Tenía pendiente cubrir la línea 128 puesto que, como ya comenté, el pasado domingo no pude realizar el recorrido. Así es que, aprovechando un hueco en mi autoimpuesta disciplina veraniega, sobre eso de las 18:45 me he dirigido con paso decidido aunque sufriendo ciertas rozaduras de las sandalias, al principio de línea ubicado en la Plaza Mozart.
Lo más significado del corto periplo desde mi casa hasta la parada del bus ha sido el calor. Una sensación de pesadez en el ambiente y de pocas ganas de hacer nada se iban alternando en mi mente dando como resultado final un estado de aplomamiento o atontamiento que, en nada ha contribuido a una perspicaz percepción de lo que pudiera ocurrir durante el viaje.
Cuando he llegado a la Plaza Mozart he intentado averiguar el tiempo que iba a tardar en llegar el autobús enviando un SMS con el texto ZBUS (espacio) 1003 (Nº de poste) al 5976 pero nadie ha contestado a mi petición de información. O he hecho algo incorrecto o el servicio no funciona adecuadamente.
A las 18:55 llegaba, por fin, el bus. Menos mal porque mis circuitos neuronales ya se empezaban a degradar. Así es que, presuroso, he montado en el vehículo y esperado tranquilamente a que iniciara el viaje. El trayecto, por otra parte, no constituía ninguna novedad. Este autobús va hasta Peñaflor, barrio que ya he visitado en numerosas ocasiones. Pero no quiero dejar ni una sola línea sin recorrer y esta no va a ser menos.
Pocas novedades en el trayecto. Hasta Santa Isabel he viajado acompañado de una señora y cuando se ha apeado he quedado yo solo con el conductor. Esta singularidad se ha mantenido hasta que hemos llegado a puerto.
Destacar también el abyecto olor a papelera al pasar por Montañana. No me explico cómo hay gente habitando viviendas cercanas a este desecho industrial. O tienen algún gen mutante que les protege del olor pútrido a cloro o -lo cual sería peor- padecen mansamente esta anomalía atmosférica y, el resto de la población, no nos enteramos de las afecciones a la salud que puedan ocurrir a causa de la contaminación del aire en ese barrio.
Después del caleidoscopio de torres, acequias, campos de maíz y casas de campo, hemos pasado por La Cartuja del Aula Dei, famosa por las pinturas de Goya y también por el Camino de Perdiguera por el que se llega hasta la casa de mi buena compañera de trabajo en Casetas, Olga.
Todavía quedaba el paso rasante por la Peña del Cuervo y ya, la entrada a Peñaflor.
Una pancarta informaba que el barrio se encuentra en fiestas y, la verdad, se veía algo más de movimiento de lo habitual aunque tampoco era para tirar cohetes...
Hemos llegado a las 19:30 y, por un momento, he pensado en dar una vuelta por el pueblo y tomar el bus de las 20:00 horas pero ha sido bajar del vehículo y sufrir de nuevo una bofetada de calor en todo mi cuerpo así es que -rápidamente- he decidido volver a tomar el autobús en la siguiente parada a la que me he dirigido caminando con paso casnino.
Enseguida ha acudido mansamente el transportador mecánico de gente. Me ha llamado la atención un señor que llevaba, discretamente, su escopeta de caza. Volvía -supongo- de una jornada cinegética por los montes de Peñaflor en los que no es difícil toparse con alguna liebre.
También me ha sorprendido el nutrido y variopinto grupo de gente que ha accedido al coche en la parada correspondiente a la Peña del Cuervo. Se trataba de chicos y chicas jóvenes nacionales y extranjeros que aprovechan el diferencial de precios entre el acceso a las piscinas municipales (2,10 €) y el recurso al remanso y pozo que forma el Gállego en esos parajes que les sale por el precio del bus. Quizás haya alguna otra razón como, por ejemplo, lo natural del paisaje o el encanto de bañarse en el río, aunque en los tiempos que atravesamos parece un poco imprudente bañarse sin vigilancia y supervisión alguna en un enclave en el que se sabe que ha habido más de un accidente porque el agua forma peligrosos remolinos.
Los más vociferantes eran los adolescentes nacionales. La representación de África permanecía en un prudente silencio. Un hispano se entretenía mirando el paisaje. Así hemos llegado de nuevo a Santa Isabel dándome tiempo a tomar una foto del edificio en el que se ubica la residencia de mayores en la que permanece ingresada mi suegra.
Se han apeado los chicos varones y las chicas se han quedado un poco tristonas pero enseguida han recuperado su tono vital. Finalmente hemos desembarcado de nuevo en la Plaza Mozart.
A esas alturas de la tarde, mis pies ya mostraban con claridad las rozaduras de las sandalias así es que he apretado el paso para llegar de vuelta cuanto antes a mi domicilio. Lo he conseguido y, con la sensación del deber cumplido me he puesto de inmediato a escribir la crónica. Poco a poco mi cerebro y el resto de mi cuerpo se han ido refrigerando. Sin ninguna molestia ni perturbación he podido acabar de un tirón esta breve crónica de compromiso.
Las fotos de hoy en:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/UnaCronicaCortaParaUnRecorridoDeCompromisoLinea128#
Nuestra querida ciudad del Ebro tiene sus rigores puntuales, mucho calor, mucho frío y el abanico natural llamado cierzo
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