domingo, 11 de julio de 2010

Recorridos circulares. Línea Ci1

Retomando de nuevo el orden prefijado y establecido por TUZSA en su página informativa, hoy correspondía realizar el recorrido circular.

Se trata de una línea novedosa que surgió a raíz de la Expo y que, después, ha continuado prestando sus servicios a la ciudad.

Así es que, comenzando la excursión a las 9:00 de la mañana, he iniciado mi paseo adentrándome en la "zona de guerra" ubicada a la derecha del Puente de la Unión según se va desde La Jota hacia las piscinas cubiertas "Alberto Maestro". Y digo que es zona de guerra porque el panorama que ha quedado después del derrumbe parcial de las naves de la antigua zona industrial es, verdaderamente, peculiar: escombros por doquier sin orden alguno, cables colgando de ninguna parte, restos de conducciones de agua y eléctricas, pintadas de lo más variopinto, etc, configuran una zona cataclísmica en la que no ha quedado títere con cabeza.

Paseando por las destrozadas y desiertas calles del polígono me ha parecido trasladarme a Sarajevo o Irak. Si se quedaran allí definitivamente las ruinas, podríamos convertir el lugar en un centro de interpretación de los desastres de la guerra al que podrían acudir para su consternación los niños y adolescentes de los centros educativos. Otra utilidad práctica que se le podría dar a estas ruinas podría consistir en la realización de un ejercicio práctico por parte de ejecutivos y caballeretes de la banca donde la misión sería "poner orden en el caos" en un período de tiempo tasado con antelación.

También podría incluirse esta zona en los circuitos turísticos ofrecidos por el ayuntamiento, claro, que tendríamos que inventar un rimbombante nombre para esta ruta. ¿Que tal quedaría: RUTA DE LA ENTROPÍA?

Después de tomar una representación fotográfica de esa realidad, he subido la cuesta en vertical que me separaba desde el deshecho polígono hasta el Puente de la Unión, agarrando con fuerza espartos, hinojos y retamas para no caerme hacia atrás. Una vez en vía urbana civilizada, he recobrado la compostura y he continuado caminando con dignidad.

La marcha ha durado unos 30´ya que a la altura del Camino de las Torres, cerca ya del Hotel Boston, he decidido tomar el autobús circular que era el objetivo previsto para hoy.

Lo primero que he pensado es que podría estar dando vueltas indefinidamente ya que en esta línea no hay un comienzo y un final; todo el rato estamos dando la vuelta. Mi segunda reflexión es que cada vez somos más europeos ya que el acento que anteriormente se ponía en los trasportes para pagar el recorrido, ha quedado difuminado en aras al buen servicio a los viajeros. Así es que, me he aposentado en un lugar protegido del sol y dispuesto a disfrutar de un agradable paseo por el anillo que dibuja el recorrido del Ci1.

Hemos recorrido Camino de las Torres, luego Gascón de Gotor, Luis Vives, Fernando el Católico, Vía Univérsitas, Estación Delicias, Zona Expo, Valle de Broto, Marqués de la Cadena y, finalmente retornado de nuevo a Camino de las Torres. La duración total del paseo ha sido de 45 minutos que se me han hecho muy agradables pues el vehículo contaba con buena refrigeración. El autobús ha circulado pausada y tranquilamente, de manera que recomiendo esta ruta para el que quiera disfrutar de una panorámica general de la ciudad a aun precio muy económico.

Al apearme en Camino de las Torres, me he dirigido hacia el antiguo canódromo y luego, cruzando el río Huerva por el puente de madera, he decidido acercarme hasta el Museo de Zaragoza que, aunque ya lo he visitado en otras ocasiones, siempre me resulta sorprendente.

Muy cuidada y limpia la entrada al museo. Los conserjes y personal del centro muy amables. Me han facilitado la entrada (gratuita) y también dos folletos: uno sobre Cesar augusta, la casa de los Hispanorromanos y otro sobre Goya.

El recorrido se inicia con la visualización de una muestra de pintura gótica. En las paredes cuelgan cuadros con distintas representaciones de la virgen, santos y lo más granado del clero de la época. Mi primer pensamiento ha ido dedicado a la multitud de artistas y orfebres que invirtieron pacientemente su tiempo en reflejar secuencias y escenas de las sagradas escrituras ya que esta temática ha sido fundamental durante una gran parte de la historia de la humanidad civilizada. Quizás si ese tiempo se hubiera invertido en mejorar las condiciones sociales de los más desfavorecidos o en profundizar en la investigación empírica de los distintos males y enfermedades que en aquellas épocas asolaban a sus habitantes, otro gallo les hubiera cantado.

De esta primera estancia se sale y hay que pasar por el patio del museo en el que se observan innumerables escudos de armas tallados en piedra y también varias lápidas sepulcrales de prohombres de la época. Todos ellos debieron vivir con intensidad sus vidas pero ahora sólo nos queda el recuerdo de una breve referencia tallada en mármol. Ese pensamiento me ha sobrecogido suavemente aunque enseguida me he sobrepuesto. También se conservan distintos elementos de construcciones ya desaparecidas como portadas, arcadas, adornos con diferentes motivos, etc.

Pasamos luego a la exposición Caesar Augusta, la casa de los hispanorromanos y aquí se visualiza un muestrario bastante amplia de lo que fue la presencia romana en nuestra comunidad. Me ha llamado especialmente la atención lo populares que eran las villas de tipo peristilo y desconocía que esa palabra hace referencia a las columnas que, a modo de porches creaban un ambiente de tranquilidad y sosiego en las estancias residenciales.

Las otras secciones de la muestra son: Vivir en la ciudad, La casa de Orfeo, Vivir extramuros de la villa, Rostros de Roma: retratos, Rostros de Roma: divinidades e Interiores. Un importante número de vasijas y objetos de distinto jaez nos indican así mismo lo adelantada que era la sociedad romana de la época. Un detalle de un mosaico en el que se lee "Cave Cane" expresa también la afición de los romanos por la rotulación de aquellos eventos y circunstancias que les parecían de interés.

Viene después la sala de "Antiguedad" donde se exponen objetos que abarcan unos 140.000 años (desde el cuaternario, en el paleolítico inferior). Ni que decir tiene que la muestra es, necesariamente incompleta ya que sólo se muestran objetos y restos que, de manera fortuita en muchas ocasiones, se han ido recogiendo a lo largo de los años. De nuevo los fragmentos de vasijas, cerámicas y objetos de caza o de guerra componen una mínima muestra de lo que fue la vida en aquellos años. He apreciado especialmente un dispositivo visual y sonoro en el que se visualizan los caracteres escritos de las lenguas íbera, celtíbera y latina. Pulsando en cada uno de los idiomas, la máquina lee automáticamente el texto y reproduce cómo se cree que sonarían distintas frases en estos idiomas. Aunque sólo se trate de una aproximación hay que agradecer al museo que nos deleite con el encanto del sonido de estas lenguas fósiles que en su momento también sirvieron para expresar amores, desencantos, emociones y proyectos.

Luego se pasa a la sala de Goya. Aquí la visita ha sido más detenida por la perfección de la obra del artista en muchos matices de sus famosos retratos. Sobretodo son de admirar los del Duque de San Carlos, el del rey Carlos IV y el de su esposa la reina Maria Luisa fechados en 1789 aunque todas las obras que se muestran no tienen desperdicio. De nuevo he echado en falta mis lunettes para poder apreciar con precisión las pinceladas del genial pintor aragonés.

Una rápida visita a la sala oriental y a distintas obras del siglo XX han supuesto el colofón de este interesantísimo periplo.

He descendido por la amplia escalinata que da acceso a las estancias superiores y, a continuación he salido de nuevo al exterior. Afuera el calor apretaba y yo también he apretado el paso en dirección al Paseo Independencia y luego camino de la Calle San Jaime.

Aún me ha quedado tiempo de hacer un alto en la pastelería "Fantoba", muy bien decorada y mostrando una gran variedad de dulces en su escaparate. Allí he adquirido una rosquilla tipo "Gloria" y, de paso una cajita de dulces tipo gominola pero muy selectos.

Sin embargo la calidad de los dulces no ha cubierto las expectativas que yo había depositado en ellos. El hojaldre de la "gloria" estaba un poco reseco y los dulces-gominolas bastante empalagosos. Así es que, de momento, la pastelería de la calle Canfranc se lleva la palma.

Vuelta a casa por el puente de Hierro y también he pasado por la papelería del Camino del Vado a comprar El País. El señor muy amable porque ya me conoce. En su momento adquirí en este establecimiento toda la colección de "Teo" por duplicado, para mis dos niñas.

Cerca de casa el calor ya se iba haciendo insoportable por lo que he agradecido el saludo del aire acondicionado. Por otra parte he lamentado internamente que tengamos que recurrir a estos medios contaminantes para mejorar nuestro hábitat.

En casa todo el mundo muy nervioso con la final de la copa de España y ahora que finalizo mi crónica, lo hago con la enorme alegría de alguien que no es aficionado al fútbol pero que me he metido de lleno en este mundillo desde los partidos de cuartos de final. AHORA SÍ QUE PODEMOS DECIR QUE SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO.

Las fotos pueden cotillearse en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/RecorridosCircularesLineaCi1##

viernes, 9 de julio de 2010

Una crónica corta para un recorrido de compromiso. Línea 128

Tenía pendiente cubrir la línea 128 puesto que, como ya comenté, el pasado domingo no pude realizar el recorrido. Así es que, aprovechando un hueco en mi autoimpuesta disciplina veraniega, sobre eso de las 18:45 me he dirigido con paso decidido aunque sufriendo ciertas rozaduras de las sandalias, al principio de línea ubicado en la Plaza Mozart.

Lo más significado del corto periplo desde mi casa hasta la parada del bus ha sido el calor. Una sensación de pesadez en el ambiente y de pocas ganas de hacer nada se iban alternando en mi mente dando como resultado final un estado de aplomamiento o atontamiento que, en nada ha contribuido a una perspicaz percepción de lo que pudiera ocurrir durante el viaje.

Cuando he llegado a la Plaza Mozart he intentado averiguar el tiempo que iba a tardar en llegar el autobús enviando un SMS con el texto ZBUS (espacio) 1003 (Nº de poste) al 5976 pero nadie ha contestado a mi petición de información. O he hecho algo incorrecto o el servicio no funciona adecuadamente.

A las 18:55 llegaba, por fin, el bus. Menos mal porque mis circuitos neuronales ya se empezaban a degradar. Así es que, presuroso, he montado en el vehículo y esperado tranquilamente a que iniciara el viaje. El trayecto, por otra parte, no constituía ninguna novedad. Este autobús va hasta Peñaflor, barrio que ya he visitado en numerosas ocasiones. Pero no quiero dejar ni una sola línea sin recorrer y esta no va a ser menos.

Pocas novedades en el trayecto. Hasta Santa Isabel he viajado acompañado de una señora y cuando se ha apeado he quedado yo solo con el conductor. Esta singularidad se ha mantenido hasta que hemos llegado a puerto.

Destacar también el abyecto olor a papelera al pasar por Montañana. No me explico cómo hay gente habitando viviendas cercanas a este desecho industrial. O tienen algún gen mutante que les protege del olor pútrido a cloro o -lo cual sería peor- padecen mansamente esta anomalía atmosférica y, el resto de la población, no nos enteramos de las afecciones a la salud que puedan ocurrir a causa de la contaminación del aire en ese barrio.

Después del caleidoscopio de torres, acequias, campos de maíz y casas de campo, hemos pasado por La Cartuja del Aula Dei, famosa por las pinturas de Goya y también por el Camino de Perdiguera por el que se llega hasta la casa de mi buena compañera de trabajo en Casetas, Olga.

Todavía quedaba el paso rasante por la Peña del Cuervo y ya, la entrada a Peñaflor.

Una pancarta informaba que el barrio se encuentra en fiestas y, la verdad, se veía algo más de movimiento de lo habitual aunque tampoco era para tirar cohetes...

Hemos llegado a las 19:30 y, por un momento, he pensado en dar una vuelta por el pueblo y tomar el bus de las 20:00 horas pero ha sido bajar del vehículo y sufrir de nuevo una bofetada de calor en todo mi cuerpo así es que -rápidamente- he decidido volver a tomar el autobús en la siguiente parada a la que me he dirigido caminando con paso casnino.

Enseguida ha acudido mansamente el transportador mecánico de gente. Me ha llamado la atención un señor que llevaba, discretamente, su escopeta de caza. Volvía -supongo- de una jornada cinegética por los montes de Peñaflor en los que no es difícil toparse con alguna liebre.

También me ha sorprendido el nutrido y variopinto grupo de gente que ha accedido al coche en la parada correspondiente a la Peña del Cuervo. Se trataba de chicos y chicas jóvenes nacionales y extranjeros que aprovechan el diferencial de precios entre el acceso a las piscinas municipales (2,10 €) y el recurso al remanso y pozo que forma el Gállego en esos parajes que les sale por el precio del bus. Quizás haya alguna otra razón como, por ejemplo, lo natural del paisaje o el encanto de bañarse en el río, aunque en los tiempos que atravesamos parece un poco imprudente bañarse sin vigilancia y supervisión alguna en un enclave en el que se sabe que ha habido más de un accidente porque el agua forma peligrosos remolinos.

Los más vociferantes eran los adolescentes nacionales. La representación de África permanecía en un prudente silencio. Un hispano se entretenía mirando el paisaje. Así hemos llegado de nuevo a Santa Isabel dándome tiempo a tomar una foto del edificio en el que se ubica la residencia de mayores en la que permanece ingresada mi suegra.

Se han apeado los chicos varones y las chicas se han quedado un poco tristonas pero enseguida han recuperado su tono vital. Finalmente hemos desembarcado de nuevo en la Plaza Mozart.

A esas alturas de la tarde, mis pies ya mostraban con claridad las rozaduras de las sandalias así es que he apretado el paso para llegar de vuelta cuanto antes a mi domicilio. Lo he conseguido y, con la sensación del deber cumplido me he puesto de inmediato a escribir la crónica. Poco a poco mi cerebro y el resto de mi cuerpo se han ido refrigerando. Sin ninguna molestia ni perturbación he podido acabar de un tirón esta breve crónica de compromiso.

Las fotos de hoy en:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/UnaCronicaCortaParaUnRecorridoDeCompromisoLinea128#

domingo, 4 de julio de 2010

De puente a puente... y tiro porque me lleva la corriente. Línea 141

Hoy estaba previsto el viaje en la línea 128 pero después de llevar a cabo todos los preparativos habituales de las mañanas de domingo y desplazarme hasta la Plaza Mozart desde donde sale el susodicho bus, resulta que me entero que los festivos no hay servicio y, después del desconcierto inicial, he tenido que plantear rápidamente otra alternativa.

Había salido de casa a las 8:45 y el panorama en la calle Miguel Asso no era muy halagüeño. Vasos de plástico usados y restos de comida esparcidos por el césped de la Plaza de la Albada daban fe pública de la indiferencia de muchos ciudadanos por el respeto con el medio ambiente. La insolente proximidad de las ferias y atracciones a las viviendas y zonas residenciales también nos está informando del atávico descuido cuando no desprecio por el descanso ajeno. Fiel notario de la realidad, he tomado varias fotos de los estragos que, por otra parte, ya resultan habituales en cualquier festejo o celebración en nuestros pueblos y ciudades.

Camino del inicio de la línea 128 he reparado en que no había cogido las gafas de sol pero he declinado deshacer lo ya recorrido por tan fútil descuido.

Como decía al comienzo de mi crónica, hoy yo no me quería quedar sin recorrido en bus así es que he sacrificado la ordenada secuencia autobusera que he seguido hasta la fecha y, dando un salto en la lista, he resuelto dedicarme a la línea 141. Me tenía que desplazar hasta la Plaza Emperador Carlos V -donde está ubicado el comienzo del trayecto- y he tomado el 45 que diligentemente me ha trasladado hasta allí.

Justo cuando llegaba salía cautelosamente mi vehículo desde la parada de inicio así es que me ha tocado esperar ya que el próximo autobús se anunciaba para dentro de 15 minutos.

He aprovechado este tiempo muerto para entretenerme con el Tom Tom instalado recientemente en mi móvil. Las opciones y posibilidades de esta aplicación me han sorprendido y me he conjurado para aprender lo básico del navegador en cuanto tenga tiempo. Otra derivación de esta experiencia es la constatación de lo rápido que está evolucionando la tecnología y el limitado uso que hacemos la gente de a pie de las increibles posibilidades que se nos están brindando ahora mismo en todos los campos del conocimiento.

En estos pensamientos me hallaba enfrascado cuando, por fin, ha arribado el 141. He tenido suerte y me ha servido el anterior viaje por lo que no he tenido que abonar este trasbordo.

El recorrido del bus ha discurrido paralelo a las ya famosas obras del tranvía. Se avanza con rapidez y de tiempo en tiempo aparecen en el trayecto nuevos elementos que perfilan con más nitidez como va a quedar definitivamente el trazado. Cerca ya de la gasolinera de Valdespartera, mi vehículo ha virado a la derecha y hemos dejado atrás los metálicos carriles del trainway.

Luego el viaje ha continuado por avenidas y calles conocidas ya de sobra en la Urbanizacion Montecanal para finalmente ir a parar a la Clínica Montecanal (actualmente Hospital Viamed) donde me he apeado del bus ya que allí se ubica el final de línea.

El hecho de ir pertrechado con mi entrañable sombrero y haberme aplicado crema protección 50 me ha permitido girar una amplia visita por la parte más meridional actualmente edificada de Zaragoza, ciudad. El balance ha sido espléndido. He discurrido por parajes hasta ahora no hollados por mí y visitado parques e instalaciones municipales que desconocía. Ciertamente, el pasear por el límite construido de la ciudad al sur me ha permitido, entre otras cosas avistar dos "picatroncos" o pájaros carpinteros que hace muchos años que no los veía. También he pasado por las instalaciones del Club Deportivo Montecanal, cuya existencia ignoraba.

Cuando me ha parecido, he girado a la izquierda a la búsqueda de un 141 que me llevara de vuelta al centro de la ciudad, con tan buena fortuna que en ese momento pasaba un 41 que me ha devuelto hasta la Puerta del Carmen. Comenzaba así la segunda parte del periplo dominguero en la que iba a realizar las actividades culturales sustitutivas de las trasnochadas misas.

Me he encaminado por la calle Canfranc hasta la calle Bilbao. Justo en la intersección se encuentra una pastelería (no he mirado su nombre), creo que es la pastelería Canfranc donde venden unos estupendos productos. He adquirido un pastel "borracho" en forma de cono y me lo he comido con devoción. Estaba riquísimo. Con ese dulce sabor de boca he continuado mi camino por calles céntricas de la ciudad hasta llegar al Palacio de Montezumo donde iba a recrearme con la exposición de Rafael López Espí (gran maestro del cómic español, cuya existencia, también desconocía).

La muestra me ha sorprendido muy gratamente. Esperaba visualizar úna colección de los clásicos dibujos de cómic sin más pretensiones y me he encontrado con la obra de un verdadero artista que yo no dudaría en colocar al lado de Goya o Velázquez por la variedad y calidad de sus dibujos y la excelente ejecución en todos sus trabajos. No tenía desperdicio ninguno de los cuadros expuestos en las tres salas de la exposición y, algunos de ellos eran, para mi gusto, verdaderamente sublimes. No he podido menos que admirar internamente el trabajo de este artista que sabe captar miles de matices en los rostros o en las composiciones corporales que, a mí, seguro que se me escaparían. El dominio de los gestos y de las proporciones; una enorme creatividad para gestar personajes de ficción que parecen dotados de vida y las composiciones en las que aparece el héroe batallando con una multitud de esbirros, trazado todo ello con enorme precisión y colorido son los rasgos que, a mi entender definen mejor la obra de Rafael López.

Hasta tal punto ha llegado mi entusiasmo que, en un alarde de atrevimiento, me he puesto a fotografiar algunas de las obras más interesantes para mi gusto. No tenía claro si se permitía o no, pero al hacerlo sin flash, creía que sería más discreto y pasaría desapercibido. No ha sido así. Al tercer "clic", ha acudido el oficial de seguridad y con amabilidad -pero con firmeza- me ha conminado a que no hiciera más fotos porque estaban protegidas por el copyright. Le he agradecido su advertencia mitad amable, mitad confundido. Luego he disimulado un poco como mirando uno de los cuadros con más atención y, finalmente, he salido con cierta celeridad al tiempo que me despedía confusamente del guarda y de la conserje.

Mi siguiente cita era en el Centro de Historia de Zaragoza. Allí iba a visitar la exposición "Quito en Zaragoza" y con paso firme y decidido hacia allí me he encaminado. Al llegar a la Plaza de San Agustín, las puertas correderas automáticas del Centro, me han recibido con calidez. He penetrado al interior del recinto y en un rápido vistazo he podido hacerme cargo del piso en el que se mostraba el grueso de la obra. He subido a la segunda planta y allí me ha recibido una variopinta muestra de fotografías, carteles, vídeos, sonidos y hasta camisetas de la pintoresca capital de Ecuador. Lo que más me ha gustado han sido las fotos del archivo Bloomberg. Se trata de una muestra de fotografías correspondientes a un Quito de medianos del siglo XX muy peculiares e interesantes. También me ha sorprendido un vídeo sobre el festival de rock que se celebra en la ciudad quiteña en el que los jóvenes manifiestan sus opiniones acerca de este tipo de música. Por cierto que, a diferencia de otros festivales organizados por estos lares, las canciones que se ven y escuchan son todas en español. Después de visitar con detenimiento la muestra, he tomado un folleto de recuerdo y he retornado de nuevo a la Plaza de San Agustín con el plan de ir regresando a mi domicilio.

Aún me ha quedado tiempo de pasar por el albergue municipal en el que una legión de transeúntes se preparaban para el yantar. Desde las ventanas, que dan a la calle de Las Arcadas se podía escuchar el cansino alboroto de los que tienen poco y poco esperan de los poderosos.

Finalmente me he encaminado por el Puente de Hierro (Puente del Pilar) a la calle Camino del Vado. Allí, en una papelería ya conocida, he adquirido El País y continuado, posteriormente mi caminar de vuelta a casa. Sobre las 13:05 horas llegaba a mi hogar y, como casi todos los domingos enseguida he ido a por el pan. También como todos los domingos, a la vuelta me he puesto a escribir la primera parte del blog y, posteriormente, a disfrutar de la estupenda comida que había preparado RM.

Quedan relativamente pocos buses para explorar y, entre las líneas pendientes, hay varias que son nocturnas. Así es que me propongo intensificar mis excursiones, aprovechando las vacaciones del verano y cuando el objetivo esté cubierto, cerrar un ciclo que tantas satisfacciones me ha reportado. Son muchas las ideas que bullen en mi interior respecto a la nueva actividad que sustituirá las excursiones en bus urbano. En su momento comentaré la opción por la que, finalmente me decanto. Ahora, a protegerse del calor y a disfrutar cada segundo de las vacaciones.

Reportaje fotográfico de la salida de hoy: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/DePuenteAPuenteYTiroPorqueMeLlevaLaCorrienteLinea141##

domingo, 27 de junio de 2010

Retorno al pasado. Línea 53

La hora de salida de hoy ha sido redonda: las 9:30. Fácil de recordar y espuria referencia a la evanescencia de esa cuarta dimensión que es el tiempo.

El camino hasta el inicio de línea ha discurrido por trayecto ya de sobras conocido: la ribera izquierda del Ebro. Sin embargo el panorama siempre cambiante me ha aportado, como ya es habitual, nuevas sensaciones e insospechadas percepciones. Hoy había gente pescando en la orilla y ese hecho me ha trasladado por un momento a mi época de infancia en la que la pesca era uno de nuestros entretenimientos favoritos. Había también piraguas impulsadas por cansinos remeros y parejas de mediana edad que intentaban un trotecillo ágil aunque sus desentrenadas articulaciones los delataban. Mientras tanto, yo, con paso decidido iba descontando la distancia que restaba hasta la parada del 53 en la Puerta del Carmen.

El día estaba espléndido, con una pizca de calor. Sin embargo he salido muy bien pertrechado con mi sombrero ecuatoriano y una generosa capa de crema solar factor 50 extendida con cuidado por las partes más castigadas de mi rostro.

A la altura del monumento a César Augusto un cartel invitaba a realizar una visita en familia por la calle indiscreta (a las 12) y he pensado que para próximas salidas podría ser una actividad interesante. Más adelante, al pasar por el Hotel Melia Corona de Aragón he recordado también el famoso suceso del incendio que yo lo viví justo al día siguiente de volver de vacaciones de Peñíscola en casa de la hermana de Javier.

Ha continuado mi andadura hasta llegar a la Puerta del Carmen y después de unas cuantas indagaciones, he podido dar por fin con la parada del autobus de hoy. El comienzo de línea está ubicado en la calle Hernán Cortés y, quizás, ese ha sido el motivo de mi despiste. Cuando he llegado al bus eran las 10:14 (el paseo mañanero ha durado por tanto 44 minutos) y a las 10:15 el bus se ponía ya en marcha conmigo como único pasajero.

Como en otros relatos de pretéritas líneas, el vehículo no era nuevo precisamente y eso se notaba en la suspensión, en el ruido del motor y en los bruscos acelerones y frenadas. Me he tenido que cambiar varias veces de ubicación porque el sol se empeñaba en perseguirme. En todo momento he permanecido con el sombrero al que ya me había habituado como si formara parte consustancial de mi cuerpo.

Esta línea llega a Miralbueno por el Barrio Oliver y este barrio siempre me ha parecido exótico, con sus casitas tipo parcela, su variopinta población, sus curiosas callejuelas...

Hemos recorrido todo el barrio hasta la entrada -por arriba- al Barrio de Miralbueno donde muchos edificios e instalaciones de moderno diseño nos están indicando que, en la época de esplendor inmobliario, muchas parejas jóvenes decidieron fijar en el mismo su residencia.

Por fin hemos llegado al camino del Pilón. Esa calle es, desde siempre, mi referencia cuando viajo a este barrio y el bus, obediente a su conductor, la ha recorrido prácticamente en su totalidad hasta que hemos llegado al final de la línea ubicada enfrente del colegio Julián Nieto.

Al bajar del bus de nuevo he reparado en edificios e instalaciones ya vistos el domingo pasado con la línea 52, ya que ambas, la 52 y la 53 son líneas hermanas que llegan a Miralbueno. Por tanto he decidido explorar el barrio por alguna calle paralela a la del Pilón para disponer de otra perspectiva complementaria del barrio.

Así es que he tomado la Calle Mayor y luego me he desviado a la derecha por la calle de La Merced y al final de la subida me he dado de bruces con el Instituto Miralbueno al que le he sacado una foto. En sus cercanías se encuentra la panadería-repostería Castilla en la que he adquirido un bollito de hojaldre relleno de crema, buenísimo. He descendido después por la calle de Vistabella y luego ya me he ido desviando hacia la parte más nueva del barrio, cercana ya a la carretera de Logroño.

Me ha llamado especialmente la atención las innumerables muestras del reciente descalabro urbanístico: adosados terminados y sin vender, carteles de "se vende" o "se alquila" por doquier, promociones paralizadas, solares vallados sin actividad alguna, etc. No se cuando se reactivará la urbanización del barrio pero da la sensación de que se ha quedado todo como paralizado cuando quedaban al menos un 30-40% de zonas edificables en las que no se ha podido continuar.

Por un momento he pensado en las jóvenes parejas que ahora habitan en el barrio y que, seguramente, cargaron a sus espaldas con hipotecas sobredimensionadas. Era domingo y hora del vermut, pero no se veía prácticamente nadie por la calle. Eso lo dice todo.

Después de una minuciosa inspección por la zona y visto ya lo principal, he decidido regresar al centro de la ciudad pues ya tenía pensada la actividad que iba a complementar hoy el recorrido. Así es que he esperado en la parada del 52, que parece que circula con más frecuencia que su homólogo siguiente y, enseguida ha llegado el autobús. El regreso hacia el centro también se me ha antojado muy rápido pero no descarto que haya sido una percepción sesgada por la íntima satisfacción del deber cumplido. El caso es que, enseguida me he apeado en Paseo de la Constitución, al lado de Comisiones Obreras y rápidamente me he puesto en marcha hacia el Edificio Paraninfo de la Universidad donde sabía que tenía lugar la exposición: "El fotógrafo Luis Gandú Mercadal, una crónica visual. 1910-1930".

Antes de pasar a detallar las características de la muestra, debo ya adelantar que la exposición me ha entusiasmado hasta el punto que no descarto volver a verla con más tranquilidad. Se trata de una selección de 159 fotografías tomadas entre 1910 y 1930, de muy buena calidad y que retratan una amplia panoplia de temática diversa, incluyendo fotos familiares, taurinas, de sucesos de la época y bastantes de familias pobres, obreros y gente menuda.

A la entrada a la exposición he tomado el catálogo que, distraidamente, me han ofrecido unas jóvenes azafatas y, por tanto, sería muy fácil para mí reproducir el contenido de la muestra siguiendo el guión del folleto. Sin embargo, en un ejercicio de asociación libre comentaré algunas que, por el motivo que sea, me han llamado más la atención.

En primer lugar la esposa de Luis Mercadal, a la que retrata en varias ocasiones en distintas poses y situaciones me ha parecido verdaderamente sugerente, con un encanto y una mirada muy especial. Dos niñas vestidas de holandesas en el Canal Imperial, un torero herido en una corrida llevado por varios subalternos mostrando en su rostro un inesperado sufrimiento, una concurridísima manifestación por el asesinato de Canalejas asesinado el 12 de noviembre de 1912 por el anarquista Manuel Pardiñas cuando miraba el escaparate de la librería San Martín en la Puerta del Sol a escasos metros de la Calle de Carretas (hay que ver lo bien que viene Google). También otra multitudinaria manifestación por la muerte de Joaquín Costa....

Un aviador francés en el aeródromo de Valdespartera, el propio fotógrafo, Luis Gandú con pose burguesa a los mandos de un curioso automóvil, etc. En fin, que la colección de fotografías en blanco y negro no tienen desperdicio y me ha trasladado por un momento a los comienzos del siglo XX con un detalle y unas escenas que ni me imaginaba. Mentalmente he hecho cuentas y esas fotos corresponden a unos ocho años antes del nacimiento de mi padre (en 1920). Qué pena que la alegría y el civismo que trasladan muchas de las instantáneas se hiciera añicos en años posteriores a causa de la desdichada Guerra Civil.

He salido muy contento de la exposición y un punto emocionado por todas las vidas pasadas que han desfilado ante mis pupilas y, de nuevo me he puesto en marcha para ver si llegaba al siguiente evento: visita a los bouquinistas o mercadillo de libreros que tiene lugar en el Paseo Echegaray, junto al Naútico. Cuando he llegado, sólo dos garitos permanecían abiertos y, la verdad, la muestra de libros viejos y usados no me ha aportado nada nuevo. Que conste que he reflexionado por qué la muestra no me decía gran cosa y creo adivinar que se debe a mi natural preferencia por lo nuevo, por lo último, por lo más novedoso en un amplio abanico de disciplinas.

De nuevo me he puesto en circulación, esta vez camino al Puente de Hierro y al cruzarlo, he podido otra vez verificar cómo va el pintado de esta añeja conexión entre las dos orillas.

He virado 90 grados a la derecha para tomar la calle Alfonso Solans (que, como veo en Google, fue el fundador de Pikolín puesto que en 1948 con una plantilla de siete trabajadores comenzó la fabricación de camas en un pequeño local ubicado en esta calle). Finalmente, he ido a parar a la calle Cosuenda y, cruzando Marqués de la Cadena, finalmente he arribado a mi casa.

No hace falta dar más detalles. La jornada ha sido intensa y fructífera, las actividades planteadas para hoy, muy acertadas. ¿Qué más se puede pedir?

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/RetornoAlPasadoLinea53##

domingo, 20 de junio de 2010

Línea 52. Todos los objetivos, cubiertos.

A pesar de que ayer me acosté algo tarde (las 13:30) y de que me tomé dos cervezas y también un café, hoy me he despertado descansado y con buen humor. Quizás el ejercicio de la mañana del sábado con la mula mecánica ha producido un benéfico efecto en mi organismo. También podría ser el hecho de saber que ya queda poco de curso. El caso es que sobre las 7:30 ya estaba en pie.

Después de desayunar tranquilamente (vaso de leche con miel y café descafeinado, varias piezas de pan tostado con mermelada de fresa y una generosa porción de torta Loras de Muel) he preparado todos los efectos para la excursión de hoy. Parecía que el día estaba bueno y, después de pensármelo un poco, he decidido salir en camisa, sin jersey ni nada. Esta vez me he llevado el sombrero que me regalaron para protegerme del sol. Ha sido una buena decisión aunque -como veremos- el día se ha ido complicando por el viento.

En primer lugar recorrido a pie por el tercer cinturón hasta el pabellón Príncipe Felipe. Los pies iban solos puesto que los nuevos zapatos que me compré -a buen precio- en Alcampo-Utebo son muy ligeros y cómodos. No lo he comentado pero la salida de casa ha sido a las 8:20 y a las 9:00 ya estaba esperando en la parada del 51 en Cesáreo Alierta. He realizado el recorrido, por tanto, en 40 minutos. Por el camino ya he ido sintiendo el pertinaz viento zaragozano empeñado en recorrer mi rostro desde todos los ángulos a gran velocidad. Sin embargo no sentía frío. El día estaba bueno y el paseo, como he indicado, ha sido estupendo.

De nuevo he aprovechado para fotografíar el bus desde cerca pues no se veía el conductor. También he tomado una inusual foto de tres buses esperando, uno detrás de otro, ya que se me ha brindado esa oportunidad. Enseguida ha llegado el conductor y a las 9:05 arrancaba el vehículo desde el comienzo de línea. Como en otras ocasiones, el viaje ha transcurrido con normalidad y también con comodidad pues se trataba de un autobús moderno con la suspensión bien equilibrada. A las 9:36 llegábamos a Miralbueno con lo que el tiempo invertido en el trayecto ha sido exactamente de media hora.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid ya había quedado que pasaría por la casa de Rocío (antigua compañera de Casetas) para saludarla a ella y a su familia, así es que he hecho tiempo hasta las 10:00 merodeando por el barrio y tomando fotos de las nuevas edificaciones y los abundantes parques construidos recientemente. En el ambiente se respiraba mucha tranquilidad y, ciertamente Miralbueno está muy cambiado -para bien- gracias, como digo, a las nuevas construcciones y servicios implementados por el ayuntamiento. Enseguida he dado con la calle Enrique Val y, aprovechando que unos señores entraban en la urbanización de mi compañera, yo también he pasado al interior.

Ha bastado una corta llamada de teléfono para que enseguida se percatara de mi presencia y pasara al interior de su vivienda. Allí he departido agradablemente con toda la familia: con Eugenio, con David, con Alberto... Nos hemos puesto mutuamente al corriente de nuestras vidas y hasta he tenido tiempo de contemplar su gimnasio privado, resguardado por unos oportunos toldos, los acuarios con una instalación estratosférica y gran variedad de peces, el cuarto arreglado de uno de los hermanos... En fin, que he pasado un rato muy agradable con ellos.

Sobre las 11:00 nos hemos despedido y, de nuevo he salido a la calle. Ya había conseguido dos objetivos: el trayecto en el 52 y la visita. Enseguida he observado que el viento había arreciado y he tenido que sujetarme el sombrero con la mano so pena de perderlo por el camino. Me he desplazado a pie hasta el complejo Augusta y de allí hasta la estación Delicias y el Rastro. Nuevas fotos de ese espectáculo humano tan sorprendente realizando transaciones de la más diversa índole y el viento azotando cada vez con más fuerza, ahora todo mi cuerpo.

El paso por el Puente del Tercer Milenio ha sido reconfortante. Protegido del viento he podido centrarme de nuevo en el tercer objetivo previsto para hoy: acudir a la sala de títeres Arbolé para disfrutar de una sesión de moñacos titulada "El libro de la selva". A las 11:40 ya estaba adquiriendo mi entrada (8 €) y, después de pasar por el baño, me he puesto en la cola con una nutrida representación de padres y madres jóvenes y la chiquillería. Enseguida nos han hecho pasar y ya en el interior he podido contemplar el significativo avance realizado por esta compañía desde aquellos tiempos en los que realizaban sus sesiones en el Actur. Las instalaciones son ahora amplias y cómodas así es que me he situado en un lugar estratégico y he esperado a que diera comienzo el espectáculo. Pensaba tomar algunas fotos pero una "voz en off" nos ha recordado que no se podían tomar fotos con flash, así que he optado por emplear la cámara del móvil sin fogonazo alguno.

Me hubiera gustado escribir que salía muy contento y divertido de la obra pero, la verdad, no ha sido así. Reconozco en la pareja de titiriteros un gran dominio en la entonación, modulación e inflexiones de la voz pero el argumento no ha sido nada novedoso (se han ceñido al milímetro a la película de Disney) y los muñegotes tampoco eran ninguna maravilla de diseño. El caso es que ya a media sesión he podido observar algunos niños que, ajenos a lo que se urdía en el escenario, se entretenían mirando al público dando la espalda a los protagonistas. Por otra parte también se ha echado en falta mayor interacción de los figurantes con el público así como cambios de ritmo y música en los distintos episodios. El espectáculo ha durado aproximadamente una hora y al finalizar, ambos titiriteros han salido, el uno con el elefante (sólo la cabeza) y la otra con un diminuto Mowgli para saludar a los niños que, distraidamente, iban saliendo. Yo he declinado saludar al proboscídeo y al niño salvaje y he apretado el paso para salir cuanto antes al exterior.

De nuevo el fortísimo cierzo ha hecho acto de presencia y me ha ido zarandeando sin piedad en mi camino hacia la línea Ci 1. Ya empezaba a tener frío y deseaba que llegara pronto el bus pero una señora ya me ha puesto al corriente que había pasado un bus lleno y no había parado y, para mi sorpresa, el siguiente C1 tampoco ha parado. Así es que he decidido ponerme en marcha para intentar llegar a pie hasta otra parada que no estuviera gafada. He tenido suerte pues en la siguiente, enseguida ha llegado otro circular prácticamente vacío.

A gran velocidad he sido transportado hasta Marqués de la Cadena. Siguiendo el protocolo habitual, todavía he tenido tiempo de adquirir El País y una barra de pan y luego ya he vuelto para casa. Después de los saludos y el intercambio de impresiones mañanero he bajado a escribir un rato en el blog porque enseguida se me ha encomendado la tarea de ir a buscar a mi hija pequeña que llegaba de Salou.

Durante los días del 12 al 20 de junio esta villa tarraconense ha sido el destino de la práctica totalidad de los estudiantes zaragozanos que se han presentado a los exámenes de selectividad. Yo no conocía este ritual pero ya me he puesto al corriente de lo habitual del éxodo estudiantil después de las penalidades sufridas para el acceso a la universidad.

El primer intento de recogida de la niña ha fracasado ya que por una información incorrecta creíamos que llegaba a las tres pero a esa hora todavía estaba en camino. Así es que hemos vuelto a casa, hemos comido y sobre las 16:00 he vuelto (ahora yo solo) de nuevo a la estación a recoger a la fatigada estudianta. Vuelta de nuevo a casa y, un poco atontado por el tinto de Borja enseguida me he quedado dormido en el sofá. Al despertar el viento continuaba y también mi atontamiento. Con una nueva cabezada, esta vez en la cama, he intentado despejarme. Todavía un poco aturdido me he dedicado a recoger las últimas cerezas y a retirar -como todos los años- la malla protectora del árbol. Finalizada la tarea, a terminar de escribir el blog. La modorra ya ha quedado atrás y, ahora más despejado voy a hincarle el diente a El País para ponerme al día después de una nueva quincena de sequía de noticias.

El resto de fotos en:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea52TodosLosObjetivosCubiertos#

domingo, 13 de junio de 2010

Liberado, por fin, del autoimpuesto yugo eclesial... Línea 51

No me ha costado mucho dar con el título de la entrada de hoy. Como comentaba en mi anterior crónica, desde este mismo día, con la línea 51 el plan de las expediciones domingueras en bus ha quedado modificado al prescindir de la misa (que yo mismo me autoimpuse) con lo que ha quedado despejado el horizonte de nuevas aventuras y experiencias más creativas y originales.

Ya indiqué que si podía, me apuntaría a eventos relacionados con la ciencia, pero la exploración de actividades ayer, sábado, me sirvió de ensayo al comprobar que pocos son los programas centrados en actividades científicas los domingos. No obstante el panorama que ahora se vislumbra es, desde luego, más rico y variado y, para ir abriendo boca, hoy he sustituido la misa por un concierto de la banda de música del Actur, patrocinado por ASPANOA (Asociación de padres de niños con cáncer de Aragón) que ha tenido lugar a las 12 de la mañana en el kiosco de la música del Parque Grande.

Eran las 6:30 de la mañana cuando ya me he despertado. Ayer me acosté relativamente temprano y 7 horas de sueño son, actualmente, suficientes para levantarme con la sensación de haber descansado. Tenía "mono" del libro de Brian Green "El universo elegante" y he dedicado hora y media (hasta las 8) a la lectura de este apasionante viaje por el mundo de lo más microscópico y las teorías que los investigadores más punteros van pergeñando con el objetivo de explicar de la forma más precisa posible cual es la esencia de la materia. Lo último es la teoría de cuerdas y, aunque intuyo lo que pretende explicar, debo confesar que su correcta comprensión excede, por ahora mis capacidades intelectuales.

Después de poner el lavavajillas y arreglar un poco la cocina, he desayunado tranquilamente con lo cual se han hecho las 8:45 que ha sido la hora de salida en el periplo de hoy. El inicio de línea se ubicaba en el pabellón "Príncipe Felipe" y el recorrido desde mi casa lo he hecho a pie. He pasado por el azud, por la calle Salvador Minguijón y por el Parque de Torrerramona hasta arribar a Cesáreo Alierta que es donde se ubica el comienzo de línea 51. Allí estaba el bus, cerrado y sin nadie en su interior, ocasión que he aprovechado para tomar una foto en primerísimo plano.

Enseguida ha acudido el conductor que con voz imperativa y amable al mismo tiempo me ha invitado a que subiera. Obediente, así lo he hecho y ha dado comienzo el recorrido. He tomado una foto de mi reloj en el mismo momento de partir y eran las 9:38.

El viaje se ha desarrollado con total normalidad. La subida de un nutrido grupo de jóvenes negros hablando entre ellos un extraño idioma ha sido la anécdota más relevante. El bus ha recorrido obedientemente el trayecto diseñado para él y, enseguida he sido trasportado hasta la Estación Delicias. Al apearme he mirado de nuevo el reloj: las 10:02; es decir 24 minutos de trayecto. Al descender he reparado de nuevo en el puente de reciente factura construido con motivo de la Expo, en el teleférico (parado) y en la animada agitación de viajeros que iban y venían desde y a quién sabe hasta qué remotos lugares. Todavía me ha quedado tiempo para dar una vuelta completa por la estación y fotografiar aquí y allá escenas y rincones que se me antojaban singulares.

Como ya había visitado la estación cuando viajé en la línea 34 pues, la verdad, no he invertido mucho tiempo al ser un lugar ya conocido con anterioridad.

He salido del edificio por el bar de pinchos de obligado paso (buena inversión han realizado los pájaros) y me he encaminado hacia la Ci 2 para acercarme al Parque Primo de Rivera. De nuevo un rápido recorrido y, al no conocer las paradas, me he apeado en una más alejada del parque por lo que he tenido que desandar el camino por Fernando el Católico y Luis Vives hasta llegar al Kiosko de la música. Allí se encontraba un grupo practicando Taichí pero no se veía ninguna preparación del concierto. Enseguida he vislumbrado un cartel en el que ya se indicaba que la actuación comenzaba a las 12:00.

Al disponer de tiempo más que suficiente, lo he dedicado a pasear por el parque por lugares por los que no pasaba hace mucho tiempo. También me ha dado tiempo de tomar fotografías. El día acompañaba con un sol radiante y no mucho calor. Después del periplo, he retornado la estación del trenecito del parque y, atravesando el puente del Huerva, he divisado una cafetería con buena pinta. Se trata del restaurante-cafetería Serrablo con ventanales muy amplios y una excelente vista al parque. Todavía he tenido que acudir a un cajero automático de Servired para sacar dinero y, posteriormente, me he introducido en el establecimiento para disfrutar de las viandas y el merecido descanso.

El servicio ha sido rápido y los manjares habituales (croissant y café con leche), excelentes. Al poco iniciar la degustación, un Heraldo ha quedado libre y, como hiciera en anteriores ocasiones, rápidamente lo he captado y leído en los apartados que me parecían de mayor interés. Bien pensado, el precio que me han cobrado (2:55 €) es bastante ajustado si incluimos también la excelente ubicación y la lectura del rotativo.

Ya se acercaba la hora del concierto (eran las 11:45) y, tranquilamente, me he ido acercando a las instalaciones en las que la banda ya preparaba la actuación afinando pausadamente sus instrumentos. Después de cambiar de silla en tres ocasiones (intentando calcular la trayectoria del sol, para que no me diera) me he sentado en una silla de tijera y esperado a que comenzara la actuación de la orquesta.

Una joven muchacha -la directora del grupo- dirigía enérgicas y amables palabras a sus músicos como preparación de la intervención. Las cariñosas admoniciones han durado su tiempo pues hasta las 12:6 minutos no ha comenzado la actuación. Estaban previstas 10 obras en el programa, comenzando por La entrada, Overture español y las Leandras y finalizando con Suspiros de España, Mesonera de Aragón y Sierra de Luna. También han interpretado Medley Boleros, Gershwin´s Songs, Cerezo rosa y Anniversary Marcha-cha. De todas ellas yo me quedaría con la del cerezo y Sierra de Luna. Esta última también cuenta con la ya conocida letra "El Ebro guarda silencio, al pasar por el Pilar..." y ese recuerdo -no sé por qué- junto con los cadenciosos acordes de la banda ha hecho que me emocionara durante toda la pieza.

He aplaudido con agradecimiento cada una de las 10 piezas juntamente con el público -bastante mayor en su mayoría-. Como propina, la directora y sus acólitos nos han obsequiado con una nueva interpretación de Las Leandras. Ya digo que he quedado muy satisfecho de la experiencia y me han encantado todas las actuaciones.

Al terminar el concierto, de nuevo me he desplazado a pie hasta la parada del 35 en Pedro Cerbuna; luego el 20 hasta Valle de Broto y después la Ci 1 hasta Marqués de la Cadena. Al llegar a casa, después de saludar a la familia, mi primera ocupación ha sido recolectar unas cerezas para darme el gustazo de comérmelas sin lavar ni nada pues todavía no he fumigado el cerezo a pesar del inevitable avance del pulgón. Muy orgulloso de mi cosecha, he tomado varias fotos-demostración de la fruta, refulgente, con su piel suave y tersa y, posteriormente, como todos los domingos he disfrutado de la estupenda comida que había preparado RM. Quizás me he pasado un poco con las cerezas en el postre pues he contado -por encima- unos 60 "cascuellos" como dicen en mi pueblo pero, la verdad, no he podido sustraerme a un placer tan irresistible.

Esta vez no he comprado El País. La experiencia de vivir sin él durante dos semanas me ha dejado huella y, bien pensado, en el fondo en el fondo ya adivinaba lo que iba a ser su contenido lo cual no me entusiasmaba.

Así es que todavía he tenido tiempo para ver un poquillo el Telediario, la cabezada y, posteriormente me he entrenado a cortarme yo mismo el pelo con un cortador eléctrico. Luego una ducha y después a escribir en el blog. El "Principio de normalización" se ha cumplido de nuevo.

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LiberadoPorFinDelAutoimpuestoYugoEclesialLinea51##

domingo, 6 de junio de 2010

Línea cincuenta, fugaz viaje de ida y vuelta

Hoy me ha quedado tiempo por la mañana para arreglar un poco el jardín. Mi obsesión por mantener limpias las baldosas del suelo choca de lleno con el color que mi señora eligió para el gres que es el blanco, así es que mantengo una vigilancia permanente con cualquier mota, hoja seca o caca de pájaro que osa posarse en el níveo pavimento.

Como me he levantado temprano (7:15) ya a las 8:00 salía de casa disfrutando de la excelente mañana que me regalaba un, todavía, joven junio.

El recorrido previsto no era muy novedoso. La línea 50 realiza el trayecto Vadorrey-San Gregorio y ambos barrios los tengo ya muy visitados. Sin embargo la vida siempre depara sorpresas agradables y, sobretodo, el talante con el que se encaran las cosas sirve en muchas ocasiones de catalizador de experiencias novedosas e interesantes.

Nada más llegar al principio de línea en la calle Carmelo Betoré Bergua, ya he avistado el autobús que, mansamente, estaba esperando a que los viajeros penetraran en sus entrañas. Cuando le he preguntado al conductor a qué hora salía, él, muy amable, me ha contestado: "ahora mismo". En ese instante mi reloj marcaba las 8:12 minutos.

En las cuatro primeras paradas no ha subido nadie al vehículo, y yo era el único viajero por lo que he experimentado la sensación de rico y poderoso señor con bus propio y chofer a su disposición. En la cuarta parada se ha disipado mi ensueño pues dos señores mayores han accedido indiferentes a mi frustración.

El viaje se ha desarrollado a una velocidad frenética. En muchas paradas no montaba viajero alguno por lo que el recorrido se me ha antojado fugaz como digo en el título. Hemos llegado a San Gregorio y como ya conociera de anteriores visitas tanto el barrio como las instalaciones del Hospital Royo Villanova, he tomado subrepticiamente varias fotos del bus y después he dado media vuelta con la idea de retornar cuanto antes a Vadorrey. No he tenido que esperar ni un minuto pues el conductor, después de visitar un bar cercano para -supongo- hacer sus necesidades ha resuelto poner en marcha el autobús e iniciar -también con un solo viajero, que era yo- el viaje de regreso.

De nuevo muy poca gente ha subido al veloz medio de trasporte y, después de varios giros y desvíos por lo más granado del barrio del Picarral hemos llegado a la Avenida Cataluña para, posteriormente, pasar a la Avenida Puente del Pilar y, rápidamente terminar el trayecto, "again" en Vadorrey.

A pesar de la rapidez del viaje, todavía he tenido tiempo de pensar durante el mismo en el nuevo reto que me impuse la semana pasada de escuchar cual sociólogo aficionado las conversaciones que se desarrollaran cerca de mí con la intención de obtener un muestreo aproximado de los intereses de la gente de la calle. Bueno, pues he de decir que en esta ocasión el reto no se ha coronado con éxito. Es más, el fracaso ha sido total ya que no he podido tomar nota de ninguna conversación. Conclusión: vivo más centrado en mis pensamientos, proyectos e interacciones que en lo que ocurre a mi alrededor. Es algo, por otra parte natural si bien no me despido de intentar de nuevo el experimento en el futuro. También es cierto que deberé disponer de un apoyo técnico como, por ejemplo, un micrófono-amplificador orientable ya que he comprobado la dificultad de escuchar con nitidez conversaciones ajenas. Total, que según parece, vivimos inmersos en una maraña de mensajes e intercomunicaciones verbales que vienen a ser como un ruido de fondo al que cuesta prestarle atención.

Al bajarme del bus en Vadorrey eran las 9:12 por lo que hoy he batido el record de velocidad autobusera. En una hora he ido a San Gregorio y he vuelto.

Enseguida he puesto en marcha la segunda parte del plan de hoy que no era otro que pasar por el puente del azud al Barrio de Las Fuentes y escuchar misa en el Colegio Santo Domingo de Silos. Al pasar por el puente he observado dos chinos (o coreanos) que estaban pescando y uno de ellos había atrapado una carpa de tamaño considerable que se debatía con valentía oponiéndose a ser extraída de su medio natural. He tomado varias fotos y continuado mi camino. He tomado la calle Fray Luis Urbano y arribado a la calle Amistad donde viviera mi mujer, su hermano y sus padres. De nuevo he tomado varias fotos y preguntado a una señora por la hora en la que celebraban en el colegio. Ella me ha contestado que la misa tenía lugar en la parroquia de San José Artesano que la tenía muy cerca, cosa que yo no recordaba. Así es que me he plantado en la iglesia y, al comprobar que la gente entraba ya al templo, he colegido que la misa era a las 9:30 como así ha sido.

El templo se encontraba lleno a media entrada. En su mayor parte mujeres bastante mayores, todas ellas con semblante piadoso. Las instalaciones son espaciosas y una ligera penumbra contribuía al recogimiento. Enseguida ha aparecido el sacerdote, un señor mayor que cojeaba ostensiblemente. Con voz grave y segura ha iniciado la celebración al tiempo que los cánticos de la nutrida representación femenina acompañaban el ritual. Tal como me ocurrio en mi anterior expedición, ni las lecturas, ni los cánticos ni el evangelio me han aportado nada nuevo por lo que no dedicaré mucho tiempo a su comentario. Ya dije que esta era mi última visita a una iglesia en mi periplo autobusero urbano y, en las próximas salidas, tendré que buscar alternativas que complenten el recorrido, a ser posible, alternativas relacionadas con la ciencia.

Del sermón no me he enterado mucho. No tanto por falta de interés sino por la deficiente instalación megafónica que impedía descifrar con precisión el discurso del cura. Había mucha reberberación y, como he comentado en otras ocasiones, he salido con la duda del porcentaje de ración sermonera que han aprovechado los fieles.

A la salida varias fotos a los restos de una boda (confettis, arroz y cintas por el suelo) y también a una casa del grupo Girón remodelada y que parece ahora un edificio futurista. He recordado que antaño compraba pan en la Tahona Goyesca y allí me he dirigido. Una nutrida cola de clientes daba cuenta de la calidad de los productos y yo he aguantado pacientemente que me tocara mi turno para solicitar dos barras de pueblo, una torta Loras de Muel y cuatro rejitas de piñones. He dado cuenta de dos de las últimas porque necesitaba glucosa y he continuado deambulando por Salvador Minguijón. Inopinadamente me he encontrado con Jose, el padre de Alejandra, la amiga de mi hija pequeña el cual iba a visitar a sus padres. Me he ofredido a acompañarlo y él, a cambio me ha indicado un añejo obrador en el que elaboran exquisitas pastas de té. Después de llegar hasta casa de sus padres y despedirme he retornado al obrador y adquirido 300 gramos de las prometedoras pastas. El establecimiento también ha sido fotografiado.

Me he dirigido posteriormente al bar Chema ubicado al final de Salvador Minguijón y próximo ya a la ribera del Ebro. He solicitado el menú habitual de mis mañanas domingueras y me he colocado -provisionalmente- en la única mesa libre, cerca de la televisión del establecimiento. Enseguida me he percatado del excesivo volumen del aparato y, como me molestara bastante, he decidido trasladarme a la terraza exterior donde he devorado el croissant y he disfrutado del café con leche. Mis dudas sobre si me cobrarían la consumición versión interior o versión terraza han quedado rápidamente aclaradas: me han aplicado 40 céntimos por el servicio exterior y el importe total se ha quedado en 2,40€. No he protestado ni nada porque, al fin y al cabo, la decisión de cambiar de escenario ha sido mía.

Como sucede habitualmente, el chute de café con leche me ha puesto de mejor humor todavía y muy feliz y contento he retornado por la orilla derecha del Ebro hasta cruzar el puente del Azud y situarme en la orilla contraria. He pasado un momento por la cafetería El Puerto abierta recientemente en el embarcadero de Vadorrey. También he tomado fotos del abundante público que aprovechaba para subir al Ebrobús o que realizaba actividades con la Federación Aragonesa de Piragüismo. Sólo me faltaba adquirir el periódico ya que la veda de su lectura ha quedado levantada. Para ello me he desplazado hasta el quiosco ubicado en las cercanías del Colegio de La Jota (antiguamente La Natalia y ahora, pues me tendré que fijar porque no lo recuerdo). Allí una amable señora me ha dispensado el rotativo previo abono de 2:50 €, precio que me empieza a parecer excesivo en tiempos de crisis.

No llevaba llaves de casa para aligerar mis bolsillos, así es que he tenido que llamar al contestador intuyendo que quizás el personal permanecía dormido. No ha sido así y, afortunadamente, enseguida me ha sido franqueado el paso.

Al llegar, los comentarios habituales y el repaso del día. Me he prestado a colaborar en las faenas del hogar puesto que hoy he retornado más temprano de lo habitual a casa. Me ha sido encomendada la labor de preparar "la fritada" y a ello me he dedicado pacientemente. Ahora mismo tengo que subir para que no se me queme por lo que doy por cerrada la crónica de hoy salvo que -más adelante- quiera perfilar -si me apetece- un poco más la descripción dominguera. Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LineaCincuentaFugazViajeDeIdaYVuelta##