domingo, 6 de junio de 2010

Línea cincuenta, fugaz viaje de ida y vuelta

Hoy me ha quedado tiempo por la mañana para arreglar un poco el jardín. Mi obsesión por mantener limpias las baldosas del suelo choca de lleno con el color que mi señora eligió para el gres que es el blanco, así es que mantengo una vigilancia permanente con cualquier mota, hoja seca o caca de pájaro que osa posarse en el níveo pavimento.

Como me he levantado temprano (7:15) ya a las 8:00 salía de casa disfrutando de la excelente mañana que me regalaba un, todavía, joven junio.

El recorrido previsto no era muy novedoso. La línea 50 realiza el trayecto Vadorrey-San Gregorio y ambos barrios los tengo ya muy visitados. Sin embargo la vida siempre depara sorpresas agradables y, sobretodo, el talante con el que se encaran las cosas sirve en muchas ocasiones de catalizador de experiencias novedosas e interesantes.

Nada más llegar al principio de línea en la calle Carmelo Betoré Bergua, ya he avistado el autobús que, mansamente, estaba esperando a que los viajeros penetraran en sus entrañas. Cuando le he preguntado al conductor a qué hora salía, él, muy amable, me ha contestado: "ahora mismo". En ese instante mi reloj marcaba las 8:12 minutos.

En las cuatro primeras paradas no ha subido nadie al vehículo, y yo era el único viajero por lo que he experimentado la sensación de rico y poderoso señor con bus propio y chofer a su disposición. En la cuarta parada se ha disipado mi ensueño pues dos señores mayores han accedido indiferentes a mi frustración.

El viaje se ha desarrollado a una velocidad frenética. En muchas paradas no montaba viajero alguno por lo que el recorrido se me ha antojado fugaz como digo en el título. Hemos llegado a San Gregorio y como ya conociera de anteriores visitas tanto el barrio como las instalaciones del Hospital Royo Villanova, he tomado subrepticiamente varias fotos del bus y después he dado media vuelta con la idea de retornar cuanto antes a Vadorrey. No he tenido que esperar ni un minuto pues el conductor, después de visitar un bar cercano para -supongo- hacer sus necesidades ha resuelto poner en marcha el autobús e iniciar -también con un solo viajero, que era yo- el viaje de regreso.

De nuevo muy poca gente ha subido al veloz medio de trasporte y, después de varios giros y desvíos por lo más granado del barrio del Picarral hemos llegado a la Avenida Cataluña para, posteriormente, pasar a la Avenida Puente del Pilar y, rápidamente terminar el trayecto, "again" en Vadorrey.

A pesar de la rapidez del viaje, todavía he tenido tiempo de pensar durante el mismo en el nuevo reto que me impuse la semana pasada de escuchar cual sociólogo aficionado las conversaciones que se desarrollaran cerca de mí con la intención de obtener un muestreo aproximado de los intereses de la gente de la calle. Bueno, pues he de decir que en esta ocasión el reto no se ha coronado con éxito. Es más, el fracaso ha sido total ya que no he podido tomar nota de ninguna conversación. Conclusión: vivo más centrado en mis pensamientos, proyectos e interacciones que en lo que ocurre a mi alrededor. Es algo, por otra parte natural si bien no me despido de intentar de nuevo el experimento en el futuro. También es cierto que deberé disponer de un apoyo técnico como, por ejemplo, un micrófono-amplificador orientable ya que he comprobado la dificultad de escuchar con nitidez conversaciones ajenas. Total, que según parece, vivimos inmersos en una maraña de mensajes e intercomunicaciones verbales que vienen a ser como un ruido de fondo al que cuesta prestarle atención.

Al bajarme del bus en Vadorrey eran las 9:12 por lo que hoy he batido el record de velocidad autobusera. En una hora he ido a San Gregorio y he vuelto.

Enseguida he puesto en marcha la segunda parte del plan de hoy que no era otro que pasar por el puente del azud al Barrio de Las Fuentes y escuchar misa en el Colegio Santo Domingo de Silos. Al pasar por el puente he observado dos chinos (o coreanos) que estaban pescando y uno de ellos había atrapado una carpa de tamaño considerable que se debatía con valentía oponiéndose a ser extraída de su medio natural. He tomado varias fotos y continuado mi camino. He tomado la calle Fray Luis Urbano y arribado a la calle Amistad donde viviera mi mujer, su hermano y sus padres. De nuevo he tomado varias fotos y preguntado a una señora por la hora en la que celebraban en el colegio. Ella me ha contestado que la misa tenía lugar en la parroquia de San José Artesano que la tenía muy cerca, cosa que yo no recordaba. Así es que me he plantado en la iglesia y, al comprobar que la gente entraba ya al templo, he colegido que la misa era a las 9:30 como así ha sido.

El templo se encontraba lleno a media entrada. En su mayor parte mujeres bastante mayores, todas ellas con semblante piadoso. Las instalaciones son espaciosas y una ligera penumbra contribuía al recogimiento. Enseguida ha aparecido el sacerdote, un señor mayor que cojeaba ostensiblemente. Con voz grave y segura ha iniciado la celebración al tiempo que los cánticos de la nutrida representación femenina acompañaban el ritual. Tal como me ocurrio en mi anterior expedición, ni las lecturas, ni los cánticos ni el evangelio me han aportado nada nuevo por lo que no dedicaré mucho tiempo a su comentario. Ya dije que esta era mi última visita a una iglesia en mi periplo autobusero urbano y, en las próximas salidas, tendré que buscar alternativas que complenten el recorrido, a ser posible, alternativas relacionadas con la ciencia.

Del sermón no me he enterado mucho. No tanto por falta de interés sino por la deficiente instalación megafónica que impedía descifrar con precisión el discurso del cura. Había mucha reberberación y, como he comentado en otras ocasiones, he salido con la duda del porcentaje de ración sermonera que han aprovechado los fieles.

A la salida varias fotos a los restos de una boda (confettis, arroz y cintas por el suelo) y también a una casa del grupo Girón remodelada y que parece ahora un edificio futurista. He recordado que antaño compraba pan en la Tahona Goyesca y allí me he dirigido. Una nutrida cola de clientes daba cuenta de la calidad de los productos y yo he aguantado pacientemente que me tocara mi turno para solicitar dos barras de pueblo, una torta Loras de Muel y cuatro rejitas de piñones. He dado cuenta de dos de las últimas porque necesitaba glucosa y he continuado deambulando por Salvador Minguijón. Inopinadamente me he encontrado con Jose, el padre de Alejandra, la amiga de mi hija pequeña el cual iba a visitar a sus padres. Me he ofredido a acompañarlo y él, a cambio me ha indicado un añejo obrador en el que elaboran exquisitas pastas de té. Después de llegar hasta casa de sus padres y despedirme he retornado al obrador y adquirido 300 gramos de las prometedoras pastas. El establecimiento también ha sido fotografiado.

Me he dirigido posteriormente al bar Chema ubicado al final de Salvador Minguijón y próximo ya a la ribera del Ebro. He solicitado el menú habitual de mis mañanas domingueras y me he colocado -provisionalmente- en la única mesa libre, cerca de la televisión del establecimiento. Enseguida me he percatado del excesivo volumen del aparato y, como me molestara bastante, he decidido trasladarme a la terraza exterior donde he devorado el croissant y he disfrutado del café con leche. Mis dudas sobre si me cobrarían la consumición versión interior o versión terraza han quedado rápidamente aclaradas: me han aplicado 40 céntimos por el servicio exterior y el importe total se ha quedado en 2,40€. No he protestado ni nada porque, al fin y al cabo, la decisión de cambiar de escenario ha sido mía.

Como sucede habitualmente, el chute de café con leche me ha puesto de mejor humor todavía y muy feliz y contento he retornado por la orilla derecha del Ebro hasta cruzar el puente del Azud y situarme en la orilla contraria. He pasado un momento por la cafetería El Puerto abierta recientemente en el embarcadero de Vadorrey. También he tomado fotos del abundante público que aprovechaba para subir al Ebrobús o que realizaba actividades con la Federación Aragonesa de Piragüismo. Sólo me faltaba adquirir el periódico ya que la veda de su lectura ha quedado levantada. Para ello me he desplazado hasta el quiosco ubicado en las cercanías del Colegio de La Jota (antiguamente La Natalia y ahora, pues me tendré que fijar porque no lo recuerdo). Allí una amable señora me ha dispensado el rotativo previo abono de 2:50 €, precio que me empieza a parecer excesivo en tiempos de crisis.

No llevaba llaves de casa para aligerar mis bolsillos, así es que he tenido que llamar al contestador intuyendo que quizás el personal permanecía dormido. No ha sido así y, afortunadamente, enseguida me ha sido franqueado el paso.

Al llegar, los comentarios habituales y el repaso del día. Me he prestado a colaborar en las faenas del hogar puesto que hoy he retornado más temprano de lo habitual a casa. Me ha sido encomendada la labor de preparar "la fritada" y a ello me he dedicado pacientemente. Ahora mismo tengo que subir para que no se me queme por lo que doy por cerrada la crónica de hoy salvo que -más adelante- quiera perfilar -si me apetece- un poco más la descripción dominguera. Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LineaCincuentaFugazViajeDeIdaYVuelta##

1 comentario:

  1. Has acabado un periplo muy interesante de reflexiones y viajes urbanos y ahora anuncias nuevos recorridos relacionados con la ciencia,
    ¡ Pues nada !, nos prepararemos para disfrutar.

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