Parece como si volviera de un largo viaje. Es la sensación que tengo después de permanecer dos semanas "en babia" sin enterarme (intencionalmente) de lo que ocurre en el país, o mejor dicho de lo que ocurre con los políticos y la política.
Estas dos semanas sin contacto con la actualidad me han proporcionado una visión nueva y diferente de mi habitual devenir. No, no voy a decir que se vive mejor sin noticias y sin enterarse de lo que pasa por ahí. Pero sin duda puedo afirmar que cuando te sales de la rutina diaria y de pautas que das por establecidas, descubres matices y singularidades muy, muy peculiares.
Una primera reflexión que se me ocurrió hace poco es que los personajes que habitualmente vemos en las noticias de la tele, son en realidad ¡PERSONAJES VIRTUALES! Nos llenan la cabeza con lo que ha dicho Rajoy y lo que le ha contestado Zapatero pero, en realidad, yo no he visto nunca ni he saludado a estos personajes. Tampoco he hablado con ellos, no los he olido, no he sentido nunca el apreton de sus manos al saludarme ni tampoco sé -porque no he tenido la ocasión de olfatearlos- la colonia que usan. Conclusión: Veo que la ciudadanía dedica mucho tiempo a estar pendiente de lo que dicen estos PERSONAJES VIRTUALES que solo vemos por los medios de comunicación. Parece una obviedad lo que digo pero, bien pensado, quizás fuera mejor dedicar más tiempo a noticias relacionadas con nuestros amigos, vecinos y otras personas con los que podemos disfrutar de una relación más equilibrada y enriquecedora.
Otra conclusión que saco es que, en realidad, el no enterarme de lo que pasa en España y Aragón durante dos semanas no me ha afectado en absoluto a mi vida personal y familiar. Yo he seguido con mis rutinas habituales y, en ningún momento, he percibido que la falta de información me perjudicara de alguna manera.
Una tercera observación es que el tiempo que antes dedicaba a leer el periódico, ver los telediarios o escuchar las noticias en la radio, es un tiempo que queda liberado PARA QUE YO LO PUEDA DEDICAR A LO QUE QUIERA. Mis alternativas han sido: en lugar del periódico he podido dedicar más tiempo a la lectura del libro "La vida de los planetas" que me está encantando. En lugar del telediario, he podido ver reportajes de animales en la 2 o bien "Sé lo que hiciste" en la sexta que me hace reir mucho. En la radio he escuchado música de Kiss FM que es variada y me divierte.
Reconozco que la lectura o visualización de noticias produce un cierto nivel de adicción y que es bastante difícil sustraerse por completo a lo que ocurre en el mundo. Pero de esta experiencia he sacado la conclusión que, de vez en cuando es muy saludable prescindir de ciertas cosas para vivenciar cómo te sientes al suprimirlas.
Y finalmente, también concluyo que me entretiene mucho realizar este tipo de experimentos de tal manera que ya me he propuesto para la próxima semana otro reto: escuchar y tomar nota de las conversaciones de la gente en la calle, en el bus, en las tiendas, etc, ya que tengo curiosidad por saber cuáles son las temáticas habituales sobre las que se conversa por ahí. Creo, incluso, que esta iniciativa me daría juego para otro blog que podría titular "Un reto cada semana" o bien "Mi reto semanal". De nuevo debo dar las gracias a Mihaly Csikszentmihaly que, como comenté al inicio de este blog considero, junto a Juan Comas, los padres inspiradores de esta experiencia tan enriquecedora.
Pues el caso es que hoy me he despertado sobre las 8:20 y ya a las 8:35 salía de casa después de haber masticado presurosamente un plátano y con una naranja algo "agée" para consumirla por el camino. Anteriormente me había esparcido crema solar protectora por la cara para protegerme de las inclemencias del astro rey, ahora más conocido gracias al Solar Dynamics Observatory http://ciencia.nasa.gov/headlines/y2010/27apr_plasmarain.htm?list1050987/27apr_plasmarain.htm?list1050987
Enseguida he llegado a la ribera y con paso firme y decidido he caminado contracorriente pasando por debajo del puente de Hierro y el de Piedra, cruzado la arboleda de Macanaz para llegar al puente de Santiago, saludar de nuevo a los "candados del amor" y esperar en el semáforo de Echegaray y Caballero (autores ambos de la letra y música de "Gigantes y cabezudos"). Al llegar al mercado central me he encontrado con una vistosa y colorida procesión por la diversidad en Zaragoza que me ha llamado mucho la atención, a la que le he concedido varias fotografías. Posteriormente, en un recorrido ya conocido, he remontado César Augusto para llegar hasta las cercanías de la Puerta del Carmen, al Paseo Pamplona donde ya he avistado un autobús 48 que no quería perder porque había leído que salían cada hora.
Un joven conductor también caminaba hacia el mismo bus y, para congraciarme con él, le he preguntado si ya salía o si tendría que esperar. "Salimos ya" -me ha contestado- con lo que me he sentido muy agraciado ya que deseaba tomar el bus cuanto antes para así, poder regresar antes a casa.
El trayecto se ha desarrollado sin grandes novedades. Al pasar por la Expo he podido observar la evolución de la transformación en oficinas de los edificios que anteriormente fueron pabellones ricamente engalanados. Hemos cruzado el puente del Milenio y, enseguida hemos llegado hasta el final de línea de la 48, situado en las cercanías del rastro de Zaragoza. Este hecho me ha conducido a la idea de explorar durante unos minutos el ambiente que se respiraba en el rastro. He cruzado la avenida y descendido al reino de los vendedores ambulantes, al reino de "todo se vende", al imperio de los gitanos y emigrantes que, deseosos de obtener alguna ganancia, muestran su mercancía y animan a los potenciales clientes a comprar los cachivaches más impensados.
Me he dirigido intencionalmente hacia la parte menos organizada del rastro, en la que se exponen todo tipo de productos y, para mí la mas exótica. He observado como varios números de la policía local decomisaban unas colonias de Chanel y supongo que hoy habrán realizado más intervenciones pues parecía que en ese solar se hubiera concentrado lo más rancio de la población romaní y la emigrante. He tomado varias fotos de tan variopinto espectáculo y luego, he dado media vuelta para volver sobre mis pasos y dirigirme a la recién finalizada parroquia de Santa María madre de la iglesia. Al leer el horario de misas -sólo celebraban a las 12- he tenido una pequeña decepción pues, como he dicho, debía regresar hoy pronto a casa y se me hacía muy tarde. Así es que he resuelto acudir a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, ubicada en la Avenida de Pablo Gargallo en la que ya estuviera anteriormente.
Llegado al sacro edificio sólo he tenido que seguir el protocolo ya establecido de ver los horarios de las misas y, enseguida he decidido acudir a la misa de 11. Eran las 10 así es que disponía de tiempo para husmear por los alrededores del barrio de La Almozara, antiguo Barrio de la Química.
Lo primero que he hecho ha sido meterme en la cafetería "La vieja carbonera" muy bien ambientada y con camareros muy atentos. Allí he saboreado un "donut" que también se llama berlina y el café con leche de rigor. Fiel a mi voto de castidad con el periódico no he tomado diario alguno y he intentado entretenerme con el internet de mi móvil que, para variar, iba más lento que una babosa (dejemos tranquilos a tortugas y caracoles). Allí he permanecido pasando el rato y urdiendo mil y un plan con creciente intensidad en función de la cafeína que pasaba al torrente sanguíneo. Cuando me ha parecido he pagado (2 €) y, de nuevo en la calle, he decidido dar un relajado paseo por el barrio.
En la calle Juan Bautista del Mazo se ubica la panadería pastelería Trébol con obrador propio que ya me había llamado anteriormente la atención. He hecho un amago de adquirir un pastel pero he reculado al observar una cola densamente poblada de gente. También se encuentran en la misma calle la pastelería Paloma con menos densidad de clientela y la panadería repostería Marga sin cliente alguno en su interior. Esta constatación me ha servido de base de reflexión de los motivos por los que la gente se inclina hacia uno u otro establecimiento. ¿Será la calidad del pan y de los productos?, ¿la cercanía a la calle principal?, ¿la calidez y exotismo de las dependientas dominicanas de Trébol? El caso es que la de nombre de flor de tres hojas es, actualmente la campeona con diferencia.
He continuado por la calle del Mazo a mazo y martillo hasta llegar a la calle Dunlop donde se ubica el taller de un antiguo conocido de Virgen del Pilar: Felipe Lobera. Su taller se llama (no podía ser de otro modo) Felober. Luego he recorrido la calle Pedro I de Aragón donde vivieran mis tíos Pilar y Asterio de los que guardo muy grato recuerdo. Eran entrañables y muy buenas personas. Como suele decirse, que Dios los tenga en su gloria porque se la merecían.
Ya de vuelta hacia la parroquia, he caminado tranquilamente por calles aledañas muy quietas y silenciosas observando cómo la gente encaraba el domingo de hoy. Exactamente a las 9:55 penetraba en el templo del Rosario para escuchar en su interior por segunda vez en lo que llevo de correrías autobuseras, la misa.
El interior del edificio ha sido repintado y presentaba un aspecto limpio e impoluto. Enseguida ha dado comienzo la misa haciendo su entrada un sacerdote más o menos de mi edad junto con su acólito.
La celebración se ha desarrollado sin grandes novedades. Reconozco que la reiteración de misas en mis recorridos autobusiles está produciendo en mí un efecto de saturación. Hoy me ha dado la impresión de que ya tengo visto todo lo que tenía que ver en lo que respecta a iglesias y religión católica. Los sermones no me aportan nada nuevo y la tipología de personas que acuden como fieles a las iglesias, tampoco. Así es que he decidido que con la línea 50 escucharé mi última misa del blog y a partir de la línea 51 canalizaré mi curiosidad en otros eventos que me puedan interesar más. Aún reconociendo la dificultad de conciliar recorrido, hora y programación de evento, espero encontrar algo que me satisfaga. Muy posiblemente sean actividades vinculadas con la ciencia las que rellenen mis últimos recorridos en autobús por Zaragoza, siempre que ello sea posible.
Del sermón de hoy sólo destacaré la anécdota de la explicación por parte del cura del misterio de la Santísima Trinidad: mostrando ostensiblemente tres dedos de la mano derecha, el sacerdote usaba este método para hacer comprensible a su público la idea de "tres en uno" ya que ningún dedo podría existir por sí solo si no permanecieran unidos al cuerpo por la mano y la muñeca. En fin, que otra vez he vuelto a pensar que estas disquisiciones no me aportan nada nuevo.
Como me ocurre últimamente, nada más terminar la homilía he salido pitando del templo dirigiéndome a continuación a una parada de bus, donde he tomado el 42 que me ha transportado hasta Valle de Broto. Allí he cogido el C1 que rápidamente me ha trasladado hasta Marqués de la Cadena, en las inmediaciones del Puente de la Unión, cerca de mi domicilio.
He llegado a casa eufórico y muy charlatán. La perspectiva de tomar un vermut con RM y los padres de Berta, amiga de Eva también me resultaba estimulante. Además su padre me iba a pasar unos vídeos sobre el universo y un libro de Brian Greene sobre supercuerdas, dimensiones ocultas y la teoría final. Todavía he tenido tiempo de escribir unas líneas con mis reflexiones sobre las dos semanas sin noticias y luego, a las 12:35 hemos salido hacia la hermosa vivienda de los Comas. Después de ponernos al día con las últimas novedades sobre la decoración de su casa y del jardín, hemos partido en compañía de nuestras hijas hacia el bar "El Marqués". También hemos visitado "La Rosa". Yo he hablado de lo divino y de lo humano y, de vuelta a casa, me he traído no dos sino tres libros, ya que se ha añadido el libro de poesías de José Antonio Conde "El ángulo y la llaga" y "Física de lo imposible" de Michio Kaku.
Hemos empezado a comer a las 15:35 y devorado el menú con buena gana. De nuevo, medio vaso de vino de Rioja ha hecho, con la comida, las delicias de mi paladar. Como siempre, la tradicional cabezada y el repaso a las flores. Después a escribir el blog. Una sensación de serenidad y de "todo en su sitio" ha ido invadiendo mi espíritu. Vivo, disfruto y tengo ilusiones. ¿Qué más puedo pedir?
domingo, 30 de mayo de 2010
domingo, 23 de mayo de 2010
Un fin de semana muy compactado. Línea 45
Este fin de semana (contando el viernes ya, por la mañana) ha sido tan variado y diferente que, la verdad, no he tenido tiempo de aburrirme. A las 11:30 del viernes 21, acudía al III Iniciador Aragón en la Feria de Muestras. Una jornada de iniciadores para iniciadores que no me dejó indiferente. Comí en la feria y la sesión se prolongó hasta las 16:30. El sábado subí con mi padre al pueblo y compartí con varios uncastilleros muchos ratos y vivencias entrañables. Desde luego la casita que se ha construido Miguel Ángel Cay (hermano de Javier) y su decoracion así como el huerto exquisitamente cultivado me entusiasmó. Su hospitalidad, por cierto, no tiene parangón. Nos atendió de maravilla.
La visita al abejar siempre me reserva nuevas sorpresas. Todavía dos colmenas resisten a pesar del tiempo tan cambiante que hemos tenido esta primavera. El abejar de La Manzana produce en mí un efecto de "reset" que me deja como nuevo.
Hoy, domingo 23 a las 10:00 tenía una cita con la Asociación de Vecinos de La Jota y la Coordinadora Más Servicios puesto que hace ya siete años me encargo de dirigir la salida ciclista por el barrio. Este año también ha acudido mucha gente. Muchos niños y niñas con sus papás y mamás apostando con fuerza por este medio ecológico de desplazamiento en ciudad.
Hemos terminado a las 11:20 y yo no quería que faltara ningún eslabón en la cadena de salidas domingueras. Así es que nada más dejar la bici me he cambiado y he salido raudo y veloz hacia la parada del 45 que, de nuevo, la tenía cerca de mi casa.
Cuando he llegado faltaban 18 minutos para que llegara el autobús. Como siempre que tengo que esperar he ido alternando pequeñas tareas autoimpuestas con la finalidad de aprovechar ese tiempo tan preciado. He enredado un poco con el móvil, he observado a una chica peculiar que también estaba esperando, he mirado y remirado el recorrido del 45, he observado la evolución de las demoliciones de las naves aledañas al Puente de La Unión, etc. etc. hasta que, por fin, ha llegado el autobús.
Durante el recorrido he ido meditando sobre mi autoimpuesta "semana sin diarios" ni blogs de astronomía. Ha sido la semana del 17 al 23 de mayo, ambos inclusive, en la que me propuse no leer periódicos ni en papel ni en Internet con la finalidad de comprobar los efectos producidos en mí durante el desarrollo de la experiencia.
Lo cierto es que he experimentado una especie de silencio y quietud. Ambas sensaciones han aparecido al eliminar el "ruido" de noticias y acontecimientos que continuamente nos traen los medios de comunicación. No he conseguido desconectar del todo porque me había permitido las noticias en la tele y la radio que, como sabemos, son ubicuas y se encargan de informar de la actualidad que ellos seleccionan en sus redacciones a toda la población. También me he dado cuenta del efecto adictivo de la información diaria. A veces me resultaba complicado prescindir de los periódicos. En varias ocasiones casi "he pecado". Por ejemplo, el viernes me regalaron un Heraldo y sin darme cuenta de mi promesa ya iba a leerlo cuando una vocecilla me ha recordado que el plazo de las restricciones termina hoy, domingo a las 24:00 horas.
Estoy planteándome ampliar el experimento durante otra semana, pero en esta ocasión prescindiendo también de los telediarios y de las noticias en la radio y ver que pasa. También se me pasa por la cabeza proponerles a los alumnos de Psicología una actividad voluntaria en la que, los que se presten a realizarla, deberían eliminar Internet y el móvil durante siete días para comprobar cómo se sienten. No creo que haya nadie que se atreva con el reto.
En estas elucubraciones me hallaba embebido cuando el bamboleo del autobús me ha hecho regresar a la realidad. Entrábamos en zona de obras. Por aquí y por allá se observaban multitud de vallas protectoras y de máquinas inmóviles mientras, poco a poco los carriles férreos del tranvía se van instalando. Toda Vía Ibérica se encuentra en obras y el panorama recuerda un poco al de la "zona cero" del 11S, al seismo de Haití o a otras catástrofes detalladas en la televisión. Después de muchas vueltas y desvíos hemos arribado al Paseo Reyes de Aragón donde se encuentra el final de línea.
Nada más apearme del bus le he preguntado a la primera señora que he visto dónde podía escuchar misa. La inquirida, con porte burgués y acento argentino me ha informado enseguida del panorama: podía ir al colegio de Maristas o al de Montearagón para probar suerte porque ya era un poco tarde (las 12:20) y, si no, para más seguridad, ella me aconsejaba que me acercara a Santa Gema donde seguramente celebrarían a las 13:00 horas. Enseguida me he decidido por probar suerte en Montearagón.
He tomado fotos del colegio "Sagrada Familia", de Ceste (escuela de negocios) y del Stadium Casablanca y enseguida he llegado al Instituto "Virgen del Pilar". Al recorrer su fachada no he podido menos que pensar en los 6 años que pasé en este centro cuando -en los tiempos de Franco- se llamaba "Institución Sindical Virgen del Pilar". Allí llegué directamente desde el pueblo en Octubre de 1968. Curiosamente en esa época sólo funcionaban los tranvías que luego desmontaron y ahora vuelven a instalar. Por esas fechas todavía llevaba pantalón corto y también recuerdo que fue cuando mi madre me compró mi primer reloj de pulsera pues -como ella me dijo- "aquí en la ciudad lo tendrás que utilizar". No se equivocaba. Una vez encadenado al cómputo periódico del tiempo ya no tenía escapatoria. Alejado del pueblo, de mis agradables vivencias y de mis amigos, los meses transcurrieron con monotonía y sólo cuando en mayo vi regresar los "baucinos" mi espíritu se volvió a alegrar ante la expectativa de regresar de nuevo a Uncastillo en verano.
He llegado después a la entrada del colegio Montearagón. Es curioso, me he dicho, que siendo dos centros vecinos ya desde mi llegada a Zaragoza hayan vivido siempre tan indiferentes el uno respecto al otro. Virgen del Pilar es público y laico y acoge a alumnado muy diverso mientras que Montearagón es privado y religioso siendo su alumnado muy selecto. Estas reflexiones me han llevado también a pensar en la contradicción básica entre la doctrina de Jesús y su concreción en la práctica por parte de los miembros de esa organización.
Con paso decidido he franqueado la puerta y me he dirigido a la entrada del edificio principal situado unos ciento cincuenta metros más abajo. Nadie ha salido a recibirme ni tampoco a impedirme el paso y yo he aprovechado para deambular por los desiertos pasillos al tiempo que buscaba la capilla del colegio. Cuando al fin la he encontrado, he avistado un señor de mediana edad que allí se encontraba solitario orando. Le he preguntado con voz queda si se celebraba misa a las 12:3o a lo cual él me ha contestado misericordiosamente que la misa ya había tenido lugar a las 11:30. "Qué pena" -he pensado-. Estoy seguro que esta misa hubiera sido muy interesante. En fin, cuando proceda, me encantaría volver por estos pagos y sumergirme en el ambiente religioso de los ricos.
He salido, también con paso decidido y, después de tomar una foto a la entrada del colegio he seguido caminando aguas arriba del canal por una acera paralela a su cauce.
De nuevo he atravesado la zona-cataclismo del tranvía y me he dirigido a Santa Gema. Una vez llegado a la iglesia he comprobado que la misa comenzaba a las 13:00 horas. Eran las 12:30 y, siguiendo el ritual de domingos anteriores, enseguida he pensado en un bar para tomar la ya tradicional consumición. Lo he encontrado enseguida en la calle del Embarcadero. Se trata del bar "The barrio´s tabern" ambientado externamente al estilo alemán. Su interior me ha gustado por el revestimiento en madera pero las fotos y objetos que allí se exhibían no me decían nada. A diferencia de la ornamentación que observé ayer en la cabaña de Miguel Ángel que entronca muy directamente con mis tradiciones y mis vivencias, las fotos de señores alemanes bebiendo cerveza, por muy antiguas que sean me dejan frío.
He consumido muy a gusto el café con leche y el croissant y una vez repuestas las fuerzas he pagado (2,25 €) y me he encaminado hacia la iglesia ubicada en el Barrio las Nieves.
A las 12:53 hacía mi entrada por la puerta principal y, enseguida he observado una agitada animación en el interior del templo. Un nutrido grupos de colaboradores estaban ya terminando los preparativos para la misa mientras un grupo musical mixto compuesto por guitarras, un bongo y, creo, una flauta, se preparaban también para intervenir.
El sacerdote, con mucho boato, lo primero que ha hecho ha sido echarnos a todos los fieles un hisopazo. Una vez rujiados, ha continuado la celebración con las consabidas lecturas y el evangelio (que hoy trataba sobre la venida del Espíritu Santo). De cuando en cuando el coro entonaba -con mucho acierto- sus canciones y acordes al ritmo de las guitarras. Ha sido la novedad que más he apreciado porque -ya en la homilía- la actuación del cura -para variar- no me ha gustado en absoluto.
Como ya es habitual cuando el desarrollo de la misa no es de mi agrado, al término de la homilía me he puesto en pie y he abandonado el templo. Luego he dado bastantes vueltas buscando la parada del 45 para regresar a mi barrio y como no la encontrara, he decidido tomar el bus 20 del que me he apeado por la Romareda. Por allí paraba de nuevo el 45 pero al tardar tanto en venir, he tomado el 30 hasta la Plaza de San Miguel para allí, volver a coger el 39 dirección al Barrio La Jota. Ese último trayecto le he realizado charlando con Leticia, la hija de José María Pellicer que, con mucha desenvoltura, me ha comentado sus avatares buscando un empleo para el verano. Hemos llegado ambos a Velilla de Ebro y luego, cada uno a su casa. Al llegar yo a la mía me ha caído un mini-regaño por llegar algo tarde (las 14:30) pero la cosa ha sido suave. Todavía he tenido tiempo de escribir unas líneas del blog ya que enseguida me han llamado para comer.
El pollo con arroz y la ensalada han sido devorados con fruición. Esta vez no he tomado vino porque venía muy acalorado. Después de comer enseguida me he entregado a los brazos de Morfeo porque estaba un poco cansado de la jornada. Al despertarme, impulsivamente he salido al jardín y recolectado fresas para comérmelas sin lavar ni nada. He dado vuelta rápidamente por las plantas y a continuación he bajado a escribir la crónica. La mala suerte ha sido la causante de que la primera crónica se me haya borrado del ordenador casi en su totalidad. He comprobado que me voy entrenando cada vez más en aguantar la frustración. Lo suyo hubiera sido darle una patada al ordenador o echarle las culpas de mi fracaso a alguien. Lejos de adoptar esas estrategias, lo he dejado todo, he descansado otro rato y luego he vuelto a reescribir la crónica que ahora, a las 20:18 de la tarde termino. Como de los errores siempre se aprende, ya no se me olvidará darle al botón "guardar ahora" para evitar pérdidas de información la próxima vez.
Las fotos de la jornada en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/UnFinDeSemanaMuyCompactadoLinea45##
La visita al abejar siempre me reserva nuevas sorpresas. Todavía dos colmenas resisten a pesar del tiempo tan cambiante que hemos tenido esta primavera. El abejar de La Manzana produce en mí un efecto de "reset" que me deja como nuevo.
Hoy, domingo 23 a las 10:00 tenía una cita con la Asociación de Vecinos de La Jota y la Coordinadora Más Servicios puesto que hace ya siete años me encargo de dirigir la salida ciclista por el barrio. Este año también ha acudido mucha gente. Muchos niños y niñas con sus papás y mamás apostando con fuerza por este medio ecológico de desplazamiento en ciudad.
Hemos terminado a las 11:20 y yo no quería que faltara ningún eslabón en la cadena de salidas domingueras. Así es que nada más dejar la bici me he cambiado y he salido raudo y veloz hacia la parada del 45 que, de nuevo, la tenía cerca de mi casa.
Cuando he llegado faltaban 18 minutos para que llegara el autobús. Como siempre que tengo que esperar he ido alternando pequeñas tareas autoimpuestas con la finalidad de aprovechar ese tiempo tan preciado. He enredado un poco con el móvil, he observado a una chica peculiar que también estaba esperando, he mirado y remirado el recorrido del 45, he observado la evolución de las demoliciones de las naves aledañas al Puente de La Unión, etc. etc. hasta que, por fin, ha llegado el autobús.
Durante el recorrido he ido meditando sobre mi autoimpuesta "semana sin diarios" ni blogs de astronomía. Ha sido la semana del 17 al 23 de mayo, ambos inclusive, en la que me propuse no leer periódicos ni en papel ni en Internet con la finalidad de comprobar los efectos producidos en mí durante el desarrollo de la experiencia.
Lo cierto es que he experimentado una especie de silencio y quietud. Ambas sensaciones han aparecido al eliminar el "ruido" de noticias y acontecimientos que continuamente nos traen los medios de comunicación. No he conseguido desconectar del todo porque me había permitido las noticias en la tele y la radio que, como sabemos, son ubicuas y se encargan de informar de la actualidad que ellos seleccionan en sus redacciones a toda la población. También me he dado cuenta del efecto adictivo de la información diaria. A veces me resultaba complicado prescindir de los periódicos. En varias ocasiones casi "he pecado". Por ejemplo, el viernes me regalaron un Heraldo y sin darme cuenta de mi promesa ya iba a leerlo cuando una vocecilla me ha recordado que el plazo de las restricciones termina hoy, domingo a las 24:00 horas.
Estoy planteándome ampliar el experimento durante otra semana, pero en esta ocasión prescindiendo también de los telediarios y de las noticias en la radio y ver que pasa. También se me pasa por la cabeza proponerles a los alumnos de Psicología una actividad voluntaria en la que, los que se presten a realizarla, deberían eliminar Internet y el móvil durante siete días para comprobar cómo se sienten. No creo que haya nadie que se atreva con el reto.
En estas elucubraciones me hallaba embebido cuando el bamboleo del autobús me ha hecho regresar a la realidad. Entrábamos en zona de obras. Por aquí y por allá se observaban multitud de vallas protectoras y de máquinas inmóviles mientras, poco a poco los carriles férreos del tranvía se van instalando. Toda Vía Ibérica se encuentra en obras y el panorama recuerda un poco al de la "zona cero" del 11S, al seismo de Haití o a otras catástrofes detalladas en la televisión. Después de muchas vueltas y desvíos hemos arribado al Paseo Reyes de Aragón donde se encuentra el final de línea.
Nada más apearme del bus le he preguntado a la primera señora que he visto dónde podía escuchar misa. La inquirida, con porte burgués y acento argentino me ha informado enseguida del panorama: podía ir al colegio de Maristas o al de Montearagón para probar suerte porque ya era un poco tarde (las 12:20) y, si no, para más seguridad, ella me aconsejaba que me acercara a Santa Gema donde seguramente celebrarían a las 13:00 horas. Enseguida me he decidido por probar suerte en Montearagón.
He tomado fotos del colegio "Sagrada Familia", de Ceste (escuela de negocios) y del Stadium Casablanca y enseguida he llegado al Instituto "Virgen del Pilar". Al recorrer su fachada no he podido menos que pensar en los 6 años que pasé en este centro cuando -en los tiempos de Franco- se llamaba "Institución Sindical Virgen del Pilar". Allí llegué directamente desde el pueblo en Octubre de 1968. Curiosamente en esa época sólo funcionaban los tranvías que luego desmontaron y ahora vuelven a instalar. Por esas fechas todavía llevaba pantalón corto y también recuerdo que fue cuando mi madre me compró mi primer reloj de pulsera pues -como ella me dijo- "aquí en la ciudad lo tendrás que utilizar". No se equivocaba. Una vez encadenado al cómputo periódico del tiempo ya no tenía escapatoria. Alejado del pueblo, de mis agradables vivencias y de mis amigos, los meses transcurrieron con monotonía y sólo cuando en mayo vi regresar los "baucinos" mi espíritu se volvió a alegrar ante la expectativa de regresar de nuevo a Uncastillo en verano.
He llegado después a la entrada del colegio Montearagón. Es curioso, me he dicho, que siendo dos centros vecinos ya desde mi llegada a Zaragoza hayan vivido siempre tan indiferentes el uno respecto al otro. Virgen del Pilar es público y laico y acoge a alumnado muy diverso mientras que Montearagón es privado y religioso siendo su alumnado muy selecto. Estas reflexiones me han llevado también a pensar en la contradicción básica entre la doctrina de Jesús y su concreción en la práctica por parte de los miembros de esa organización.
Con paso decidido he franqueado la puerta y me he dirigido a la entrada del edificio principal situado unos ciento cincuenta metros más abajo. Nadie ha salido a recibirme ni tampoco a impedirme el paso y yo he aprovechado para deambular por los desiertos pasillos al tiempo que buscaba la capilla del colegio. Cuando al fin la he encontrado, he avistado un señor de mediana edad que allí se encontraba solitario orando. Le he preguntado con voz queda si se celebraba misa a las 12:3o a lo cual él me ha contestado misericordiosamente que la misa ya había tenido lugar a las 11:30. "Qué pena" -he pensado-. Estoy seguro que esta misa hubiera sido muy interesante. En fin, cuando proceda, me encantaría volver por estos pagos y sumergirme en el ambiente religioso de los ricos.
He salido, también con paso decidido y, después de tomar una foto a la entrada del colegio he seguido caminando aguas arriba del canal por una acera paralela a su cauce.
De nuevo he atravesado la zona-cataclismo del tranvía y me he dirigido a Santa Gema. Una vez llegado a la iglesia he comprobado que la misa comenzaba a las 13:00 horas. Eran las 12:30 y, siguiendo el ritual de domingos anteriores, enseguida he pensado en un bar para tomar la ya tradicional consumición. Lo he encontrado enseguida en la calle del Embarcadero. Se trata del bar "The barrio´s tabern" ambientado externamente al estilo alemán. Su interior me ha gustado por el revestimiento en madera pero las fotos y objetos que allí se exhibían no me decían nada. A diferencia de la ornamentación que observé ayer en la cabaña de Miguel Ángel que entronca muy directamente con mis tradiciones y mis vivencias, las fotos de señores alemanes bebiendo cerveza, por muy antiguas que sean me dejan frío.
He consumido muy a gusto el café con leche y el croissant y una vez repuestas las fuerzas he pagado (2,25 €) y me he encaminado hacia la iglesia ubicada en el Barrio las Nieves.
A las 12:53 hacía mi entrada por la puerta principal y, enseguida he observado una agitada animación en el interior del templo. Un nutrido grupos de colaboradores estaban ya terminando los preparativos para la misa mientras un grupo musical mixto compuesto por guitarras, un bongo y, creo, una flauta, se preparaban también para intervenir.
El sacerdote, con mucho boato, lo primero que ha hecho ha sido echarnos a todos los fieles un hisopazo. Una vez rujiados, ha continuado la celebración con las consabidas lecturas y el evangelio (que hoy trataba sobre la venida del Espíritu Santo). De cuando en cuando el coro entonaba -con mucho acierto- sus canciones y acordes al ritmo de las guitarras. Ha sido la novedad que más he apreciado porque -ya en la homilía- la actuación del cura -para variar- no me ha gustado en absoluto.
Como ya es habitual cuando el desarrollo de la misa no es de mi agrado, al término de la homilía me he puesto en pie y he abandonado el templo. Luego he dado bastantes vueltas buscando la parada del 45 para regresar a mi barrio y como no la encontrara, he decidido tomar el bus 20 del que me he apeado por la Romareda. Por allí paraba de nuevo el 45 pero al tardar tanto en venir, he tomado el 30 hasta la Plaza de San Miguel para allí, volver a coger el 39 dirección al Barrio La Jota. Ese último trayecto le he realizado charlando con Leticia, la hija de José María Pellicer que, con mucha desenvoltura, me ha comentado sus avatares buscando un empleo para el verano. Hemos llegado ambos a Velilla de Ebro y luego, cada uno a su casa. Al llegar yo a la mía me ha caído un mini-regaño por llegar algo tarde (las 14:30) pero la cosa ha sido suave. Todavía he tenido tiempo de escribir unas líneas del blog ya que enseguida me han llamado para comer.
El pollo con arroz y la ensalada han sido devorados con fruición. Esta vez no he tomado vino porque venía muy acalorado. Después de comer enseguida me he entregado a los brazos de Morfeo porque estaba un poco cansado de la jornada. Al despertarme, impulsivamente he salido al jardín y recolectado fresas para comérmelas sin lavar ni nada. He dado vuelta rápidamente por las plantas y a continuación he bajado a escribir la crónica. La mala suerte ha sido la causante de que la primera crónica se me haya borrado del ordenador casi en su totalidad. He comprobado que me voy entrenando cada vez más en aguantar la frustración. Lo suyo hubiera sido darle una patada al ordenador o echarle las culpas de mi fracaso a alguien. Lejos de adoptar esas estrategias, lo he dejado todo, he descansado otro rato y luego he vuelto a reescribir la crónica que ahora, a las 20:18 de la tarde termino. Como de los errores siempre se aprende, ya no se me olvidará darle al botón "guardar ahora" para evitar pérdidas de información la próxima vez.
Las fotos de la jornada en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/UnFinDeSemanaMuyCompactadoLinea45##
domingo, 16 de mayo de 2010
Línea 44. Una experiencia para la reflexión
El empeño en la realización metódica de mis recorridos domingueros me va descubriendo aspectos insospechados que sólo se vislumbran con la repetición sistemática de las secuencias que yo mismo establecí al inicio de mi experiencia.
De la misma forma que los antiguos pobladores ingleses al construir Stonehenge se basaron en la observación de la repetición de los ciclos solares para predecir estaciones, el llevar ya 24 recorridos en bus siguiendo una secuencia parecida, me va descubriendo regularidades que nunca hubiera imaginado.
En primer lugar la regularidad en la hora de salida, sólo truncada cuando trasnocho los sábados. También regularidad en la rapidez del desayuno puesto que deseo salir cuanto antes de casa y de los alimentos que me llevo (suelen ser dos naranjas). Regularidad en el panorama ciudadano observable los domingos por la mañana, regularidad que también se observa en la conducta de los pasajeros del bus, los ciudadanos comprando sus periódicos, los paseos de los perros, algunos jóvenes que siguen la juerga "de empalmada", etc.
Podríamos colegir, por tanto, que la repetición sistemática de determinados hábitos conduce a un mayor grado de conocimiento siempre y cuando uno tenga interés en reflexionar y sacar conclusiones sobre estos hechos.
Pues bien, hoy la salida ha sido un poco más tarde por la tardana hora de acostame ayer. He salido a las 9:47. Afortunadamente la parada del 44 la tenía cerca de casa, en la Avenida de La Jota por lo que ya a las 9:57 me encontraba en el interior del bus camino a Actur Rey Fernando. La primera sorpresa (y empieza a constituir otra regularidad) ha sido que no tenía mi tarjeta-bus (y no el bonobús como yo lo denominaba). Como suele ser habitual, alguna de mis hijas se había apropiado de ella sin avisarme por lo cual no me ha quedado más remedio que abonar el euro de rigor al subir al vehículo. Un cómodo recorrido me ha trasportado con rapidez hasta el ACTUR ya que quería realizar el trayecto a la inversa puesto que anteriormente había visitado este barrio en varias ocasiones.
Al descender del bus he recibido los empellones inclementes del cierzo zaragozano empecinado en su afán de revolver y alborotar todo cuanto se encontrara a su alcance. Me he hecho fuerte y, desafianzo sus bufidos he ido al encuentro de una papelería en la que me vendieran un nuevo bonobús (digo..... una nueva tarjeta bus). No ha habido suerte con la primera ubicada cerca del Carrefour. Se habían acabado justo en ese momento. Nueva búsqueda por calles ya conocidas y nueva pregunta en otro quiosco. Tampoco aquí he podido conseguir la preciada tarjeta, si bien la amable señora me ha encaminado hacia una tercera papelería en la que, según ella, tenían la dichosa tarjeta. Bien ventilado he arribado a la tercera papelería y, como decía anteriormente, al preguntar si tenían bonobús, el vendedor (que padecía de cierta discapacidad en su brazo derecho y también en el habla) me ha corregido y recordado el nuevo nombre del abono. Pero bueno, el caso es que finalmente he conseguido el pase y me lo he llevado recargado con 10 euros.
Triunfante he regresado al inicio-final de la parada del 44 y el conductor, desde dentro, me ha indicado que faltaban 7 minutos para la salida. Otra regularidad, he pensado, con el número 7: he salido de casa a las 8:47, he tomado el bus a las 8:57 y ahora faltan 7 minutos para que salga el bus. Todavía he dado otra vuelta aguantando el azote ciercero y regresado al autobús cuya puerta de entrada he franqueado pues se encontraba abierta.
El mastodonte rodado ha iniciado su viaje en sentido inverso y yo me he tenido que cambiar tres veces de asiento para evitar el sol durante el recorrido. Lo mismo ha hecho un señor situado detrás de mí, los dos como ejecutando un elemental ballet.
El viaje ha sido rápido y en un plis plas he sido trasladado del Actur al barrio Montemolín. Me he apeado en las cercanías del pabellón Príncipe Felipe, que es donde se ubica la parada final de trayecto.
Enseguida he avistado el Bar Iceberg, ubicado en la esquina de Cesáreo Alierta con Camino de Cabaldós, viejo conocido visitado en alguna otra ocasión y me he encarrilado por esa calle. He girado por la calle José Galiay y, enseguida he vislumbrado el colegio La Salle Montemolín. Al principio no le he hecho mucho caso al centro escolar pero cuando les he preguntado a unos señores mayores por la iglesia del barrio, ello me han indicado que a las 11:30 hacían misa en el colegio ya que estaban celebrando la semana de San Juan Bautista de la Salle, patrón del centro. Enseguida he tomado la decisión de asistir a esa misa al intuir que la experiencia podía ser interesante.
Me he adentrado en las instalaciones del colegio y luego preguntado a una señora ecuatoriana que iba con su hija si sabía la hora de la celebración. Ella creía que era a las 11:00 pero estaba mal informada puesto que la hora correcta era la que me habían indicado los señores anteriormente comentados. Eran las 11:7 minutos (otra vez el 7) y he decidido deambular por los pasillos del centro que se encontraba abierto a los visitantes. En primer lugar he visitado una exposición de trabajos escolares muy bien presentada y ambientada. Cuadernos realizados con letra exquisita y otras tareas académicas se mostraban con orgullo en mesas preparadas al efecto. También cuadros y trabajos manuales en los que discretamente habían colocado el cartel de "Fotos no". Una primera conclusión obtenida es que los salesianos mostraban orgullosos los mejores trabajos de los alumnos y -creo yo- de las madres.
Después me he dedicado a caminar por los pasillos del colegio, muy limpios y escoscados y engalanados con orlas de las distintas promociones que han ido terminando sus estudios en el centro. Me ha sorprendido una pecera iluminada, limpia y bien cuidada en la que sus habitantes parecían encontrarse muy a gusto. Tanto orden y limpieza en este centro concertado contrastaba con el desorden y dejadez que yo he observado en algunos centros públicos. Ha sido un primer "flash" de otros que han venido más tarde.
En una intersección de pasillos he podido observar a un coro ensayando. Con gran empeño y dedicación un nutrido grupo de señoras y señores de edad avanzada la mayoría de ellos, se preparaban para su posterior intervención en la celebración eucarística. Posteriormente he averiguado que se trata de la Coral San Agustín que ya ha celebrado su XX aniversario http://www.terra.es/personal4/coralsanagustin/
Ha sido un segundo destello que, de nuevo, me ha llevado a establecer comparaciones entre la enseñanza estatal, laica y la enseñanza religiosa.
Un tercer "fogonazo" que también me ha deslumbrado ha sido la cuidadosa puesta en escena y el orgullo de pertenencia a la comunidad lasalliana que se observaba tanto en los asistentes como en el celebrante en el desarrollo de la misa en la cual, como decía ha intervenido el coro.
Estos tres impactos me han hecho reflexionar sobre la enorme diferencia existente entre los centros públicos y los privados concertados, especialmente los religiosos. Estos últimos comparten unas referencias y unos valores muy claros basados en la doctrina cristiana. Alrededor de estos valores, que como digo, están muy bien establecidos se ha ido construyendo un estilo de enseñanza con el que se puede estar más o menos de acuerdo (yo, personalmente, no comulgo con ella) pero que sin duda propician y posibilitan una formación más coherente con el ideario que la que reciben nuestros alumnos de la pública.
Lo deseable (he pensado) sería que en los centros públicos hubiera un acuerdo claro con una serie de valores que compartiera toda la comunidad educativa. Valores basados en la declaración de derechos humanos y otras declaraciones fundamentales de la humanidad. Pero, como digo, la clave sería que todos, de verdad, compartiéramos esos valores y los tuviéramos permanentemente en cuenta a la hora de educar a nuestros alumnos. Para ello se requeriría un liderazgo claro y reconocido por toda la comunidad educativa por parte de los equipos directivos y también un compromiso diario de los padres y los hijos/as para que, conjuntamente con los profesores, todos a una, tratáramos de lograr la mejor educación posible para los alumnos.
En esas elucubraciones me estaba dispersando cuando ya ha dado comienzo la celebración. Enseguida se ha arrancado el coro muy bien dirigido por Antonio González (lo he averiguado en Internet) que cadenciosa y melódicamente ha ambientado toda la misa.
Las lecturas y el evangelio no han dado para mucho. Se hablaba de la ascensión definitiva de Jesús a los cielos. La homilia ha sido leida por el cura con tono cansino. No me ha aportado nada nuevo. Sólo una referencia a la antigua frase de los tres días que relucen más que el sol intercalada con otra aludiendo a la sustitución de la festividad de hoy por la cincomarzada me ha hecho sonreir levemente.
Ya estaba visto lo básico y al terminar el sermón leído me he puesto en pie y driblando los asientos del coro he conseguido llegar a la puerta y abandonar presuroso la Lasaliana capilla.
He salido del centro educativo y no tenía muchas ganas de recorrer el barrio porque, como he dicho, ya lo tengo visto de otras ocasiones. Así es que he decidido meterme en la cafetería Iceberg regentada por dos féminas -yo diría que dominicanas- y un camarero de la misma nacionalidad. Me han atendido con amablidad pero produciendo en mi un cierto sentimiento de ser ignorado. También me ha parecido detectar un cierto rictus de indiferencia cuando he preguntado por el Heraldo. Como ya se sabe, son componentes emocionales, fundamentalmente los que deciden a los consumidores a realizar o no una compra. Si en ese momento me hubieran trasportado a otro bar, yo hubiera tomado la consumición en el segundo establecimiento. Eso lo dice todo.
Como siempre, las viandas me han sabido buenísimas y luego me he leido de cabo a rabo el rotativo aragonés. He pagado y he salido del local, trasladándome hasta una papelería cercana que ya había detectado donde he adquirido El País, con el morbo de ver el tratamiento que le daba al "tijeretazo" de Zapatero a los funcionarios.
Después me he encaminado hacia el principio-final de línea del 44 y enseguida ha llegado el autobús. El traslado hasta mi barrio me ha resultado especialmente fugar porque iba embebido en las noticias de la crisis económica.
El viento me ha seguido zarandeando a mi llegada al barrio. Sus empujones inmisericordes me han servido para tomar conciencia de la hora: las 12:47. El recorrido de hoy me ha llevado, pues, tres horas exactas.
Al llegar a casa, he permanecido hablando un buen rato con Rosa Mari sobre mis experiencias de hoy y especialmente sobre las elucubraciones comentadas anteriormente sobre los colegios públicos y los privados. Después he comenzado a redactar la primera parte de mi crónica. Sobre las 14:47 me han llamado para comer. También como siempre -otra regularidad- he devorado la comida con muy buena gana. El medio vaso de Rioja ha producido en mí un efecto narcótico y, después de leer brevemente el periódico, me he echado una cabezada. Una vez reiniciado el sistema operativo he dedicado la tarde a leer El País con más detenimiento y también a dar vuelta con mi padre a los frutales de la parcela de Villamayor.
Todas las fotos (que hoy son pocas) en:´http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea44UnaExperienciaParaLaReflexion#
De la misma forma que los antiguos pobladores ingleses al construir Stonehenge se basaron en la observación de la repetición de los ciclos solares para predecir estaciones, el llevar ya 24 recorridos en bus siguiendo una secuencia parecida, me va descubriendo regularidades que nunca hubiera imaginado.
En primer lugar la regularidad en la hora de salida, sólo truncada cuando trasnocho los sábados. También regularidad en la rapidez del desayuno puesto que deseo salir cuanto antes de casa y de los alimentos que me llevo (suelen ser dos naranjas). Regularidad en el panorama ciudadano observable los domingos por la mañana, regularidad que también se observa en la conducta de los pasajeros del bus, los ciudadanos comprando sus periódicos, los paseos de los perros, algunos jóvenes que siguen la juerga "de empalmada", etc.
Podríamos colegir, por tanto, que la repetición sistemática de determinados hábitos conduce a un mayor grado de conocimiento siempre y cuando uno tenga interés en reflexionar y sacar conclusiones sobre estos hechos.
Pues bien, hoy la salida ha sido un poco más tarde por la tardana hora de acostame ayer. He salido a las 9:47. Afortunadamente la parada del 44 la tenía cerca de casa, en la Avenida de La Jota por lo que ya a las 9:57 me encontraba en el interior del bus camino a Actur Rey Fernando. La primera sorpresa (y empieza a constituir otra regularidad) ha sido que no tenía mi tarjeta-bus (y no el bonobús como yo lo denominaba). Como suele ser habitual, alguna de mis hijas se había apropiado de ella sin avisarme por lo cual no me ha quedado más remedio que abonar el euro de rigor al subir al vehículo. Un cómodo recorrido me ha trasportado con rapidez hasta el ACTUR ya que quería realizar el trayecto a la inversa puesto que anteriormente había visitado este barrio en varias ocasiones.
Al descender del bus he recibido los empellones inclementes del cierzo zaragozano empecinado en su afán de revolver y alborotar todo cuanto se encontrara a su alcance. Me he hecho fuerte y, desafianzo sus bufidos he ido al encuentro de una papelería en la que me vendieran un nuevo bonobús (digo..... una nueva tarjeta bus). No ha habido suerte con la primera ubicada cerca del Carrefour. Se habían acabado justo en ese momento. Nueva búsqueda por calles ya conocidas y nueva pregunta en otro quiosco. Tampoco aquí he podido conseguir la preciada tarjeta, si bien la amable señora me ha encaminado hacia una tercera papelería en la que, según ella, tenían la dichosa tarjeta. Bien ventilado he arribado a la tercera papelería y, como decía anteriormente, al preguntar si tenían bonobús, el vendedor (que padecía de cierta discapacidad en su brazo derecho y también en el habla) me ha corregido y recordado el nuevo nombre del abono. Pero bueno, el caso es que finalmente he conseguido el pase y me lo he llevado recargado con 10 euros.
Triunfante he regresado al inicio-final de la parada del 44 y el conductor, desde dentro, me ha indicado que faltaban 7 minutos para la salida. Otra regularidad, he pensado, con el número 7: he salido de casa a las 8:47, he tomado el bus a las 8:57 y ahora faltan 7 minutos para que salga el bus. Todavía he dado otra vuelta aguantando el azote ciercero y regresado al autobús cuya puerta de entrada he franqueado pues se encontraba abierta.
El mastodonte rodado ha iniciado su viaje en sentido inverso y yo me he tenido que cambiar tres veces de asiento para evitar el sol durante el recorrido. Lo mismo ha hecho un señor situado detrás de mí, los dos como ejecutando un elemental ballet.
El viaje ha sido rápido y en un plis plas he sido trasladado del Actur al barrio Montemolín. Me he apeado en las cercanías del pabellón Príncipe Felipe, que es donde se ubica la parada final de trayecto.
Enseguida he avistado el Bar Iceberg, ubicado en la esquina de Cesáreo Alierta con Camino de Cabaldós, viejo conocido visitado en alguna otra ocasión y me he encarrilado por esa calle. He girado por la calle José Galiay y, enseguida he vislumbrado el colegio La Salle Montemolín. Al principio no le he hecho mucho caso al centro escolar pero cuando les he preguntado a unos señores mayores por la iglesia del barrio, ello me han indicado que a las 11:30 hacían misa en el colegio ya que estaban celebrando la semana de San Juan Bautista de la Salle, patrón del centro. Enseguida he tomado la decisión de asistir a esa misa al intuir que la experiencia podía ser interesante.
Me he adentrado en las instalaciones del colegio y luego preguntado a una señora ecuatoriana que iba con su hija si sabía la hora de la celebración. Ella creía que era a las 11:00 pero estaba mal informada puesto que la hora correcta era la que me habían indicado los señores anteriormente comentados. Eran las 11:7 minutos (otra vez el 7) y he decidido deambular por los pasillos del centro que se encontraba abierto a los visitantes. En primer lugar he visitado una exposición de trabajos escolares muy bien presentada y ambientada. Cuadernos realizados con letra exquisita y otras tareas académicas se mostraban con orgullo en mesas preparadas al efecto. También cuadros y trabajos manuales en los que discretamente habían colocado el cartel de "Fotos no". Una primera conclusión obtenida es que los salesianos mostraban orgullosos los mejores trabajos de los alumnos y -creo yo- de las madres.
Después me he dedicado a caminar por los pasillos del colegio, muy limpios y escoscados y engalanados con orlas de las distintas promociones que han ido terminando sus estudios en el centro. Me ha sorprendido una pecera iluminada, limpia y bien cuidada en la que sus habitantes parecían encontrarse muy a gusto. Tanto orden y limpieza en este centro concertado contrastaba con el desorden y dejadez que yo he observado en algunos centros públicos. Ha sido un primer "flash" de otros que han venido más tarde.
En una intersección de pasillos he podido observar a un coro ensayando. Con gran empeño y dedicación un nutrido grupo de señoras y señores de edad avanzada la mayoría de ellos, se preparaban para su posterior intervención en la celebración eucarística. Posteriormente he averiguado que se trata de la Coral San Agustín que ya ha celebrado su XX aniversario http://www.terra.es/personal4/coralsanagustin/
Ha sido un segundo destello que, de nuevo, me ha llevado a establecer comparaciones entre la enseñanza estatal, laica y la enseñanza religiosa.
Un tercer "fogonazo" que también me ha deslumbrado ha sido la cuidadosa puesta en escena y el orgullo de pertenencia a la comunidad lasalliana que se observaba tanto en los asistentes como en el celebrante en el desarrollo de la misa en la cual, como decía ha intervenido el coro.
Estos tres impactos me han hecho reflexionar sobre la enorme diferencia existente entre los centros públicos y los privados concertados, especialmente los religiosos. Estos últimos comparten unas referencias y unos valores muy claros basados en la doctrina cristiana. Alrededor de estos valores, que como digo, están muy bien establecidos se ha ido construyendo un estilo de enseñanza con el que se puede estar más o menos de acuerdo (yo, personalmente, no comulgo con ella) pero que sin duda propician y posibilitan una formación más coherente con el ideario que la que reciben nuestros alumnos de la pública.
Lo deseable (he pensado) sería que en los centros públicos hubiera un acuerdo claro con una serie de valores que compartiera toda la comunidad educativa. Valores basados en la declaración de derechos humanos y otras declaraciones fundamentales de la humanidad. Pero, como digo, la clave sería que todos, de verdad, compartiéramos esos valores y los tuviéramos permanentemente en cuenta a la hora de educar a nuestros alumnos. Para ello se requeriría un liderazgo claro y reconocido por toda la comunidad educativa por parte de los equipos directivos y también un compromiso diario de los padres y los hijos/as para que, conjuntamente con los profesores, todos a una, tratáramos de lograr la mejor educación posible para los alumnos.
En esas elucubraciones me estaba dispersando cuando ya ha dado comienzo la celebración. Enseguida se ha arrancado el coro muy bien dirigido por Antonio González (lo he averiguado en Internet) que cadenciosa y melódicamente ha ambientado toda la misa.
Las lecturas y el evangelio no han dado para mucho. Se hablaba de la ascensión definitiva de Jesús a los cielos. La homilia ha sido leida por el cura con tono cansino. No me ha aportado nada nuevo. Sólo una referencia a la antigua frase de los tres días que relucen más que el sol intercalada con otra aludiendo a la sustitución de la festividad de hoy por la cincomarzada me ha hecho sonreir levemente.
Ya estaba visto lo básico y al terminar el sermón leído me he puesto en pie y driblando los asientos del coro he conseguido llegar a la puerta y abandonar presuroso la Lasaliana capilla.
He salido del centro educativo y no tenía muchas ganas de recorrer el barrio porque, como he dicho, ya lo tengo visto de otras ocasiones. Así es que he decidido meterme en la cafetería Iceberg regentada por dos féminas -yo diría que dominicanas- y un camarero de la misma nacionalidad. Me han atendido con amablidad pero produciendo en mi un cierto sentimiento de ser ignorado. También me ha parecido detectar un cierto rictus de indiferencia cuando he preguntado por el Heraldo. Como ya se sabe, son componentes emocionales, fundamentalmente los que deciden a los consumidores a realizar o no una compra. Si en ese momento me hubieran trasportado a otro bar, yo hubiera tomado la consumición en el segundo establecimiento. Eso lo dice todo.
Como siempre, las viandas me han sabido buenísimas y luego me he leido de cabo a rabo el rotativo aragonés. He pagado y he salido del local, trasladándome hasta una papelería cercana que ya había detectado donde he adquirido El País, con el morbo de ver el tratamiento que le daba al "tijeretazo" de Zapatero a los funcionarios.
Después me he encaminado hacia el principio-final de línea del 44 y enseguida ha llegado el autobús. El traslado hasta mi barrio me ha resultado especialmente fugar porque iba embebido en las noticias de la crisis económica.
El viento me ha seguido zarandeando a mi llegada al barrio. Sus empujones inmisericordes me han servido para tomar conciencia de la hora: las 12:47. El recorrido de hoy me ha llevado, pues, tres horas exactas.
Al llegar a casa, he permanecido hablando un buen rato con Rosa Mari sobre mis experiencias de hoy y especialmente sobre las elucubraciones comentadas anteriormente sobre los colegios públicos y los privados. Después he comenzado a redactar la primera parte de mi crónica. Sobre las 14:47 me han llamado para comer. También como siempre -otra regularidad- he devorado la comida con muy buena gana. El medio vaso de Rioja ha producido en mí un efecto narcótico y, después de leer brevemente el periódico, me he echado una cabezada. Una vez reiniciado el sistema operativo he dedicado la tarde a leer El País con más detenimiento y también a dar vuelta con mi padre a los frutales de la parcela de Villamayor.
Todas las fotos (que hoy son pocas) en:´http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea44UnaExperienciaParaLaReflexion#
domingo, 9 de mayo de 2010
Visita a Juslibol y sus apacibles gentes. Línea 43
No sé si serían las pasas que me comí con excesiva voracidad a última hora de la noche o la secuencia de comidas novedosas que he ido preparando desde el jueves o, simplemente, las preocupaciones inconscientes que siempre rondan por la mente. El caso es que esta noche no he dormido muy bien y me he despertado un tanto atontado. Sin embargo, como me suele pasar habitualmente, ha sido poner los pies en el suelo y poco a poco esa sensación de angustia vital se ha ido disipando y ha ido dejando paso a la ya conocida ilusión por vivir una nueva aventura en la mañana del domingo.
Me he permitido tomar un vaso de leche con "coca de cabell d´angel" adquirida en Bon Área y la inicial sensación de atontamiento ha quedado definitivamente atrás. Así es que he confirmado la hora de salida: 8:54 y pertrechado con los habituales útiles del domingo he salido a la calle.
El día ofrecía un muy buen aspecto. Había llovido por la noche y la temperatura era agradable. Como siempre, poca gente por la calle a estas primeras horas de la mañana y yo, tan campante caminando ya por la Avenida Cataluña dirección Paseo Pamplona que es donde se ubicaba hoy el inicio de la línea 43.
Mentalmente ya había diseñado el recorrido hasta la parada. Iría por la Avenida Cataluña, cruzaría el Puente de Piedra y luego por la Calle Alfonso, Paseo Independencia hasta mi destino autobusero.
Como la sorpresa siempre acecha, ya en la Plaza del Pilar he observado un inusual movimiento de policías y voluntarios lo cual era un indicativo de algún evento que se preparaba. Enseguida he comprobado que hoy tenía lugar la Media Maratón Ciudad de Zaragoza y, efectivamente he podido contemplar multitud de deportistas que se dirigían hacia el Paseo Independencia, lugar donde se ubicaba la línea de salida. He aprovechado para tomar varias fotografías ya que consideraba que la carrera lo merecía. Otros fotógrafos y fotógrafas también realizaban la misma misión con lo que hoy yo ya me he considerado un poco más integrado en el gremio de los reporteros. Se ha dado la señal de salida y una multitud de atletas de un rango de edad similar (30-40 años), con sus excepciones, han partido con tranquilidad pero sin demorarse con la firme decisión de realizar completo el recorrido. Como digo he aprovechado para tomar más fotos por la singularidad de la celebración.
He dejado atrás a los corredores (no por mi velocidad sino porque yo realizaba otro recorrido) y me he presentado en el Paseo de Pamplona. Por ir a lo seguro, antes de buscar yo mismo la parada, le he preguntado a un conductor de otro bus y, enseguida me ha dirigido al sitio correcto que, por cierto, lo tenía justo enfrente.
El bus ha sido remiso en presentarse. Mientras, he intentado aprovechar el tiempo de espera conectándome a Internet y leyendo los titulares de El País al tiempo que pensaba que al anunciado boom de la conexión con móvil habrá que dotarlo de algún contenido atractivo porque, de momento, no le veo gran utilidad.
Después de una prolongada espera, ha aparecido el 43. Como suele ser habitual, le he preguntado al conductor si tardaría un poco en partir pero él me ha indicado -un poco crípticamente- que se iba ya, que no estaba para esperas. Yo he supuesto que esta urgencia en arrancar debía obedecer a algún retraso acumulado como consecuencia de la carrera. También he observado cómo el conductor realizaba una consulta a través de un micrófono alargado integrado en el propio vehículo y cómo "los de arriba" le daban indicaciones de cómo tenía que proceder.
En la parada del mercado central han subido varios abuelos y en las siguientes ha continuado la tónica general de ascenso de poca gente y de edad avanzada excepto una chica joven negra que destacaba entre el resto de los transportados por su juventud, su color y su porte desenfadado.
Con bastante rapidez hemos aparecido a la entrada del Barrio de Juslibol. Inmóviles, nos han saludado unas modernas esculturas de joteros y las obras de ampliación de la Residencia Rey Ardid.
Después de discurrir por estrechas callejuelas donde el bus cabía muy justo, hemos desembocado en la Plaza de la Iglesia donde ha sido necesario realizar maniobras haciendo incluso marcha atrás para encarar el bus en dirección Zaragoza. Logrado su objetivo el conductor ha permitido que los últimos dos pasajeros que quedábamos en el interior del vehículo, descendiéramos.
Lo más notorio al apearme del bus ha sido el silencio y la tranquilidad que se respiraban en el barrio. Enseguida he comenzado a caminar y me he dirigido hacia la Plaza del Arzobispo constatando que sigue en su sitio. Una acequia que discurre por su lado izquierdo ha sido merecedora de mi atención y de mi cámara. Allí he dado media vuelta y tomado la decisión de recorrer las calles paralelas a la de la Iglesia, situadas en el siguiente nivel superior.
Ha sido un paseo agradable y gratificante. Siempre acompañado por la monumental presencia de montañas de antiquísimos sedimentos marinos he ido descubriendo parajes y localizaciones por los que nunca había pasado. He tomado muchas fotos de las famosas "casas-cueva" de este barrio, algunas de ellas muy bien acondicionadas exteriormente e imagino que también en su interior. Me ha quedado tiempo incluso para tomar dos autofotos en las que -ahora que me veo- salgo favorecido. He paseado por la calle de la Escuela, calle del Almacén, de Doña Manolita Marco, de Las Flores y otras muchas de enigmáticos nombres -como la calle de Las Velillanas- y mientras, yo, disfrutando del día, de la tranquilidad y de sentirme primer hollador de nuevos enclaves.
Todavía me ha quedado tiempo para visitar Torre Genoveva y las instalaciones de la Fundación Rey Ardid antes de aterrizar en el bar "El Tinajo" que ya conocía de otras ocasiones pero que siempre me sorprende por lo castizo de su concurrencia.
Efectivamente, nada más entrar en el establecimiento ya me han dado ganas de darme media vuelta. Sin embargo la constatación de que sólo hay un bar en Juslibol ha inclinado la balanza para que permaneciera en el local. En su interior una concurrida presencia de hombres jubilados se encargaba de "darle color y volumen" al bar. Lo del volumen es por la voz ya que allí la comunicación se establece a gritos. Como he podido yo también he optado por levantar la voz y he solicitado mi anhelado café con leche y dos churros de los 6 ó 7 que dormitaban en un rincón.
Estaba realizando la operación de aprovisionamiento cuando un señor bajito se me ha acercado y me ha empezado a hablar como si me conociera de toda la vida. Yo, conocedor de determinados perfiles de las gentes de los pueblos, le he hecho caso pacientemente los primeros minutos mientras buscaba una excusa para escaparme de sus garras. La he encontrado al descubrir un Heraldo abierto en una mesa y constatar que pertenecía al bar. Cual pantera me he abalanzado sobre el diario y, de paso, escapado del contumaz conversador.
La lectura del rotativo se ha prolongado durante un buen período de tiempo. Llevaba las gafas de ver de cerca y, por tanto, había que aprovechar la ocasión. Le he dado un repaso a la actualidad llamándome especialmente la atención el hecho de que Marcelino Iglesias tiene dos hermanos curas así como una sección dedicada a empresas innovadoras en el sector de Internet.
Los churros habían sido bien bañados en aceite porque todavía rezumaban el oleaginoso elemento. No obstante como ya había buena gana después del paseo, los he devorado con fruición. El café con leche, bien cargado de café me ha puesto en órbita. Todavía he tenido tiempo de realizar una grabación de audio de las grandes voces de la señora que servía en la barra y de la concurrencia con la duda de si esa grabación se puede incluir en este blog.
Ya se acercaba la hora de la misa -las 12- así es que he pagado (1,50 €) , salido del establecimiento y me he encarrilado de nuevo hacia la plaza del arzobispo con la idea de fotografiar los escudos arzobispales. Cuando estaba fotografiando el segundo escudo, ubicado en la puerta de la iglesia, un señor me ha inquirido sobre la antiguedad del mismo y yo que ya lo había leido, he quedado muy bien contestándole que era del siglo XVI. Resulta que el señor era el propietario de la casa aledaña a la del arzobispo en la que colocó el primer escudo "para el que hubo que buscar una grúa de tanto que pesaba".
Ya eran las doce y la gente iba entrando en la iglesia. El señor ha tomado agua bendita y, en un gesto que no veía hace tiempo, me la ha pasado también a mis manos.
La iglesia me ha recordado un poco a la de Peñaflor, sobretodo por su decoración y pintado interior. A diferencia de la segunda, la de Juslibol presenta unas grietas considerables que me han hecho pensar por un momento si estaría seguro del todo en el recinto. Enseguida ha salido el sacerdote acompañado -como novedad- de un chico y una chica monaguillos. Inevitablemente enseguida han surcado por mi mente pensamientos relacionados con la actual tormenta que vive la iglesia debida a los caso de pederastia surgidos como setas en todos los países. Sin embargo, en honor a la verdad debo decir que el sacerdote me ha parecido exquisito tanto en sus formas como en el fondo de su discurso como luego comentaré.
Ha arrancado la misa y se han sucedido las secuencias propias del divino oficio con las lecturas sagradas. La segunda era del libro del apocalipsis y es la que más me ha llamado la atención sobretodo por la aparición del número 12 en la descripción de Jerusalén, de sus puertas, del grosor de sus muros y de las tribus de Israel. Ello ha dado pie para que pensara en el origen de la famosa docena de huevos y elucubrar sobre la relación que pudieran tener ambas cuestiones.
Miro ahora mismo en el oráculo Google para ver la información sobre el 12 y me sale esto:
"El uso del número 12 tiene su origen, probablemente en Mesopotamia". También leo en Wikipedia múltiples argumentos para la utilización del 12 mejor que el 10. De hecho muchas medidas inglesas mantienen la docena en sus equivalencias. También veo una tabla de multiplicar en base duodecimal, pero declino investigar más so pena de voverme majara.
Siguiendo con la celebración, también el evangelio ha dado para mucho ya que hoy trataba del saludo deseando la paz "la paz sea con vosotros", "mi paz os dejo, mi paz os doy", etc. Ya en la homilía, el cura se ha desempeñado con mucho acierto al hacer énfasis en la necesidad de estar en paz con uno mismo para desear y dar la paz a los demás. Su discurso ha sido sencillo, ponderado y bien estructurado por lo que, en esta ocasión, a diferencia de mis últimas incursiones eclesiales, he estado muy atento y comprendido todo el sermón. Mis felicitaciones para el sacerdote.
Quizás por ello he decidido permanecer en el templo hasta que acabara la misa y todavía he tenido tiempo de equivocarme con el nuevo padrenuestro que no termino de aprender. He dado fraternalmente la paz a una oronda señora y también escuchado las últimas indicaciones del cura recordando que el próximo día 15 de mayo se celebra San Isidro labrador. Sólo cuando el mosen ha rogado a la concurrencia que permaneciera sentada para repasar los ingresos-gastos de la parroquia, yo ya iba abandonando la iglesia.
En el exterior se descolgaban algunas tímidas gotas y peculiares formas nubosas iban desfilando ante los de abajo sin que estos últimos hiciéramos mucho caso. Durante unos minutos he esperado al bus en el final de la línea pero como no viniera, he decidido caminar hasta la siguiente parada para hacer tiempo, luego la siguiente y cuando he visto que venía el bus desde Zaragoza, he ido hasta la tercera parada puesto que he calculado que tendría tiempo más que suficiente para llegar. De nuevo a esperar otra vez hasta que ha llegado el 43 también con poco personal en su interior. Rápidamente me ha trasladado hasta Gran Casa y las cercanías de la cafetería "La Trufa" del domingo pasado. He descendido y enseguida ha llegado el C1 que velozmente me ha conducido hasta Marqués de la Cadena en mi regreso al barrio. Todavía me quedaba la gestión del periódico y he pasado por Larrosa para adquirilo al tiempo que llamaba por teléfono a casa por si había que compar pan. "Pan y una tarta para Eva" me ha indicado Rosa Mari ya que hoy celebrábamos el 18 cumpleaños de mi hija pequeña que ya no lo es tanto.
He llegado a casa con los productos y, enseguida he subido al cuarto de mi niña a felicitarla. Estaba con una amiga y se ha alegrado mucho de mi sincera felicitación. Después me he puesto a volcar las fotos en el ordenador y escribir la primera parte de la crónica hasta que me han llamado para comer.
La comida se ha desarrollado muy agradablemente y sólo la falta de velitas con el número 18 ha empañado un poco la celebración. Como he podido, he compuesto el número 18 con otras velas y así hemos salido al paso del inconveniente. Hoy también me he permitido un poco de licor al final del yantar.
Reportaje fotográfico completo en:
http://picasaweb.google.com/rutaviva2/VisitaAJuslibolYSusApaciblesGentesLinea43#
Me he permitido tomar un vaso de leche con "coca de cabell d´angel" adquirida en Bon Área y la inicial sensación de atontamiento ha quedado definitivamente atrás. Así es que he confirmado la hora de salida: 8:54 y pertrechado con los habituales útiles del domingo he salido a la calle.
El día ofrecía un muy buen aspecto. Había llovido por la noche y la temperatura era agradable. Como siempre, poca gente por la calle a estas primeras horas de la mañana y yo, tan campante caminando ya por la Avenida Cataluña dirección Paseo Pamplona que es donde se ubicaba hoy el inicio de la línea 43.
Mentalmente ya había diseñado el recorrido hasta la parada. Iría por la Avenida Cataluña, cruzaría el Puente de Piedra y luego por la Calle Alfonso, Paseo Independencia hasta mi destino autobusero.
Como la sorpresa siempre acecha, ya en la Plaza del Pilar he observado un inusual movimiento de policías y voluntarios lo cual era un indicativo de algún evento que se preparaba. Enseguida he comprobado que hoy tenía lugar la Media Maratón Ciudad de Zaragoza y, efectivamente he podido contemplar multitud de deportistas que se dirigían hacia el Paseo Independencia, lugar donde se ubicaba la línea de salida. He aprovechado para tomar varias fotografías ya que consideraba que la carrera lo merecía. Otros fotógrafos y fotógrafas también realizaban la misma misión con lo que hoy yo ya me he considerado un poco más integrado en el gremio de los reporteros. Se ha dado la señal de salida y una multitud de atletas de un rango de edad similar (30-40 años), con sus excepciones, han partido con tranquilidad pero sin demorarse con la firme decisión de realizar completo el recorrido. Como digo he aprovechado para tomar más fotos por la singularidad de la celebración.
He dejado atrás a los corredores (no por mi velocidad sino porque yo realizaba otro recorrido) y me he presentado en el Paseo de Pamplona. Por ir a lo seguro, antes de buscar yo mismo la parada, le he preguntado a un conductor de otro bus y, enseguida me ha dirigido al sitio correcto que, por cierto, lo tenía justo enfrente.
El bus ha sido remiso en presentarse. Mientras, he intentado aprovechar el tiempo de espera conectándome a Internet y leyendo los titulares de El País al tiempo que pensaba que al anunciado boom de la conexión con móvil habrá que dotarlo de algún contenido atractivo porque, de momento, no le veo gran utilidad.
Después de una prolongada espera, ha aparecido el 43. Como suele ser habitual, le he preguntado al conductor si tardaría un poco en partir pero él me ha indicado -un poco crípticamente- que se iba ya, que no estaba para esperas. Yo he supuesto que esta urgencia en arrancar debía obedecer a algún retraso acumulado como consecuencia de la carrera. También he observado cómo el conductor realizaba una consulta a través de un micrófono alargado integrado en el propio vehículo y cómo "los de arriba" le daban indicaciones de cómo tenía que proceder.
En la parada del mercado central han subido varios abuelos y en las siguientes ha continuado la tónica general de ascenso de poca gente y de edad avanzada excepto una chica joven negra que destacaba entre el resto de los transportados por su juventud, su color y su porte desenfadado.
Con bastante rapidez hemos aparecido a la entrada del Barrio de Juslibol. Inmóviles, nos han saludado unas modernas esculturas de joteros y las obras de ampliación de la Residencia Rey Ardid.
Después de discurrir por estrechas callejuelas donde el bus cabía muy justo, hemos desembocado en la Plaza de la Iglesia donde ha sido necesario realizar maniobras haciendo incluso marcha atrás para encarar el bus en dirección Zaragoza. Logrado su objetivo el conductor ha permitido que los últimos dos pasajeros que quedábamos en el interior del vehículo, descendiéramos.
Lo más notorio al apearme del bus ha sido el silencio y la tranquilidad que se respiraban en el barrio. Enseguida he comenzado a caminar y me he dirigido hacia la Plaza del Arzobispo constatando que sigue en su sitio. Una acequia que discurre por su lado izquierdo ha sido merecedora de mi atención y de mi cámara. Allí he dado media vuelta y tomado la decisión de recorrer las calles paralelas a la de la Iglesia, situadas en el siguiente nivel superior.
Ha sido un paseo agradable y gratificante. Siempre acompañado por la monumental presencia de montañas de antiquísimos sedimentos marinos he ido descubriendo parajes y localizaciones por los que nunca había pasado. He tomado muchas fotos de las famosas "casas-cueva" de este barrio, algunas de ellas muy bien acondicionadas exteriormente e imagino que también en su interior. Me ha quedado tiempo incluso para tomar dos autofotos en las que -ahora que me veo- salgo favorecido. He paseado por la calle de la Escuela, calle del Almacén, de Doña Manolita Marco, de Las Flores y otras muchas de enigmáticos nombres -como la calle de Las Velillanas- y mientras, yo, disfrutando del día, de la tranquilidad y de sentirme primer hollador de nuevos enclaves.
Todavía me ha quedado tiempo para visitar Torre Genoveva y las instalaciones de la Fundación Rey Ardid antes de aterrizar en el bar "El Tinajo" que ya conocía de otras ocasiones pero que siempre me sorprende por lo castizo de su concurrencia.
Efectivamente, nada más entrar en el establecimiento ya me han dado ganas de darme media vuelta. Sin embargo la constatación de que sólo hay un bar en Juslibol ha inclinado la balanza para que permaneciera en el local. En su interior una concurrida presencia de hombres jubilados se encargaba de "darle color y volumen" al bar. Lo del volumen es por la voz ya que allí la comunicación se establece a gritos. Como he podido yo también he optado por levantar la voz y he solicitado mi anhelado café con leche y dos churros de los 6 ó 7 que dormitaban en un rincón.
Estaba realizando la operación de aprovisionamiento cuando un señor bajito se me ha acercado y me ha empezado a hablar como si me conociera de toda la vida. Yo, conocedor de determinados perfiles de las gentes de los pueblos, le he hecho caso pacientemente los primeros minutos mientras buscaba una excusa para escaparme de sus garras. La he encontrado al descubrir un Heraldo abierto en una mesa y constatar que pertenecía al bar. Cual pantera me he abalanzado sobre el diario y, de paso, escapado del contumaz conversador.
La lectura del rotativo se ha prolongado durante un buen período de tiempo. Llevaba las gafas de ver de cerca y, por tanto, había que aprovechar la ocasión. Le he dado un repaso a la actualidad llamándome especialmente la atención el hecho de que Marcelino Iglesias tiene dos hermanos curas así como una sección dedicada a empresas innovadoras en el sector de Internet.
Los churros habían sido bien bañados en aceite porque todavía rezumaban el oleaginoso elemento. No obstante como ya había buena gana después del paseo, los he devorado con fruición. El café con leche, bien cargado de café me ha puesto en órbita. Todavía he tenido tiempo de realizar una grabación de audio de las grandes voces de la señora que servía en la barra y de la concurrencia con la duda de si esa grabación se puede incluir en este blog.
Ya se acercaba la hora de la misa -las 12- así es que he pagado (1,50 €) , salido del establecimiento y me he encarrilado de nuevo hacia la plaza del arzobispo con la idea de fotografiar los escudos arzobispales. Cuando estaba fotografiando el segundo escudo, ubicado en la puerta de la iglesia, un señor me ha inquirido sobre la antiguedad del mismo y yo que ya lo había leido, he quedado muy bien contestándole que era del siglo XVI. Resulta que el señor era el propietario de la casa aledaña a la del arzobispo en la que colocó el primer escudo "para el que hubo que buscar una grúa de tanto que pesaba".
Ya eran las doce y la gente iba entrando en la iglesia. El señor ha tomado agua bendita y, en un gesto que no veía hace tiempo, me la ha pasado también a mis manos.
La iglesia me ha recordado un poco a la de Peñaflor, sobretodo por su decoración y pintado interior. A diferencia de la segunda, la de Juslibol presenta unas grietas considerables que me han hecho pensar por un momento si estaría seguro del todo en el recinto. Enseguida ha salido el sacerdote acompañado -como novedad- de un chico y una chica monaguillos. Inevitablemente enseguida han surcado por mi mente pensamientos relacionados con la actual tormenta que vive la iglesia debida a los caso de pederastia surgidos como setas en todos los países. Sin embargo, en honor a la verdad debo decir que el sacerdote me ha parecido exquisito tanto en sus formas como en el fondo de su discurso como luego comentaré.
Ha arrancado la misa y se han sucedido las secuencias propias del divino oficio con las lecturas sagradas. La segunda era del libro del apocalipsis y es la que más me ha llamado la atención sobretodo por la aparición del número 12 en la descripción de Jerusalén, de sus puertas, del grosor de sus muros y de las tribus de Israel. Ello ha dado pie para que pensara en el origen de la famosa docena de huevos y elucubrar sobre la relación que pudieran tener ambas cuestiones.
Miro ahora mismo en el oráculo Google para ver la información sobre el 12 y me sale esto:
"El uso del número 12 tiene su origen, probablemente en Mesopotamia". También leo en Wikipedia múltiples argumentos para la utilización del 12 mejor que el 10. De hecho muchas medidas inglesas mantienen la docena en sus equivalencias. También veo una tabla de multiplicar en base duodecimal, pero declino investigar más so pena de voverme majara.
Siguiendo con la celebración, también el evangelio ha dado para mucho ya que hoy trataba del saludo deseando la paz "la paz sea con vosotros", "mi paz os dejo, mi paz os doy", etc. Ya en la homilía, el cura se ha desempeñado con mucho acierto al hacer énfasis en la necesidad de estar en paz con uno mismo para desear y dar la paz a los demás. Su discurso ha sido sencillo, ponderado y bien estructurado por lo que, en esta ocasión, a diferencia de mis últimas incursiones eclesiales, he estado muy atento y comprendido todo el sermón. Mis felicitaciones para el sacerdote.
Quizás por ello he decidido permanecer en el templo hasta que acabara la misa y todavía he tenido tiempo de equivocarme con el nuevo padrenuestro que no termino de aprender. He dado fraternalmente la paz a una oronda señora y también escuchado las últimas indicaciones del cura recordando que el próximo día 15 de mayo se celebra San Isidro labrador. Sólo cuando el mosen ha rogado a la concurrencia que permaneciera sentada para repasar los ingresos-gastos de la parroquia, yo ya iba abandonando la iglesia.
En el exterior se descolgaban algunas tímidas gotas y peculiares formas nubosas iban desfilando ante los de abajo sin que estos últimos hiciéramos mucho caso. Durante unos minutos he esperado al bus en el final de la línea pero como no viniera, he decidido caminar hasta la siguiente parada para hacer tiempo, luego la siguiente y cuando he visto que venía el bus desde Zaragoza, he ido hasta la tercera parada puesto que he calculado que tendría tiempo más que suficiente para llegar. De nuevo a esperar otra vez hasta que ha llegado el 43 también con poco personal en su interior. Rápidamente me ha trasladado hasta Gran Casa y las cercanías de la cafetería "La Trufa" del domingo pasado. He descendido y enseguida ha llegado el C1 que velozmente me ha conducido hasta Marqués de la Cadena en mi regreso al barrio. Todavía me quedaba la gestión del periódico y he pasado por Larrosa para adquirilo al tiempo que llamaba por teléfono a casa por si había que compar pan. "Pan y una tarta para Eva" me ha indicado Rosa Mari ya que hoy celebrábamos el 18 cumpleaños de mi hija pequeña que ya no lo es tanto.
He llegado a casa con los productos y, enseguida he subido al cuarto de mi niña a felicitarla. Estaba con una amiga y se ha alegrado mucho de mi sincera felicitación. Después me he puesto a volcar las fotos en el ordenador y escribir la primera parte de la crónica hasta que me han llamado para comer.
La comida se ha desarrollado muy agradablemente y sólo la falta de velitas con el número 18 ha empañado un poco la celebración. Como he podido, he compuesto el número 18 con otras velas y así hemos salido al paso del inconveniente. Hoy también me he permitido un poco de licor al final del yantar.
Reportaje fotográfico completo en:
http://picasaweb.google.com/rutaviva2/VisitaAJuslibolYSusApaciblesGentesLinea43#
domingo, 2 de mayo de 2010
Línea 42. Un recorrido del quince
No tenía mucha seguridad de levantarme hoy temprano puesto que ayer me acosté sobre las 2 de la madrugada. Una muy agradable velada en compañía de mi primo Manolo, la Pili -y Patricia- viendo las reformas de su casa y degustando "brazo de gitano", orujo buenísimo y las delicias de La Almozara, en sus bares, fue la causante del retraso en mi hora habitual de irme a dormir. Sin embargo la mente alberga insondables misterios pues sobre las ocho menos cuarto alguna neurona o grupo de ellas encargadas del área cerebral de la responsabilidad han realizado diligentes su trabajo y han hecho que me despertara.
Así es que ya tenemos preparado el cuadro de este domingo: somnoliento, micciono, me afeito, me pongo crema para el sol, bajo a vestirme y me visto, subo y me como un plátano y una naranja y me proveo de una manzana para mi nueva cita dominical.
Salgo de casa a las 8:51 y enseguida me llaman la atención las naves semiderruidas de Marqués de la Cadena. Decido dedicarles cuatro fotos que ahora, al supervisarlas, me resultan originales. Continúo a buen paso por el puente de la Unión y me cambio de acera (no alarmarse, era para ir por la sombra).
Sigo con mi periplo buscando intencionalmente recorridos novedosos. Decido circular por calles paralelas a San José y descubro nuevas calles y rincones hasta ahora no hollados por mí. Paso por la calle Monasterio de Samos y la cervecería-bar Sol, calle Luis Aula, calle de La Alegría, cafetería Capitán Alatristre, Plaza del Bearn, iglesia evangélica de Filadelfia (al lado del instituto Pablo Gargallo) y a la altura de la calle Melilla el trayecto se vuelve cada vez más empinado y rural hasta el punto que me meto por un sendero sin asfaltar y, si no llega a ser por un chucho que me ladra inopinadamente el canto de un ruiseñor me hubiera trasladado al sotobosque de la ribera del Ebro.
Paso por los restos de lo que en su día fueron viviendas de una planta con sus parcelas y que ahora están derruidas, atravieso un solar abandonado y, finalmente arribo al Canal Imperial donde una concurrida representación del gremio de la pesca se ha dado cita espaciando sus emplazamientos.
Al principio no se muy bien dónde estoy, pero enseguida me oriento: debo desviarme a la derecha para tomar el desangelado puente de hierro de La Paz, cruzar el canal y de nuevo tirar cuesta arriba, esta vez por el parque de la Paz para tratar de dar con la parada del 42 que, intuitivamente sitúo por la calle Oviedo. Sin embargo, ni rastro de la 42, por lo que continúo mi trayecto con la intención de encontrar yo solito la parada sin preguntar a nadie por la calle San Eugenio y calle Cuarta Avenida y de nuevo sin noticias de la parada del bus. Finalmente decido preguntarle a una señora que me encarrila con más acierto a las inmediaciones. Después confirmo la veracidad de la información con un señor que, con más precisión, me indica dónde puedo encontrar mi anhelado bus. Conclusión: he llegado a la parada al tiempo que he disfrutado con la incertidumbre de encontrarla y a sabiendas que preguntando se llega a Roma.
Como no se ve a nadie por la calle hipotetizo que el bus pasa muy de tiempo en tiempo y, consiguientemente decido seguir caminando para buscar el inicio de la parada pero justo cuando ya he resuelto que tomaré el vehículo "au commencement" aparece y tengo que regresar precipitadamente a mi anterior emplazamiento para tomarlo.
Vamos solos los dos en el bus: el conductor y yo pero esta anomalía dura poco porque enseguida empieza el festival de subidas y bajadas de personas anónimas viajando conmigo.
(Continúo con mi relato hoy lunes, día 3 de mayo a las 17:29 de la tarde. El retraso en escribir la crónica debido a obligaciones familiares me va a permitir constatar el porcentaje de pérdida de información que, según las añejas investigaciones de Ebbinghaus podría llegar a ser hasta del 70%. En fin, qué se le va a hacer)
El viaje se desarrolla a buen ritmo pero se me hace larguísimo. El bus da vueltas y más vueltas hasta que por fin se encarrila hacia el Actur. Cuando por fin llegamos a las cercanías del Carrefour ya estoy deseando apearme.
Comienza entonces la segunda parte del periplo dominguero. Me acerco a unos señores para interesarme por la parroquia pero me encaminan hacia la de San Jorge (parroquia de San Andrés) en la que ya estuve cuando viajé en la línea 23. Me acerco hasta la puerta de la iglesia casi con la certeza que ya la había visitado y lo constato. Oh, decepción, tendré que buscar otro templo para que mi objetivo quede cubierto.
Decido entonces visitar la barriada de viviendas sociales donde antiguamente se ubicaba el teatro de títeres "Arbolé" y probar suerte a ver si hay otra nueva iglesia por los alrededores. Esta decisión ha sido muy acertada porque me ha permitido pasearme por una zona de la ciudad por la que no discurro habitualmente. Paseo un rato en paralelo a la autovía A2 o Autovia del Nordeste. Observo los paneles acústicos colocados para -en teoría- proteger a la población residente del rugiente ruido de la autovía. También constato la existencia de dos localizaciones en las que se rompe la "cadena de aislamiento acústico" puesto que son dos oquedades por las que entra el ruido impunemente. Empiezo a compadecerme de la gente con pocos recursos y todavía me compadezco más cuando contemplo una barriada con los bajos de las viviendas o locales sin utilidad comercial, llenos de pintadas. Los "jardines" tampoco dan para muchas alegrías. En fin, me da un poco la impresión de que -intencionalmente- se decidió ubicar en este emplazamiento a gente de bajo poder adquisitivo y también baja capacidad de presión a las autoridades.
Le pregunto a una señora gitana si sabe dónde se ubica la iglesia. Ella me devuelve la pregunta: ¿es para llevar ropa? como indicándome que a ella le vendría bien. Cuando le digo que es para oír misa se desentiende rápidamente. Luego a una señora mayor que, por aquello de la edad, intuyo sabrá algo de templos. Me indica algo crípticamente que cerca de la residencia de ancianos cree que hay una iglesia. Como no se donde se ubica dicha residencia continúo mi excursión hasta que veo un edificio con pintas de ser templo. Oh, decepción de nuevo, es un templo pero Adventista.
Empiezo a pensar que a la jerarquía católica no le interesan mucho los pobres de este barrio y que los adventistas (aleluyas entre los gitanos) han tomado esta parte menos sabrosa del pastel. Dejo atrás la iglesia y a lo lejos contemplo unas sillas de inválidos ocupadas por gente mayor. "Esa será la residencia" y me encamino hacia ella. Por el camino me topo con una señora que pasea un perrito y le inquiero sobre la iglesia. Negando la mayor, me dice que por allí no hay iglesia católica alguna y que la más cercana la tengo a bastante distancia, cerca del parque del Respeto (curioso nombre) para lo cual deberé atravesar Pablo Picasso. Resignado, me encarrilo hacia esa Avenida y continúo mi indagación. El caso es que después de mucho andar y andar, descubro finalmente la iglesia del Espíritu Santo que forma parte de la parroquia de San Andrés en la Calle Emilia Pardo Bazán, 27. Gozoso por mi buena fortuna me dirijo presuroso a los carteles indicadores de los horarios de misas. ¡Vaya! son las 11:15 y la celebración comenzaba a las 11:00 ¿qué hacer? ya que la siguiente (misa) comienza a las 12:30. Decido meterme aunque sea un poco tarde y me encuentro ya con el sermón. En el mismo instante en el que me siento, descubro que he metido la gamba por el tono monocorde del cura, la propia rapidez de la decisión y el deseo de seguir el ritual de visitas anteriores pasando por el bar antes de acudir a la iglesia. Todo ello da como resultado que me ponga en pie y abandone precipitadamente el templo.
Ahora son las 11:20 y dispongo de una horaza para dedicarla a lo que me plazca así es que primero buscaré una cafetería con "charme" o, como decía Belarra, que me "coinvolga" (pronúnciese "coinvolya", del verbo italiano "coinvolgere"), es decir que me implique, que me involucre. La tarea no es fácil porque la crisis ha vaciado muchos bares y otros los ha "enfeecido" (permítaseme esta expresión).
Vueltas y más vueltas por el entorno de Emilia Pardo Bazán y no veo cafeterías con encanto. Finalmente descubro otro "agujero de gusano" como el de la visita del domingo pasado, en la calle Sor Juana de la Cruz, que me trasporta a la calle Gertrudis Gómez de Avellaneda al lado de Grancasa. En ese nuevo universo descubro enseguida varios cafés con abundante afluencia de público y decido entrar a la Chocolatería-creperie-pizzeria "La Trufa". Las dos camareras (intuyo que también dueñas del local) no dan abasto pero atienden amablemente. Se han terminado los croissanes por lo que acepto la sugerencia de una tostada caliente con mantequilla y mermelada además de, por supuesto, mi sagrado café con leche.
Mucho humo en el local. Yo rezando para que aprueben de una vez por todas la prohibición de fumar en los bares y, mientras tanto extendiendo la mitad de la mantequilla (ojo con el colesterol) y toda la mermelada en la tostada. Me la comería al estilo pueblo pero me hago el refinado y la troceo cuidadosamente con el cuchillo y el tenedorcillo. Los dos productos me han sabido a gloria. Creo que el cuerpo ya me pedía glucosa después de tanto andar. También el cerebro, que de nuevo se activa y trata de desentrañar conversaciones más o menos veladas, gestos y movimentos de los clientes del bar.
Pago, voy al baño y abandono "La trufa". No ha habido opción a la lectura de ningún diario por la aglomeración de personal en el establecimiento. Todavía me queda 1/2 hora que decido dedicar a recorrer con tranquilidad las calles aledañas. Tomo fotos aquí y allá de todo lo que me llama la atención y voy haciendo tiempo hasta que empiece la misa. La última visita es para una urbanización cerrada en la calle Emmeline Pankhusrt donde cuatro cipreses estratégicamente plantados configuran el centro de su plaza.
Llego a la iglesia y ya se ven distintos grupillos de gente diversa dispuestos a penetrar en la instalación. Un abundante grupo de sudamericanos me llama la atención. Todos ellos muy bien vestidos y arreglados. Luego me entero que tres niños de esa zona hacen hoy su primera comunión.
En el interior del recinto el panorama habitual: dos fieles más entusiastas afinando sus guitarras mientras niños y mayores forman un lógico barullo hasta que se acomodan. También observo al sacerdote que ya se ha revestido y que hace tiempo hasta que los músicos terminen con sus acordes de ensayo. Entra y sale varias veces -revestido- de la sacristía. Habla con un señor que hay a mi lado. Esas confianzas -pienso yo- le hacen perder autoridad ya que su entrada al comenzar la misa debería ser solemne.
Por fin da comienzo el divino oficio, recordando al público las primeras comuniones de los niños ecuatorianos y continúa con los trámites de siempre: las lecturas, el evangelio y, lo más sabroso, el sermón. Bueno, mejor dicho, debería ser lo más sabroso pues en esta ocasión tampoco ha dado para muchas alegrías. La estrategia del oficiante ha sido darle vueltas y más vueltas a la famosa frase "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Para mi gusto, ha jugado a realizar permutaciones, permutaciones con repetición y combinaciones de las palabras que componen la expresión y el resultado final ha sido un discurso aburridísimo y nada convincente ni por el fondo ni por las formas pues de comunicación no verbal tampoco iba muy sobrado. Deseando que terminara cuanto antes el suplicio dialéctico, he aguantado pacientemente el chaparrón de frases rebuscadas y lugares comunes. Para más inri, el sermón lo ha terminado abruptamente haciendo caso omiso a la regla de oro: introducción, nudo y desenlace. Como revancha yo también me he levantado abruptamente y he dejado atrás el templo por el cual no creo que vuelva a pasar más.
Regreso nuevamente a la calle de Gertrudis y adquiero el País. La señora que me lo vende presenta un semblante lastimero, como algo deprimida pero es amable. Luego me encamino hacia el C1 que llega con mucha rapidez y me trasporta hasta la parada ubicada al comienzo del Puente de la Unión. En el bus me encuentro con Serafín y su esposa, compañeros del colegio Cortes de Aragón cuando yo pertenecía al Equipo Psicopedagógico que visitaba ese centro. Ya están jubilados y disfrutan de su tiempo libre. Van a visitar a un primo que vive en mi urbanización y les franqueo la entrada al tiempo que continuamos charlando sobre la crisis económica, el desempleo juvenil, etc. Nos despedimos y yo tomo rumbo a mi casita. Llego y la casa está semivacía. Aprovecho para revisar por enésima vez el jardín: las rosas siguen brotando, el hierro ha favorecido a las abelias, las parras siguen creciendo a buen ritmo, las hormigas han iniciado un nuevo ascenso al cerezo, los geranios, agapantos y hemerocálides progresan adecuadamente, el limonero muestra espléndido sus aromáticas flores, las petunias vuelven a brotar, las fresas ya toman color y muchas semillas de albizia han germinado con las últimas lluvias. El trachelospermun a punto de florecer. Recojo varias hojas del suelo en un vano intento de poner orden en este entorno tan cambiante y luego me retiro al interior porque ya ha llegado la representación femenina y hay que dar novedades.
Una nueva y variada mañana de domingo ha sido bien aprovechada. El reto de recorrer todas las líneas de bus sigue en pie. No dejo de sorprenderme por las novedades con que me encuentro. Me lo paso muy bien y eso es más que suficiente.
Así es que ya tenemos preparado el cuadro de este domingo: somnoliento, micciono, me afeito, me pongo crema para el sol, bajo a vestirme y me visto, subo y me como un plátano y una naranja y me proveo de una manzana para mi nueva cita dominical.
Salgo de casa a las 8:51 y enseguida me llaman la atención las naves semiderruidas de Marqués de la Cadena. Decido dedicarles cuatro fotos que ahora, al supervisarlas, me resultan originales. Continúo a buen paso por el puente de la Unión y me cambio de acera (no alarmarse, era para ir por la sombra).
Sigo con mi periplo buscando intencionalmente recorridos novedosos. Decido circular por calles paralelas a San José y descubro nuevas calles y rincones hasta ahora no hollados por mí. Paso por la calle Monasterio de Samos y la cervecería-bar Sol, calle Luis Aula, calle de La Alegría, cafetería Capitán Alatristre, Plaza del Bearn, iglesia evangélica de Filadelfia (al lado del instituto Pablo Gargallo) y a la altura de la calle Melilla el trayecto se vuelve cada vez más empinado y rural hasta el punto que me meto por un sendero sin asfaltar y, si no llega a ser por un chucho que me ladra inopinadamente el canto de un ruiseñor me hubiera trasladado al sotobosque de la ribera del Ebro.
Paso por los restos de lo que en su día fueron viviendas de una planta con sus parcelas y que ahora están derruidas, atravieso un solar abandonado y, finalmente arribo al Canal Imperial donde una concurrida representación del gremio de la pesca se ha dado cita espaciando sus emplazamientos.
Al principio no se muy bien dónde estoy, pero enseguida me oriento: debo desviarme a la derecha para tomar el desangelado puente de hierro de La Paz, cruzar el canal y de nuevo tirar cuesta arriba, esta vez por el parque de la Paz para tratar de dar con la parada del 42 que, intuitivamente sitúo por la calle Oviedo. Sin embargo, ni rastro de la 42, por lo que continúo mi trayecto con la intención de encontrar yo solito la parada sin preguntar a nadie por la calle San Eugenio y calle Cuarta Avenida y de nuevo sin noticias de la parada del bus. Finalmente decido preguntarle a una señora que me encarrila con más acierto a las inmediaciones. Después confirmo la veracidad de la información con un señor que, con más precisión, me indica dónde puedo encontrar mi anhelado bus. Conclusión: he llegado a la parada al tiempo que he disfrutado con la incertidumbre de encontrarla y a sabiendas que preguntando se llega a Roma.
Como no se ve a nadie por la calle hipotetizo que el bus pasa muy de tiempo en tiempo y, consiguientemente decido seguir caminando para buscar el inicio de la parada pero justo cuando ya he resuelto que tomaré el vehículo "au commencement" aparece y tengo que regresar precipitadamente a mi anterior emplazamiento para tomarlo.
Vamos solos los dos en el bus: el conductor y yo pero esta anomalía dura poco porque enseguida empieza el festival de subidas y bajadas de personas anónimas viajando conmigo.
(Continúo con mi relato hoy lunes, día 3 de mayo a las 17:29 de la tarde. El retraso en escribir la crónica debido a obligaciones familiares me va a permitir constatar el porcentaje de pérdida de información que, según las añejas investigaciones de Ebbinghaus podría llegar a ser hasta del 70%. En fin, qué se le va a hacer)
El viaje se desarrolla a buen ritmo pero se me hace larguísimo. El bus da vueltas y más vueltas hasta que por fin se encarrila hacia el Actur. Cuando por fin llegamos a las cercanías del Carrefour ya estoy deseando apearme.
Comienza entonces la segunda parte del periplo dominguero. Me acerco a unos señores para interesarme por la parroquia pero me encaminan hacia la de San Jorge (parroquia de San Andrés) en la que ya estuve cuando viajé en la línea 23. Me acerco hasta la puerta de la iglesia casi con la certeza que ya la había visitado y lo constato. Oh, decepción, tendré que buscar otro templo para que mi objetivo quede cubierto.
Decido entonces visitar la barriada de viviendas sociales donde antiguamente se ubicaba el teatro de títeres "Arbolé" y probar suerte a ver si hay otra nueva iglesia por los alrededores. Esta decisión ha sido muy acertada porque me ha permitido pasearme por una zona de la ciudad por la que no discurro habitualmente. Paseo un rato en paralelo a la autovía A2 o Autovia del Nordeste. Observo los paneles acústicos colocados para -en teoría- proteger a la población residente del rugiente ruido de la autovía. También constato la existencia de dos localizaciones en las que se rompe la "cadena de aislamiento acústico" puesto que son dos oquedades por las que entra el ruido impunemente. Empiezo a compadecerme de la gente con pocos recursos y todavía me compadezco más cuando contemplo una barriada con los bajos de las viviendas o locales sin utilidad comercial, llenos de pintadas. Los "jardines" tampoco dan para muchas alegrías. En fin, me da un poco la impresión de que -intencionalmente- se decidió ubicar en este emplazamiento a gente de bajo poder adquisitivo y también baja capacidad de presión a las autoridades.
Le pregunto a una señora gitana si sabe dónde se ubica la iglesia. Ella me devuelve la pregunta: ¿es para llevar ropa? como indicándome que a ella le vendría bien. Cuando le digo que es para oír misa se desentiende rápidamente. Luego a una señora mayor que, por aquello de la edad, intuyo sabrá algo de templos. Me indica algo crípticamente que cerca de la residencia de ancianos cree que hay una iglesia. Como no se donde se ubica dicha residencia continúo mi excursión hasta que veo un edificio con pintas de ser templo. Oh, decepción de nuevo, es un templo pero Adventista.
Empiezo a pensar que a la jerarquía católica no le interesan mucho los pobres de este barrio y que los adventistas (aleluyas entre los gitanos) han tomado esta parte menos sabrosa del pastel. Dejo atrás la iglesia y a lo lejos contemplo unas sillas de inválidos ocupadas por gente mayor. "Esa será la residencia" y me encamino hacia ella. Por el camino me topo con una señora que pasea un perrito y le inquiero sobre la iglesia. Negando la mayor, me dice que por allí no hay iglesia católica alguna y que la más cercana la tengo a bastante distancia, cerca del parque del Respeto (curioso nombre) para lo cual deberé atravesar Pablo Picasso. Resignado, me encarrilo hacia esa Avenida y continúo mi indagación. El caso es que después de mucho andar y andar, descubro finalmente la iglesia del Espíritu Santo que forma parte de la parroquia de San Andrés en la Calle Emilia Pardo Bazán, 27. Gozoso por mi buena fortuna me dirijo presuroso a los carteles indicadores de los horarios de misas. ¡Vaya! son las 11:15 y la celebración comenzaba a las 11:00 ¿qué hacer? ya que la siguiente (misa) comienza a las 12:30. Decido meterme aunque sea un poco tarde y me encuentro ya con el sermón. En el mismo instante en el que me siento, descubro que he metido la gamba por el tono monocorde del cura, la propia rapidez de la decisión y el deseo de seguir el ritual de visitas anteriores pasando por el bar antes de acudir a la iglesia. Todo ello da como resultado que me ponga en pie y abandone precipitadamente el templo.
Ahora son las 11:20 y dispongo de una horaza para dedicarla a lo que me plazca así es que primero buscaré una cafetería con "charme" o, como decía Belarra, que me "coinvolga" (pronúnciese "coinvolya", del verbo italiano "coinvolgere"), es decir que me implique, que me involucre. La tarea no es fácil porque la crisis ha vaciado muchos bares y otros los ha "enfeecido" (permítaseme esta expresión).
Vueltas y más vueltas por el entorno de Emilia Pardo Bazán y no veo cafeterías con encanto. Finalmente descubro otro "agujero de gusano" como el de la visita del domingo pasado, en la calle Sor Juana de la Cruz, que me trasporta a la calle Gertrudis Gómez de Avellaneda al lado de Grancasa. En ese nuevo universo descubro enseguida varios cafés con abundante afluencia de público y decido entrar a la Chocolatería-creperie-pizzeria "La Trufa". Las dos camareras (intuyo que también dueñas del local) no dan abasto pero atienden amablemente. Se han terminado los croissanes por lo que acepto la sugerencia de una tostada caliente con mantequilla y mermelada además de, por supuesto, mi sagrado café con leche.
Mucho humo en el local. Yo rezando para que aprueben de una vez por todas la prohibición de fumar en los bares y, mientras tanto extendiendo la mitad de la mantequilla (ojo con el colesterol) y toda la mermelada en la tostada. Me la comería al estilo pueblo pero me hago el refinado y la troceo cuidadosamente con el cuchillo y el tenedorcillo. Los dos productos me han sabido a gloria. Creo que el cuerpo ya me pedía glucosa después de tanto andar. También el cerebro, que de nuevo se activa y trata de desentrañar conversaciones más o menos veladas, gestos y movimentos de los clientes del bar.
Pago, voy al baño y abandono "La trufa". No ha habido opción a la lectura de ningún diario por la aglomeración de personal en el establecimiento. Todavía me queda 1/2 hora que decido dedicar a recorrer con tranquilidad las calles aledañas. Tomo fotos aquí y allá de todo lo que me llama la atención y voy haciendo tiempo hasta que empiece la misa. La última visita es para una urbanización cerrada en la calle Emmeline Pankhusrt donde cuatro cipreses estratégicamente plantados configuran el centro de su plaza.
Llego a la iglesia y ya se ven distintos grupillos de gente diversa dispuestos a penetrar en la instalación. Un abundante grupo de sudamericanos me llama la atención. Todos ellos muy bien vestidos y arreglados. Luego me entero que tres niños de esa zona hacen hoy su primera comunión.
En el interior del recinto el panorama habitual: dos fieles más entusiastas afinando sus guitarras mientras niños y mayores forman un lógico barullo hasta que se acomodan. También observo al sacerdote que ya se ha revestido y que hace tiempo hasta que los músicos terminen con sus acordes de ensayo. Entra y sale varias veces -revestido- de la sacristía. Habla con un señor que hay a mi lado. Esas confianzas -pienso yo- le hacen perder autoridad ya que su entrada al comenzar la misa debería ser solemne.
Por fin da comienzo el divino oficio, recordando al público las primeras comuniones de los niños ecuatorianos y continúa con los trámites de siempre: las lecturas, el evangelio y, lo más sabroso, el sermón. Bueno, mejor dicho, debería ser lo más sabroso pues en esta ocasión tampoco ha dado para muchas alegrías. La estrategia del oficiante ha sido darle vueltas y más vueltas a la famosa frase "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Para mi gusto, ha jugado a realizar permutaciones, permutaciones con repetición y combinaciones de las palabras que componen la expresión y el resultado final ha sido un discurso aburridísimo y nada convincente ni por el fondo ni por las formas pues de comunicación no verbal tampoco iba muy sobrado. Deseando que terminara cuanto antes el suplicio dialéctico, he aguantado pacientemente el chaparrón de frases rebuscadas y lugares comunes. Para más inri, el sermón lo ha terminado abruptamente haciendo caso omiso a la regla de oro: introducción, nudo y desenlace. Como revancha yo también me he levantado abruptamente y he dejado atrás el templo por el cual no creo que vuelva a pasar más.
Regreso nuevamente a la calle de Gertrudis y adquiero el País. La señora que me lo vende presenta un semblante lastimero, como algo deprimida pero es amable. Luego me encamino hacia el C1 que llega con mucha rapidez y me trasporta hasta la parada ubicada al comienzo del Puente de la Unión. En el bus me encuentro con Serafín y su esposa, compañeros del colegio Cortes de Aragón cuando yo pertenecía al Equipo Psicopedagógico que visitaba ese centro. Ya están jubilados y disfrutan de su tiempo libre. Van a visitar a un primo que vive en mi urbanización y les franqueo la entrada al tiempo que continuamos charlando sobre la crisis económica, el desempleo juvenil, etc. Nos despedimos y yo tomo rumbo a mi casita. Llego y la casa está semivacía. Aprovecho para revisar por enésima vez el jardín: las rosas siguen brotando, el hierro ha favorecido a las abelias, las parras siguen creciendo a buen ritmo, las hormigas han iniciado un nuevo ascenso al cerezo, los geranios, agapantos y hemerocálides progresan adecuadamente, el limonero muestra espléndido sus aromáticas flores, las petunias vuelven a brotar, las fresas ya toman color y muchas semillas de albizia han germinado con las últimas lluvias. El trachelospermun a punto de florecer. Recojo varias hojas del suelo en un vano intento de poner orden en este entorno tan cambiante y luego me retiro al interior porque ya ha llegado la representación femenina y hay que dar novedades.
Una nueva y variada mañana de domingo ha sido bien aprovechada. El reto de recorrer todas las líneas de bus sigue en pie. No dejo de sorprenderme por las novedades con que me encuentro. Me lo paso muy bien y eso es más que suficiente.
El reportaje entero en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea42UnRecorridoDelQuince##
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Paseos dominicales por la ciudad de Zaragoza
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