domingo, 16 de mayo de 2010

Línea 44. Una experiencia para la reflexión

El empeño en la realización metódica de mis recorridos domingueros me va descubriendo aspectos insospechados que sólo se vislumbran con la repetición sistemática de las secuencias que yo mismo establecí al inicio de mi experiencia.

De la misma forma que los antiguos pobladores ingleses al construir Stonehenge se basaron en la observación de la repetición de los ciclos solares para predecir estaciones, el llevar ya 24 recorridos en bus siguiendo una secuencia parecida, me va descubriendo regularidades que nunca hubiera imaginado.

En primer lugar la regularidad en la hora de salida, sólo truncada cuando trasnocho los sábados. También regularidad en la rapidez del desayuno puesto que deseo salir cuanto antes de casa y de los alimentos que me llevo (suelen ser dos naranjas). Regularidad en el panorama ciudadano observable los domingos por la mañana, regularidad que también se observa en la conducta de los pasajeros del bus, los ciudadanos comprando sus periódicos, los paseos de los perros, algunos jóvenes que siguen la juerga "de empalmada", etc.

Podríamos colegir, por tanto, que la repetición sistemática de determinados hábitos conduce a un mayor grado de conocimiento siempre y cuando uno tenga interés en reflexionar y sacar conclusiones sobre estos hechos.

Pues bien, hoy la salida ha sido un poco más tarde por la tardana hora de acostame ayer. He salido a las 9:47. Afortunadamente la parada del 44 la tenía cerca de casa, en la Avenida de La Jota por lo que ya a las 9:57 me encontraba en el interior del bus camino a Actur Rey Fernando. La primera sorpresa (y empieza a constituir otra regularidad) ha sido que no tenía mi tarjeta-bus (y no el bonobús como yo lo denominaba). Como suele ser habitual, alguna de mis hijas se había apropiado de ella sin avisarme por lo cual no me ha quedado más remedio que abonar el euro de rigor al subir al vehículo. Un cómodo recorrido me ha trasportado con rapidez hasta el ACTUR ya que quería realizar el trayecto a la inversa puesto que anteriormente había visitado este barrio en varias ocasiones.

Al descender del bus he recibido los empellones inclementes del cierzo zaragozano empecinado en su afán de revolver y alborotar todo cuanto se encontrara a su alcance. Me he hecho fuerte y, desafianzo sus bufidos he ido al encuentro de una papelería en la que me vendieran un nuevo bonobús (digo..... una nueva tarjeta bus). No ha habido suerte con la primera ubicada cerca del Carrefour. Se habían acabado justo en ese momento. Nueva búsqueda por calles ya conocidas y nueva pregunta en otro quiosco. Tampoco aquí he podido conseguir la preciada tarjeta, si bien la amable señora me ha encaminado hacia una tercera papelería en la que, según ella, tenían la dichosa tarjeta. Bien ventilado he arribado a la tercera papelería y, como decía anteriormente, al preguntar si tenían bonobús, el vendedor (que padecía de cierta discapacidad en su brazo derecho y también en el habla) me ha corregido y recordado el nuevo nombre del abono. Pero bueno, el caso es que finalmente he conseguido el pase y me lo he llevado recargado con 10 euros.

Triunfante he regresado al inicio-final de la parada del 44 y el conductor, desde dentro, me ha indicado que faltaban 7 minutos para la salida. Otra regularidad, he pensado, con el número 7: he salido de casa a las 8:47, he tomado el bus a las 8:57 y ahora faltan 7 minutos para que salga el bus. Todavía he dado otra vuelta aguantando el azote ciercero y regresado al autobús cuya puerta de entrada he franqueado pues se encontraba abierta.

El mastodonte rodado ha iniciado su viaje en sentido inverso y yo me he tenido que cambiar tres veces de asiento para evitar el sol durante el recorrido. Lo mismo ha hecho un señor situado detrás de mí, los dos como ejecutando un elemental ballet.

El viaje ha sido rápido y en un plis plas he sido trasladado del Actur al barrio Montemolín. Me he apeado en las cercanías del pabellón Príncipe Felipe, que es donde se ubica la parada final de trayecto.

Enseguida he avistado el Bar Iceberg, ubicado en la esquina de Cesáreo Alierta con Camino de Cabaldós, viejo conocido visitado en alguna otra ocasión y me he encarrilado por esa calle. He girado por la calle José Galiay y, enseguida he vislumbrado el colegio La Salle Montemolín. Al principio no le he hecho mucho caso al centro escolar pero cuando les he preguntado a unos señores mayores por la iglesia del barrio, ello me han indicado que a las 11:30 hacían misa en el colegio ya que estaban celebrando la semana de San Juan Bautista de la Salle, patrón del centro. Enseguida he tomado la decisión de asistir a esa misa al intuir que la experiencia podía ser interesante.

Me he adentrado en las instalaciones del colegio y luego preguntado a una señora ecuatoriana que iba con su hija si sabía la hora de la celebración. Ella creía que era a las 11:00 pero estaba mal informada puesto que la hora correcta era la que me habían indicado los señores anteriormente comentados. Eran las 11:7 minutos (otra vez el 7) y he decidido deambular por los pasillos del centro que se encontraba abierto a los visitantes. En primer lugar he visitado una exposición de trabajos escolares muy bien presentada y ambientada. Cuadernos realizados con letra exquisita y otras tareas académicas se mostraban con orgullo en mesas preparadas al efecto. También cuadros y trabajos manuales en los que discretamente habían colocado el cartel de "Fotos no". Una primera conclusión obtenida es que los salesianos mostraban orgullosos los mejores trabajos de los alumnos y -creo yo- de las madres.

Después me he dedicado a caminar por los pasillos del colegio, muy limpios y escoscados y engalanados con orlas de las distintas promociones que han ido terminando sus estudios en el centro. Me ha sorprendido una pecera iluminada, limpia y bien cuidada en la que sus habitantes parecían encontrarse muy a gusto. Tanto orden y limpieza en este centro concertado contrastaba con el desorden y dejadez que yo he observado en algunos centros públicos. Ha sido un primer "flash" de otros que han venido más tarde.

En una intersección de pasillos he podido observar a un coro ensayando. Con gran empeño y dedicación un nutrido grupo de señoras y señores de edad avanzada la mayoría de ellos, se preparaban para su posterior intervención en la celebración eucarística. Posteriormente he averiguado que se trata de la Coral San Agustín que ya ha celebrado su XX aniversario http://www.terra.es/personal4/coralsanagustin/

Ha sido un segundo destello que, de nuevo, me ha llevado a establecer comparaciones entre la enseñanza estatal, laica y la enseñanza religiosa.

Un tercer "fogonazo" que también me ha deslumbrado ha sido la cuidadosa puesta en escena y el orgullo de pertenencia a la comunidad lasalliana que se observaba tanto en los asistentes como en el celebrante en el desarrollo de la misa en la cual, como decía ha intervenido el coro.

Estos tres impactos me han hecho reflexionar sobre la enorme diferencia existente entre los centros públicos y los privados concertados, especialmente los religiosos. Estos últimos comparten unas referencias y unos valores muy claros basados en la doctrina cristiana. Alrededor de estos valores, que como digo, están muy bien establecidos se ha ido construyendo un estilo de enseñanza con el que se puede estar más o menos de acuerdo (yo, personalmente, no comulgo con ella) pero que sin duda propician y posibilitan una formación más coherente con el ideario que la que reciben nuestros alumnos de la pública.

Lo deseable (he pensado) sería que en los centros públicos hubiera un acuerdo claro con una serie de valores que compartiera toda la comunidad educativa. Valores basados en la declaración de derechos humanos y otras declaraciones fundamentales de la humanidad. Pero, como digo, la clave sería que todos, de verdad, compartiéramos esos valores y los tuviéramos permanentemente en cuenta a la hora de educar a nuestros alumnos. Para ello se requeriría un liderazgo claro y reconocido por toda la comunidad educativa por parte de los equipos directivos y también un compromiso diario de los padres y los hijos/as para que, conjuntamente con los profesores, todos a una, tratáramos de lograr la mejor educación posible para los alumnos.

En esas elucubraciones me estaba dispersando cuando ya ha dado comienzo la celebración. Enseguida se ha arrancado el coro muy bien dirigido por Antonio González (lo he averiguado en Internet) que cadenciosa y melódicamente ha ambientado toda la misa.

Las lecturas y el evangelio no han dado para mucho. Se hablaba de la ascensión definitiva de Jesús a los cielos. La homilia ha sido leida por el cura con tono cansino. No me ha aportado nada nuevo. Sólo una referencia a la antigua frase de los tres días que relucen más que el sol intercalada con otra aludiendo a la sustitución de la festividad de hoy por la cincomarzada me ha hecho sonreir levemente.

Ya estaba visto lo básico y al terminar el sermón leído me he puesto en pie y driblando los asientos del coro he conseguido llegar a la puerta y abandonar presuroso la Lasaliana capilla.

He salido del centro educativo y no tenía muchas ganas de recorrer el barrio porque, como he dicho, ya lo tengo visto de otras ocasiones. Así es que he decidido meterme en la cafetería Iceberg regentada por dos féminas -yo diría que dominicanas- y un camarero de la misma nacionalidad. Me han atendido con amablidad pero produciendo en mi un cierto sentimiento de ser ignorado. También me ha parecido detectar un cierto rictus de indiferencia cuando he preguntado por el Heraldo. Como ya se sabe, son componentes emocionales, fundamentalmente los que deciden a los consumidores a realizar o no una compra. Si en ese momento me hubieran trasportado a otro bar, yo hubiera tomado la consumición en el segundo establecimiento. Eso lo dice todo.

Como siempre, las viandas me han sabido buenísimas y luego me he leido de cabo a rabo el rotativo aragonés. He pagado y he salido del local, trasladándome hasta una papelería cercana que ya había detectado donde he adquirido El País, con el morbo de ver el tratamiento que le daba al "tijeretazo" de Zapatero a los funcionarios.

Después me he encaminado hacia el principio-final de línea del 44 y enseguida ha llegado el autobús. El traslado hasta mi barrio me ha resultado especialmente fugar porque iba embebido en las noticias de la crisis económica.

El viento me ha seguido zarandeando a mi llegada al barrio. Sus empujones inmisericordes me han servido para tomar conciencia de la hora: las 12:47. El recorrido de hoy me ha llevado, pues, tres horas exactas.

Al llegar a casa, he permanecido hablando un buen rato con Rosa Mari sobre mis experiencias de hoy y especialmente sobre las elucubraciones comentadas anteriormente sobre los colegios públicos y los privados. Después he comenzado a redactar la primera parte de mi crónica. Sobre las 14:47 me han llamado para comer. También como siempre -otra regularidad- he devorado la comida con muy buena gana. El medio vaso de Rioja ha producido en mí un efecto narcótico y, después de leer brevemente el periódico, me he echado una cabezada. Una vez reiniciado el sistema operativo he dedicado la tarde a leer El País con más detenimiento y también a dar vuelta con mi padre a los frutales de la parcela de Villamayor.
Todas las fotos (que hoy son pocas) en:´http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea44UnaExperienciaParaLaReflexion#

1 comentario:

  1. Hoy has estado sembrao sobre las reflexiones del colegio público y el privado, tema que merece un debate clarificador para buscar soluciones, la crónica de hoy demuestra un buen estudio pedagógico sobre las costumbres y la forma de vida. ¡Feliz rioja!, te lo has merecido.

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