domingo, 25 de abril de 2010

Línea 41. La próxima vez, traer sombrero

A pesar de llevar 640 kilómetros a mis espaldas, producto del viaje de ida y vuelta de ayer, sábado, a Madrid, he sido puntual a mi cita y me he despertado a eso de las 8:20 de la mañana. Aprovisionado con los cítricos de siempre, he salido de casa sobre las 8:57 ya con el objetivo prefijado de ir caminando hasta el inicio de la línea 41 en la Puerta del Carmen.

El paseo se ha desarrollado muy agradablemente. La mañana lucía un encanto especial propio de finales de abril y la gente paseaba tranquilamente por las riberas del Ebro mientras otros lanzaban sus cañas al río a la espera de inciertas capturas.

Una foto para un "chopo felusero" que se había encargado de tapizar de blanco los alrededores y varias para los candados del puente de Santiado, iconos de amores más o menos precipitados que, no se si por moda o por convicción, han quedado anclados en los barrotes de la barandilla para dejar pública constancia de la fortaleza de la unión.

Continuando por el Mercado Central y luego por César Augusto, todavía me he detenido en la iglesia de los escolapios a fotografiar un curioso fraile alado que preside la entrada que me ha llamado la atención e igualmente otra foto para la sede de Turismo de Aragón por si en su momento tengo necesidad de recabar información al hilo de la regeneración de Rutaviva.

He llegado finalmente a la Puerta del Carmen y, por aproximación he deducido que la parada-inicio de línea del 41 estaría en las inmediaciones. Sin embargo se me ha resistido y no me ha quedado más remedio que preguntarle a un conductor de otro bus, el cual amablemente me ha indicado el comienzo de línea en la calle Hernán Cortés.

Llegado a mi objetivo sólo me quedaba esperar que también arribara el bus, hecho que ha tenido lugar con rápida inmediatez. Preguntado el conductor por la salida, todavía me ha concedido 7 minutos para ver si conseguía comprar un bonobús pues en esta ocasión había sido mi hija mayor la que había dispuesto del bonobús de su padre.

No he conseguido adquirir la tarjeta y he abonado el importe en metálico. Como el conductor viera que yo esperaba las vueltas, ya me ha aclarado el nuevo precio del viaje: 1 €.

El bus ha iniciado un alegre trotecillo y muy poca gente ha subido en él. El viaje hasta Rosales del Canal me ha parecido plácido y tranquilo; más propio de un paseo turístico que de un desplazamiento urbano. Enseguida hemos llegado a Montecanal, discurrido por el Paseo de la Ilustración y descendido hasta las inmediaciones de la Clínica Montecanal desde la que ya se divisan tanto la Feria de Muestras como los movimientos de tierras de Arcosur.

Más tomas de fotos destacando grandes tuberías pendientes de enterramiento y, sobretodo, el azuzamiento del astro rey ya a esa hora relativamente temprana de la mañana.

Me he colocado una chaqueta que llevaba "por si acaso" en la cabeza para protegerme del sol y vestido de esa guisa he ido recorriendo las calles del nuevo gran barrio que allí se está construyendo.

Enseguida he avistado una pastelería y hacia ella me he dirigido presuroso pues el cuerpo me pedía azúcar. Me ha atendido una chica muy amable la cual con acento ruso me ha indicado también la ubicación de la iglesia del barrio a la entrada de Montecanal.

Otra vez a caminar desandando el tramo que anteriormente hiciera "a caballo" hasta que he llegado a la iglesia de Santa María donde me he informado de la hora de celebración dominguera: las 12 de la mañana. Todavía eran las 10:40 por lo que disponía de tiempo de sobra para continuar mis indagaciones sobre el acomodado barrio. Vuelta por aquí y vuelta por allá, tomando fotos de cafeterías y restaurantes para un hipotético regreso otro día acompañado de Rosa Mari. He recordado que en Montecanal viven José Antonio Canales, del pueblo y también Benigno Arias, compañero del sector de la psicopedagogía. No he visto a ninguno de los dos.

En un momento determinado he vislumbrado una callejuela estrecha sin asfaltar y algo descuidada en el plano jardinero y he decidido atravesarla. Posteriormente he descubierto que el enlace viene a ser como un "agujero de gusano" que te traslada desde el barrio de los ricos al barrio de las viviendas de protección oficial de Valdespartera. De manera que me he puesto muy contento al descubrir nuevos territorios para explorar. Para mi regocijo se ha puesto nombre de novelas y películas a las calles y así he paseado por la calle El ladrón de Bagdag, La isla del tesoro o Cantando bajo la lluvia. Por lo que he ido observando poco a poco el barrio se va poblando de jóvenes parejas pero todavía no hay suficiente masa crítica para una interacción social visible. En una de las cafeterías de nuevo cuño parecía observarse un poco más de movimento, así es que he decidido entrar a "Abierto hasta el amanecer" (así se llamaba el establecimiento) que conjuga tanto la función bar como la de restaurante.

Mucha amabilidad por parte de la joven camarera con sendos pearcings en sus labios. Tanto el café con leche como el croissant me han sabido buenísimos y, además con el aditamento del "Periódico de Aragón" disponible desde el primer momento. Lástima que de nuevo hubiera olvidado mis gafas de cerca por lo que me he tenido que contentar con los titulares.

Ya se iba haciendo la hora de misa y yo he abonado la consumición y retornado por el anterior enlace entre universos, esta vez, de nuevo al barrio de los acomodados. Aún me ha quedado tiempo de dar una vuelta por un pequeño centro comercial al aire libre abierto desde el que he escuchado como las campanas de la iglesia convocaban a los fieles a la ceremonia de las 12. He aprovechado para comprar un bonobús y, posteriormente me he encaminado hacia la parroquia.

He llegado al templo y penetrado en su interior. He observado la bella y moderna factura de su construcción con un gran arco de hormigón separando las estancias del altar y de los fieles. Una gran pared al fondo imitación de piedra servía para albergar una cruz y una gran estatua de la virgen apoyados sus piadosos pies en una bola representando el mundo. La luz penetraba suave y difuminada por distintas aperturas cuidadosamente diseñadas por los arquitectos.

También como en otras ocasiones, un persistente ayudante se ha encargado de recordarnos los cánticos que deberían acompañar al oficiante en los distintos tramos de la celebración. Numerados todos ellos, resultaba sencillo seguir sus indicaciones gracias a un librito, compendio de todos los cantares eclesiásticos de uso en iglesias, colegios y comunidades que ya va por su séptima edición. Por un momento he pensado que me gustaría conocer al promotor de tan práctica idea.

La iglesia se ha ido llenando de un público variopinto en cuanto a la edad aunque todos ellos compartiendo etiqueta y ademanes propios de burguesía urbana. El ayudante al que aludía anteriormente ha ido dirigiendo con vigor los cánticos y las lecturas de tal manera que la labor principal correspondiente al cura oficiante y su otro acólito ha quedado un poco oscurecida por el primer protagonista. De las lecturas no me he enterado mucho. Del evangelio, tampoco y del sermón mucho menos. Aunque he prestado atención no he conseguido sacar ninguna conclusión razonable de un discurso plagado de oraciones subjuntivas y recorridos dialécticos sin mucha conexión. Se ha hecho alusión al día de las vocaciones y se ha señalado mucho la función de los pastores que cuidan de sus rebaños. Poco más he podido extraer de una homilia explicada, creo yo, más para rellenar el tiempo que para otra cosa.

Así es que al finalizar el exordio me ha faltado tiempo para ponerme en pie y salir raudo y veloz por la puerta de atrás, de nuevo a la intensa luz del día. Sin dilación me he dirigido a la parada del 41 situada en las cercanías y también con inmediatez ha acudido el bus.

El camino de regreso ha resultado igualmente plácido y enseguida me he encontrado de nuevo en Hernán Cortés. Allí he realizado el trasbordo con el 38 desde el que he presenciado una muestra de vehículos Seat 600 por el Paseo Independencia y que me ha conducido hasta San Miguel y, una vez adquirido El País, he tomado el 39 dirección Barrio La Jota.

También en esta ocasión se ha repetido el ritual familiar de todos los domingos que no detallo para no resultar repetitivo. Después de comer ha quedado tiempo para ver un rato la tele y revisar las plantas del jardín. Posteriormente me he tumbado en la cama acusando la conducción de ayer. Después de una breve siesta y ya más despejado he continuado con la redacción de mi artículo. Poco a poco todo ha ido colocándose en su sitio. Los humanos necesitamos dosis alternativas de variedad y normalidad. El exceso de uno u otro ingrediente hacen decaer el ánimo. Una mezcla razonable de ambas es el mejor antídoto contra la monotonía.

Las fotos de la visita en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea41LaProximaVezTraerSombrero##

domingo, 18 de abril de 2010

Las propiedades del yute ya nadie las discute. Línea 40

Un singular proceso de asociación de ideas me ha llevado a decidirme por el titular con el que encabezo la crónica de hoy. Resulta que he estado visitando la parroquia de San Lino y, ya se sabe, del lino al yute hay un paso. El pareado no es mío. Lo vi siendo niño en un cartel de la antigua estación del norte y me llamó mucho la atención. Me parecía un título original y ahí se queda.

Hoy la mañana estaba muy agradable. Llovía finamente y la temperatura era templada. Hecho que he aprovechado para esparcir quelato férrico entre las plantas del jardín más necesitadas del nutriente, especialmente las abelias y el limonero.

Hoy he desayunado con relativa tranquilidad. El tazón de leche ha ido acompañado con miel de "La Manzana", café descafeinado y dos rebanadas de pan con mermelada "Sinfonía de frutas". Anteriormente ya había dado cuenta de una manzana royal gala. Así es que he salido a la calle con anorak, paraguas y calorías suficientes para caminar durante un buen trecho.

Como digo la lluvia caía de forma delicada pero pertinaz y yo me sentía muy a gusto caminando bajo la celestial fina ducha. He tomado el Puente de la Unión por su acera izquierda según se va al centro de la ciudad a sabiendas que tendría que caminar más metros debido a la curva exterior que presenta Marqués de la Cadena a la altura del Parque de Oriente. No me importaba en absoluto. Mis piernas me pedían "más caña" y deliberadamente me he encaminado hacia Las Fuentes con la borrosa conciencia de que por allí pasaba la línea 40 que hoy debería inspeccionar.

He llegado a Salvador Minguijón y de la 40 ni rastro. Se ve que me he liado con la 30 que sí pasa por esos lares pero como digo este hecho no me ha trastornado porque me sentía muy a gusto caminando sin prisa y volviendo a recorrer itinerarios que hace ya un tiempo tenía descuidados.

He remontado Compromiso de Caspe, pasando por la tienda de persinas "Expansión", nombre que me parece muy acertado en todos los sentidos. Siempre que he ido a comprar algo relacionado con las persianas, me han atendido muy bien y allí lo he encontrado.

Al llegar a Miguel Servet he visto pasar un 40 y entonces me he apercibido del recorrido que realiza este bus: San José-Vía Hispanidad. Así es que he continuado caminando hasta a Plaza de San Miguel donde el panel señalizador ya se ha encargado de informarme de que en 6 minutos llegaría mi autobús.

Con precisión GPS ha llegado el vehículo y, como siempre sólo unos pocos viajeros hacían uso en este momento del derecho de todo ciudadano a desplazarse por donde le plazca.

A la altura de la plaza Aragón, en el monumento al Justicia, ahora adornado con banderas, se observaba una especial agitación. Una reducida banda de cornetas ensayaba el izado de banderas, preludio -imagino- de la celebración del día de la comunidad el 23 de abril.

El viaje ha continuado a buen ritmo y de nuevo he podido contemplar las obras del tranvía porque el recorrido ha sido paralelo -en varias ocasiones- a esta nueva infraestructura.

Finalmente hemos llegado a Vía Hispanidad y luego girado a la derecha por la calle Alcalde Sáiz de Varanda donde se ubica el final de la línea. He descendido del bus y, enseguida me he percatado de la abundancia de edificios institucionales y singulares. Como buen cronista debía aprovechar esta circunstancia y he dedicado mi tiempo a tomar fotos de los que me parecían más relevantes.

He comenzado por el Seminario que ya está finalizado y que presenta un aspecto imponente. Su rosetón central y las cenefas pétreas que lo adornan le confieren un aire peculiar; algo así como un "quiero y no puedo" arquitectónico. Imagino que los curas gerifaltes de la época no pudieron disponer de todo el presupuesto que hubiera requerido un edificio singular "de verdad", pero bueno, teniendo en cuenta la anomia urbanística que ha presidido Zaragoza hasta hace poco, el producto final resultó razonablemente bien.

Fotos también para El pirulí de Telefónica, el hotel Reina Petronila, la Clínica Montpellier, el complejo Aragonia, el auditorio Eduardo del Pueyo y Conservatorio superior de música, el Centro de Tecnologías avanzadas, la Federación Aragonesa de Tenis y, para que no tuviera envidia, el Colegio "Corazonistas Moncayo". También una foto muy especial a un anuncio de "Desigual" que rápidamente lo he conectado con el último libro leído de un tirón "Las razones del deseo" , ensayo sobre sexualidad humana en el que, entre otras cosas, se insiste en la querencia de los humanos por la simetría. Por disonancia cognitiva me ha llamado la atención una campaña publicitaria que centra su mensaje en la antisimetría.

Ya de vuelta de mi periplo inmobiliario, enseguida ha arribado el 40 y aún he tenido que esperar un poco ya que el conductor -palillo en boca- me ha indicado que todavía quedaban 5 ó 6 minutos para la salida.

Hemos iniciado el recorrido a la inversa, el bus ocupado sólo por el conductor y por mí. Enseguida han montado nuevos viajeros y así, de nuevo hasta la plaza Paraíso con su fuente semivacía mostrando su alambicada fontanería merecedora de una foto por mi parte.

De nuevo al pasar por la Plaza Aragón la banda de música, esta vez al completo y una representación de bomberos, fuerzas armadas y guardia civil todos ellos honrando la bandera aragonesa. Me ha resultado especialmente chocante el saludo de las fuerzas militares a la enseña autonómica; no lo había visto nunca y, en mis tiempos de mili, eso hubiera sido impensable.

Al pasar por la plaza España todavía me ha dado tiempo de visualizar de soslayo y fotografiar el nuevo tranvía que se exhibe bajo carpa.

El 40 ha continuado su recorrido dirección San José. En la plaza San Miguel se preparaba una manifestación contra la crisis económica: "Que la crisis la paguen los ricos". Lema con el cual estoy totalmente de acuerdo. Unos globos rojos y negros también han sido fotografiados para dejar constancia que en la "mani" probablemente participaban los de CNT.

El bus ha enfilado la Avenida de San José y pasado por la antigua Harinera rehabilitada por el Ayuntamiento y sin utilidad conocida por el momento. Después ha virado a la derecha y ya nos hemos metido por terrenos de la calle Zaragoza la vieja donde ha terminado el trayecto.

He tomado una foto del colegio público María Moliner y, enseguida un señor muy amable al que le he preguntado me ha encaminado hacia la parroquia del barrio que, según me ha indicado se encontraba en la Plaza dos de Mayo. Enseguida he encontrado la plaza y la iglesia y ambos entes me han causado buena impresión. Destacaré la abundancia de bares y cafeterías que -intuía- me facilitarían una buena elección para mi café con leche.

La iglesia está consagrada a San Lino, hecho que me ha resultado curioso pues no tenía noticia que la planta herbácea-textil de raíz fibrosa tuviera un correlato en las alturas. A la entrada del templo un joven había montado un tenderete de libros que, según me ha explicado, trataban de dar testimonio de la pobreza en el mundo. Amablemente he escurrido el bulto para no verme obligado a adquirir literatura no prioritaria al tiempo que me informaba del horario de misas y decidía asistir a la de 12, ya que todavía eran las 11:30.

Un vistazo rápido a la plaza me ha servido para decidir que tomaría el desayuno mañanero en la cafetería Square la cual por su amplitud, decoración y cercanía a la iglesia había resultado vencedora en rápida puja mental.

La excelente atención de una bella camarera, el aroma del café con leche y la bollería fresca no han hecho sino añadir puntos en la ya de por sí elevada calificación inicial. A todo lo anterior habría que añadir la disposición, ya de entrada, de "El mundo" que ha sido devorado rápidamente por mis dos veloces receptores visuales ayudados de la amplificación que proporcionaban las lentes de 1,5 aumentos.

Saboreados los tres elementos del desayuno dominical: café con leche, croissant y periódico he pagado, he pasado por el baño y me he encaminado a la iglesia.

Los templos católicos nunca dejan de sorprenderme. En esta ocasión por lo recoleto del edificio y también por la disposición de los bancos a varias alturas. La decoración muy bien dispuesta y el ambiente agradable con una presencia de un 25% aproximadamente de niños sobre un total de unos 200 feligreses. Me he ubicado en un lugar preeminente y ya he vislumbrado a un señor con la guitarra lo que me ha hecho suponer que la misa sería cantada como así ha sido.

Las buenas vibraciones iniciales se han visto algo cercenadas cuando el de la guitarra se ha arrancado ya que parecía cantar solo él y además no muy bien, por cierto. Menos mal que el cura oficiante mostrando un talante alegre y desenfadado ha sabido enmascarar el poco juego que daba el guitarrista.

Como digo, el celebrante mantenía un discurso cercano dirigido sobretodo a los niños (tanto a los comulgados como a los que iban a recibir la primera comunión). La utilización del micrófono inalámbrico facilitaba los desplazamientos del mosen lo cual contribuía a una mejor puesta en escena del mensaje que pretendía transmitir.

Más canciones en solitario o a dúo con el oficiante y, enseguida ha llegado el evangelio y el sermón. El primero trataba de una nueva aparición de Jesús a los apóstoles, en esta ocasión para ayudarles a llenar sus redes. Hoy ha sido la primera vez que he escuchado del evangelio el número de peces que pescaron, en esa ocasión, los discípulos de Jesús: 153.

El sermón con argumentación dirigida especialmente al público infantil me ha resultado algo pueril. El sacerdote hacía preguntas a los niños, los cuales casi nunca daban en el clavo. Entonces el cura deshacía el malentendido y así, de esta forma socrática, se ha pretendido impartir doctrina sobre la Pascua.

Como ya me encontrara algo fatigado de tanta explicación, he aprovechado el revuelo del "Señor esté con vosotros" para salir raudo por la puerta de atrás.

He repetido el ritual de la semana pasada de comprar el periódico en una papelería cercana y me he encaminado por la calle Zaragoza la Vieja de nuevo hacia la Avenida San José para tomar el 39 de vuelta a casa.

He llegado sobre las 13:30 y sólo se encontraba en el hogar mi hija pequeña embebida en el Tuenti, así es que, rápidamente me he puesto a escribir la crónica, por lo menos los episodios más remotos. Enseguida ha llegado el resto de la familia y la comida también ha llegado veloz al ser adquirida en una tienda de platos precocinados. De nuevo se ha repetido el ritual dominguero de la comida en familia aunque, en esta ocasión no me ha interesado especialmente un debate sobre puntuaciones en selectividad y carreras universitarias suscitado entre las féminas. He aguantado pacientemente hasta que se extinguiera la polémica mientras disfrutaba del pollo al ast ocupándome de cuando en cuando de mis libaciones de rioja. Ha llegado la hora de los postres y he dado cuenta de una excelente natilla casera también precocinada. Finalmente la familia nuclear hemos pasado al salón para dedicarnos cada uno de nosotros a su ocupacion preferida: unos el telediario y otras Internet. A la segunda noticia una agradable sensación de sopor ha recorrido mis nervios interoceptores. Sin solución de continuidad me he quedado frito. Al despertar de nuevo una sensación de paz interior y sosiego ha recorrido todo mi ser. "Voy a plantar las petunias" he anunciado y a este menester me he dedicado como cierre de jornada dominguera.

Reportaje fotográfico en:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LasPropiedadesDelYuteYaNadieLasDiscuteLinea40#

domingo, 11 de abril de 2010

Hermoso día. Divertido paseo. Línea 39

Afortunadamente las sucesivas flexiones y agachamientos de las labores de jardinería del sábado no han hecho mella en mis piernas y la nómina de músculos damnificados ha sido escasa. Así es que, animado al constatar que podía caminar sin problema alguno, he salido de casa a una hora redonda: las 9 de la mañana.

Mi objetivo estaba cercano. El inicio del trayecto de la línea 39 lo tengo a dos pasos de casa en Vadorrey. Al principio he dudado si coger o no ropa de abrigo pero un vistazo al termómetro de exteriores -12º- me ha decidido a salir al exterior "a cuerpo". Confiaba que la mañana se iría templando poco a poco -como así ha sido-. He pasado revista al Lidl que lo están reformando y que lo reabren el día ¿24? Supongo que con la crisis este tipo de establecimientos otean buenas perspectivas. Yo ya lo he constatado en otras visitas al establecimiento, al encontrar los pasillos llenos de clientes, muchos de ellos inmigrantes.

Al llegar a la parada principio de línea me ha parecido que el bus estaba vacío (sin conductor) y rápidamente me he puesto a tomar un primer plano del coloso rodado. Justo en ese momento ha descendido el conductor y, para evitar malentendidos, le he musitado si no le importaba que tomara una foto al vehículo a lo cual él me ha mirado con extrañeza y preguntado para qué. No he tenido más remedio que explicarle mi encomienda respecto a viajar los domingos en una línea distinta. Aprovechando ese breve intercambio de palabras, hemos extendido el tema de conversación hacia el buen día que hacía, la afición a la bicicleta de montaña del conductor e incluso le he comentado que conocía al malogrado Pepe Gasca que fue conductor de TUZSA durante muchos años en la línea 22. El señor me ha informado de su antiguedad en la empresa: 26 años y, como ya se hacía la hora de partir, ambos hemos subido al autobús y yo me he colocado en posición de observación del trayecto.

Conocía ya el recorrido del 39 hasta San José más o menos y el resto del trayecto no ha ofrecido características especiales salvo una incursión por una zona de calles ubicadas a la derecha de Fray Luis Garcés, según se sube al cementerio. Esa zona la he recorrido luego a pie y, como comentaré, el paseo me ha resultado muy gratificante.

Después de la incursión autobusera por las calles Ateca, Mesones de Isuela y demás, el bus ha retornado de nuevo por un tramo por el que ya había pasado hasta llegar a la parada ubicada al lado de la antigua cárcel de Torrero. Justo enfrente tenía, de nuevo la calle Ateca y por allí me he encaminado con tan buena suerte que ya justo a la entrada de la calle he adivinado la silueta de la parroquia de la Sagrada Familia. Me he informado de las misas directamente y celebraban a las 10, 11 y 12. Eran las 9:45 y he optado por dar un garbeo por el barrio y hacer tiempo hasta la misa de las 11. Justo enfrente de la iglesia había una papelería. Allí compraría El País al terminar el recorrido. Iglesia, papelería, parada del autobús... "Todo en el mismo pack" -he pensado- "la suerte me sonríe hoy".

Dada la regular disposición de las calles de la zona (todas ellas paralelas) y de la misma longitud, tal como puede verse en Google Maps he decidido recorrer en primer lugar la calle Castillo de Loarre (aunque en la placa ponía sólo Loarre) y posteriormente realizando un trayecto en "U" girar a la izquierda y pasar a la calle Ateca, luego Ejea de los Caballeros, etc.

Como he dicho la mañana estaba espléndida y el silencio y la tranquilidad se respiraban en la zona, especialmente en las casitas de una planta que por allí abundan. Ha sido un paseo relajante y estimulante. El hecho de ir a mi aire y de disfrutar de la novedad de visitar un entorno desconocido para mí, ha ejercido un efecto relajante en mi cuerpo y en mi espíritu. He pasado también por el colegio Lestonnac que ahora está abandonado y, finalmente he retornado a la calle Fray Julián Garcés ya con la misión de buscar una cafetería a la altura del día y de mis cada vez más elevadas expectativas.

Me he decidido por el restaurante "A mesa puesta" ubicado en la calle del fraile Garcés ya que en una pizarra se indicaban las excelencias de sus desayunos además de la amplitud de los salones. Al principio he tenido que permanecer un rato de pie pues el establecimiento estaba lleno, luego he podido conseguir un taburete y, posteriormente una mesa.

Desde el principio una de las dos jóvenes camareras me ha parecido, digamos, peculiar. Su manera de hablar, de dirigirse a los clientes y, en una palabra, de estar, llamaban la atención. Le he pedido lo de siempre: café con leche y croissant. Ella, con gran familiaridad me ha interrogado sobre el croissant: ¿normal o a la plancha? Era la primera vez que me lo ofrecían planchado en todo mi historial dominguero y, por tanto he accedido a que la respostería, como digo, pasase por la plancha.

Me han servido el croissant caliente con dos pequeñas tarrinas, una de mermelada y otra de mantequilla. Me he entretenido extendiendo ambos productos con precisión artesanal y después he devorado el bollito resultante. Como tuviera ciertas urgencias por exonerar el vientre, nada más terminar con el desayuno me he encaminado al lugar idóneo para aliviar esa pena. Terminado el proceso, he salido exultante y triunfal decidido a comerme el mundo tal había sido la magnitud del alivio que, conjuntamente con el efecto de la cafeína creía habían hecho de mí un ser especial.

Todavía me ha quedado un momento para ojear El Heraldo (esta vez sí llevaba las gafas) y, como ya se hiciera la hora de la misa, he salido raudo y veloz de nuevo hacia la calle Ateca.

Esta vez a la entrada de la iglesia no he encontrado pobres. O los fieles no son muy dadivosos o los pobres no conocen la parroquia (hipótesis forzada) o, sencillamente se les invita a no pedir o bien se les atiende en otros servicios. Bueno, pues el caso es que me he ubicado en un lugar desde el que se podía presenciar sin problemas el santo oficio y, como ya es habitual, me he dedicado a observar lo que iba ocurriendo en el interior del templo.

Justo al fondo, a la derecha se estaba preparando un pequeño grupo con su orquestación básica (guitarras) y el que realizaba también las funciones de técnico, ha desplegado una pantalla para proyectar. Todavía hemos tenido que esperar unos 7 minutos hasta que ha aparecido el cura revestido para la ocasión y ha hecho su "paseillo" desde la sacristía ubicada en la parte posterior de la iglesia hasta el altar.

Siempre insisto en la importancia del "efecto primicia", es decir el condicionante de la primera impresión que causamos a los demás en el juicio, que a medio plazo realizan sobre nosotros en función de nuestro aspecto, nuestro vestido, nuestros gestos, etc.

En este caso, siento decir que el sacerdote no me ha causado buena impresión. Se trataba de un señor mayor que, en ocasiones, sonreía (para mí forzadamente) y por su expresión y por sus gestos parecía hueco y artificial y más de la acera de allá que la de aquí.

El oficiante ha retornado por el pasillo central asperjeando (hisopeando, rociando) a los fieles y cuando ha pasado cerca de mí, ya me preparaba para la ducha con agua bendita pero, milagrosamente, no he resultado salpicado por el sagrado líquido. Ese vuelo rasante del cura no ha hecho sino confirmar mi mala primera impresión al creer adivinar cierto aire malévolo en sus intenciones al manejar el hisopo.

Ha comenzado la misa y tanto el ritmo adoptado en la ceremonia como los intervinientes me han parecido bastante desajustados. Los cánticos no iban acompañados por el resto de los fieles y los lectores de la epístola mostraban timbres y volúmenes de voz inadecuados al desarrollo general del evento.

Sólo me ha faltado escuchar un embolicado sermón en que se ha insistido más en los detalles sobre lo que se decía en el evangelio que en acercar y hacer comprensible la "palabra de dios" a los fieles. Así es que, aprovechando una llamada de Javier a las 11:29 he salido discretamente de la iglesia intentando transmitir la imagen de que "me llamaban por teléfono".

He conversado afablemente con mi amigo y, ya liberado del yugo eclesial, he entrado en la papelería para comprarme El País (y una curiosa copa de cristal por sólo un euro más) y me he encaminado hacia el inicio de la línea 39 dirección Vadorrey.

La vuelta se ha realizado sin novedades especiales. De cuando en cuando leía (mejor dicho, interpretaba) algunas noticias que venían en el periódico pues no me he puesto las gafas. El artículo que más me ha llamado la atención versaba sobre la crisis y el tambaleo del estado de bienestar. He pensado que cuando llegara a casa lo leería a fondo. Una familia de negritos (los padres y dos niños pequeños) me han servido de mucha distracción ya que ella iba cubierta (sería musulmana) y parecía bastante joven. El niño más mayor se dirigía a su padre en español realizando de cuando en cuando comentarios de lo más variopinto. Los padres hablaban entre ellos un raro idioma que no he sabido identificar. Inicialmente me parecía que la madre era más bien tímida pero luego he constatado que su tono de voz y su autoridad al hablar la alejaban bastante de mi esquema inicial. Los cuatro se han bajado en Pascuala Perié con lo cual ha terminado el entretenimiento y yo me he preparado para bajar dos paradas más adelante, en la calle Balbino Orensanz, cerca de la urbanización Al Ándalus.

Al llegar a casa mi señora estaba muy afanada limpiando y recogiendo y yo, para purgar mi pecado de la salida mañanera, me he ofrecido a hacer la comida. Lo primero que se me ha encomendado ha sido ir a comprar pan y vino blanco. Por mi cuenta he añadido al encargo una fregona en los chinos para fregar el suelo del jardín.

He vuelto a casa y ya tenía los muslos de pollo preparados en el horno. Yo me he limitado a aportar el brevaje elaborado con perejil, ajo picado y vino blanco de cuando en cuando para que cogiera sabor. También me he esmerado en la preparación de las ensaladas. Toda la familia hemos comido con muy buena gana departiendo animadamente sobre lo que nos había deparado la mañana. Los efectos del riojilla no han tardado en aparecer y una vez terminadas las viandas, he pasado al sofá donde plácidamente he dado cuenta de un flan adobado con mermelada de arándanos. Después me he echado una cabezada. Maravilloso final para una esplendorosa mañana.
Las fotos de la salida de hoy, en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/HermosoDiaDivertidoPaseoLinea39##

domingo, 4 de abril de 2010

Línea 38. Variado recorrido en un día variable

El ejercicio de la escritura del blog conlleva un importante componente de selección de contenidos del circuito realizado retenidos en la memoria. Como siempre, han pasado muchas cosas, pero sólo iré reseñando aquellas que ahora afloran a mi conciencia. La percepción humana es selectiva y la selección se realiza con la criba de la personalidad de cada uno.

Después de llevar a mi hija mayor a la estación de Delicias en compañía de Rosa Mary, hemos vuelto a casa y, rápidamente, he encarado el nuevo reto de hoy saliendo dispuesto a vivir una nueva aventura dominguera. El día me ha engañado un poco pues dentro del coche no se apreciaba el fresquillo mañanero y he salido más bien de primavera. Así es que en los primeros pasos por el Puente de la Unión ya he podido percibir el aviso inmisericorde del cierzo que habita en el cauce del Ebro.

Sin embargo, haciendo gala de mi aragonesa tozudez he redoblado el paso y continuado mi trayecto como si tal cosa. Sólo me he detenido un momento para tomar unas fotos de una nave industrial derruida del extinto polígono ubicado en el inicio del puente, en su ribera izquierda. También he tomado nota de la empresa destrozadora: http://www.casale.com/ y de la que se supone que reedificará en el solar cuando quede expédito de escombros: http://www.arascon.com/

Así, he continuado el pedestre viaje y arribado a la calle Miguel Servet donde ya sabía podía tomar el 38 en dirección a la residencia Pignatelli. Como el bus tardaba, he aprovechado para constatar la cantidad de locales en alquiler o en venta por el cese de negocios que, otrora, constituían boyantes proyectos en marcha. "Consecuencias de la crisis" -he pensado- Los grandes negocios (especialmente bancos y supermercados) se comen a los pequeños. Aún así también he pensado que los pequeños pueden mantener su hueco de mercado siempre y cuando acierten con el producto o servicio y con la forma de ofrecerlo.

La sucesiva llegada del 39 y del 40 han encendido falsas alarmas porque me encontraba bastante distante de la parada. Finalmente, el 38, con dos maduras viajeras ha hecho su aparición y yo he subido al vehículo.

Un original recorrido salpicado de baches que el bus, inclemente, no disimulaba para nada. El traqueteo no ha cesado en todo el viaje. Creo que ha ejercido un efecto hipnótico en mí porque cuando hemos llegado al final de trayecto el conductor me ha tenido que avisar para que me bajara. ¿No va hasta la residencia Pignatelli? -he preguntado inocentemente- NO, los domingos sólo llega hasta Vía Hispanidad, me ha contestado el conductor al tiempo que hacía que las puertas se abrieran como expédita invitación para que yo me apeara.

Así es que de nuevo he paseado por las calles de la urbanización Alférez Rojas como ya lo hiciera en mi anterior visita y, por variar un poco, he pasado al interior del parque del Psiquiátrico ya que no lo había visto con anterioridad.

Un corto paseo por el parque me ha servido para descubrir nuevas perspectivas y también varias fuentes y estanques que no conocía. Dada mi natural inclinación por estas instalaciones he aprovechado para tomar varias fotos. Cuando se toman fotos en las que no aparecen personas, siempre que sale agua por algún sitio, parece como si la instantánea estuviera más "viva". También he tomado alguna foto a las instalaciones del Psiquiátrico que, ahora, quedan parcialmente ocultas tras la vegetación.

Una vez concluida mi misión he retornado al punto de inicio-fin del trayecto de la línea 38 y he esperado a que viniera el bus. En un instante, mansamente, un nuevo vehículo se ha acercado a la parada. He accedido a él y el aparato controlador de billetes muy amablemente me ha concedido la gracia de viajar en la condición de "trasbordo", es decir, el viaje de vuelta no me ha costado nada.

En esta ocasión el autobús soportaba mejor los fallos del asfalto. "Será vehículo nuevo" -he pensado- y así, tan ricamente, después de un viaje de una media hora de duración, me he visto transportado hasta las instalaciones de TUZSA en la carretera de Castellón.

Enseguida me han llamado la atención los silenciosos autobuses aparcados "en cocheras" así como un depósito al aire libre en el que permanecen alineados contenedores de basura, de cristal y de papel a la espera de su distribución por la ciudad. También he tomado varias fotos porque este espectáculo no se ve todos los días. Me daba la impresión de estar en algo así como "el hospicio de los contenedores" por el silencio que reinaba en el ambiente y por su aspecto desvalido sin arropamiento alguno. Cerca de allí se ubican así mismo las instalaciones de FOCSA, empresa encargada de la limpieza de la ciudad y también varios vehículos de la empresa reposaban silenciosos a la espera de un diestro conductor que les diera utilidad.

He rodeado a pie todas estas instalaciones para retornar a la carretera de Castellón iniciando de esta manera el segundo acto de mi visita: localización de la iglesia y asistencia a la misa. He pasado por la antigua discoteca Torreluna y por un momento me he trasladado a gloriosos tiempos en los que con mi amigo Javier Cay nos colamos en una celebración oficial haciéndonos pasar por importantes personas "Aragonensis et Unicastrus natus" y también por la Facultad de Veterinaria y continuado mi viaje por Miguel Servet. Me he desviado por Alcampo Utrillas y también he aprovechado para tomar varias fotos de las cigüeñas que año tras año deciden anidar en la antigua chimenea rehabilitada que ya ha quedado rodeada por edificios residenciales.

Me he perdido intencionalmente por calles por las que nunca había transitado como la Calle de las Flores (Supongo que las tuvo en su momento pero ahora ha desaparecido totalmente su rastro) y también por la calle Mariano Adam (por la que ya me he perdido en otras ocasiones) y, como veía que me iba hacia San José he realizado un viraje y, pasando por la Plaza Pintor Aguayo, me he encaminado hacia la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en la calle Monasterio de Poblet. Allí he comprobado dos hechos curiosos: unos altavoces "transmitían" la misa al exterior más cercano y la celebración de las 12 se aprovechaba también para un bautizo. Los pobres de rigor me observaban con curiosidad aunque ninguno de ellos me ha dirigido la palabra.

Eran las 11:20 y, por tanto, disponía de 40´para tomar algo en la taberna-bar "Vama" que había localizado anteriormente en la plaza Aguayo y parecía tener buena pinta. Dicho y hecho, hacia allá me he encaminado y, como se verá, la elección ha sido acertada.

Al penetrar en el establecimiento ya he percibido dos sensaciones que me han impactado positivamente: limpieza y orden y variedad de tapas frescas y bien presentadas. La presencia de un grupillo de jubilados que tomaban vermut bromeando entre ellos también me ha resultado refrescante; no en vano el sentido del humor -máxime a esas edades- lo considero un preciado bien al que nunca hay que renunciar. Le he preguntado a uno de ellos si el Heraldo era suyo o de la casa y muy amablemente me ha contestado que, aunque era suyo, lo tomara sin rebozo alguno. Enseguida otro contertulio me ha indicado el lugar en el que se encontraba el periódico del establecimiento por lo que no ha sido necesario recurrir a bienes privados para saciar mi sed de lectura.

Como no tenían croissanes he pedido lo de siempre: café con leche y dos churros. El camarero ha tenido la inusitada amabilidad de servirme ambos productos en la mesa y la única pena que ha impedido un total disfrute del momento ha sido el no haber traído mis gafas de ver de cerca por lo que me he tenido que conformar con la lectura de los titulares y sólo he forzado un poco más la vista y puesto ojos de topillo para leer un breve artículo en el que se loaban y concedían todo tipo de parabienes al artefacto que no hace mucho adquirí: una HTC HD2. Satisfecho al refrendar de nuevo el acierto de mi elección he pagado, me he despedido de los amables y socarrones jubilados y me he encaminado con paso alegre hacia la iglesia. Aún ha sido necesario dar un rodeo a la manzana pues faltaban 5 minutos para el comienzo de la celebración.

Quizás por la hora, la nómina de mendigos se había incrementado pues eran al menos cuatro los que facilitaban la apertura de puertas con cierto aire de dignidad al tiempo que mostraban prudentemente sus vasitos de plástico blanco por si algún feligrés se dignaba a depositar el óbolo. He pasado al interior del templo y he quedado muy gratamente sorprendido por su original factura y la grandiosidad y amplitud de espacios interiores. La luz estaba muy bien dispuesta y también la ornamentación: suficiente y bien distribuida. He reparado especialmente en la peculiar disposición de las vigas que soportan la cubierta: 6 grandes puntales de acero en forma de L invertida confluyendo todas ellas detrás del altar. La disposición de los bancos para los fieles y cierta elegancia observada entre la añeja concurrencia me han predispuesto muy favorablemente para el divino oficio.

Una señora con voz melodiosa animaba a los fieles a acompañar los cánticos y un sacerdote ubicado más atrás hacía sonar suavemente los acordes del armonium. El sacerdote oficiante nos ha recordado a todos que en primer lugar se llevaría a cabo el primer acto del bautismo de una niña (Malena) y que luego continuaría la celebración hasta la homilía.

El ritual del bautismo se ha desarrollado con gran solemnidad a la vista de los, aproximadamente, 300 asistentes a la celebración y mientras los padres contestaban a las invocaciones de rigor mi pensamiento se ha deslizado hacia la vertiente sociológica de la importancia que siguen teniendo los rituales entre los humanos. En este caso, el cantar juntos, responder juntos a las plegarias y compartir -también conjuntamente- una misma religión considero posee una gran potencia psicológica que, sin duda, actúa benéficamente entre todos los que se consideran partícipes del evento. Lo mismo podría decirse -salvando las diferencias- de un espectáculo musical, de un coro o de un grupo de amigos que practican bicicleta de montaña con la condición -claro está- de mantener ciertos rituales que mantengan el espíritu y los lazos de unión comunes.

Hoy el evangelio trataba sobre la resurrección de Jesús y he permanecido especialmente atento pues, a pesar de escuchar este pasaje en otras muchas ocasiones nunca como hoy había apreciado con tanta precisión el proceso: María Magdalena y otras mujeres iban a embalsamar al señor y se encuentran que el cuerpo ha desaparecido y sólo quedan vendas y el sudario. Se lo comunican a Pedro y otros apóstoles, etc. El resto de la celebración ha mantenido el buen tono y el ritmo imprimidos por el cura desde el principio. Sólo hubiera cambiado la segunda señora que ha leído la lectura por no estar a la altura del resto de los intervinientes. Tampoco ha sido acertada -para mi gusto- la decisión del sacerdote de retirarse casi hasta la sacristía para decir la homilía. Con la cercanía física a los fieles, su discurso mesurado y bien estructurado hubiera ganado muchos enteros. Es una pena, como ya he comentado en anteriores ocasiones que los templos no dispongan de un buzón de sugerencias para mejorar los servicios divinos.

Terminada la homilía me he puesto en pie como el resto de los asistentes y, a diferencia de ellos, yo he abandonado respetuosamente el templo. He salido a la calle y la luminosidad del día era ya manifiesta por lo que he optado por continuar mi retorno a pie.

De nuevo he observado más negocios en quiebra en Miguel Servet y tomado nota de dos bares que parecen interesantes ubicados enfrente del antiguo matadero: En la luna y De película. Realizada esta observación me he encaminado a la calle Sanz Gadea donde recordaba la existencia de una papelería (papelería Zuzú). He comprado el País y he enfilado por la Avenida de las Torres en dirección a mi casa. En Jorge Cocci me he desviado por un camino que corre paralelo al Huerva y leyendo subrepticiamente el periódico, casi sin darme cuenta he arribado a mi hogar.

Revisión de las tareas que había realizado mi mujer y, en especial la nueva disposición de flores en el jardín, saludo al resto de la familia y, sin dilación a escribir las primeras líneas de mi artículo. Ahora son las 18:18 y lo doy por terminado con la sensación -como siempre- del deber cumplido. El resto del reportaje fotográfico en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea38VariadoRecorridoEnUnDiaVariable##

lunes, 29 de marzo de 2010

Línea 36. Tortuoso recorrido para un día atípico

Contraviniendo el principio de normalización, hoy he realizado el recorrido en lunes. Obligaciones familiares (llevar a mi suegra a mitad de camino de Madrid) me impidieron ayer cumplir con el ritual del recorrido dominical y la consiguiente crónica.

Así es que la salida se ha producido a las 9:30 de la mañana. Procurando que no se despertara nadie, me he abastecido de una manzana y un plátano y sigilosamente me he plantado en la calle Miguel Asso desde donde ha dado comienzo, formalmente, mi aventura del lunes.

Del recorrido hasta San Juan de la Peña, sólo reseñaré los originales grafitis estampados por
anónimos autores en los muros de Hierros Alfonso. He tomado varias fotos de los que me han parecido más originales aunque todos ellos tienen, para mi gusto, el mérito de haber sido realizados por puro placer, sin ánimo lucrativo.

Enseguida he avistado la parada del 36 y, siguiendo el guión que me había trazado, lo he tomado dirección Valdefierro con la idea de realizar posteriormente el recorrido completo, en sentido contrario. Caras muy serias en el interior del autobús destilaban un invisible tufillo de melancolía cuando no de tristeza descarada y las nuevas incorporaciones en las siguientes paradas no han contribuido a mejorar la situación.

El autobús ha realizado un zigzagueante recorrido por estrechas callejuelas y la pericia del conductor era digna de hacerse notar ya que no ha ocurrido percance alguno. Después de muchas curvas, muchos semáforos y bastantes "ceda el paso" hemos arribado a la calle Tulipán -fin del trayecto- y rápidamente he desenfundado mi cámara para realizar las fotos de rigor.

En esta misma calle tiene su final de trayecto también la línea 22 que ya tuve ocasión de reseñar en crónicas anteriores. Así es que he aprovechado para realizar un rápido paseo por los aledaños y, sobretodo, supervisar unas obras que ya había visitado anteriormete en mi último recorrido por el barrio.

No había mucho más que ver y he optado por retornar y realizar el recorrido completo desde Valdefierro al Picarral. En esta ocasión "manejaba" -conducía- una conductora que destacaba por la suavidad con la que cambiaba de marcha y el cuidado con el que tomaba las curvas. El viaje se me ha hecho largo pero cómodo y cuando me he querido dar cuenta ya estaba en el camino de Juslibol que constituye el fin del trayecto.

Enseguida me he dirigido a un señor para interesarme por la parroquia y el hombre, muy amable, me ha encaminado a la nueva iglesia, de reciente construcción, ubicada en las cercanías de donde me encontraba.

En el rápido recorrido hasta la iglesia de Nuestra Señora de Nazaret he podido avistar también las instalaciones de Saica muy aparatosas pero silenciosas. La industria se halla cercada casi en su totalidad por construcciones residenciales y, la verdad, en los tiempos que corren, esta instalación creo que ahora no pega ni con cola.

Efectivamente, la iglesia todavía se encontraba en fase de terminación puesto que me he topado con la herramienta de varios operarios que por allí se encontraban trabajando. He visto el interior del templo, pero, claro, a esa hora de la mañana de un lunes no había misa. Me ha llamado la atención que el templo está enclavado en un complejo más amplio que, luego me he enterado, pertenece a las religiosas Siervas de Jesús.

Dando por finalizado el periplo religioso, me quedaba la parte lúdica y me he encaminado hacia la cafetería Sierra Nevada que parecía tener buena pinta. Efectivamente mi pronóstico se ha visto confirmado y allí he saboreado con tranquilidad mi café con leche, mi donut y mi Heraldo de Aragón.

Como en anteriores ocasiones, la mezcla del líquido elemento con el circular producto de repostería me ha levantado el ánimo y, enseguida me he lanzado a planear mil y un proyectos, todos ellos perfectamente viables mientras dura el influjo de la cafeina.

La vuelta a casa la he realizado a pie y todavía he podido dedicar unos minutos para visitar el centro cívico La Chimenea donde se va a ubicar el Cubit y, según me he enterado, el próximo miércoles día 31 se va a inaugurar. De nuevo nueva toma de fotos y, ya a paso más vivo, me he encaminado hacia mi casa.

He llegado sobre las 13:30 y, enseguida me han sido encomendados una serie de encargos mañaneros supongo que como "expiación" por el pecadillo de irme por libre un lunes por la mañana. He realizado los trámites con agrado y enseguida se ha hecho la hora de comer. Con gran fruición hemos devorado las viandas agradeciendo a la vida que nos permita disfrutar con estos pequeños placeres.

domingo, 21 de marzo de 2010

Recordando tiempos pretéritos. Línea 35

Por la mañana me he despertado con muchas agujetas en las piernas. Las labores jardineras del sábado, casi todo el rato agachado han dado como resultado este efecto lógico aunque indeseable.

Ello no ha sido óbice para encarar la aventura mañanera con renovado ánimo. Es más, la sensación de discreta molestia al caminar me daba la impresión de vivir con más intensidad mi excursión. Es como si esa pequeña mortificación sirviera para eliminar algún que otro imperceptible velo tras el que se esconde la auténtica realidad.

Como el guerrero que todavía se resiente de antiguas heridas he salido de casa a las 8:17 pertrechado con los víveres de costumbre: dos zumosas naranjas, una a cada lado en los bolsillos de mi cazadora-anorak.

El recorrido se ha desarrollado atendiendo a la siguiente pauta:

1º.- Calle Pascuala Perié
2º.- Calle Carmen Serna (Antigua Sierra de Alcubierre)
3º.- Avenida de Marqués de la Cadena (Hasta Hierros Alfonso)

En el cruce de Marqués de la Cadena con San Juan de la Peña me he topado con la primera sorpresa del día: un coche aparecía volcado, ruedas arriba, en el jardincillo que sirve de divisoria entre los dos carriles. Gran aparato de policía y bastantes mirones no han impedido que tomara una foto traicionera aprovechando la "trinchera" de unos contenedores de basura.

No le he concedido más importancia al evento pues no se veían ambulancias ni restos de sangre u otros fluidos orgánicos por el asfalto Dos jovenzanos conversaban amigablemente con los policías esperando -supongo- que llegara la grúa.

Así es que he continuado mi viaje ya que quería tomar el 35 en San Juan de la Peña, dirección Parque Goya. Cerca ya de la parada he recordado que no tenía saldo en la tarjeta del bus ya que, como suele ser habitual, mi hija pequeña me había dado el cambiazo y yo me había quedado con la tarjeta sin saldo. Menos mal que tenía la impresión visual de una papelería cerca de la parada. Allí me he dirigido y la he recargado con 10 €. El señor que me ha atendido, muy formal en su papel de expendedor dominguero de prensa, no me ha prestado mucha atención. El trato ha sido correcto aunque un punto displicente.

He retornado a la parada y, enseguida, ha llegado un novísimo 35 articulado y dotado de una voz sintetizada que iba anunciando la proximidad de las paradas con un acento robótico que me producía risa.

La suspensión, acorde con la juvetud del vehículo también era digna de elogio y muy diferente de anteriores buses. De manera que el viaje me ha resultado placentero y rápido y en un plis plas me he presentado en la urbanización Parque Goya II.

El barrio estaba silencioso y medio adormilado. La supuesta juventud de los residentes -he razonado- les induce a trasnochar el sábado y a remolonear en la cama las mañanas de los domingos. Así es que he recorrido las tranquilas calles tomando una foto aquí y otra allá para dejar constancia de mi visita. A una señora que paseaba su perro le he preguntado por la parroquia del barrio y me ha contestado que no tenía constancia de ninguna construcción eclesial por las cercanías y que si quería oír misa, tendría que desplazarme hasta el colegio de Cristo Rey que era la delegación más cercana del "más allá".

Los prunus pisardis (ciruelos japoneses) abundan en el barrio y mostraban esplendorosos sus blanquirosadas y olorosas flores. Muchos de ellos han merecido mi atención y han quedado inmortalizados y "pixelizados" con mi cámara. También he tomado varias fotos al colegio "Agustina de Aragón". En fin, que he cumplido con mi autoasignado cometido de reportero dominguero por las calles de Parque Goya II.

He retornado por la calle La Fragua hasta el comienzo de línea y de nuevo he subido al bus para -ahora sí- realizar el recorrido completo.

De este segundo viaje, reseñar tres jóvenes que han subido en la confluencia de San Juan de la Peña con Salvador Allende. Todos iban conectados con su mundo particular a través de pequeños auriculares integrados en sus orejas. Han merecido un momento mi atención ya que enseguida he pensado en las grandes diferencias en nuestro "ser y estar" en el mundo entre unos y otros. Yo, personalmente, no concibo la posibilidad de caminar y, al mismo tiempo, ir escuchando canciones o noticias. Prefiero disfrutar del amplio menú que ofrece lo cotidiano. Creo, incluso, que hay muchos platos que para degustarlos con fruición se necesita un plus de atención, concentración y curiosidad, aspectos, todos ellos, incompatibles con la conexión orejera al walkman.

Así que en 30 minutos hemos llegado a la Plaza Emperador Carlos V que constituye el final del trayecto. Rápidamente me he puesto en marcha y preguntado a un señor por la parroquia más próxima. Me ha señalado tres posibilidades: San Braulio en Corona de Aragón, Santa Mónica en la Romareda o -posibilidad remota- el convento de las monjas franciscanas ubicado frente al IES "Miguel Catalán". Me he decantado por intentar este último destino aunque enseguida he podido comprobar que la puerta estaba cerrada y nada invitaba a entrar para, supuestamente, escuchar misa. He tomado una apresurada foto de la entrada al convento al mismo tiempo que me decidía por Santa Mónica recordando que allí, precisamente, fue donde me casé en junio de 1986 (hace 24 años)

Enseguida he llegado a las inmediaciones del templo y, de nuevo, me ha cautivado su original factura. La redonda cúpula sigue destacando cual ovni a punto de aterrizar y todo el conjunto sobrio pero señorial cumpliendo con su misión de acoger las acomodadas almas del barrio de La Romareda.

Sorteando dos pobres apostados a la entrada, he comprobado que la celebración eucarística tenía lugar a las 9, 11, 12, 13 y 19:20. Como se ve, un horario amplísimo que cubre todas las necesidades de la grey.

He decidido asistir a la misa de las 11:00. Eran las 10:10 y disponía de tiempo. Así es que lo dedicaría a merodear por la zona.

La primera iniciativa ha consistido en comprar una "reja" de hojaldre, cabello de ángel y piñones en la pastelería-bombonería Filmir. El extraño nombre del establecimiento no tenía nada que ver con la exquisitez de sus productos. Luego he dado un paseo por las cercanías del colegio "Doctor Azúa" donde hice mis prácticas de magisterio allá por la primavera del año 1980 (hace 30 años). También se ubican por las inmediaciones los colegios Cesar Augusto y Eliseo Godoy.

Ha llegado la ansiada hora del café con leche y he elegido el café-bar La terraza en la calle Condes de Aragón. Ya se habían terminado los croissanes y me he tenido que contentar con dos churros. Afortunadamente hoy ha habido premio. Al terminar mi segundo churro, un señor ha dejado libre El Periódico de Aragón y lo he podido degustar cual otro manjar servido en mi mesa.

Después de un repaso a fondo del rotativo, he abonado (1,80 €) y ya me he encaminado hacia la iglesia. El templo dispone de dos entradas, ambas custodiadas por una selecta representación de mendigos pidiendo limosna con un vasito de plástico.

El interior del santo edificio me ha seguido pareciendo espléndido. Amplio y bien iluminado, la bóveda central (la del platillo volante) le confiere una altitud excelsa digna de su elevado fin.

Una señora (como ya suele ser habitual) había tomado el rol de directora de coro y se encargaba de mostrar a los feligreses la entonación de las canciones que iban a desgranarse en los distintos apartados de la liturgia. Sólo se la oía a ella ya que los parroquianos (en su mayoría ancianos) no parecían estar para muchas canciones. He contado, por encima, unas 200 almas asistiendo al divino oficio.

Han hecho su salida los sacerdotes, ambos maduros, el oficiante más joven que el otro y ha dado comienzo la misa. Las lecturas e invocaciones han ido desfilando sin hacer especial mella en mi mente. Sólo la lectura del evangelio que trataba sobre la mujer adúltera y el conato de apedreamiento evitado por Jesús "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" han conseguido sacarme de mis reflexiones distantes varios eones de las preocupaciones de los presbíteros.

Delante de mí tenía una señora que destilaba un fortísimo olor a "Azur" de Puig. Ese olor me ha transportado por un momento a tiempos y situaciones juveniles pero finalmente la rememoración ha quedado muy desdibujada debido al paradójico contraste de la señora mayor, la iglesia, los curas y mis libidinosos recuerdos.

El sermón ha venido a continuación. Bien predicado y estructurado. El sacerdote poseía una voz grave y aterciopelada y ha sabido hilvanarlo correctamente. Ha tocado todos los pitos: referencias a las sagradas escrituras, al episodio del intento de apedreamiento, al día del seminario, a la -supuesta- campaña de la prensa contra la iglesia. Su discurso ponderado reconocía los errores de la iglesia (por los casos de pederastia) de una forma suave y comedida como convenía a la situación y al público asistente.

Por lo demás, ya vengo comprobando que mi imaginación se estimula en los templos y durante un tiempo el hilo de mi pensamiento ha acompañado a la adúltera: ¿Por qué cometería tal falta sabiendo que estaba tan gravemente penada? ¿Qué pasión le arrastró a lanzarse a los brazos de su amado? ¿Quién la descubrió? ¿Quién la delató?

Terminada la homilía he salido presuroso. He dejado atrás el empalagoso Azur y a la comitiva oficiante y sus acólitos. El día lucía esplendoroso. El chute de café con leche habia hecho efecto y, sin pensarlo mucho, he decidido volver a pie hasta la parada del 39 en el Coso.

En mi recorrido pedestre me he topado con varios acontecimientos:

- Una entrega de medallas a los socios que hacían ya 50 años en el centro deportivo y de salud del Real Zaragoza
- El anuncio de una feria de tiendas virtuales el día 24 de marzo
- Un rastrillo en la Plaza de San Francisco en el que se dan cita los numismáticos, los filatélicos y los minerálogos.
- Las obras del tranvía
- Las obras del Río Huerva, en Gran Vía que van muy adelantadas
- Una convocatoria de la Asociación española del sueño celebrando su día internacional
- Otra convocatoria -en la Plaza España- apoyando la autonomía Zapatista (México)

He adquirido El País en un quiosco del Coso y luego he continuado caminando hasta la parada del 39. Ha tardado unos 6 minutos en llegar, pero luego me ha trasladado con celeridad hasta la calle Balbino Orensanz donde me he apeado.

De nuevo he llegado a casa con la sensación del deber cumplido. De nuevo, también el ritual de siempre: saludar a la familia e interesarme por cómo había discurrido la mañana en casa. Después de estos preliminares y continuando con el ritual me he encaminado al baño donde he atacado a fondo El País. Disfrutar de la vida es disfrutar de estas pequeñas cosas. La suma de todas ellas va configurando un estado emocional positivo que ayuda enormemente a superar el complejo discurrir de nuestro día a día.

domingo, 14 de marzo de 2010

De estación.... a estación. Línea 34

Hoy el día estaba "venfrido" que es una palabra nueva que me he inventado para designar conjuntamente: ventoso, frío y desabrido. A pesar de todo, y como suele ser habitual en mis excursiones domingueras, me lo he pasado de maravilla.

He salido de casa a las 8:22 y el primer ser vivo ¡y libre! que me he encontrado ha sido un pato salvaje con aspecto despistado que miraba vigilante en un descampado ubicado en el inicio del Puente de la Unión. Le he tomado una foto porque el contraste entre solar urbano y belleza anátida me ha parecido irresistible... y he continuado mi camino.

La travesía del Puente de la Unión (o de Las Fuentes) me ha resultado especialmente desabrida por el fuerte y helado viento que, aprovechando el cauce del Ebro golpeaba sin piedad mi inerme rostro. He conseguido atravesarlo aunque a cada paso que daba mi contrariedad por este día tan "venfrido" se iba incrementando.

Cuando por fín he llegado a la Calle San José, el viento y el frío han remitido un poco gracias al abrigo proporcionado por los edificios. Mi termómetro de humor se ha ido templando y ya al llegar al Paseo del Canal mi estado de ánimo había mejorado considerablemente a pesar de la empinada subida que, desde Tenor Fleta, he tenido que remontar.

Muchos patos y gansos por el canal deambulando (mejor dicho: palmipeando) por sus aguas mientras yo continuaba mi viaje, ahora por la Avenida de América, luego por Fray Luis Garcés hasta que ya, a la altura del Estadio Venecia he vislumbrado el inicio de la línea 34, justo en el cementerio.

Junto a la parada del 34, dos quiosquillos abiertos con abundante exposición de flores de mortecinos colores, en su mayor parte cristantemos. El conjunto formado por la entrada al cementerio, la parada del bus y los quioscos con flores me ha parecido tan surrealista que le he concedido la toma de dos furtivas instantáneas ya que -como es habitual- temía que el conductor del bus o las quiosqueras se molestaran por mi atrevimiento al tomar las fotos.

Como decía en el título de la entrada, el viaje iba a ser de estación a estación. El cementerio representa la estación de la cual partimos para nuestro último viaje y la Estación de Delicias -reservada sólo para los vivos- se construyó para aquellos que parten hacia ignotos destinos.


He sido el primer pasajero en acceder al articulado vehículo y, sin dilación, el conductor ha emprendido un veloz viaje acompañado de las melodías de su transistor. Una de ellas ha sido la canción "Carolina" que en un determinado momento él ha tarareado ostensiblemente mientras yo lo hacía mentalmente: Carolinaaa traatame bien oalfinal te tendré que comeeeer...


En la tercera parada han subido muchos pasajeros. Posteriormente he comprobado que la gran mayoría de ellos iban al rastro dominguero situado en los aparcamientos de la Expo.

El bus era nuevo y confortable. He contado un total de 28 plazas con asiento. No he podido valorar cuántos más caben de pie. El coloso rodado ha realizado la mayor parte de su recorrido a trote ligero con alguna galopada de vez en cuando y así, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Estación Delicias.

Lo primero que me ha llamado la atención al apearme, además de la enormidad del edificio de la estación ha sido la pasarela de acceso al teleférico. A lo alto de la misma me he trasladado para tomar fotos en las que salía mucha barandilla, mucho hierro, mucha modernidad construida apresuradamente con motivo de la Expo.

Después una vuelta por el interior de la estación. La verdad es que hemos ganado en funcionalidad pero perdido mucho en calor humano y ambiente acogedor. Sólo algunos recintos acristalados están equipados con calefacción. En el resto del edificio una gélida atmósfera impera a sus anchas y lo impregna todo.

Posteriormente me he encaminado hacia la Avenida de Navarra y he tomado algunas fotos de la antigua estación de autobuses Cinco Villas totalmente destartalada. Luego he recordado que cerca de allí, en la calle León Torres Quevedo se encontraba una iglesia Evangélica y he pensado que sería una buena alternativa asistir al oficio que allí se celebrara. Vano intento. Sólo celebran oficio los sábados. Así es que me he desviado a la izquierda por la calle San Antonio Abad y en el primer intento una señora ya me ha informado que en esa misma calle se ubicaba la parroquia del barrio y que la iglesia tenía dos entradas: por la avenida y por la calle por la que circulaba.

Un mendigo me ha recibido a la entrada y muy amablemente me ha mostrado el cartel donde se indicaban los horarios de las misas. Le he dado las gracias y por su parte ha realizado un intento fallido de que yo le abonara algo para comer.

He salido al Paseo de Calanda y enseguida he visto una cafetería que, por su aspecto exterior, parecería disponer de buen servicio y mejores viandas. Era la cervecería-cafetería Anika´s hacia la que me he encaminado sin sopesar otras opciones. Nada más abrir la puerta ya me he dado cuenta de que había cometido un error por precipitación pero la aguda voz de la camarera china interrogándome qué deseaba ha impedido una prudente retirada. Así es que no me ha quedado más remedio que pedir un café con leche y un ralo croissant que dormitaba quién sabe cuánto tiempo hace en la vitrina acristalada de la barra.

He tomado ambas cosas sin mucha convicción y ni siquiera la lectura del suplemento del domingo del Heraldo ha conseguido aplacar mi contrariedad interna por tan mala decisión. He dedicado un tiempo a meditar por qué no me encontraba a gusto en el establecimiento y las razones esgrimidas por mi encéfalo han sido:

- Los productos parecían algo pasados
- La sonrisa y atención de la camarera parecían fingidas y artificiales
- El ambiente no era nada acogedor
- Había pocas personas en su interior. Faltaba calor humano
- Los diálogos en mandarín entre la camarera y ¿su madre? me desconcertaban

He abonado el importe (2 €) y he salido sin dilación aunque todavía faltaban 25 minutos para la misa de las 11. Ese tiempo lo he utilizado para deambular por el Paseo Calanda observando otras muchas cafeterías regentadas por chinos y también en busca de la academia Helico de la que no he encontrado ni rastro.

A las 11 menos 5 me han franqueado el paso los dos mendigos del sector Avda Navarra y he pasado al interior de la iglesia de San Pedro Arbués. Unas doscientas personas de avanzada edad, como suele ser habitual, ya estaban preparadas para iniciar el santo oficio y yo me he ubicado al lado de un matrimonio mayor y más elegante que la media de la iglesia. Enseguida ha salido el sacerdote acompañado por un monaguillo. Su aspecto era muy joven y su cara aniñada. Nada más abrir la boca he percibido el acento sudamericano.

Con música "enlatada" se ha entonado el canto de entrada, después un señor ha leído la primera lectura del libro de Josué y una señora, a continuación, ha hecho lo mismo con la segunda lectura en este caso del apóstol San Pablo a los Corintios. A favor de la señora hay que decir que su lectura ha sido excelente tanto en la entonación, pausas y convicción como en la corrección fonológica ya que no ha trastabillado ni una sola vez.

Mientras tanto he observado que la esposa del señor que estaba a mi lado lo ha abandonado abruptamente y se ha dirigido hacia un confesonario en el que un cura de avanzada edad esperaba a los penitentes. El marido se ha quedado con cara de circunstancias como si no se esperara que su mujer estuviera en pecado. No sé que mandamientos habría quebrantado porque, para mi gusto, ha tardado bastante tiempo en regresar, eso sí, con cara angelical después de haber recibido la absolución.

Le ha tocado el turno al oficiante y a esas alturas yo ya había establecido mi hipótesis de su origen mexicano. También ha leído con gran corrección el evangelio de San Lucas que me ha gustado mucho porque hoy trataba de la parábola del hijo pródigo.

Esperaba con curiosidad el sermón y debo decir que en mi imaginario cuaderno de calificaciones le he asignado al cura mexicano una muy buena puntuación. Entonación solemne sin exagerar. Contenido sencillo ajustado a la edad de los fieles y un suave acento lograban que la transformación de becerro en "beserro", de cerdos en "serdos" y ternero cebado en "ternero sebado" resultara agradable y nada empalagosa. El sermón muy bien hilvanado enlazando las frases unas con otras pausada y cadenciosamente. En una palabra, me ha gustado y me ha resultado muy llevadero.

Como lo importante ya estaba visto, he salido velozmente y me he encaminado hacia la parada del 32 para tomar el camino de regreso a casa. Seguía haciendo frío y ya creía haber cumplido con mi cometido. Sin embargo la vida siempre nos depara sorpresas inesperadas y al llegar a la altura de la Plaza de España, he avistado mucho público, varios castillos hinchables y muchos niños en el Paseo de Independencia.

Hoy se celebraba el Día mundial por los derechos de los consumidores. He dudado un momento sobre bajar o no para cubrir fotográficamente el evento pero no ha sido hasta la siguiente parada cuando esa decisión se ha concretado al pensar en otro espectáculo que iba a tener lugar a las 12:00: la actuación en La Campana de los Perdidos del Gran Alexander, mago y asesor del centro de profesores con el que mantengo una muy buena relación personal y profesional.

Después de pasear un rato y tomar fotos también de la exposición sobre el LHC del Cern (El gran colisionador de hadrones del laboratorio europeo de partículas) me he encaminado hacia La Campana. Han sido necesarios varios intentos hasta llegar a mi destino pues he recorrido otros lugares que me sonaban: El monaguillo, El prior, etc como se ve, todos relacionados con la iglesia.

En el interior del bar ya se encontraba un considerable número de niños acompañados por sus padres, madres y abuelitas y, como el espectáculo era en el sótano, he pedido un cortado descafeinado para hacer tiempo.

A las 12:30 hemos abonado la entrada (5 €) y descendido al sótano donde ya se había preparado un pequeño escenario para la intervención del mago. Me he situado en la parte de atrás, en un lugar estratégico para tomar fotos y ha dado comienzo el espectáculo. Alejandro (que así se llama el mago) ha realizado una gran actuación. Su dominio de las tablas y de la psicología infantil y adulta ha sido total. Su habilidad con los números de magia, a la altura de los más grandes maestros de esta disciplina. Nos ha dejado a todos boquiabiertos y a los niños, además, entusiasmados.

En un momento del espectáculo me ha regalado (delante de los aproximadamente 80 asistentes) un caracol compuesto por globos hinchables, gesto que yo le he agradecido.

Pero ya se me hacía tarde y he tenido que salir antes de terminar el espectáculo. Me he dirigido a la calle Coso donde he tomado el 32. Como en anteriores ocasiones he descendido en la calle Pascuala Perié y luchando de nuevo contra el viento he arribado a la tranquilidad de mi hogar donde la familia conversaba plácidamente.

En fin, que la mañana de hoy ha resultado variada y muy interesante. Al igual que en anteriores ocasiones una sensación de paz y serenidad inundaba mi espíritu. He comido con muy buen apetito y me he permitido un vaso de vino para redondear la jornada.

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/DeEstacionAEstacionLinea34##