La hora de salida de hoy ha sido redonda: las 9:30. Fácil de recordar y espuria referencia a la evanescencia de esa cuarta dimensión que es el tiempo.
El camino hasta el inicio de línea ha discurrido por trayecto ya de sobras conocido: la ribera izquierda del Ebro. Sin embargo el panorama siempre cambiante me ha aportado, como ya es habitual, nuevas sensaciones e insospechadas percepciones. Hoy había gente pescando en la orilla y ese hecho me ha trasladado por un momento a mi época de infancia en la que la pesca era uno de nuestros entretenimientos favoritos. Había también piraguas impulsadas por cansinos remeros y parejas de mediana edad que intentaban un trotecillo ágil aunque sus desentrenadas articulaciones los delataban. Mientras tanto, yo, con paso decidido iba descontando la distancia que restaba hasta la parada del 53 en la Puerta del Carmen.
El día estaba espléndido, con una pizca de calor. Sin embargo he salido muy bien pertrechado con mi sombrero ecuatoriano y una generosa capa de crema solar factor 50 extendida con cuidado por las partes más castigadas de mi rostro.
A la altura del monumento a César Augusto un cartel invitaba a realizar una visita en familia por la calle indiscreta (a las 12) y he pensado que para próximas salidas podría ser una actividad interesante. Más adelante, al pasar por el Hotel Melia Corona de Aragón he recordado también el famoso suceso del incendio que yo lo viví justo al día siguiente de volver de vacaciones de Peñíscola en casa de la hermana de Javier.
Ha continuado mi andadura hasta llegar a la Puerta del Carmen y después de unas cuantas indagaciones, he podido dar por fin con la parada del autobus de hoy. El comienzo de línea está ubicado en la calle Hernán Cortés y, quizás, ese ha sido el motivo de mi despiste. Cuando he llegado al bus eran las 10:14 (el paseo mañanero ha durado por tanto 44 minutos) y a las 10:15 el bus se ponía ya en marcha conmigo como único pasajero.
Como en otros relatos de pretéritas líneas, el vehículo no era nuevo precisamente y eso se notaba en la suspensión, en el ruido del motor y en los bruscos acelerones y frenadas. Me he tenido que cambiar varias veces de ubicación porque el sol se empeñaba en perseguirme. En todo momento he permanecido con el sombrero al que ya me había habituado como si formara parte consustancial de mi cuerpo.
Esta línea llega a Miralbueno por el Barrio Oliver y este barrio siempre me ha parecido exótico, con sus casitas tipo parcela, su variopinta población, sus curiosas callejuelas...
Hemos recorrido todo el barrio hasta la entrada -por arriba- al Barrio de Miralbueno donde muchos edificios e instalaciones de moderno diseño nos están indicando que, en la época de esplendor inmobliario, muchas parejas jóvenes decidieron fijar en el mismo su residencia.
Por fin hemos llegado al camino del Pilón. Esa calle es, desde siempre, mi referencia cuando viajo a este barrio y el bus, obediente a su conductor, la ha recorrido prácticamente en su totalidad hasta que hemos llegado al final de la línea ubicada enfrente del colegio Julián Nieto.
Al bajar del bus de nuevo he reparado en edificios e instalaciones ya vistos el domingo pasado con la línea 52, ya que ambas, la 52 y la 53 son líneas hermanas que llegan a Miralbueno. Por tanto he decidido explorar el barrio por alguna calle paralela a la del Pilón para disponer de otra perspectiva complementaria del barrio.
Así es que he tomado la Calle Mayor y luego me he desviado a la derecha por la calle de La Merced y al final de la subida me he dado de bruces con el Instituto Miralbueno al que le he sacado una foto. En sus cercanías se encuentra la panadería-repostería Castilla en la que he adquirido un bollito de hojaldre relleno de crema, buenísimo. He descendido después por la calle de Vistabella y luego ya me he ido desviando hacia la parte más nueva del barrio, cercana ya a la carretera de Logroño.
Me ha llamado especialmente la atención las innumerables muestras del reciente descalabro urbanístico: adosados terminados y sin vender, carteles de "se vende" o "se alquila" por doquier, promociones paralizadas, solares vallados sin actividad alguna, etc. No se cuando se reactivará la urbanización del barrio pero da la sensación de que se ha quedado todo como paralizado cuando quedaban al menos un 30-40% de zonas edificables en las que no se ha podido continuar.
Por un momento he pensado en las jóvenes parejas que ahora habitan en el barrio y que, seguramente, cargaron a sus espaldas con hipotecas sobredimensionadas. Era domingo y hora del vermut, pero no se veía prácticamente nadie por la calle. Eso lo dice todo.
Después de una minuciosa inspección por la zona y visto ya lo principal, he decidido regresar al centro de la ciudad pues ya tenía pensada la actividad que iba a complementar hoy el recorrido. Así es que he esperado en la parada del 52, que parece que circula con más frecuencia que su homólogo siguiente y, enseguida ha llegado el autobús. El regreso hacia el centro también se me ha antojado muy rápido pero no descarto que haya sido una percepción sesgada por la íntima satisfacción del deber cumplido. El caso es que, enseguida me he apeado en Paseo de la Constitución, al lado de Comisiones Obreras y rápidamente me he puesto en marcha hacia el Edificio Paraninfo de la Universidad donde sabía que tenía lugar la exposición: "El fotógrafo Luis Gandú Mercadal, una crónica visual. 1910-1930".
Antes de pasar a detallar las características de la muestra, debo ya adelantar que la exposición me ha entusiasmado hasta el punto que no descarto volver a verla con más tranquilidad. Se trata de una selección de 159 fotografías tomadas entre 1910 y 1930, de muy buena calidad y que retratan una amplia panoplia de temática diversa, incluyendo fotos familiares, taurinas, de sucesos de la época y bastantes de familias pobres, obreros y gente menuda.
A la entrada a la exposición he tomado el catálogo que, distraidamente, me han ofrecido unas jóvenes azafatas y, por tanto, sería muy fácil para mí reproducir el contenido de la muestra siguiendo el guión del folleto. Sin embargo, en un ejercicio de asociación libre comentaré algunas que, por el motivo que sea, me han llamado más la atención.
En primer lugar la esposa de Luis Mercadal, a la que retrata en varias ocasiones en distintas poses y situaciones me ha parecido verdaderamente sugerente, con un encanto y una mirada muy especial. Dos niñas vestidas de holandesas en el Canal Imperial, un torero herido en una corrida llevado por varios subalternos mostrando en su rostro un inesperado sufrimiento, una concurridísima manifestación por el asesinato de Canalejas asesinado el 12 de noviembre de 1912 por el anarquista Manuel Pardiñas cuando miraba el escaparate de la librería San Martín en la Puerta del Sol a escasos metros de la Calle de Carretas (hay que ver lo bien que viene Google). También otra multitudinaria manifestación por la muerte de Joaquín Costa....
Un aviador francés en el aeródromo de Valdespartera, el propio fotógrafo, Luis Gandú con pose burguesa a los mandos de un curioso automóvil, etc. En fin, que la colección de fotografías en blanco y negro no tienen desperdicio y me ha trasladado por un momento a los comienzos del siglo XX con un detalle y unas escenas que ni me imaginaba. Mentalmente he hecho cuentas y esas fotos corresponden a unos ocho años antes del nacimiento de mi padre (en 1920). Qué pena que la alegría y el civismo que trasladan muchas de las instantáneas se hiciera añicos en años posteriores a causa de la desdichada Guerra Civil.
He salido muy contento de la exposición y un punto emocionado por todas las vidas pasadas que han desfilado ante mis pupilas y, de nuevo me he puesto en marcha para ver si llegaba al siguiente evento: visita a los bouquinistas o mercadillo de libreros que tiene lugar en el Paseo Echegaray, junto al Naútico. Cuando he llegado, sólo dos garitos permanecían abiertos y, la verdad, la muestra de libros viejos y usados no me ha aportado nada nuevo. Que conste que he reflexionado por qué la muestra no me decía gran cosa y creo adivinar que se debe a mi natural preferencia por lo nuevo, por lo último, por lo más novedoso en un amplio abanico de disciplinas.
De nuevo me he puesto en circulación, esta vez camino al Puente de Hierro y al cruzarlo, he podido otra vez verificar cómo va el pintado de esta añeja conexión entre las dos orillas.
He virado 90 grados a la derecha para tomar la calle Alfonso Solans (que, como veo en Google, fue el fundador de Pikolín puesto que en 1948 con una plantilla de siete trabajadores comenzó la fabricación de camas en un pequeño local ubicado en esta calle). Finalmente, he ido a parar a la calle Cosuenda y, cruzando Marqués de la Cadena, finalmente he arribado a mi casa.
No hace falta dar más detalles. La jornada ha sido intensa y fructífera, las actividades planteadas para hoy, muy acertadas. ¿Qué más se puede pedir?
Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/RetornoAlPasadoLinea53##
!!! Cuánto has disfrutado recorriendo la ville et les alentours ¡¡¡, Zaragoza es una ciudad viva y dinámica con muchos años de historia, veo que tienes muchos seguidores, sobre todo los lunes, eso está bien, creas la historia, maquetas y luego reflexionas, enhorabuena.
ResponderEliminar