domingo, 28 de febrero de 2010

Línea 32. Visita a las Concepcionistas y estupendo paseo por las orillas del Gállego

Hoy la salida ha sido más temprano de lo usual. Eran las 8:01 y ya me encaminaba con paso decidido a correr una nueva aventura dominguera. La mañana estaba calma y muy agradable. En la atmósfera se dejaba transpirar un ambiente sereno y tranquilo. Ni rastro de la "Ciclogénesis explosiva" con la que tanto nos han estado amedrentando en televisión. Muy al contrario, el día prometía abundante sol y temperaturas agradables.

Como en salidas anteriores, ya el sábado había hecho mis planes. Primero realizaría el recorrido dirección Las Delicias hasta el final de línea y después volvería a tomar el 32 para asistir a la misa en la iglesia de Santa Isabel.

He tomado el 32 en la Avenida Cataluña, cerca de donde, anteriormente, tantas veces tomé el mismo autobús pero con otras finalidades (cuando estudiaba magisterio). Cerca también de la calle Carmen Serna (anteriormente Sierra de Alcubierre) donde, desde el año 1973 trabajé en los talleres de Fernando Martín (Distribuidora General de Grafito y productos de importación).

El autobús se ha presentado rápidamente en la parada y ha iniciado un veloz recorrido acompañado de un incesante traqueteo motivado, creo yo, por el desajuste en las puertas y ventanas, producto a su vez del contínuo paso por los socavones de la Avenida Cataluña. De amortiguadores tampoco iba muy bien porque al final del recorrido tenía las posaderas un tanto entumecidas de los saltitos que iba dando de cuando en cuando.

Total, que hemos llegado al barrio de la Bombarda que ya había visitado anteriormente cuando viajé en la línea 22. En esta ocasión, para variar el recorrido, me he dado un paseo por los alrededores del colegio "Camón Aznar" y también he visitado el Centro Deportivo Municipal de las Delicias. He tomado varias fotografías de las piscinas (muy bien acondicionadas) y de unas plantas "pinchosas" que no se cómo se llaman pero que me han llamado la atención. He pasado de refilón por la parroquia del Rocío mientras me preguntaba si todavía seguirían allí los dos simpáticos sacerdotes que oficiaron la misa en mi pasada visita.

Como no tenía más pretensiones, enseguida he vuelto al principio de línea para reanudar el recorrido e ir en dirección a Santa Isabel que es donde debería desempeñar el grueso de mi actividad dominguera. Así lo he hecho y de nuevo con gran celeridad y mucho acompañamiento de ruidos de la más diversa índole y traqueteos de todo tipo, el "bus de los pobres" me ha llevado hasta el Barrio de Santa Isabel.

Nueva toma de fotos al final de la línea en el barrio de la Santa de Portugal y enseguida me he dirigido a una señora que llevaba un carrito de niño para preguntarle por la iglesia del barrio. Como ya intuía, me ha encaminado hacia la plaza Serrano Bergés que es donde está la iglesia. El recorrido hasta mi destino lo he realizado por una calle paralela a la Avenida de Santa Isabel donde sólo perviven algunas de las muchas casas de labranza que en su tiempo abundaban. Todo el terreno se vendió para construir unifamiliares y son muchas las familias que viven allí actualmente.

Una vez en la plaza, he procedido según el protocolo habitual: mirar el horario de misas y planear mis actividades en función del mismo.

La parroquia comprende tres estamentos: la propia iglesia, las concepcionistas y una capilla cuyo nombre no recuerdo. Bueno, en todo caso lo que he sacado en limpio es que a las 10 comenzaba la misa en las concepcionistas. Yo ya sabía que cerca de allí estaba el colegio de La Concepción, así que por una sencilla inferencia lógica he deducido que la misa se realizaría en ese recinto. Hacia allí me he encaminado y una vez localizada la entrada he vuelto a tirar de protocolo: me quedaba un cuarto de hora para tomarme algo antes de entrar en el templo. Enseguida me he decidido por el "Bar de la esquinica" en el que ya había estado anteriormente. También lo podríamos llamar el bar de los galápagos o de las tortugas por la similitud con los quelonios en la lentitud con la que sirven.

Debo decir que en esta ocasión la camarera no me ha ignorado como en visitas anteriores. Eso sí, el servicio al cliente anterior a mí me ha parecido desesperadamente lento. Cuando finalmente me ha llegado el turno he trastabillado un poco y en lugar de pronunciar con precisión "quiero un café con leche y un croissant", me ha salido algo así como "caféconlecheycasán".

Por lo demás, ambas cosas estaban deliciosas y, además con dos periódicos: El País y El Periódico de Aragón a mi disposición. He optado por repasar velozmente el segundo y dejar el primero para adquirirlo y leerlo reposadamente en casa.

Se me han hecho las 10:00 sin enterarme y rápidamente he pagado y me he dirigido al colegio de la Concepción para asistir al santo oficio.

Nada más entrar al templo me he dado cuenta que la jornada de hoy también iba a ser especial. La iglesia estaba en penumbra y llena de fieles y cuando mis ojos se han acomodado al bajo nivel luminoso me he apercibido de que en la parte delantera, separada por una valla de madera, había un grupo de monjas ataviadas con un hábito azul celeste y una toca negra. El conjunto me ha parecido tan impactante que he decidido ponerme en primera fila para contemplar mejor el espectáculo.

Una vez situado en este privilegiado puesto de observación he podido ir procesando, poco a poco lo que allí se guisaba.

Como digo, el grupo de "sores" se componía de un total de 15 monjas muy muy viejas. Una de ellas, emplazada en el primer banco, en silla de ruedas y a dos monjitas muy ancianas y encorvadas situadas delante de mí, les habían puesto unas mantas dobladas en los bancos para formar un altillo mullido y que pudieran seguir así el santo oficio. La tez de todas ellas era blanquísima. Todo el grupo, con sus hábitos y tocas componía un cuadro que más bien parecía la reunión de una logia masónica que otra cosa.

Ha comenzado la misa y ya con las primeras frases del sacerdote he podido realizar otra observación: la comunicación no verbal del cura no encajaba, inicalmente, con el contenido oral que expresaba. El oficiante, aunque joven, destilaba un aire un poco vampiresco y atormentado. Diríase que había pasado mala noche. Sin embargo la cosa se ha ido templando y poco a poco su conducta me ha parecido más normal.

Ha llegado el turno de la lectura de las escrituras y una monjita de voz aflautada ha leído un texto bastante críptico. Después una "seglar" ha leído la siguiente y finalmente el cura ha desbrozado el evangelio que, en esta ocasión, componía un peculiar episodio por el cual Jesús sube a un monte acompañado por varios discípulos y una nube los rodea a todos y se oye la voz de Dios que dice que es su hijo amado y varias cosas más. El episodio de la voz del Señor me ha trasladado a mis años de infancia, siendo monaguillo cuando me imaginaba los hechos que allí se narraban y los adornaba con imágenes y escenas que iba componiendo al hilo de la narración.

De vez en cuando el grupo de "madres" entonaba una canción acompañada al "armonium" por una monja música. El timbre de su voz me ha parecido el de un coro de niñas pequeñas a pesar de la avanzada edad de las participantes.

También he observado el cuidado y mullido tapizado de la parte de arrodillarse del banco de las monjas y el contraste con la madera lisa y lasa del resto de los fieles. "Estas monjitas -he pensado- no dan puntada sin hilo"

A la hora de comulgar he prestado especial atención y he contado las que pasaban a recibir la hostia o que el sacerdote pasaba para dársela. Quizás he sido un poco malpensado creyendo que alguna no comulgaría por supuestas rencillas o pecadillos cometidos; pero no. Las 15 han comulgado con gran devoción.

Llegada la hora de darnos la paz he saludado a una compañera maestra que allí estaba con su marido y sus dos hijos. Al finalizar la misa hemos hecho recuento de los años que hacía que no nos veíamos.... y nos salía la friolera de 11.

Me he entretenido un poco hablando con ella y he perdido ya de vista a las monjas que todavía seguían arrodilladas en sus respectivos puestos de contemplación. Hubiera deseado quedarme para ver cómo acababa la cosa, pero he optado por salir de la iglesia.

Como el día estaba bueno y además iba con el "chute" del café con leche he tomado la decisión de desviarme por la Avenida del Día y luego, caminando, he decidido pasar por un puente peatonal elevado que conduce a la carretera de Movera. He cruzado la carretera y siguiendo la estela de unos jinetes que iban montados a caballo, he llegado a un camino que discurre paralelo a la orilla izquierda del río Gállego. Siguiendo el camino he arribado al reciente puente de madera de Santa Isabel que permite cruzar al nuevo parque de Covasa. He continuado, pues mi recorrido, ahora por la orilla derecha del Gállego y he realizado un magnífico paseo cruzándome de vez en cuando con ciclistas o familias nucleares que también iban disfruntando del día.

Sobre las 11:10 he comprobado que me había llamado mi amigo Javier Cay y no me había enterado de su llamada. Cuando he llegado a la confluencia de la desembocadura de los ríos Gállego y Ebro le he llamado sin poder contactar y posteriormente él se ha puesto en contacto conmigo. Ambos hemos intercambiado unas cordiales frases sobre el discurrir de la mañana de domingo y, posteriormente yo he podido disfrutar con sosiego del maridaje de los dos ríos y de la gran extensión fluvial que componen al fundirse ambos.

He tomado muchas más fotos. Me he dado cuenta que me atraen especialmente los caminos, las veredas, los puentes y los ríos. También las estaciones de tren. Yo creo que estas imágenes las relaciono con el propio devenir de la vida y el curso que van tomando los acontecimientos. Me atraen porque me recuerdan el tránsito, el paso de una etapa a otra, la posibilidad -que siempre está ahí- de reencauzar mi vida por otros derroteros.

He llegado a casa sobre las 12:15. Justo a tiempo para arreglarme un poco y salir con Rosa Mary y los padres de Berta (Juan y Ángeles) a tomar un vermut por el barrio. La sesión se ha prolongado hasta las 14:30 y, apresuradamente, hemos tenido que acudir a un establecimiento de comida precocinada porque el resto de la familia estaba esperando y no había nada preparado.

domingo, 21 de febrero de 2010

La clase acomodada nunca sale malparada. Línea 31

El día estaba más bien gris y una fina lluvia hacía honor a las previsiones metereológicas de ayer. Efectivamente, llovía por la mañana aunque no con muchas ganas.

La duda sobre si tomar o no el paraguas se ha solventado rápidamente al comprobar que en ese momento arreciaba. Eran las 9:16 y provisto de todos los elementos usuales de las mañanas domingueras, he salido de casa.

Los elementos a los que hacía referencia son:

- Monedero
- Llaves de casa y de la puerta de salida
- Móvil
- Cámara de fotos
- Gafas de ver de cerca
- Una manzana Royal Gala
- Una naranja que prometía ofrecerme mucho zumo
- Paraguas azul (sólo lo llevo en caso de lluvia)

El recorrido a pie ya lo había pergeñado también ayer. En lugar de ir hasta la Paz por el tercer cinturón, pasaría por el puente de la Unión y después de caminar un rato por la Avenida las Torres, a la altura de Jorge Coci giraría a la izquierda para salir a la Calle San José. El motivo del cambio de recorrido no ha sido otro que el pasar por lugares por los que hace tiempo no transito. Ya se sabe: la variedad y la novedad alimentan el espíritu. La monotonía lo adormece.

He pasado por lugares que antaño recorrí cuando estaba trabajando en el Equipo de Compensatoria con alumnos gitanos y cuando he llegado al Canal Imperial de Aragón, he tomado varias fotos de un pequeño y viejo puente de metal que, en su momento, servía para atravesar el canal desde La Paz al centro y viceversa.

Continuando mi recorrido he podido observar las viviendas situadas en la Rotonda de Pau, en la que, creo recordar, vivía una hermana de Joaquín Malo. Desde luego, estas viviendas están muy bien ubicadas: silencio en el ambiente y vistas muy agradables al parque. Tuvo mucho acierto al comprar su casa en ese entorno.

También he pasado por la Plaza de Alcobendas. Me imagino que el nombre se lo puso alguna monja de Madrid que, en su momento trabajaba en la escuela-puente para alumnos gitanos "La Quer Majarí Calí" que yo también conocí.

Había pensado realizar todo el recorrido a pie hasta el comienzo de la línea 31 pero, inesperadamente el autobús ha llegado a una parada que había cerca de donde yo pasaba, así que lo he tomado allí mismo.

Sin darme cuenta he tomado el bus en sentido contrario al que yo pretendía y se ha dirigido al comienzo de la línea en La Paz: cerca del nuevo cuartel de Policía Local situado en la rotonda que lleva a Puerto Venecia. Total, que he tenido que pasar otra vez el bono-bus aunque el inteligente aparato fechador ha identificado la operación como "trasbordo".

Comenzado pues el viaje en el lugar deseado, el recorrido se ha desarrollado sin ninguna incidencia especial que reseñar: viajeros incógnitos que entran y salen y desfile de calles, la mayoría de ellas conocidas, y muchos locales en alquiler por cierre de negocios.

Finalmente el autobús ha llegado a la calle Juan Pablo II y me ha dejado justo al lado de la iglesia de La Presentación de la Virgen por lo que no ha sido necesario preguntar a nadie por la ubicación de la parroquia.

En ese momento eran las 10:45 (las once menos cuarto) y he repetido el ritual de anteriores ocasiones: comprobar el horario de misas (y tomar la foto correspondiente) y dilucidar si me quedaba tiempo para tomarme algo. La misa empezaba a las 11:00 así que rápidamente he identificado una cafetería (La Vícora ) y allí me he dirigido para tomarme un croissant y un café con leche.

Por cierto, que no sabía que La Vícora es un pico de la base aérea del Frasno situado a 1.415 m. de altitud.

El ambiente de la cafetería y la atención del personal me han parecido muy adecuados. He observado que el talante y porte de la gente, el escaso humo en el ambiente y la ausencia de gritos, aspavientos o malos modales me estaban ofreciendo el reflejo del perfil medio de la gente de ese barrio (clase media-acomodada)

Sólo disponía de un cuarto de hora y lo he disfrutado saboreando el menú mañanero. He pagado (2,40 €) y todavía he dispuesto de tiempo para tomar unas fotos de la zona: el complejo parroquial, el banco de sangre y tejidos de Aragón y varios edificios nada singulares pero sí curiosos para mí.

Unas agudas notas de campanas de distintos tonos me han recordado que eran las 11 así es que he decidido entrar al templo.

La primera impresión correlaciona con el título de esta entrada: gente, en general, acomodada, en su gran mayoría personas de avanzada edad y edificio nuevo, amplio y moderno. He contado unos 350 asistentes. Es la primera iglesia que visito que dispone de unos grandes ventanales que dan a un frondoso jardín.

También me ha llamado la atención el énfasis con el que el sacerdote (también de edad avanzada) dirigía un ensayo de algunas canciones que se iban a entonar más adelante, énfasis casi exagerado que no encontraba una entusiama respuesta en los añosos feligreses. Un acólito, cerca del altar, acompañaba los preliminares con un armonium.

Nada más comenzar la misa, ya he intuido que iba a presenciar un oficio que iba a ser el contrapunto de lo que ví el domingo pasado en Casablanca.

Efectivamente, el cura se ha arrancado con una salutación cantada acompañada por la música artesanal del armonium en la que ha hecho un repaso de muchos santos de la iglesia española mientras los asistentes contestaban con un "ruega por nosotros" también cantado. La nómina de padres de la iglesia se me ha antojado bastante extensa y el formato, parecido a las letanías.

Varias señoras mayores han leido las sagradas escrituras (una de ellas del Deuteronomio) y luego el oficiante ha leído el evangelio que hoy trataba sobre las tentaciones de Jesús en el desierto. De hecho, un gran cartel ubicado en el lateral derecho lo recordaba.

No merece la pena que nos detengamos mucho en la homilía. La clásica adornada por el tímido reconocimiento de que también la iglesia católica ha podido caer en alguna tentación (la ostentación, por ejemplo).

Nada más acabar el sermón he salido disparado de la iglesia y tomado más fotos de lo que parecía ser un complejo urbanístico arzobispal en el que también están ubicadas las sedes de algunas organizaciones scouts.

No he perdido el tiempo y como ya estaba preparado un nuevo bus 31 en el disparadero de salida, lo he tomado con la sensación de que la jornada de hoy no había sido especialmente reseñable.

Me he apeado cerca de la plaza del Portillo para hacer el trasbordo y tomar el 32 y allí me he encontrado con que estaban realizando una escenificación conmemorativa de la capitulación de Zaragoza el 21 de febrero de 1809. Me he detenido para observar la lectura del texto de Casamayor exponiendo la situación de Zaragoza los días anteriores y el acta de la capitulación.

He tomado varias fotos de los llamativos uniformes y de los bien caracterizados figurantes (de curas, de heroínas, de pueblo llano...) Estos actos los han preparado y los desarrollan miembros de la asociación cultural "Los sitios de Zaragoza". He recogido también el boletín que edita la asociación que me ha parecido muy interesante.

Ha llegado el 32 y rápidamente me he visto en la calle Pascuala Perié que he recorrido desde su inicio en la Avenida Cataluña hasta la Avenida de la Jota.

Al pasar por la Plaza de la Albada he vuelto a sentir frío. No lo había reseñado pero hoy el día estaba frío además de lluvioso y las manos (y las orejas) las tenía heladas.

Finalmente he llegado a mi casa y de nuevo he vuelto a sentir el agradable calorcillo de la calefacción. Después de saludar a la familia, lo primero que he hecho ha sido ir al baño y allí, sin tasa de tiempo, ni distractores de ningún tipo he saboreado una pausada y tranquila lectura de El País.

Las fotos sobre esta línea están en el enlace:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LaClaseAcomodadaNuncaSaleMalparadaLinea31#

domingo, 14 de febrero de 2010

Línea 30. Lo mejor ha sido la misa

Como de costumbre, mi salida ha sido a las 9 y pico. En esta ocasión, exactamente a las 9:40.

He pasado a saludar a mis amigas las palomas torcaces que hoy, no estaban pastando en el solar de Marqués de la Cadena sino que me observaban desde unos pinos ubicados en la rotonda situada justo antes del Puente de la Unión. Cuando me he acercado un poco, han volado a su habitual puesto de vigilancia: unos chopos en los que ya empiezan a asomar los brotes preprimaverales situados en el ya familiar solar cerca de la rotonda.

He tomado varias fotos de las palomas y también de una picaraza que saltaba de aquí para allá en un césped necesitado de agua.

Esta fauna (y otra que vive en el entorno del río Ebro) nos acompaña en nuestro devenir. No tienen carnet de identidad pero se les podría considerar tan zaragozanos como a nosotros, los humanos. Al fin y al cabo se acuestan, despiertan y viven habitualmente en nuestra ciudad.

Más fotos al Ebro: la fuente en forma de botella arrugada lista para ser reciclada situada debajo del Puente de la Unión, de nuevo el río con el Pilar al fondo y sus guardianes los puentes de Hierro y el de Piedra... He observado una secuencia interesante y es que desde mi puesto de observación cada dos arcos del Puente de Piedra coindidían casi exactamente con uno del de Hierro. En fin, idas y venidas de mi pensamiento en una fresca y soleada mañana de un 14 de febrero de 2010.

He llegado a la calle del Doctor Iranzo sobre las 9:55 y después de escuchar las quejas de un señor muy hablador sobre el cambio de "inicio de línea" del 30 relativas a un familiar suyo (con el que he deducido no se llevaba muy bien) que había pedido al ayuntamiento la modificación de dicho inicio por molestias de ruido, he subido al bus previa foto de rigor intentando que el conductor no se amoscara por mi atrevimiento al fotografiar la parada y el vehículo.

El autobús ha iniciado su recorrido a las 10:00 y la "redondez" de la hora la he considerado como un presagio de que la jornada iba a ser interesante.

Como siempre, las consabidas reflexiones sobre los contados viajeros que hemos iniciado nuestro periplo. Gente más bien mayor y todos en silencio observando el discurrir de las paradas y las subidas y bajadas de nuestros ocasionales compañeros de viaje.

El recorrido no se ha realizado con arreglo al trazado oficial. Las obras del tranvía obligan al bus a modificar su trayecto. He podido ver fugazmente las obras del Huerva en Gran Vía, la colocación de las vías en varios tramos de Isabel la Católica, los útiles especialmente diseñandos para asegurar el paralelismo de las vías, las novedades en la colocación de los carriles (sin traviesas, con una peculiar disposición que, imagino, asegurará la conexión eléctrica y la comodidad del viaje). En fin, que la tecnología que se utiliza ahora dista muchísimo de la que se empleaba allá por el año 1968 que es cuando yo vine a Zaragoza a estudiar y ví por primera vez los tranvías de la época.

Si actualmente somos ya capaces de alinear protones para que impacten en los aceleradores, cómo no vamos a ser capaces de alinear unas sencillas vías de tranvía (he pensado). Volveré al tema de los aceleradores de partículas y ya adelanto que el libro que estoy leyendo de Leon Lederman (Premio nóbel de física) sobre la "Partícula de Dios", me tiene entusiasmado aunque sólo logro entender un 40% de su contenido.

Hemos llegado a la calle de La Sagrada Familia en el barrio de Casablanca a las 10:26. Veintiséis minutos de un viaje que se me ha hecho muy corto.

En esa calle está ubicada la iglesia de Santa Gema que ya cité al inicio de este blog. Como ya conocía todos los alrededores, he pensado que, en esta ocasión la visita a la zona no me iba a reportar nada especialmente interesante.

Como el que no quiere la cosa he echado a andar y me he dirigido al Canal Imperial que estaba muy bajo de nivel (imagino que por operaciones de mantenimiento) aunque todavía tenía agua y los patos, gansos y otros habituales de las aguas del canal, disfrutaban chapoteando en sus orillas. Nueva toma de fotos e incluso un corto de video con los graciosos estiramientos de cuello de unos gansos que se dejaban fotografiar sin ningún problema.

Continuando el recorrido, he atravesado el canal y una vez atravesada la calle Tomás Gabasa (de la que nunca había oído hablar) le he preguntado a una señora dónde se encontraba la parroquia del barrio. Muy certeramente me ha dado las instrucciones para encontrarla y he tenido suerte pues enseguida he acertado con su ubicación. Una vez que me he cerciorado de la hora de comienzo de la misa (las 11), he aprovechado para tomarme algo en un bar cercano pues todavía eran las 11 menos 10.

He elegido el bar más próximo a la iglesia pues quería acudir puntual a la cita eclesial. Así es que he entrado en el "Bar Miguel Ángel". Desde fuera, he imaginado que el establecimiento haría honor a su nombre y estaría decorado con algún motivo del famoso pintor, escultor e inventor renacentista. Nada de eso he encontrado y el bar me ha parecido más bien frío y sin gracia. Eso sí, el camarero muy atento y las 5 personas que en ese momento se encontraban en su interior, respetuosas con mi intención de degustar el cortado descafeinado y apropiarme (si la ocasión lo permitía) de un Heraldo que, como suele ser habitual, estaba prisionero de un cliente que desganadamente pasaba las hojas.

Tras una tensa espera en la que intentaba controlar las intenciones de un señor cercano al coyuntural propietario del diario, he aprovechado un descuido del segundo y la marcha del "tortugo" lector para caer cual águila culebrera sobre el rotativo y traerlo hasta mi mesa. La certera jugada no me ha servido de mucho pues he descubierto que no llevaba las gafas y sólo he podido leer apresuradamente los titulares del periódico. La mezcla de sentirme contrariado por lo de las gafas y la urgencia por acudir a la misa se han transmutado en un impulso repentino de pagar cuanto antes y salir del establecimiento. Sólo el saborcillo de dos churros que me he tomado con el cortado ha mitigado en alguna medida el descalabro del bar "Miguel Ángel".

La puerta de entrada a la iglesia me la ha franqueado junto a unas señoras un pobre que a mi me ha parecido hasta elegante y, de mesurados ademanes.

Una vez en el interior del templo, me he situado en un banco desde el que se divisaba bien el altar y ya he empezado a notar una agradable atmósfera de confraternización entre los asistentes.

Un grupo de jóvenes y algún adulto estaban ajustando sus guitarras, panderetas y ¡percusión! y preparándose para iniciar la liturgia. El sacerdote todavia no había hecho acto de presencia y esperaba al final del templo a que arrancaran los de la música para hacer su entrada. Un joven ayudante trajeado ha pasado delante de mí y luego ha vuelto, ya revestido, para dar los últimos toques a un proyector que amplificaba la imagen de las letras de las canciones para que los feligreses pudieran también recordar la canción.

He contado unos 220 asistentes. La iglesia estaba llena y el perfil de edad -a diferencia de anteriores ocasiones- era mucho más variado: unos 20-25 niños en primera fila, algunas atractivas jóvenes y vigilantes mamás y el resto del personal un poco más mayor y de aspecto ligeramente acomodado.

La puesta en escena ha sido perfecta. El cura ha hecho su entrada acogido y acompañado por un bello cántico que los del grupo de orquestación ha desgranado con mucho acierto. Varios feligreses hacían sonar sus palmas con algunas estrofas e incluso, el jóven acompañante del cura me ha parecido que se movía al ritmo de la música.

Varios niños han leído las sagradas escrituras y también he de anotar la muy cuidada ambientación pues además de su cándida voz, era de agradecer el altillo que les habían preparado para que la lectura se pudiera realizar sin problemas.

Cada cierto tiempo, aprovechando los cambios en la liturgia el grupo musical continuaba interpretando sus rítmicas canciones arropado por los asistentes y los sacerdotes. El ambiente en la iglesia se iba haciendo cada vez más cálido y agradable. El mosen ha leído el evangelio y acto seguido ha iniciado la homilía.

¡Qué manejo de la palabra! ¡Qué dotes didácticas! ¡Qué sencillez y profundidad al mismo tiempo en sus explicaciones! ¡Qué capacidad de interlocución con los niños allí presentes y con los adultos! ¡Qué sinceridad se apreciaba en su mensaje! La homilía ha constituido para mí una obra maestra en la que han confluído lo más granado de la oratoria, la comunicación no verbal, la empatía con los asistentes, el mensaje claro y sencillo en favor de los pobres.

Después de tan deslumbrante intervención ha venido el capítulo de ofrendas y de nuevo los niños han pasado a ofrecer: unos auriculares, unas flores, el caliz y la hostia mientras una niña leía el texto de las ofrendas y el grupo cantante entonaba -bajito- una nueva canción.

Cuando ha llegado la hora del Padrenuestro, además de proyectar en pantalla la canción previa que acompañaba el rezo, el sacerdote nos ha invitado a cogernos de la mano mientras escuchábamos la canción-plegaria. Unos segundos después, notando el calor de la mano de la señora de mi izquierda y el suave apretón del señor de mi derecha y viendo la cadena humana que se había formado en el templo es cuando he sentido como una benéfica opresión en mi estómago y, sorpresivamente, me he dado cuenta que sentía ganas de llorar. Mis párpados se han humedecido e incluso he llegado a pensar que las lágrimas se iban a deslizar por mis mejillas. Al final la cosa no ha ido a más y todo ha retornado a la normalidad.

A pesar de que sólo pensaba permanecer hasta el final de la homilía, he decidido terminar toda la misa. Ha sido una decisión acertada pues entre los cánticos y las acertadas palabras del cura, sumadas a la alegre participación de los asistentes al término del santo oficio la ceremonia ha salido redonda.

Sólo ha faltado la canción final (el cura ya se había retirado) entonada con mucho sentimiento por el profesional coro que de nuevo me ha puesto al borde de un nuevo derrame de lágrimas. El estribillo decía así:

"Adelante por los sueños que aún nos quedan
Adelante por los aquellos que están por venir
Adelante porque no importa la meta
El destino es la promesa de seguir adelante"

Un montón de ideas iban discurriendo por mi mente. Desde luego, una muy clara es la importancia de la convicción, el ejemplo, la capacidad didáctica y el gusto por el detalle para crear un buen ambiente en un grupo. Otra idea es que el obispado debería tomar nota y premiar, de alguna manerra a los curas como el de esta parroquia con tan buenas capacidades. Finalmente he pensado que la experiencia de hoy se puede transponer a la empresa privada o a cualquier organización donde una sóla persona convencida puede mejorar muchísimo su funcionamiento.

Finalmente otra reflexión tomada de la física de partículas. Al igual que los colisionadores pueden crear partículas exóticas que nunca hubieran imaginado los físicos, cuando dos ideas contrapuestas chocan entre sí puede ocurrir la singularidad de generarse un estado afectivo y emocional desconocido.

Por mi parte puedo decir que hoy he entrado a las 11 de la mañana en la parroquia San Vicente de Paúl con una mezcla de socarronería y curiosidad y decir que he salido mucho mejor persona.

El resto de las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea30LoMejorHaSidoLaMisa##

domingo, 7 de febrero de 2010

Muchas sorpresas en San Gregorio. Bus 29

Sorpresivamente hoy me he levantado bastante temprano (8:30). La combinación de ayer por la noche de: té+cerveza+tónica+cortado+leche desnatada no ha sido muy afortunada y, como en otras ocasiones, he dado muchas vueltas en la cama.

Sin embargo me sentía pletórico de energía y con ganas de disfrutar del viaje a San Gregorio. El día acompañaba y el paseo hasta el número 10 de la Avenida Las Torres me han sentado de maravilla.

He saludado (mentalmente) a mis amigos torcaces que disfrutaban picoteando en el solar aledaño de Marqués de la Cadena e incluso he tomado dos fotografías de la original bandada. No sé por qué pero le tienen un gran cariño a ese emplazamiento. Como sólo los veo en domingo he llegado a pensar que sólo están allí ese día de la semana, pero probablemente el resto de la semana también se les pueda ver por la mañana, término éste que debería comprobar siguiendo el modelo empírico-experimental.

Me he desplazado caminando hasta el principio de la línea 29 y enseguida se ha presentado el autobús. Para entonces ya había tomado las consabidas fotos del poste indicador del "Comienzo de línea".

El autobús ha arrancado a las 9:38 y no he podido tomar posiciones como suelo hacer

habitualmente ya que una señora ecuatoriana se me ha adelantado y se ha sentado en el puesto que suelo tomar como punto de observación. Pero es igual, el viaje me ha resultado cómodo y rápido y también se ha mantenido la regularidad en la tipología de viajeros que a esas horas suben al bus: señoras mayores e inmigrantes sobre todo. A mitad de viaje se han subido una chica y un chico con sus mochilas y un grupito de señoras han hecho un poco de rechufla al comprobar que sólo hablaban inglés y que iban en dirección contraria de su supuesto destino: la basílica del Pilar.

Con grandes voces muy cariñosas (en español) les han conminado a apearse (ellas también se han apeado) en la MAZ y no se en qué habrá quedado el tema porque el autobús ha continuado su camino haciendo caso omiso de las desventuras de los mochileros.

Otra curiosa observación durante el viaje ha sido originada por una pareja de mediana edad que estaba sentada detrás de mí. Sólo hablaba él pero el volumen de voz me permitía enterarme de toda la conversación. También podía observarlos en el reflejo del cristal. Era como un "Gran Hermano autobusero" en directo. Como en tantas ocasiones he comprobado, el tema era económico (de unos dineros que le debían a él) y para reforzar su argumentación ha echado mano de lo "que decía mi abuelo" ; algo así como que si alguien te debe algo y no te lo paga, en su momento, cuando tengas la ocasión de cobrárselo, pues que también le cobres los intereses de la deuda. Yo he supuesto que este aforismo se podrá aplicar a todo tipo de deudas aunque tengo mis dudas sobre la forma de calcular los intereses de (pongamos por caso) una deuda de gratitud.

Total, que el autobús ha llegado al final de la línea en el Barrio de San Gregorio ubicada, justamente, en la entrada al hospital "Royo Villanova" (antiguo "Cascajo). He tratado de tomar una foto de frente del autobús desde lejos y como tenía mis dudas si el conductor me estaba viendo o no y el posible grado de mosqueo del mismo, para disimular y contrariando mis iniciales intenciones me he dirigido hacia el interior del hospital por la zona ajardinada. Llegado a un punto en el que el paisaje nada me decía he decidido dar media vuelta y, despreciando el posible desagrado del conductor por lo de la foto, me he encaminado por la "Calle de enmedio" (así rezaba el cartel indicador) y también para apaciguar mi inquietud por si no la encontraba con rapidez, le he hecho a un señor la pregunta de rigor: ¿Sabé dónde se encuentra la iglesia? Muy amable me ha indicado con una imprecisión muy española el sitio por donde debía caminar y, supuestamente llegar a mi destino.


Con paso vivo me he encaminado hacia el incierto destino descrito por el Sangregoriano y, en un primer ojeo nada he podido encontrar. Ha sido necesaria una nueva investigación preguntando a dos jóvenes que cargaban sendos bombos de Semana Santa en un coche y, esta vez sí, me han señalado con precisión la ubicación del templo.

Hasta allí me he acercado y cerciorado que la misa comenzaba a las 11:30. Eran las 10:30 y por tanto disponía de una hora para "alparcear" por San Gregorio.

Así que me he dirigido hacia el restaurante San Gregorio (del que luego hablaré) y después he tomado la calle de Cristo Rey y he decidido recorrerla desde mi ubicación hasta su final en la autovía de Huesca.


Dos cosas me han llamado la atención en este primer recorrido: un señor que entraba en un almacén en el que ponía "venta de miel", y como yo también soy colmenero pues, ya se sabe, la cabra tira al monte. Después he pasado por el Horno de repostería "Cristo Rey" en el que me he comprado un pastel de manzana y 250 gramos de lacitos. Ambas cosas estaban deliciosas. ¡Qué pena -he pensado- que el establecimiento esté tan poco cuidado desde el punto de vista estético y que no se hagan publicidad porque el producto es bueno pero los complementos dejan mucho que desear!


El final de la calle daba ya a la autovía y me he percatado de un puente que la cruzaba para pasar al otro lado de la misma. He decidido subir por las escaleras y ha sido una buena idea porque desde arriba se vislumbraba un paisaje muy particular: al fondo, a la izquierda el Pirineo nevado y a la derecha la papelera La Montañanesa vomitando -como de costumbre- un humo pestilente.

También me he fijado en una urbanización situada en la parte izquierda de la autovía (según se va hacia Huesca). Es la urbanización "El pinar" constituida por varios bloques de viviendas de unas 7 alturas. No conocía esta urbanización y dada mi habitual curiosidad he aprovechado que un señor entraba en el recinto vallado para pasar yo también al interior del mismo.

El recorrido inicial por la urbanización no me ha aportado grandes novedades si bien es cierto que el lugar destilaba un aire tranquilo y sosegado, un pelín castrense.


Cuando ya me dirigía a la salida me he llevado una sorpresa pues he reconocido a un señor que iba paseando un perrito Yorkshire. Era Michel, de casa Maño de Uncastillo. Él también me ha reconocido y ambos hemos estado departiendo un rato. Él poniéndome al corriente de su situación familiar (una hija tuvo la mala suerte de tomar una pastilla a la que era alérgica y sufrió graves consecuencias y su hermano Jesús que falleció hace ya dos años) y yo comentándole también mi actual situación profesional y el motivo de la visita a la urbanización.


Nos hemos despedido y yo he partido con una gran tristeza al conocer ambas noticias, tanto por su hija como por su hermano con el que, en tiempos, compartimos algunas aventuras.

De nuevo he cruzado el puente de la autovía y he vuelto hacia el centro del barrio. Ya se iba haciendo la hora de ir a misa pero no quería dejar de entrar en el restaurante San Gregorio para observar el ambiente en su interior.


Sólo señalaré que esta vez he tenido suerte y me he apropiado del Periódico de Aragón. He leído con avidez sus titulares mientras amarraba con fuerza el vasito del cortado para tratar de transmitir a mis manos el exceso de calor de la bebida y podérmelo tomar sin riesgo de quemarme el paladar.


Ya se me hacía tarde y, después de ir al baño me he dado prisa porque ya eran las 11:45 y la misa se encontraba muy adelantada.


Me he introducido subrepticiamente en el templo y rápidamente me he hecho composición del lugar: todos los fieles en la fila izquierda de la iglesia y la fila derecha totalmente vacía. He contado 24 asistentes de los cuales, 5 eran niños y el resto, como siempre personal de edad avanzada.


Iba un poco condicionado porque Michel me había comentado que creía que el cura era el mismo que apareció en los diarios por un tema de bodas de conveniencia entre inmigrantes y españoles y, quizás por eso, el mensaje que pretendía transmitir en el sermón no me ha parecido nada convincente tanto por el tono de la voz como por la muletilla "eeeeeeeee" que empleaba en demasiadas ocasiones, como no sabiendo como finalizar una frase y empezar la otra

Por otra parte, su aspecto tampoco era el usual del clero. Cura joven, pelo más bien largo y una tímida coleta recogida hacia atrás.



También como anécdota señalar que en el "podéis daros fraternalmente la paz" los niños han pasado por todos los bancos y, como si fuera una fiesta, iban dando la mano a toda la abuelería y personal asistente en general.

El final de la misa lo ha empleado el sacerdote para hacer numerosas observaciones sobre actividades en la parroquia y otras propias de la diócesis. La más interesante me ha parecido una convocatoria para limpiar la ermita de San Gregorio el próximo domingo a las 10 de la mañana con el fin de preparar todo para el mes de mayo que es cuando, parece, se realiza la romería. Yo, si puedo, este año no me la perderé.


Ha terminado la misa y hemos salido los fieles. Yo me he dirigido a la repostería "Cristo Rey" donde anteriormente había encargado una ración suplementaria de lacitos que estaban exquisitos y, de paso dejado la bolsa de plástico para que no me molestara en la misa. La señora, muy amable me ha devuelto la bolsa y ya me he encaminado hacia el fin-principio de línea para tomar el bus de regreso.


He tenido suerte pues nada más llegar a la parada ha aparecido el autobús. En un plis plas nos hemos presentado al final de Salvador Allende donde me he apeado y, posteriormente he realizado a pie el recorrido por Valle de Broto y Marqués de la Cadena.


Todavía me ha quedado tiempo para comprar "El País" y, cuando he llegado a casa, me he encontrado con que no había nadie de la familia nuclear. Estaba mi padre que me ha puesto al corriente que tanto Eva como Laura y Rosa Mari habían salido con el Pipo

Breve y animada charla con mi padre dado mi estado de euforia post-cortado. Enseguida han llegado las niñas y la madre que ya traían provisiones de una tienda de comida elaborada. Nuevo e interesante intercambio de ideas e impresiones y ya nos hemos puesto a comer.

Como siempre, parecía que volvía de una larga estancia en un remoto país y también con buena gana de comer. Así que me he servido un vaso de vino de Rioja y he devorado la menestra y el pollo asado. Una larga y plácida tarde se vislumbraba al acabar de comer: ver el telediario, leer el periódico y estar todos en familia. De nuevo la sencillez de las cosas cotidianas cobra una nueva dimensión cuando uno cree que ha cumplido con el deber.


El resto de fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/MuchasSorpresasEnSanGregorioBus29##

lunes, 1 de febrero de 2010

Sin noticias de los Tortos. Línea 28

La cuestión de la inexistencia de la línea 26 está todavía pendiente de resolución. Llamé a TUZSA pero el empleado que me atendió no resolvió mis dudas. Parece ser que la actual línea 27 era la anterior 26. Para indagar más sobre los motivos del cambio me remitió a la oficina del Caracol. Todavía no he podido cerrar este último capítulo.

Hoy me hacía una ilusión especial realizar el recorrido hasta Peñaflor. Además de visitar un barrio rural y disfrutar de un paisaje rural (siempre tan querido por mí) me vería con mi compañero de trabajo y amigo Basilio y juntos, recorreríamos el barrio deteniéndonos en los parajes más interesantes.

Así es que provisto de nuevo de provisiones, me he lanzado a la calle a las 10:03. Por no ser reiterativo, diré que de nuevo he realizado a pie el recorrido hasta el Paseo Pamplona caminando por la ribera del Ebro. Al igual que el domingo anterior, me han llamado la atención varios ejemplares de palomas torcaces (con más envergadura que las habituales de la plaza del Pilar) que reposaban tranquilamente en unos aylantos ubicados en un solar que da a Marqués de la Cadena.

El recorrido por la ribera no ha aportado impresiones especialmente relevantes. Eso sí. A mí el trayecto siempre me resulta agradable. Todo lo que sea pasear al lado de un río me parece ilusionante.

Sobre las 10:45 llegaba al comienzo de la línea 28 y le he preguntado a una señora pequeñota y regordeta a qué hora estaba prevista la llegada del bus. "Yo creo que estará aquí a las 11 menos cinco". Su pronóstico ha resultado acertado y una vez pagado el billete, el autobús ha arrancado. Eran las 11:03 de la mañana.

El recorrido en su parte urbana se ha ceñido al típico de los autobuses ciudadanos: mucho semáforo, mucha parada, mucho arranque y freno. Cuando hemos abandonado la Avenida de Cataluña y encaminado hacia Montañana, el bus ha iniciado un "trotecillo" que más adelante se ha convertido en "galopada" una vez pasada la factoría de La Montañanesa. Pienso que han disfrutado los dos: el conductor y el vehículo. No todos los autobuses urbanos tienen la dicha de viajar con velocidades largas durante tanto tiempo (he pensado).

Hemos llegado a Peñaflor a las 11:41. El viaje ha durado, por tanto, 38 minutos pero no se me ha hecho pesado en absoluto. La mañana estaba fría y las gentes del pueblo dormitaban o se guarecían en sus domicilios porque no se veía ni un alma por la calle.
Siguiendo las instrucciones de Basilio he buscado la calle que da directamente a la iglesia (la calle de la Cruz o de las cruces) y la he recorrido para comprobar si recordaba la imagen mental de la casa de mi compañero ya que la agenda la tenía "muerta" al no haber recargado la pila y por tanto no podía acceder al dato del nombre y número de la calle.

Todavía otra vuelta en sentido contrario por una calle paralela y, de paso, me he interesado por la hora de la misa, que como ya es habitual comenzaba a las 12:30.

Para hacer un poco de tiempo y seguir con el mismo ritual que en anteriores excursiones, me he metido en el único bar que ya había descubierto anteriormente en otra escapada a Peñaflor: el Bar La Carretera.

Un espeso humo de cigarrillos me ha envuelto nada más entrar al mismo tiempo que de un plumazo observaba: el suelo lleno de papeles y las mesas sin recoger, el bar sin pintar, tres chicas jóvenes con libros escolares hablando a gritos de sus cosas, un señor jugando sin parar en una tragaperras y dos camareras de aspecto latino añorando (creo yo) la calidez de su tierra y las maneras más afables y melosas de sus gentes.

De nuevo El Heraldo estaba prisionero de un señor que disfrutaba pasando página a cámara lenta y me asaltaban las dudas si un Periódico de Aragón que leía otro parroquiano era de su propiedad o de la casa. La cuestión la he resuelto calentando mis manos con la ardiente taza de té y bebiendo a sorbos la infusión mientras miraba distraidamente en la tele el "Canal latino".

He salido de "La Carretera" con la firme decisión de no volver y el empeño en buscar otro bar alternativo para cuando regrese en otra ocasión a Peñaflor y confiando en que el ponderado criterio de mi amigo Basilio me encaminaría hacia un establecimiento con más glamour en posteriores ocasiones.

De nuevo he tomado la calle de La Cruz y cuando he llegado a la casa que yo creía recordar era la de mi compañero, he tocado el timbre.

Me ha salido a recibir su señora que muy amablemente me ha invitado a pasar y, al instante ha bajado Basilio. Juntos hemos estado departiendo un ratillo ya que enseguida les he comunicado que debía cumplir con mi misión de asistir a misa al menos hasta que finalizara la homilía.

Traspasado el umbral de la puerta del templo me he encontrado con un recinto agradable y acogedor. Muy bien decorado, adornado con flores y pintado recientemente. El saborcillo mudéjar de la factura del templo destilaba también en su interior. Los angelotes y santos de los retrablos brillaban después de su restauración. Una cándida paz se respiraba entre los (aproximadamente) cincuenta aistentes a la liturgia. Como siempre, mayoría septagenarios y dos niños y dos niñas ayudando al sacerdote en su celebración.

El cura, desde mi puesto de observación casi al final del templo, se daba un aire a lo Javier Cámara. Su voz era firme y potente y todavía quedaba más resaltada con los cuatro altavoces alargados desplegados estratégicamente en la iglesia, alimentados por un amplificador con algún punto de más de volumen.

La misa se ha desarrollado como siempre. Las lecturas leídas por dos señores bastante piadosos (el primero leía mejor que el segundo) y el evangelio que hablaba de un supuesto cabreo de los judíos en la sinagoga de Nazareth con Jesús ya que al final se hablaba de la posibilidad de despeñarlo por un desfiladero por algunas expresiones o frases que ofendieron a sus conciudadanos. No recordaba este pasaje a pesar de mi extenso pasado como monaguillo en el pueblo.

En la homilía de nuevo se ha producido el "efecto puzzle", es decir, cómo encajar las piezas de las lecturas y acomodarlas a la situación actual. He sacado en limpio una especie de regañina del mosen con sus feligreses porque "al igual que le pasó a Jesús", al principio (el domingo) lo acogen pero luego, durante la semana, se olvidan de él. Conclusión: hay que ser más constantes en la fe y punto pelota.

Como ya viene siendo habitual, de nuevo me he preguntado qué les habrá quedado en claro a los asistentes del mensaje del cura. "Se podría aplicar un cuestionario de evaluación para ver qué contenidos de la homilía han integrado los fieles". De nuevo mi sesgo de profesional de la educación ha salido a relucir.

Aprovechando el cierto grado de confusión que generan los cambios de actividad en la liturgia (en este caso las ofrendas leídas por los niños) me he dirigido a la puerta de atrás y he salido del templo.

De nuevo he pasado por casa Basilio que también me ha presentado a su hija Estela y luego ambos nos hemos dado un garbeo por el pueblo deteniéndonos en los lugares más significados: El casino, otro bar en la Plaza de España, la tienda de los Tortos de Peñaflor (cerrada como todo, en domingo), el Centro Cívico, la panadería, las escuelas, el cuartel de la guardia civil, el balcon de los forasteros.... Todo ello departiendo amigablemente y tratando de muchas y variadas cuestiones.

Era ya la una y media y yo debía partir. Nos hemos despedido y enseguida ha llegado un nuevo 28 que con mucha celeridad me ha trasportado hasta las inmediaciones de la calle Pascuala Perié, ya en mi barrio.

He llegado a casa aterido de frío. La mañana estaba fresca pero en Peñaflor todavía se dejaba sentir más el fresco. Así es que me he colocado con la espalda pegada a un radiador y poco a poco el calorcillo se ha ido transfiriendo a mi cuerpo. Esa agradable sensación unida a las ganas de comer y que la comida ya estaba preparada me ha transportado a la dimensión de las cosas sencillas que se valoran más cuando careces de ellas.
Como siempre, el resto del reportaje fotográfico en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/SinNoticiasDeLosTortosLinea28##