha llamado la atención una campaña publicitaria que centra su mensaje en la antisimetría.

Ya de vuelta de mi periplo inmobiliario, enseguida ha arribado el 40 y aún he tenido que esperar un poco ya que el conductor -palillo en boca- me ha indicado que todavía quedaban 5 ó 6 minutos para la salida.

Hemos iniciado el recorrido a la inversa, el bus ocupado sólo por el conductor y por mí. Enseguida han montado nuevos viajeros y así, de nuevo hasta la plaza Paraíso con su fuente semivacía mostrando su alambicada fontanería merecedora de una foto por mi parte.

De nuevo al pasar por la Plaza Aragón la banda de música, esta vez al completo y una representación de bomberos, fuerzas armadas y guardia civil todos ellos honrando la bandera aragonesa. Me ha resultado especialmente chocante el saludo de las fuerzas militares a la enseña autonómica; no lo había visto nunca y, en mis tiempos de mili, eso hubiera sido impensable.

Al pasar por la plaza España todavía me ha dado tiempo de visualizar de soslayo y fotografiar el nuevo tranvía que se exhibe bajo carpa.

El 40 ha continuado su recorrido dirección San José. En la plaza San Miguel se preparaba una manifestación contra la crisis económica: "Que la crisis la paguen los ricos". Lema con el cual estoy totalmente de acuerdo. Unos globos rojos y negros también han sido fotografiados para dejar constancia que en la "mani" probablemente participaban los de CNT.

El bus ha enfilado la Avenida de San José y pasado por la antigua Harinera rehabilitada por el Ayuntamiento y sin utilidad conocida por el momento. Después ha virado a la derecha y ya nos hemos metido por terrenos de la calle Zaragoza la vieja donde ha terminado el trayecto.

He tomado una foto del colegio público María Moliner y, enseguida un señor muy amable al que le he preguntado me ha encaminado hacia la parroquia del barrio que, según me ha indicado se encontraba en la Plaza dos de Mayo. Enseguida he encontrado la plaza y la iglesia y ambos entes me han causado buena impresión. Destacaré la abundancia de bares y cafeterías que -intuía- me facilitarían una buena elección para mi café con leche.

La iglesia está consagrada a San Lino, hecho que me ha resultado curioso pues no tenía noticia que la planta herbácea-textil de raíz fibrosa tuviera un correlato en las alturas. A la entrada del templo un joven había montado un tenderete de libros que, según me ha explicado, trataban de dar testimonio de la pobreza en el mundo. Amablemente he escurrido el bulto para no verme obligado a adquirir literatura no prioritaria al tiempo que me informaba del horario de misas y decidía asistir a la de 12, ya que todavía eran las 11:30.

Un vistazo rápido a la plaza me ha servido para decidir que tomaría el desayuno mañanero en la cafetería Square la cual por su amplitud, decoración y cercanía a la iglesia había resultado vencedora en rápida puja mental.

La excelente atención de una bella camarera, el aroma del café con leche y la bollería fresca no han hecho sino añadir puntos en la ya de por sí elevada calificación inicial. A todo lo anterior habría que añadir la disposición, ya de entrada, de "El mundo" que ha sido devorado rápidamente por mis dos veloces receptores visuales ayudados de la amplificación que proporcionaban las lentes de 1,5 aumentos.

Saboreados los tres elementos del desayuno dominical: café con leche, croissant y periódico he pagado, he pasado por el baño y me he encaminado a la iglesia.

Los templos católicos nunca dejan de sorprenderme. En esta ocasión por lo recoleto del edificio y también por la disposición de los bancos a varias alturas. La decoración muy bien dispuesta y el ambiente agradable con una presencia de un 25% aproximadamente de niños sobre un total de unos 200 feligreses. Me he ubicado en un lugar preeminente y ya he vislumbrado a un señor con la guitarra lo que me ha hecho suponer que la misa sería cantada como así ha sido.

Las buenas vibraciones iniciales se han visto algo cercenadas cuando el de la guitarra se ha arrancado ya que parecía cantar solo él y además no muy bien, por cierto. Menos mal que el cura oficiante mostrando un talante alegre y desenfadado ha sabido enmascarar el poco juego que daba el guitarrista.

Como digo, el celebrante mantenía un discurso cercano dirigido sobretodo a los niños (tanto a los comulgados como a los que iban a recibir la primera comunión). La utilización del micrófono inalámbrico facilitaba los desplazamientos del mosen lo cual contribuía a una mejor puesta en escena del mensaje que pretendía transmitir.

Más canciones en solitario o a dúo con el oficiante y, enseguida ha llegado el evangelio y el sermón. El primero trataba de una nueva aparición de Jesús a los apóstoles, en esta ocasión para ayudarles a llenar sus redes. Hoy ha sido la primera vez que he escuchado del evangelio el número de peces que pescaron, en esa ocasión, los discípulos de Jesús: 153.

El sermón con argumentación dirigida especialmente al público infantil me ha resultado algo pueril. El sacerdote hacía preguntas a los niños, los cuales casi nunca daban en el clavo. Entonces el cura deshacía el malentendido y así, de esta forma socrática, se ha pretendido impartir doctrina sobre la Pascua.

Como ya me encontrara algo fatigado de tanta explicación, he aprovechado el revuelo del "Señor esté con vosotros" para salir raudo por la puerta de atrás.

He repetido el ritual de la semana pasada de comprar el periódico en una papelería cercana y me he encaminado por la calle Zaragoza la Vieja de nuevo hacia la Avenida San José para tomar el 39 de vuelta a casa.

He llegado sobre las 13:30 y sólo se encontraba en el hogar mi hija pequeña embebida en el Tuenti, así es que, rápidamente me he puesto a escribir la crónica, por lo menos los episodios más remotos. Enseguida ha llegado el resto de la familia y la comida también ha llegado veloz al ser adquirida en una tienda de platos precocinados. De nuevo se ha repetido el ritual dominguero de la comida en familia aunque, en esta ocasión no me ha interesado especialmente un debate sobre puntuaciones en selectividad y carreras universitarias suscitado entre las féminas. He aguantado pacientemente hasta que se extinguiera la polémica mientras disfrutaba del pollo al ast ocupándome de cuando en cuando de mis libaciones de rioja. Ha llegado la hora de los postres y he dado cuenta de una excelente natilla casera también precocinada. Finalmente la familia nuclear hemos pasado al salón para dedicarnos cada uno de nosotros a su ocupacion preferida: unos el telediario y otras Internet. A la segunda noticia una agradable sensación de sopor ha recorrido mis nervios interoceptores. Sin solución de continuidad me he quedado frito. Al despertar de nuevo una sensación de paz interior y sosiego ha recorrido todo mi ser. "Voy a plantar las petunias" he anunciado y a este menester me he dedicado como cierre de jornada dominguera.

Reportaje fotográfico en:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LasPropiedadesDelYuteYaNadieLasDiscuteLinea40#

domingo, 11 de abril de 2010

Hermoso día. Divertido paseo. Línea 39

Afortunadamente las sucesivas flexiones y agachamientos de las labores de jardinería del sábado no han hecho mella en mis piernas y la nómina de músculos damnificados ha sido escasa. Así es que, animado al constatar que podía caminar sin problema alguno, he salido de casa a una hora redonda: las 9 de la mañana.

Mi objetivo estaba cercano. El inicio del trayecto de la línea 39 lo tengo a dos pasos de casa en Vadorrey. Al principio he dudado si coger o no ropa de abrigo pero un vistazo al termómetro de exteriores -12º- me ha decidido a salir al exterior "a cuerpo". Confiaba que la mañana se iría templando poco a poco -como así ha sido-. He pasado revista al Lidl que lo están reformando y que lo reabren el día ¿24? Supongo que con la crisis este tipo de establecimientos otean buenas perspectivas. Yo ya lo he constatado en otras visitas al establecimiento, al encontrar los pasillos llenos de clientes, muchos de ellos inmigrantes.

Al llegar a la parada principio de línea me ha parecido que el bus estaba vacío (sin conductor) y rápidamente me he puesto a tomar un primer plano del coloso rodado. Justo en ese momento ha descendido el conductor y, para evitar malentendidos, le he musitado si no le importaba que tomara una foto al vehículo a lo cual él me ha mirado con extrañeza y preguntado para qué. No he tenido más remedio que explicarle mi encomienda respecto a viajar los domingos en una línea distinta. Aprovechando ese breve intercambio de palabras, hemos extendido el tema de conversación hacia el buen día que hacía, la afición a la bicicleta de montaña del conductor e incluso le he comentado que conocía al malogrado Pepe Gasca que fue conductor de TUZSA durante muchos años en la línea 22. El señor me ha informado de su antiguedad en la empresa: 26 años y, como ya se hacía la hora de partir, ambos hemos subido al autobús y yo me he colocado en posición de observación del trayecto.

Conocía ya el recorrido del 39 hasta San José más o menos y el resto del trayecto no ha ofrecido características especiales salvo una incursión por una zona de calles ubicadas a la derecha de Fray Luis Garcés, según se sube al cementerio. Esa zona la he recorrido luego a pie y, como comentaré, el paseo me ha resultado muy gratificante.

Después de la incursión autobusera por las calles Ateca, Mesones de Isuela y demás, el bus ha retornado de nuevo por un tramo por el que ya había pasado hasta llegar a la parada ubicada al lado de la antigua cárcel de Torrero. Justo enfrente tenía, de nuevo la calle Ateca y por allí me he encaminado con tan buena suerte que ya justo a la entrada de la calle he adivinado la silueta de la parroquia de la Sagrada Familia. Me he informado de las misas directamente y celebraban a las 10, 11 y 12. Eran las 9:45 y he optado por dar un garbeo por el barrio y hacer tiempo hasta la misa de las 11. Justo enfrente de la iglesia había una papelería. Allí compraría El País al terminar el recorrido. Iglesia, papelería, parada del autobús... "Todo en el mismo pack" -he pensado- "la suerte me sonríe hoy".

Dada la regular disposición de las calles de la zona (todas ellas paralelas) y de la misma longitud, tal como puede verse en Google Maps he decidido recorrer en primer lugar la calle Castillo de Loarre (aunque en la placa ponía sólo Loarre) y posteriormente realizando un trayecto en "U" girar a la izquierda y pasar a la calle Ateca, luego Ejea de los Caballeros, etc.

Como he dicho la mañana estaba espléndida y el silencio y la tranquilidad se respiraban en la zona, especialmente en las casitas de una planta que por allí abundan. Ha sido un paseo relajante y estimulante. El hecho de ir a mi aire y de disfrutar de la novedad de visitar un entorno desconocido para mí, ha ejercido un efecto relajante en mi cuerpo y en mi espíritu. He pasado también por el colegio Lestonnac que ahora está abandonado y, finalmente he retornado a la calle Fray Julián Garcés ya con la misión de buscar una cafetería a la altura del día y de mis cada vez más elevadas expectativas.

Me he decidido por el restaurante "A mesa puesta" ubicado en la calle del fraile Garcés ya que en una pizarra se indicaban las excelencias de sus desayunos además de la amplitud de los salones. Al principio he tenido que permanecer un rato de pie pues el establecimiento estaba lleno, luego he podido conseguir un taburete y, posteriormente una mesa.

Desde el principio una de las dos jóvenes camareras me ha parecido, digamos, peculiar. Su manera de hablar, de dirigirse a los clientes y, en una palabra, de estar, llamaban la atención. Le he pedido lo de siempre: café con leche y croissant. Ella, con gran familiaridad me ha interrogado sobre el croissant: ¿normal o a la plancha? Era la primera vez que me lo ofrecían planchado en todo mi historial dominguero y, por tanto he accedido a que la respostería, como digo, pasase por la plancha.

Me han servido el croissant caliente con dos pequeñas tarrinas, una de mermelada y otra de mantequilla. Me he entretenido extendiendo ambos productos con precisión artesanal y después he devorado el bollito resultante. Como tuviera ciertas urgencias por exonerar el vientre, nada más terminar con el desayuno me he encaminado al lugar idóneo para aliviar esa pena. Terminado el proceso, he salido exultante y triunfal decidido a comerme el mundo tal había sido la magnitud del alivio que, conjuntamente con el efecto de la cafeína creía habían hecho de mí un ser especial.

Todavía me ha quedado un momento para ojear El Heraldo (esta vez sí llevaba las gafas) y, como ya se hiciera la hora de la misa, he salido raudo y veloz de nuevo hacia la calle Ateca.

Esta vez a la entrada de la iglesia no he encontrado pobres. O los fieles no son muy dadivosos o los pobres no conocen la parroquia (hipótesis forzada) o, sencillamente se les invita a no pedir o bien se les atiende en otros servicios. Bueno, pues el caso es que me he ubicado en un lugar desde el que se podía presenciar sin problemas el santo oficio y, como ya es habitual, me he dedicado a observar lo que iba ocurriendo en el interior del templo.

Justo al fondo, a la derecha se estaba preparando un pequeño grupo con su orquestación básica (guitarras) y el que realizaba también las funciones de técnico, ha desplegado una pantalla para proyectar. Todavía hemos tenido que esperar unos 7 minutos hasta que ha aparecido el cura revestido para la ocasión y ha hecho su "paseillo" desde la sacristía ubicada en la parte posterior de la iglesia hasta el altar.

Siempre insisto en la importancia del "efecto primicia", es decir el condicionante de la primera impresión que causamos a los demás en el juicio, que a medio plazo realizan sobre nosotros en función de nuestro aspecto, nuestro vestido, nuestros gestos, etc.

En este caso, siento decir que el sacerdote no me ha causado buena impresión. Se trataba de un señor mayor que, en ocasiones, sonreía (para mí forzadamente) y por su expresión y por sus gestos parecía hueco y artificial y más de la acera de allá que la de aquí.

El oficiante ha retornado por el pasillo central asperjeando (hisopeando, rociando) a los fieles y cuando ha pasado cerca de mí, ya me preparaba para la ducha con agua bendita pero, milagrosamente, no he resultado salpicado por el sagrado líquido. Ese vuelo rasante del cura no ha hecho sino confirmar mi mala primera impresión al creer adivinar cierto aire malévolo en sus intenciones al manejar el hisopo.

Ha comenzado la misa y tanto el ritmo adoptado en la ceremonia como los intervinientes me han parecido bastante desajustados. Los cánticos no iban acompañados por el resto de los fieles y los lectores de la epístola mostraban timbres y volúmenes de voz inadecuados al desarrollo general del evento.

Sólo me ha faltado escuchar un embolicado sermón en que se ha insistido más en los detalles sobre lo que se decía en el evangelio que en acercar y hacer comprensible la "palabra de dios" a los fieles. Así es que, aprovechando una llamada de Javier a las 11:29 he salido discretamente de la iglesia intentando transmitir la imagen de que "me llamaban por teléfono".

He conversado afablemente con mi amigo y, ya liberado del yugo eclesial, he entrado en la papelería para comprarme El País (y una curiosa copa de cristal por sólo un euro más) y me he encaminado hacia el inicio de la línea 39 dirección Vadorrey.

La vuelta se ha realizado sin novedades especiales. De cuando en cuando leía (mejor dicho, interpretaba) algunas noticias que venían en el periódico pues no me he puesto las gafas. El artículo que más me ha llamado la atención versaba sobre la crisis y el tambaleo del estado de bienestar. He pensado que cuando llegara a casa lo leería a fondo. Una familia de negritos (los padres y dos niños pequeños) me han servido de mucha distracción ya que ella iba cubierta (sería musulmana) y parecía bastante joven. El niño más mayor se dirigía a su padre en español realizando de cuando en cuando comentarios de lo más variopinto. Los padres hablaban entre ellos un raro idioma que no he sabido identificar. Inicialmente me parecía que la madre era más bien tímida pero luego he constatado que su tono de voz y su autoridad al hablar la alejaban bastante de mi esquema inicial. Los cuatro se han bajado en Pascuala Perié con lo cual ha terminado el entretenimiento y yo me he preparado para bajar dos paradas más adelante, en la calle Balbino Orensanz, cerca de la urbanización Al Ándalus.

Al llegar a casa mi señora estaba muy afanada limpiando y recogiendo y yo, para purgar mi pecado de la salida mañanera, me he ofrecido a hacer la comida. Lo primero que se me ha encomendado ha sido ir a comprar pan y vino blanco. Por mi cuenta he añadido al encargo una fregona en los chinos para fregar el suelo del jardín.

He vuelto a casa y ya tenía los muslos de pollo preparados en el horno. Yo me he limitado a aportar el brevaje elaborado con perejil, ajo picado y vino blanco de cuando en cuando para que cogiera sabor. También me he esmerado en la preparación de las ensaladas. Toda la familia hemos comido con muy buena gana departiendo animadamente sobre lo que nos había deparado la mañana. Los efectos del riojilla no han tardado en aparecer y una vez terminadas las viandas, he pasado al sofá donde plácidamente he dado cuenta de un flan adobado con mermelada de arándanos. Después me he echado una cabezada. Maravilloso final para una esplendorosa mañana.
Las fotos de la salida de hoy, en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/HermosoDiaDivertidoPaseoLinea39##

domingo, 4 de abril de 2010

Línea 38. Variado recorrido en un día variable

El ejercicio de la escritura del blog conlleva un importante componente de selección de contenidos del circuito realizado retenidos en la memoria. Como siempre, han pasado muchas cosas, pero sólo iré reseñando aquellas que ahora afloran a mi conciencia. La percepción humana es selectiva y la selección se realiza con la criba de la personalidad de cada uno.

Después de llevar a mi hija mayor a la estación de Delicias en compañía de Rosa Mary, hemos vuelto a casa y, rápidamente, he encarado el nuevo reto de hoy saliendo dispuesto a vivir una nueva aventura dominguera. El día me ha engañado un poco pues dentro del coche no se apreciaba el fresquillo mañanero y he salido más bien de primavera. Así es que en los primeros pasos por el Puente de la Unión ya he podido percibir el aviso inmisericorde del cierzo que habita en el cauce del Ebro.

Sin embargo, haciendo gala de mi aragonesa tozudez he redoblado el paso y continuado mi trayecto como si tal cosa. Sólo me he detenido un momento para tomar unas fotos de una nave industrial derruida del extinto polígono ubicado en el inicio del puente, en su ribera izquierda. También he tomado nota de la empresa destrozadora: http://www.casale.com/ y de la que se supone que reedificará en el solar cuando quede expédito de escombros: http://www.arascon.com/

Así, he continuado el pedestre viaje y arribado a la calle Miguel Servet donde ya sabía podía tomar el 38 en dirección a la residencia Pignatelli. Como el bus tardaba, he aprovechado para constatar la cantidad de locales en alquiler o en venta por el cese de negocios que, otrora, constituían boyantes proyectos en marcha. "Consecuencias de la crisis" -he pensado- Los grandes negocios (especialmente bancos y supermercados) se comen a los pequeños. Aún así también he pensado que los pequeños pueden mantener su hueco de mercado siempre y cuando acierten con el producto o servicio y con la forma de ofrecerlo.

La sucesiva llegada del 39 y del 40 han encendido falsas alarmas porque me encontraba bastante distante de la parada. Finalmente, el 38, con dos maduras viajeras ha hecho su aparición y yo he subido al vehículo.

Un original recorrido salpicado de baches que el bus, inclemente, no disimulaba para nada. El traqueteo no ha cesado en todo el viaje. Creo que ha ejercido un efecto hipnótico en mí porque cuando hemos llegado al final de trayecto el conductor me ha tenido que avisar para que me bajara. ¿No va hasta la residencia Pignatelli? -he preguntado inocentemente- NO, los domingos sólo llega hasta Vía Hispanidad, me ha contestado el conductor al tiempo que hacía que las puertas se abrieran como expédita invitación para que yo me apeara.

Así es que de nuevo he paseado por las calles de la urbanización Alférez Rojas como ya lo hiciera en mi anterior visita y, por variar un poco, he pasado al interior del parque del Psiquiátrico ya que no lo había visto con anterioridad.

Un corto paseo por el parque me ha servido para descubrir nuevas perspectivas y también varias fuentes y estanques que no conocía. Dada mi natural inclinación por estas instalaciones he aprovechado para tomar varias fotos. Cuando se toman fotos en las que no aparecen personas, siempre que sale agua por algún sitio, parece como si la instantánea estuviera más "viva". También he tomado alguna foto a las instalaciones del Psiquiátrico que, ahora, quedan parcialmente ocultas tras la vegetación.

Una vez concluida mi misión he retornado al punto de inicio-fin del trayecto de la línea 38 y he esperado a que viniera el bus. En un instante, mansamente, un nuevo vehículo se ha acercado a la parada. He accedido a él y el aparato controlador de billetes muy amablemente me ha concedido la gracia de viajar en la condición de "trasbordo", es decir, el viaje de vuelta no me ha costado nada.

En esta ocasión el autobús soportaba mejor los fallos del asfalto. "Será vehículo nuevo" -he pensado- y así, tan ricamente, después de un viaje de una media hora de duración, me he visto transportado hasta las instalaciones de TUZSA en la carretera de Castellón.

Enseguida me han llamado la atención los silenciosos autobuses aparcados "en cocheras" así como un depósito al aire libre en el que permanecen alineados contenedores de basura, de cristal y de papel a la espera de su distribución por la ciudad. También he tomado varias fotos porque este espectáculo no se ve todos los días. Me daba la impresión de estar en algo así como "el hospicio de los contenedores" por el silencio que reinaba en el ambiente y por su aspecto desvalido sin arropamiento alguno. Cerca de allí se ubican así mismo las instalaciones de FOCSA, empresa encargada de la limpieza de la ciudad y también varios vehículos de la empresa reposaban silenciosos a la espera de un diestro conductor que les diera utilidad.

He rodeado a pie todas estas instalaciones para retornar a la carretera de Castellón iniciando de esta manera el segundo acto de mi visita: localización de la iglesia y asistencia a la misa. He pasado por la antigua discoteca Torreluna y por un momento me he trasladado a gloriosos tiempos en los que con mi amigo Javier Cay nos colamos en una celebración oficial haciéndonos pasar por importantes personas "Aragonensis et Unicastrus natus" y también por la Facultad de Veterinaria y continuado mi viaje por Miguel Servet. Me he desviado por Alcampo Utrillas y también he aprovechado para tomar varias fotos de las cigüeñas que año tras año deciden anidar en la antigua chimenea rehabilitada que ya ha quedado rodeada por edificios residenciales.

Me he perdido intencionalmente por calles por las que nunca había transitado como la Calle de las Flores (Supongo que las tuvo en su momento pero ahora ha desaparecido totalmente su rastro) y también por la calle Mariano Adam (por la que ya me he perdido en otras ocasiones) y, como veía que me iba hacia San José he realizado un viraje y, pasando por la Plaza Pintor Aguayo, me he encaminado hacia la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en la calle Monasterio de Poblet. Allí he comprobado dos hechos curiosos: unos altavoces "transmitían" la misa al exterior más cercano y la celebración de las 12 se aprovechaba también para un bautizo. Los pobres de rigor me observaban con curiosidad aunque ninguno de ellos me ha dirigido la palabra.

Eran las 11:20 y, por tanto, disponía de 40´para tomar algo en la taberna-bar "Vama" que había localizado anteriormente en la plaza Aguayo y parecía tener buena pinta. Dicho y hecho, hacia allá me he encaminado y, como se verá, la elección ha sido acertada.

Al penetrar en el establecimiento ya he percibido dos sensaciones que me han impactado positivamente: limpieza y orden y variedad de tapas frescas y bien presentadas. La presencia de un grupillo de jubilados que tomaban vermut bromeando entre ellos también me ha resultado refrescante; no en vano el sentido del humor -máxime a esas edades- lo considero un preciado bien al que nunca hay que renunciar. Le he preguntado a uno de ellos si el Heraldo era suyo o de la casa y muy amablemente me ha contestado que, aunque era suyo, lo tomara sin rebozo alguno. Enseguida otro contertulio me ha indicado el lugar en el que se encontraba el periódico del establecimiento por lo que no ha sido necesario recurrir a bienes privados para saciar mi sed de lectura.

Como no tenían croissanes he pedido lo de siempre: café con leche y dos churros. El camarero ha tenido la inusitada amabilidad de servirme ambos productos en la mesa y la única pena que ha impedido un total disfrute del momento ha sido el no haber traído mis gafas de ver de cerca por lo que me he tenido que conformar con la lectura de los titulares y sólo he forzado un poco más la vista y puesto ojos de topillo para leer un breve artículo en el que se loaban y concedían todo tipo de parabienes al artefacto que no hace mucho adquirí: una HTC HD2. Satisfecho al refrendar de nuevo el acierto de mi elección he pagado, me he despedido de los amables y socarrones jubilados y me he encaminado con paso alegre hacia la iglesia. Aún ha sido necesario dar un rodeo a la manzana pues faltaban 5 minutos para el comienzo de la celebración.

Quizás por la hora, la nómina de mendigos se había incrementado pues eran al menos cuatro los que facilitaban la apertura de puertas con cierto aire de dignidad al tiempo que mostraban prudentemente sus vasitos de plástico blanco por si algún feligrés se dignaba a depositar el óbolo. He pasado al interior del templo y he quedado muy gratamente sorprendido por su original factura y la grandiosidad y amplitud de espacios interiores. La luz estaba muy bien dispuesta y también la ornamentación: suficiente y bien distribuida. He reparado especialmente en la peculiar disposición de las vigas que soportan la cubierta: 6 grandes puntales de acero en forma de L invertida confluyendo todas ellas detrás del altar. La disposición de los bancos para los fieles y cierta elegancia observada entre la añeja concurrencia me han predispuesto muy favorablemente para el divino oficio.

Una señora con voz melodiosa animaba a los fieles a acompañar los cánticos y un sacerdote ubicado más atrás hacía sonar suavemente los acordes del armonium. El sacerdote oficiante nos ha recordado a todos que en primer lugar se llevaría a cabo el primer acto del bautismo de una niña (Malena) y que luego continuaría la celebración hasta la homilía.

El ritual del bautismo se ha desarrollado con gran solemnidad a la vista de los, aproximadamente, 300 asistentes a la celebración y mientras los padres contestaban a las invocaciones de rigor mi pensamiento se ha deslizado hacia la vertiente sociológica de la importancia que siguen teniendo los rituales entre los humanos. En este caso, el cantar juntos, responder juntos a las plegarias y compartir -también conjuntamente- una misma religión considero posee una gran potencia psicológica que, sin duda, actúa benéficamente entre todos los que se consideran partícipes del evento. Lo mismo podría decirse -salvando las diferencias- de un espectáculo musical, de un coro o de un grupo de amigos que practican bicicleta de montaña con la condición -claro está- de mantener ciertos rituales que mantengan el espíritu y los lazos de unión comunes.

Hoy el evangelio trataba sobre la resurrección de Jesús y he permanecido especialmente atento pues, a pesar de escuchar este pasaje en otras muchas ocasiones nunca como hoy había apreciado con tanta precisión el proceso: María Magdalena y otras mujeres iban a embalsamar al señor y se encuentran que el cuerpo ha desaparecido y sólo quedan vendas y el sudario. Se lo comunican a Pedro y otros apóstoles, etc. El resto de la celebración ha mantenido el buen tono y el ritmo imprimidos por el cura desde el principio. Sólo hubiera cambiado la segunda señora que ha leído la lectura por no estar a la altura del resto de los intervinientes. Tampoco ha sido acertada -para mi gusto- la decisión del sacerdote de retirarse casi hasta la sacristía para decir la homilía. Con la cercanía física a los fieles, su discurso mesurado y bien estructurado hubiera ganado muchos enteros. Es una pena, como ya he comentado en anteriores ocasiones que los templos no dispongan de un buzón de sugerencias para mejorar los servicios divinos.

Terminada la homilía me he puesto en pie como el resto de los asistentes y, a diferencia de ellos, yo he abandonado respetuosamente el templo. He salido a la calle y la luminosidad del día era ya manifiesta por lo que he optado por continuar mi retorno a pie.

De nuevo he observado más negocios en quiebra en Miguel Servet y tomado nota de dos bares que parecen interesantes ubicados enfrente del antiguo matadero: En la luna y De película. Realizada esta observación me he encaminado a la calle Sanz Gadea donde recordaba la existencia de una papelería (papelería Zuzú). He comprado el País y he enfilado por la Avenida de las Torres en dirección a mi casa. En Jorge Cocci me he desviado por un camino que corre paralelo al Huerva y leyendo subrepticiamente el periódico, casi sin darme cuenta he arribado a mi hogar.

Revisión de las tareas que había realizado mi mujer y, en especial la nueva disposición de flores en el jardín, saludo al resto de la familia y, sin dilación a escribir las primeras líneas de mi artículo. Ahora son las 18:18 y lo doy por terminado con la sensación -como siempre- del deber cumplido. El resto del reportaje fotográfico en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea38VariadoRecorridoEnUnDiaVariable##