Este fin de semana (contando el viernes ya, por la mañana) ha sido tan variado y diferente que, la verdad, no he tenido tiempo de aburrirme. A las 11:30 del viernes 21, acudía al III Iniciador Aragón en la Feria de Muestras. Una jornada de iniciadores para iniciadores que no me dejó indiferente. Comí en la feria y la sesión se prolongó hasta las 16:30. El sábado subí con mi padre al pueblo y compartí con varios uncastilleros muchos ratos y vivencias entrañables. Desde luego la casita que se ha construido Miguel Ángel Cay (hermano de Javier) y su decoracion así como el huerto exquisitamente cultivado me entusiasmó. Su hospitalidad, por cierto, no tiene parangón. Nos atendió de maravilla.
La visita al abejar siempre me reserva nuevas sorpresas. Todavía dos colmenas resisten a pesar del tiempo tan cambiante que hemos tenido esta primavera. El abejar de La Manzana produce en mí un efecto de "reset" que me deja como nuevo.
Hoy, domingo 23 a las 10:00 tenía una cita con la Asociación de Vecinos de La Jota y la Coordinadora Más Servicios puesto que hace ya siete años me encargo de dirigir la salida ciclista por el barrio. Este año también ha acudido mucha gente. Muchos niños y niñas con sus papás y mamás apostando con fuerza por este medio ecológico de desplazamiento en ciudad.
Hemos terminado a las 11:20 y yo no quería que faltara ningún eslabón en la cadena de salidas domingueras. Así es que nada más dejar la bici me he cambiado y he salido raudo y veloz hacia la parada del 45 que, de nuevo, la tenía cerca de mi casa.
Cuando he llegado faltaban 18 minutos para que llegara el autobús. Como siempre que tengo que esperar he ido alternando pequeñas tareas autoimpuestas con la finalidad de aprovechar ese tiempo tan preciado. He enredado un poco con el móvil, he observado a una chica peculiar que también estaba esperando, he mirado y remirado el recorrido del 45, he observado la evolución de las demoliciones de las naves aledañas al Puente de La Unión, etc. etc. hasta que, por fin, ha llegado el autobús.
Durante el recorrido he ido meditando sobre mi autoimpuesta "semana sin diarios" ni blogs de astronomía. Ha sido la semana del 17 al 23 de mayo, ambos inclusive, en la que me propuse no leer periódicos ni en papel ni en Internet con la finalidad de comprobar los efectos producidos en mí durante el desarrollo de la experiencia.
Lo cierto es que he experimentado una especie de silencio y quietud. Ambas sensaciones han aparecido al eliminar el "ruido" de noticias y acontecimientos que continuamente nos traen los medios de comunicación. No he conseguido desconectar del todo porque me había permitido las noticias en la tele y la radio que, como sabemos, son ubicuas y se encargan de informar de la actualidad que ellos seleccionan en sus redacciones a toda la población. También me he dado cuenta del efecto adictivo de la información diaria. A veces me resultaba complicado prescindir de los periódicos. En varias ocasiones casi "he pecado". Por ejemplo, el viernes me regalaron un Heraldo y sin darme cuenta de mi promesa ya iba a leerlo cuando una vocecilla me ha recordado que el plazo de las restricciones termina hoy, domingo a las 24:00 horas.
Estoy planteándome ampliar el experimento durante otra semana, pero en esta ocasión prescindiendo también de los telediarios y de las noticias en la radio y ver que pasa. También se me pasa por la cabeza proponerles a los alumnos de Psicología una actividad voluntaria en la que, los que se presten a realizarla, deberían eliminar Internet y el móvil durante siete días para comprobar cómo se sienten. No creo que haya nadie que se atreva con el reto.
En estas elucubraciones me hallaba embebido cuando el bamboleo del autobús me ha hecho regresar a la realidad. Entrábamos en zona de obras. Por aquí y por allá se observaban multitud de vallas protectoras y de máquinas inmóviles mientras, poco a poco los carriles férreos del tranvía se van instalando. Toda Vía Ibérica se encuentra en obras y el panorama recuerda un poco al de la "zona cero" del 11S, al seismo de Haití o a otras catástrofes detalladas en la televisión. Después de muchas vueltas y desvíos hemos arribado al Paseo Reyes de Aragón donde se encuentra el final de línea.
Nada más apearme del bus le he preguntado a la primera señora que he visto dónde podía escuchar misa. La inquirida, con porte burgués y acento argentino me ha informado enseguida del panorama: podía ir al colegio de Maristas o al de Montearagón para probar suerte porque ya era un poco tarde (las 12:20) y, si no, para más seguridad, ella me aconsejaba que me acercara a Santa Gema donde seguramente celebrarían a las 13:00 horas. Enseguida me he decidido por probar suerte en Montearagón.
He tomado fotos del colegio "Sagrada Familia", de Ceste (escuela de negocios) y del Stadium Casablanca y enseguida he llegado al Instituto "Virgen del Pilar". Al recorrer su fachada no he podido menos que pensar en los 6 años que pasé en este centro cuando -en los tiempos de Franco- se llamaba "Institución Sindical Virgen del Pilar". Allí llegué directamente desde el pueblo en Octubre de 1968. Curiosamente en esa época sólo funcionaban los tranvías que luego desmontaron y ahora vuelven a instalar. Por esas fechas todavía llevaba pantalón corto y también recuerdo que fue cuando mi madre me compró mi primer reloj de pulsera pues -como ella me dijo- "aquí en la ciudad lo tendrás que utilizar". No se equivocaba. Una vez encadenado al cómputo periódico del tiempo ya no tenía escapatoria. Alejado del pueblo, de mis agradables vivencias y de mis amigos, los meses transcurrieron con monotonía y sólo cuando en mayo vi regresar los "baucinos" mi espíritu se volvió a alegrar ante la expectativa de regresar de nuevo a Uncastillo en verano.
He llegado después a la entrada del colegio Montearagón. Es curioso, me he dicho, que siendo dos centros vecinos ya desde mi llegada a Zaragoza hayan vivido siempre tan indiferentes el uno respecto al otro. Virgen del Pilar es público y laico y acoge a alumnado muy diverso mientras que Montearagón es privado y religioso siendo su alumnado muy selecto. Estas reflexiones me han llevado también a pensar en la contradicción básica entre la doctrina de Jesús y su concreción en la práctica por parte de los miembros de esa organización.
Con paso decidido he franqueado la puerta y me he dirigido a la entrada del edificio principal situado unos ciento cincuenta metros más abajo. Nadie ha salido a recibirme ni tampoco a impedirme el paso y yo he aprovechado para deambular por los desiertos pasillos al tiempo que buscaba la capilla del colegio. Cuando al fin la he encontrado, he avistado un señor de mediana edad que allí se encontraba solitario orando. Le he preguntado con voz queda si se celebraba misa a las 12:3o a lo cual él me ha contestado misericordiosamente que la misa ya había tenido lugar a las 11:30. "Qué pena" -he pensado-. Estoy seguro que esta misa hubiera sido muy interesante. En fin, cuando proceda, me encantaría volver por estos pagos y sumergirme en el ambiente religioso de los ricos.
He salido, también con paso decidido y, después de tomar una foto a la entrada del colegio he seguido caminando aguas arriba del canal por una acera paralela a su cauce.
De nuevo he atravesado la zona-cataclismo del tranvía y me he dirigido a Santa Gema. Una vez llegado a la iglesia he comprobado que la misa comenzaba a las 13:00 horas. Eran las 12:30 y, siguiendo el ritual de domingos anteriores, enseguida he pensado en un bar para tomar la ya tradicional consumición. Lo he encontrado enseguida en la calle del Embarcadero. Se trata del bar "The barrio´s tabern" ambientado externamente al estilo alemán. Su interior me ha gustado por el revestimiento en madera pero las fotos y objetos que allí se exhibían no me decían nada. A diferencia de la ornamentación que observé ayer en la cabaña de Miguel Ángel que entronca muy directamente con mis tradiciones y mis vivencias, las fotos de señores alemanes bebiendo cerveza, por muy antiguas que sean me dejan frío.
He consumido muy a gusto el café con leche y el croissant y una vez repuestas las fuerzas he pagado (2,25 €) y me he encaminado hacia la iglesia ubicada en el Barrio las Nieves.
A las 12:53 hacía mi entrada por la puerta principal y, enseguida he observado una agitada animación en el interior del templo. Un nutrido grupos de colaboradores estaban ya terminando los preparativos para la misa mientras un grupo musical mixto compuesto por guitarras, un bongo y, creo, una flauta, se preparaban también para intervenir.
El sacerdote, con mucho boato, lo primero que ha hecho ha sido echarnos a todos los fieles un hisopazo. Una vez rujiados, ha continuado la celebración con las consabidas lecturas y el evangelio (que hoy trataba sobre la venida del Espíritu Santo). De cuando en cuando el coro entonaba -con mucho acierto- sus canciones y acordes al ritmo de las guitarras. Ha sido la novedad que más he apreciado porque -ya en la homilía- la actuación del cura -para variar- no me ha gustado en absoluto.
Como ya es habitual cuando el desarrollo de la misa no es de mi agrado, al término de la homilía me he puesto en pie y he abandonado el templo. Luego he dado bastantes vueltas buscando la parada del 45 para regresar a mi barrio y como no la encontrara, he decidido tomar el bus 20 del que me he apeado por la Romareda. Por allí paraba de nuevo el 45 pero al tardar tanto en venir, he tomado el 30 hasta la Plaza de San Miguel para allí, volver a coger el 39 dirección al Barrio La Jota. Ese último trayecto le he realizado charlando con Leticia, la hija de José María Pellicer que, con mucha desenvoltura, me ha comentado sus avatares buscando un empleo para el verano. Hemos llegado ambos a Velilla de Ebro y luego, cada uno a su casa. Al llegar yo a la mía me ha caído un mini-regaño por llegar algo tarde (las 14:30) pero la cosa ha sido suave. Todavía he tenido tiempo de escribir unas líneas del blog ya que enseguida me han llamado para comer.
El pollo con arroz y la ensalada han sido devorados con fruición. Esta vez no he tomado vino porque venía muy acalorado. Después de comer enseguida me he entregado a los brazos de Morfeo porque estaba un poco cansado de la jornada. Al despertarme, impulsivamente he salido al jardín y recolectado fresas para comérmelas sin lavar ni nada. He dado vuelta rápidamente por las plantas y a continuación he bajado a escribir la crónica. La mala suerte ha sido la causante de que la primera crónica se me haya borrado del ordenador casi en su totalidad. He comprobado que me voy entrenando cada vez más en aguantar la frustración. Lo suyo hubiera sido darle una patada al ordenador o echarle las culpas de mi fracaso a alguien. Lejos de adoptar esas estrategias, lo he dejado todo, he descansado otro rato y luego he vuelto a reescribir la crónica que ahora, a las 20:18 de la tarde termino. Como de los errores siempre se aprende, ya no se me olvidará darle al botón "guardar ahora" para evitar pérdidas de información la próxima vez.
Las fotos de la jornada en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/UnFinDeSemanaMuyCompactadoLinea45##
Hola amigo.
ResponderEliminarMe he reido bastante al leer esta crónica.
Yo he estado en el Moncayo.
Te paso las fotos.
Alfredo.
Una gran crónica la que has publicado hoy, mi mente ha viajado a la manzana, a la fuente, al paraje llenos de recuerdos y agradables momentos, sólo faltaban las fotos puntuales, además siempre viene bien el retorno a los lugares de la infancia. Para dejar de ver la tele, las noticias y la radio nos tendríamos que ir una semana a la cabaña de Gabardilla o la de Ubio con un par de libros y un candil. un abrazo.
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