lunes, 29 de marzo de 2010

Línea 36. Tortuoso recorrido para un día atípico

Contraviniendo el principio de normalización, hoy he realizado el recorrido en lunes. Obligaciones familiares (llevar a mi suegra a mitad de camino de Madrid) me impidieron ayer cumplir con el ritual del recorrido dominical y la consiguiente crónica.

Así es que la salida se ha producido a las 9:30 de la mañana. Procurando que no se despertara nadie, me he abastecido de una manzana y un plátano y sigilosamente me he plantado en la calle Miguel Asso desde donde ha dado comienzo, formalmente, mi aventura del lunes.

Del recorrido hasta San Juan de la Peña, sólo reseñaré los originales grafitis estampados por
anónimos autores en los muros de Hierros Alfonso. He tomado varias fotos de los que me han parecido más originales aunque todos ellos tienen, para mi gusto, el mérito de haber sido realizados por puro placer, sin ánimo lucrativo.

Enseguida he avistado la parada del 36 y, siguiendo el guión que me había trazado, lo he tomado dirección Valdefierro con la idea de realizar posteriormente el recorrido completo, en sentido contrario. Caras muy serias en el interior del autobús destilaban un invisible tufillo de melancolía cuando no de tristeza descarada y las nuevas incorporaciones en las siguientes paradas no han contribuido a mejorar la situación.

El autobús ha realizado un zigzagueante recorrido por estrechas callejuelas y la pericia del conductor era digna de hacerse notar ya que no ha ocurrido percance alguno. Después de muchas curvas, muchos semáforos y bastantes "ceda el paso" hemos arribado a la calle Tulipán -fin del trayecto- y rápidamente he desenfundado mi cámara para realizar las fotos de rigor.

En esta misma calle tiene su final de trayecto también la línea 22 que ya tuve ocasión de reseñar en crónicas anteriores. Así es que he aprovechado para realizar un rápido paseo por los aledaños y, sobretodo, supervisar unas obras que ya había visitado anteriormete en mi último recorrido por el barrio.

No había mucho más que ver y he optado por retornar y realizar el recorrido completo desde Valdefierro al Picarral. En esta ocasión "manejaba" -conducía- una conductora que destacaba por la suavidad con la que cambiaba de marcha y el cuidado con el que tomaba las curvas. El viaje se me ha hecho largo pero cómodo y cuando me he querido dar cuenta ya estaba en el camino de Juslibol que constituye el fin del trayecto.

Enseguida me he dirigido a un señor para interesarme por la parroquia y el hombre, muy amable, me ha encaminado a la nueva iglesia, de reciente construcción, ubicada en las cercanías de donde me encontraba.

En el rápido recorrido hasta la iglesia de Nuestra Señora de Nazaret he podido avistar también las instalaciones de Saica muy aparatosas pero silenciosas. La industria se halla cercada casi en su totalidad por construcciones residenciales y, la verdad, en los tiempos que corren, esta instalación creo que ahora no pega ni con cola.

Efectivamente, la iglesia todavía se encontraba en fase de terminación puesto que me he topado con la herramienta de varios operarios que por allí se encontraban trabajando. He visto el interior del templo, pero, claro, a esa hora de la mañana de un lunes no había misa. Me ha llamado la atención que el templo está enclavado en un complejo más amplio que, luego me he enterado, pertenece a las religiosas Siervas de Jesús.

Dando por finalizado el periplo religioso, me quedaba la parte lúdica y me he encaminado hacia la cafetería Sierra Nevada que parecía tener buena pinta. Efectivamente mi pronóstico se ha visto confirmado y allí he saboreado con tranquilidad mi café con leche, mi donut y mi Heraldo de Aragón.

Como en anteriores ocasiones, la mezcla del líquido elemento con el circular producto de repostería me ha levantado el ánimo y, enseguida me he lanzado a planear mil y un proyectos, todos ellos perfectamente viables mientras dura el influjo de la cafeina.

La vuelta a casa la he realizado a pie y todavía he podido dedicar unos minutos para visitar el centro cívico La Chimenea donde se va a ubicar el Cubit y, según me he enterado, el próximo miércoles día 31 se va a inaugurar. De nuevo nueva toma de fotos y, ya a paso más vivo, me he encaminado hacia mi casa.

He llegado sobre las 13:30 y, enseguida me han sido encomendados una serie de encargos mañaneros supongo que como "expiación" por el pecadillo de irme por libre un lunes por la mañana. He realizado los trámites con agrado y enseguida se ha hecho la hora de comer. Con gran fruición hemos devorado las viandas agradeciendo a la vida que nos permita disfrutar con estos pequeños placeres.

domingo, 21 de marzo de 2010

Recordando tiempos pretéritos. Línea 35

Por la mañana me he despertado con muchas agujetas en las piernas. Las labores jardineras del sábado, casi todo el rato agachado han dado como resultado este efecto lógico aunque indeseable.

Ello no ha sido óbice para encarar la aventura mañanera con renovado ánimo. Es más, la sensación de discreta molestia al caminar me daba la impresión de vivir con más intensidad mi excursión. Es como si esa pequeña mortificación sirviera para eliminar algún que otro imperceptible velo tras el que se esconde la auténtica realidad.

Como el guerrero que todavía se resiente de antiguas heridas he salido de casa a las 8:17 pertrechado con los víveres de costumbre: dos zumosas naranjas, una a cada lado en los bolsillos de mi cazadora-anorak.

El recorrido se ha desarrollado atendiendo a la siguiente pauta:

1º.- Calle Pascuala Perié
2º.- Calle Carmen Serna (Antigua Sierra de Alcubierre)
3º.- Avenida de Marqués de la Cadena (Hasta Hierros Alfonso)

En el cruce de Marqués de la Cadena con San Juan de la Peña me he topado con la primera sorpresa del día: un coche aparecía volcado, ruedas arriba, en el jardincillo que sirve de divisoria entre los dos carriles. Gran aparato de policía y bastantes mirones no han impedido que tomara una foto traicionera aprovechando la "trinchera" de unos contenedores de basura.

No le he concedido más importancia al evento pues no se veían ambulancias ni restos de sangre u otros fluidos orgánicos por el asfalto Dos jovenzanos conversaban amigablemente con los policías esperando -supongo- que llegara la grúa.

Así es que he continuado mi viaje ya que quería tomar el 35 en San Juan de la Peña, dirección Parque Goya. Cerca ya de la parada he recordado que no tenía saldo en la tarjeta del bus ya que, como suele ser habitual, mi hija pequeña me había dado el cambiazo y yo me había quedado con la tarjeta sin saldo. Menos mal que tenía la impresión visual de una papelería cerca de la parada. Allí me he dirigido y la he recargado con 10 €. El señor que me ha atendido, muy formal en su papel de expendedor dominguero de prensa, no me ha prestado mucha atención. El trato ha sido correcto aunque un punto displicente.

He retornado a la parada y, enseguida, ha llegado un novísimo 35 articulado y dotado de una voz sintetizada que iba anunciando la proximidad de las paradas con un acento robótico que me producía risa.

La suspensión, acorde con la juvetud del vehículo también era digna de elogio y muy diferente de anteriores buses. De manera que el viaje me ha resultado placentero y rápido y en un plis plas me he presentado en la urbanización Parque Goya II.

El barrio estaba silencioso y medio adormilado. La supuesta juventud de los residentes -he razonado- les induce a trasnochar el sábado y a remolonear en la cama las mañanas de los domingos. Así es que he recorrido las tranquilas calles tomando una foto aquí y otra allá para dejar constancia de mi visita. A una señora que paseaba su perro le he preguntado por la parroquia del barrio y me ha contestado que no tenía constancia de ninguna construcción eclesial por las cercanías y que si quería oír misa, tendría que desplazarme hasta el colegio de Cristo Rey que era la delegación más cercana del "más allá".

Los prunus pisardis (ciruelos japoneses) abundan en el barrio y mostraban esplendorosos sus blanquirosadas y olorosas flores. Muchos de ellos han merecido mi atención y han quedado inmortalizados y "pixelizados" con mi cámara. También he tomado varias fotos al colegio "Agustina de Aragón". En fin, que he cumplido con mi autoasignado cometido de reportero dominguero por las calles de Parque Goya II.

He retornado por la calle La Fragua hasta el comienzo de línea y de nuevo he subido al bus para -ahora sí- realizar el recorrido completo.

De este segundo viaje, reseñar tres jóvenes que han subido en la confluencia de San Juan de la Peña con Salvador Allende. Todos iban conectados con su mundo particular a través de pequeños auriculares integrados en sus orejas. Han merecido un momento mi atención ya que enseguida he pensado en las grandes diferencias en nuestro "ser y estar" en el mundo entre unos y otros. Yo, personalmente, no concibo la posibilidad de caminar y, al mismo tiempo, ir escuchando canciones o noticias. Prefiero disfrutar del amplio menú que ofrece lo cotidiano. Creo, incluso, que hay muchos platos que para degustarlos con fruición se necesita un plus de atención, concentración y curiosidad, aspectos, todos ellos, incompatibles con la conexión orejera al walkman.

Así que en 30 minutos hemos llegado a la Plaza Emperador Carlos V que constituye el final del trayecto. Rápidamente me he puesto en marcha y preguntado a un señor por la parroquia más próxima. Me ha señalado tres posibilidades: San Braulio en Corona de Aragón, Santa Mónica en la Romareda o -posibilidad remota- el convento de las monjas franciscanas ubicado frente al IES "Miguel Catalán". Me he decantado por intentar este último destino aunque enseguida he podido comprobar que la puerta estaba cerrada y nada invitaba a entrar para, supuestamente, escuchar misa. He tomado una apresurada foto de la entrada al convento al mismo tiempo que me decidía por Santa Mónica recordando que allí, precisamente, fue donde me casé en junio de 1986 (hace 24 años)

Enseguida he llegado a las inmediaciones del templo y, de nuevo, me ha cautivado su original factura. La redonda cúpula sigue destacando cual ovni a punto de aterrizar y todo el conjunto sobrio pero señorial cumpliendo con su misión de acoger las acomodadas almas del barrio de La Romareda.

Sorteando dos pobres apostados a la entrada, he comprobado que la celebración eucarística tenía lugar a las 9, 11, 12, 13 y 19:20. Como se ve, un horario amplísimo que cubre todas las necesidades de la grey.

He decidido asistir a la misa de las 11:00. Eran las 10:10 y disponía de tiempo. Así es que lo dedicaría a merodear por la zona.

La primera iniciativa ha consistido en comprar una "reja" de hojaldre, cabello de ángel y piñones en la pastelería-bombonería Filmir. El extraño nombre del establecimiento no tenía nada que ver con la exquisitez de sus productos. Luego he dado un paseo por las cercanías del colegio "Doctor Azúa" donde hice mis prácticas de magisterio allá por la primavera del año 1980 (hace 30 años). También se ubican por las inmediaciones los colegios Cesar Augusto y Eliseo Godoy.

Ha llegado la ansiada hora del café con leche y he elegido el café-bar La terraza en la calle Condes de Aragón. Ya se habían terminado los croissanes y me he tenido que contentar con dos churros. Afortunadamente hoy ha habido premio. Al terminar mi segundo churro, un señor ha dejado libre El Periódico de Aragón y lo he podido degustar cual otro manjar servido en mi mesa.

Después de un repaso a fondo del rotativo, he abonado (1,80 €) y ya me he encaminado hacia la iglesia. El templo dispone de dos entradas, ambas custodiadas por una selecta representación de mendigos pidiendo limosna con un vasito de plástico.

El interior del santo edificio me ha seguido pareciendo espléndido. Amplio y bien iluminado, la bóveda central (la del platillo volante) le confiere una altitud excelsa digna de su elevado fin.

Una señora (como ya suele ser habitual) había tomado el rol de directora de coro y se encargaba de mostrar a los feligreses la entonación de las canciones que iban a desgranarse en los distintos apartados de la liturgia. Sólo se la oía a ella ya que los parroquianos (en su mayoría ancianos) no parecían estar para muchas canciones. He contado, por encima, unas 200 almas asistiendo al divino oficio.

Han hecho su salida los sacerdotes, ambos maduros, el oficiante más joven que el otro y ha dado comienzo la misa. Las lecturas e invocaciones han ido desfilando sin hacer especial mella en mi mente. Sólo la lectura del evangelio que trataba sobre la mujer adúltera y el conato de apedreamiento evitado por Jesús "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" han conseguido sacarme de mis reflexiones distantes varios eones de las preocupaciones de los presbíteros.

Delante de mí tenía una señora que destilaba un fortísimo olor a "Azur" de Puig. Ese olor me ha transportado por un momento a tiempos y situaciones juveniles pero finalmente la rememoración ha quedado muy desdibujada debido al paradójico contraste de la señora mayor, la iglesia, los curas y mis libidinosos recuerdos.

El sermón ha venido a continuación. Bien predicado y estructurado. El sacerdote poseía una voz grave y aterciopelada y ha sabido hilvanarlo correctamente. Ha tocado todos los pitos: referencias a las sagradas escrituras, al episodio del intento de apedreamiento, al día del seminario, a la -supuesta- campaña de la prensa contra la iglesia. Su discurso ponderado reconocía los errores de la iglesia (por los casos de pederastia) de una forma suave y comedida como convenía a la situación y al público asistente.

Por lo demás, ya vengo comprobando que mi imaginación se estimula en los templos y durante un tiempo el hilo de mi pensamiento ha acompañado a la adúltera: ¿Por qué cometería tal falta sabiendo que estaba tan gravemente penada? ¿Qué pasión le arrastró a lanzarse a los brazos de su amado? ¿Quién la descubrió? ¿Quién la delató?

Terminada la homilía he salido presuroso. He dejado atrás el empalagoso Azur y a la comitiva oficiante y sus acólitos. El día lucía esplendoroso. El chute de café con leche habia hecho efecto y, sin pensarlo mucho, he decidido volver a pie hasta la parada del 39 en el Coso.

En mi recorrido pedestre me he topado con varios acontecimientos:

- Una entrega de medallas a los socios que hacían ya 50 años en el centro deportivo y de salud del Real Zaragoza
- El anuncio de una feria de tiendas virtuales el día 24 de marzo
- Un rastrillo en la Plaza de San Francisco en el que se dan cita los numismáticos, los filatélicos y los minerálogos.
- Las obras del tranvía
- Las obras del Río Huerva, en Gran Vía que van muy adelantadas
- Una convocatoria de la Asociación española del sueño celebrando su día internacional
- Otra convocatoria -en la Plaza España- apoyando la autonomía Zapatista (México)

He adquirido El País en un quiosco del Coso y luego he continuado caminando hasta la parada del 39. Ha tardado unos 6 minutos en llegar, pero luego me ha trasladado con celeridad hasta la calle Balbino Orensanz donde me he apeado.

De nuevo he llegado a casa con la sensación del deber cumplido. De nuevo, también el ritual de siempre: saludar a la familia e interesarme por cómo había discurrido la mañana en casa. Después de estos preliminares y continuando con el ritual me he encaminado al baño donde he atacado a fondo El País. Disfrutar de la vida es disfrutar de estas pequeñas cosas. La suma de todas ellas va configurando un estado emocional positivo que ayuda enormemente a superar el complejo discurrir de nuestro día a día.

domingo, 14 de marzo de 2010

De estación.... a estación. Línea 34

Hoy el día estaba "venfrido" que es una palabra nueva que me he inventado para designar conjuntamente: ventoso, frío y desabrido. A pesar de todo, y como suele ser habitual en mis excursiones domingueras, me lo he pasado de maravilla.

He salido de casa a las 8:22 y el primer ser vivo ¡y libre! que me he encontrado ha sido un pato salvaje con aspecto despistado que miraba vigilante en un descampado ubicado en el inicio del Puente de la Unión. Le he tomado una foto porque el contraste entre solar urbano y belleza anátida me ha parecido irresistible... y he continuado mi camino.

La travesía del Puente de la Unión (o de Las Fuentes) me ha resultado especialmente desabrida por el fuerte y helado viento que, aprovechando el cauce del Ebro golpeaba sin piedad mi inerme rostro. He conseguido atravesarlo aunque a cada paso que daba mi contrariedad por este día tan "venfrido" se iba incrementando.

Cuando por fín he llegado a la Calle San José, el viento y el frío han remitido un poco gracias al abrigo proporcionado por los edificios. Mi termómetro de humor se ha ido templando y ya al llegar al Paseo del Canal mi estado de ánimo había mejorado considerablemente a pesar de la empinada subida que, desde Tenor Fleta, he tenido que remontar.

Muchos patos y gansos por el canal deambulando (mejor dicho: palmipeando) por sus aguas mientras yo continuaba mi viaje, ahora por la Avenida de América, luego por Fray Luis Garcés hasta que ya, a la altura del Estadio Venecia he vislumbrado el inicio de la línea 34, justo en el cementerio.

Junto a la parada del 34, dos quiosquillos abiertos con abundante exposición de flores de mortecinos colores, en su mayor parte cristantemos. El conjunto formado por la entrada al cementerio, la parada del bus y los quioscos con flores me ha parecido tan surrealista que le he concedido la toma de dos furtivas instantáneas ya que -como es habitual- temía que el conductor del bus o las quiosqueras se molestaran por mi atrevimiento al tomar las fotos.

Como decía en el título de la entrada, el viaje iba a ser de estación a estación. El cementerio representa la estación de la cual partimos para nuestro último viaje y la Estación de Delicias -reservada sólo para los vivos- se construyó para aquellos que parten hacia ignotos destinos.


He sido el primer pasajero en acceder al articulado vehículo y, sin dilación, el conductor ha emprendido un veloz viaje acompañado de las melodías de su transistor. Una de ellas ha sido la canción "Carolina" que en un determinado momento él ha tarareado ostensiblemente mientras yo lo hacía mentalmente: Carolinaaa traatame bien oalfinal te tendré que comeeeer...


En la tercera parada han subido muchos pasajeros. Posteriormente he comprobado que la gran mayoría de ellos iban al rastro dominguero situado en los aparcamientos de la Expo.

El bus era nuevo y confortable. He contado un total de 28 plazas con asiento. No he podido valorar cuántos más caben de pie. El coloso rodado ha realizado la mayor parte de su recorrido a trote ligero con alguna galopada de vez en cuando y así, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Estación Delicias.

Lo primero que me ha llamado la atención al apearme, además de la enormidad del edificio de la estación ha sido la pasarela de acceso al teleférico. A lo alto de la misma me he trasladado para tomar fotos en las que salía mucha barandilla, mucho hierro, mucha modernidad construida apresuradamente con motivo de la Expo.

Después una vuelta por el interior de la estación. La verdad es que hemos ganado en funcionalidad pero perdido mucho en calor humano y ambiente acogedor. Sólo algunos recintos acristalados están equipados con calefacción. En el resto del edificio una gélida atmósfera impera a sus anchas y lo impregna todo.

Posteriormente me he encaminado hacia la Avenida de Navarra y he tomado algunas fotos de la antigua estación de autobuses Cinco Villas totalmente destartalada. Luego he recordado que cerca de allí, en la calle León Torres Quevedo se encontraba una iglesia Evangélica y he pensado que sería una buena alternativa asistir al oficio que allí se celebrara. Vano intento. Sólo celebran oficio los sábados. Así es que me he desviado a la izquierda por la calle San Antonio Abad y en el primer intento una señora ya me ha informado que en esa misma calle se ubicaba la parroquia del barrio y que la iglesia tenía dos entradas: por la avenida y por la calle por la que circulaba.

Un mendigo me ha recibido a la entrada y muy amablemente me ha mostrado el cartel donde se indicaban los horarios de las misas. Le he dado las gracias y por su parte ha realizado un intento fallido de que yo le abonara algo para comer.

He salido al Paseo de Calanda y enseguida he visto una cafetería que, por su aspecto exterior, parecería disponer de buen servicio y mejores viandas. Era la cervecería-cafetería Anika´s hacia la que me he encaminado sin sopesar otras opciones. Nada más abrir la puerta ya me he dado cuenta de que había cometido un error por precipitación pero la aguda voz de la camarera china interrogándome qué deseaba ha impedido una prudente retirada. Así es que no me ha quedado más remedio que pedir un café con leche y un ralo croissant que dormitaba quién sabe cuánto tiempo hace en la vitrina acristalada de la barra.

He tomado ambas cosas sin mucha convicción y ni siquiera la lectura del suplemento del domingo del Heraldo ha conseguido aplacar mi contrariedad interna por tan mala decisión. He dedicado un tiempo a meditar por qué no me encontraba a gusto en el establecimiento y las razones esgrimidas por mi encéfalo han sido:

- Los productos parecían algo pasados
- La sonrisa y atención de la camarera parecían fingidas y artificiales
- El ambiente no era nada acogedor
- Había pocas personas en su interior. Faltaba calor humano
- Los diálogos en mandarín entre la camarera y ¿su madre? me desconcertaban

He abonado el importe (2 €) y he salido sin dilación aunque todavía faltaban 25 minutos para la misa de las 11. Ese tiempo lo he utilizado para deambular por el Paseo Calanda observando otras muchas cafeterías regentadas por chinos y también en busca de la academia Helico de la que no he encontrado ni rastro.

A las 11 menos 5 me han franqueado el paso los dos mendigos del sector Avda Navarra y he pasado al interior de la iglesia de San Pedro Arbués. Unas doscientas personas de avanzada edad, como suele ser habitual, ya estaban preparadas para iniciar el santo oficio y yo me he ubicado al lado de un matrimonio mayor y más elegante que la media de la iglesia. Enseguida ha salido el sacerdote acompañado por un monaguillo. Su aspecto era muy joven y su cara aniñada. Nada más abrir la boca he percibido el acento sudamericano.

Con música "enlatada" se ha entonado el canto de entrada, después un señor ha leído la primera lectura del libro de Josué y una señora, a continuación, ha hecho lo mismo con la segunda lectura en este caso del apóstol San Pablo a los Corintios. A favor de la señora hay que decir que su lectura ha sido excelente tanto en la entonación, pausas y convicción como en la corrección fonológica ya que no ha trastabillado ni una sola vez.

Mientras tanto he observado que la esposa del señor que estaba a mi lado lo ha abandonado abruptamente y se ha dirigido hacia un confesonario en el que un cura de avanzada edad esperaba a los penitentes. El marido se ha quedado con cara de circunstancias como si no se esperara que su mujer estuviera en pecado. No sé que mandamientos habría quebrantado porque, para mi gusto, ha tardado bastante tiempo en regresar, eso sí, con cara angelical después de haber recibido la absolución.

Le ha tocado el turno al oficiante y a esas alturas yo ya había establecido mi hipótesis de su origen mexicano. También ha leído con gran corrección el evangelio de San Lucas que me ha gustado mucho porque hoy trataba de la parábola del hijo pródigo.

Esperaba con curiosidad el sermón y debo decir que en mi imaginario cuaderno de calificaciones le he asignado al cura mexicano una muy buena puntuación. Entonación solemne sin exagerar. Contenido sencillo ajustado a la edad de los fieles y un suave acento lograban que la transformación de becerro en "beserro", de cerdos en "serdos" y ternero cebado en "ternero sebado" resultara agradable y nada empalagosa. El sermón muy bien hilvanado enlazando las frases unas con otras pausada y cadenciosamente. En una palabra, me ha gustado y me ha resultado muy llevadero.

Como lo importante ya estaba visto, he salido velozmente y me he encaminado hacia la parada del 32 para tomar el camino de regreso a casa. Seguía haciendo frío y ya creía haber cumplido con mi cometido. Sin embargo la vida siempre nos depara sorpresas inesperadas y al llegar a la altura de la Plaza de España, he avistado mucho público, varios castillos hinchables y muchos niños en el Paseo de Independencia.

Hoy se celebraba el Día mundial por los derechos de los consumidores. He dudado un momento sobre bajar o no para cubrir fotográficamente el evento pero no ha sido hasta la siguiente parada cuando esa decisión se ha concretado al pensar en otro espectáculo que iba a tener lugar a las 12:00: la actuación en La Campana de los Perdidos del Gran Alexander, mago y asesor del centro de profesores con el que mantengo una muy buena relación personal y profesional.

Después de pasear un rato y tomar fotos también de la exposición sobre el LHC del Cern (El gran colisionador de hadrones del laboratorio europeo de partículas) me he encaminado hacia La Campana. Han sido necesarios varios intentos hasta llegar a mi destino pues he recorrido otros lugares que me sonaban: El monaguillo, El prior, etc como se ve, todos relacionados con la iglesia.

En el interior del bar ya se encontraba un considerable número de niños acompañados por sus padres, madres y abuelitas y, como el espectáculo era en el sótano, he pedido un cortado descafeinado para hacer tiempo.

A las 12:30 hemos abonado la entrada (5 €) y descendido al sótano donde ya se había preparado un pequeño escenario para la intervención del mago. Me he situado en la parte de atrás, en un lugar estratégico para tomar fotos y ha dado comienzo el espectáculo. Alejandro (que así se llama el mago) ha realizado una gran actuación. Su dominio de las tablas y de la psicología infantil y adulta ha sido total. Su habilidad con los números de magia, a la altura de los más grandes maestros de esta disciplina. Nos ha dejado a todos boquiabiertos y a los niños, además, entusiasmados.

En un momento del espectáculo me ha regalado (delante de los aproximadamente 80 asistentes) un caracol compuesto por globos hinchables, gesto que yo le he agradecido.

Pero ya se me hacía tarde y he tenido que salir antes de terminar el espectáculo. Me he dirigido a la calle Coso donde he tomado el 32. Como en anteriores ocasiones he descendido en la calle Pascuala Perié y luchando de nuevo contra el viento he arribado a la tranquilidad de mi hogar donde la familia conversaba plácidamente.

En fin, que la mañana de hoy ha resultado variada y muy interesante. Al igual que en anteriores ocasiones una sensación de paz y serenidad inundaba mi espíritu. He comido con muy buen apetito y me he permitido un vaso de vino para redondear la jornada.

Todas las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/DeEstacionAEstacionLinea34##

domingo, 7 de marzo de 2010

Dos posibles titulares para la línea 33

Cuadrarían perfectamente cualquiera de los dos siguientes titulares para describir la experiencia de hoy:

"Si no quieres un tazón de caldo, toma tazón y medio" y
"Camina o revienta, el caso es estar en movimiento"

El primer titular hace referencia a la novedad de asistir a dos misas en lugar de una y más adelante explicaré el por qué.

El segundo se refiere a la gran caminata que me he dado teniendo en cuenta que ayer también estuve bastante rato andando.

Pues el caso es que la salida de hoy ha sido también a temprana hora: las 8:23 de la mañana y el recorrido hasta el comienzo de la línea 33 en la calle Ansó también lo he realizado a pata.

De las muchas cosas que me han llamado la atención del recorrido pedestre, reseñaré las simpáticas zambullidas de los cormoranes en el Ebro (y que no he conseguido capturar con la cámara), el lío de callejuelas desconocidas por los que he deambulado a propósito, el silencio mañanero de la ciudad, el día gris y tristón, etc.

He llegado finalmente a la calle Ansó, comienzo de la línea 33. Desde la parada pueden contemplarse las edificaciones que van erigiéndose en los solares que ocupaba la antigua cárcel de torrero. Algunos de los antiguos pabellones carcelarios se han reutilizado para albergar servicios sociales.

El 33 se ha presentado rápidamente y el conductor ha bajado un momento para miccionar en una caseta preparada al efecto cerca de la parada. Enseguida ha retornado a la dirección del bus y, como suele ser habitual, un reducido grupo de viajeros (todos de cierta edad) hemos subido al autobús.

No me detendré en detalles sobre el recorrido. Yo iba muy feliz porque podía observar el paisaje desde mi asiento y también porque necesitaba descansar un poco después de la caminata.

Las calles y los viajeros del bus han ido desfilando con rapidez. Casi sin darme cuenta he aparecido en el final de línea, en la calle Escultor Palao y enseguida me he dirigido a una señora que, a su vez me ha transferido a su marido para que me diera respuesta a la consabida pregunta de ¿donde se encuentra la iglesia del barrio?

El señor, muy amable, acompañado de una perrita muy juguetona, me ha informado de la existencia de dos iglesias. ¿Cómo se llama a la que Vd va? Enseguida le he aclarado que no sabía el nombre de ninguno de los dos templos y que me daba igual uno que otro porque lo único que quería era asistir a misa. Pues entonces, le acompaño a la iglesia de San Javier.

Los tres (incluyo a la perra) nos hemos encaminado hacia la parroquia de San Francisco Javier y por el camino, el señor (que se llamaba Rafael) también me ha informado de la existencia de una tercera iglesia "de San Rafaela". - Será de San Rafael (le he corregido). No, no curiosamente la iglesia se llama así: Iglesia de San Rafaela.

En esas disgresiones nos encontrábamos cuando ya vislumbrábamos la fachada de la parroquia de San Francisco Javier. Me he despedido del señor y he subido unas escalinatas para acceder a la iglesia y ver los horarios de misa.

Eran las 10:05 y la misa comenzaba a las 10:00 así que he decidido penetrar en el templo. Un edificio amplio y bien iluminado con unas 70 envejecidas almas en su interior y dos añosos sacerdotes que ya habían iniciado la celebración.

Se han leído las escrituras y el oficiante ha leído también el evangelio y mientras yo meditaba sobre el juego que me iba a dar la homilía ya que el ambiente general no hacía presumir grandes alharacas.

Así ha sido. La homilía me ha parecido aburridísima tanto por la poca convicción del cura como por su verbo simple y atropellado. La parábola de la higuera le podía haber dado mucho juego y la lectura de la zarza ardiente mucho más pero no ha sabido aprovechar ninguno de los dos recursos a su alcance. La situación casi me ha crispado y coincidiendo con el fin del sermón, he salido disparado del templo con un sentimiento de frustración por no haber podido cumplir mi propósito.

Así es que sobre las 10:20 ya estaba fuera de la iglesia y entonces -como plan alternativo- he decidido buscar la iglesia de "San Rafaela" siguiendo las indicaciones de mi jubilado cicerone. Todavía he tenido que preguntarle a una señora para confirmar que iba por buen camino cerca de la confluencia de Vía Hispanidad con Gómez Laguna y finalmente he llegado a la parroquia de Santa Rafaela María que así es como en realidad se llama contraviniendo las informaciones del señor.

He observado que la misa en esta segunda parroquia comenzaba a las 12:00 así es que me he dado media vuelta y he regresado a las cercanías del final de parada de la línea 33.

Aquí ha comenzado una segunda fase del viaje consistente en buscar una cafetería apropiada para tomarme el consabido café con leche y el croissant. He pasado por multitud de bares y cafeterías y todos ellos me parecían insulsos y sin encanto. "Como cuento con tiempo, buscaré uno en el que me encuentre a gusto" -he pensado-. Así es que he pasado por el bar Los pájaros, el bar Aplauso... He asomado también las narices por el café Marlene (y me he dado rápidamente media vuelta) pues ninguno de ellos me ofrecía el ambiente y la tipología de público que yo necesitaba en ese momento. Yo quería una cafetería con glamour pero el barrio de Las Delicias se negaba a ofrecérmela.

Finalmente en la calle Andrés Vicente he visto a lo lejos una cafetería que llevaba por nombre "ordio" y, recordando el nombre de este cereal de mi niñez he decidido -como un homenaje a su memoria- entrar en la cervecería, heladería y repostería ORDIO.

Ha sido una elección acertada. Habia mucho personal y aunque no era el ambiente que yo buscaba, me ha resultado agradable la familiaridad en el trato del matrimonio que regentaba el local y el personal tan variopinto disfrutando de sus cafés con leche y de unos exquisitos churros. Yo me he sumado al alborozo general y también he degustado el extruso manjar.

Una vez abonada la cuenta y pasado por el baño para hacer aguas menores, he continuado mi periplo dirigiéndome de nuevo hacia la Vía Hispanidad y posteriormente la Urbanización Parque Hispanidad por la que nunca había caminado. Por no ser demasiado prolijo diré que el paseo ha sido agradable y sorprendente y, casi sin darme cuenta, he aparecido en la Residencia Pignatelli.

La he rodeado buscando una salida que me condujera directamente a las cercanías de Gómez Laguna pero ha sido una misión imposible porque son terrenos pertenecientes a la Diputación Provincial y están vallados por todos los sitios.

Media vuelta y a desandar el camino hasta que por fin he dado de nuevo con la iglesia de Santa Rafaela. Eran las 12 menos 10 y todavía he dispuesto de unos minutos para hacer algunas fotos a varios árboles en flor y una autofoto que confirmara mi visita.

A las 12 menos cinco minutos ya estaba en el interior de la segunda parroquia. De nuevo mayoría de gente de avanzada edad, un señor preparando un cañón de luz para proyectar desde el ordenador y otro muy activo saludando a algunos de los feligreses que iban pasando al interior de la iglesia. A mí me ha dirigido una o dos miradas entre curiosas y expectantes porque -supongo- no me tendría visto por esos aledaños.

Ha dado comienzo la misa y de nuevo he vuelto a escuchar la misma tanda de lecturas y el mismo evangelio. El sacerdote era casi un anciano y, a pesar de ello ha dedicado un tiempo -para mi gusto excesivamente largo- a la homilía. En esta ocasión su estrategia ha consistido en repasar las tres lecturas y derivar reflexiones varias sobre las mismas. Me ha parecido también un sermón gris y monocorde. Yo me asía a la esperanza de que se comentara algo de la parábola de la higuera ya que los higos me gustan mucho y por asociación cualquier alusión me hubiera resultado agradable pero nada, sólo de pasada ha hecho mención al susodicho árbol sin mencionar para nada su exquisito fruto.

De nuevo nada más escuchar la frase "levantemos el corazón" yo también me he levantado y he salido como una exhalación del templo. Me he dirigido a la parada del bus porque ya me encontraba un poco cansado de tanto caminar y he tomado el que me llevaba hasta la Puerta del Carmen. He hecho un trasbordo con el 38 y, luego, en la Plaza de San Miguel, me he apeado, comprado El País y cogido el 39 que me ha conducido hasta el barrio de La Jota.

He llegado a casa cansado y con algo de molestia en talón del pie izquierdo, así es que he aprovechado la circunstancia para darme una ducha caliente y, de paso prepararme para degustar una deliciosa paella que Rosa Mary muy diligentemente ya tenía casi preparada. Al mismo tiempo iba pensando qué título le iba a dar a la entrada de hoy.

Termino ya el comentario con la sensación de cumplimiento del deber. Como dice Mihaly Csikszentmihalyi (ahora sí lo escribo bien) la fenomenología del disfrute (del estado de flujo) tiene ocho componentes:

- Enfrentarnos a tareas que podamos lograr
- Concentrarnos en lo que hacemos
- Metas claras
- Retroalimentación inmediata
- Profunda involucración en la tarea que aleja la conciencia de preocupaciones y frustraciones
- Tener un sentimiento de control sobre nuestras acciones
- Desaparición de la preocupación por la propia personalidad
- El sentido de la duración del tiempo se altera: las horas parecen minutos y los minutos pueden prolongarse hasta parecer horas.

La combinación de todos estos elementos en mi actividad de los domingos por la mañana me ocasiona un profundo sentimiento de disfrute que compensa -de sobras- las energías que debo desarrollar para llevarla a la práctica.

domingo, 28 de febrero de 2010

Línea 32. Visita a las Concepcionistas y estupendo paseo por las orillas del Gállego

Hoy la salida ha sido más temprano de lo usual. Eran las 8:01 y ya me encaminaba con paso decidido a correr una nueva aventura dominguera. La mañana estaba calma y muy agradable. En la atmósfera se dejaba transpirar un ambiente sereno y tranquilo. Ni rastro de la "Ciclogénesis explosiva" con la que tanto nos han estado amedrentando en televisión. Muy al contrario, el día prometía abundante sol y temperaturas agradables.

Como en salidas anteriores, ya el sábado había hecho mis planes. Primero realizaría el recorrido dirección Las Delicias hasta el final de línea y después volvería a tomar el 32 para asistir a la misa en la iglesia de Santa Isabel.

He tomado el 32 en la Avenida Cataluña, cerca de donde, anteriormente, tantas veces tomé el mismo autobús pero con otras finalidades (cuando estudiaba magisterio). Cerca también de la calle Carmen Serna (anteriormente Sierra de Alcubierre) donde, desde el año 1973 trabajé en los talleres de Fernando Martín (Distribuidora General de Grafito y productos de importación).

El autobús se ha presentado rápidamente en la parada y ha iniciado un veloz recorrido acompañado de un incesante traqueteo motivado, creo yo, por el desajuste en las puertas y ventanas, producto a su vez del contínuo paso por los socavones de la Avenida Cataluña. De amortiguadores tampoco iba muy bien porque al final del recorrido tenía las posaderas un tanto entumecidas de los saltitos que iba dando de cuando en cuando.

Total, que hemos llegado al barrio de la Bombarda que ya había visitado anteriormente cuando viajé en la línea 22. En esta ocasión, para variar el recorrido, me he dado un paseo por los alrededores del colegio "Camón Aznar" y también he visitado el Centro Deportivo Municipal de las Delicias. He tomado varias fotografías de las piscinas (muy bien acondicionadas) y de unas plantas "pinchosas" que no se cómo se llaman pero que me han llamado la atención. He pasado de refilón por la parroquia del Rocío mientras me preguntaba si todavía seguirían allí los dos simpáticos sacerdotes que oficiaron la misa en mi pasada visita.

Como no tenía más pretensiones, enseguida he vuelto al principio de línea para reanudar el recorrido e ir en dirección a Santa Isabel que es donde debería desempeñar el grueso de mi actividad dominguera. Así lo he hecho y de nuevo con gran celeridad y mucho acompañamiento de ruidos de la más diversa índole y traqueteos de todo tipo, el "bus de los pobres" me ha llevado hasta el Barrio de Santa Isabel.

Nueva toma de fotos al final de la línea en el barrio de la Santa de Portugal y enseguida me he dirigido a una señora que llevaba un carrito de niño para preguntarle por la iglesia del barrio. Como ya intuía, me ha encaminado hacia la plaza Serrano Bergés que es donde está la iglesia. El recorrido hasta mi destino lo he realizado por una calle paralela a la Avenida de Santa Isabel donde sólo perviven algunas de las muchas casas de labranza que en su tiempo abundaban. Todo el terreno se vendió para construir unifamiliares y son muchas las familias que viven allí actualmente.

Una vez en la plaza, he procedido según el protocolo habitual: mirar el horario de misas y planear mis actividades en función del mismo.

La parroquia comprende tres estamentos: la propia iglesia, las concepcionistas y una capilla cuyo nombre no recuerdo. Bueno, en todo caso lo que he sacado en limpio es que a las 10 comenzaba la misa en las concepcionistas. Yo ya sabía que cerca de allí estaba el colegio de La Concepción, así que por una sencilla inferencia lógica he deducido que la misa se realizaría en ese recinto. Hacia allí me he encaminado y una vez localizada la entrada he vuelto a tirar de protocolo: me quedaba un cuarto de hora para tomarme algo antes de entrar en el templo. Enseguida me he decidido por el "Bar de la esquinica" en el que ya había estado anteriormente. También lo podríamos llamar el bar de los galápagos o de las tortugas por la similitud con los quelonios en la lentitud con la que sirven.

Debo decir que en esta ocasión la camarera no me ha ignorado como en visitas anteriores. Eso sí, el servicio al cliente anterior a mí me ha parecido desesperadamente lento. Cuando finalmente me ha llegado el turno he trastabillado un poco y en lugar de pronunciar con precisión "quiero un café con leche y un croissant", me ha salido algo así como "caféconlecheycasán".

Por lo demás, ambas cosas estaban deliciosas y, además con dos periódicos: El País y El Periódico de Aragón a mi disposición. He optado por repasar velozmente el segundo y dejar el primero para adquirirlo y leerlo reposadamente en casa.

Se me han hecho las 10:00 sin enterarme y rápidamente he pagado y me he dirigido al colegio de la Concepción para asistir al santo oficio.

Nada más entrar al templo me he dado cuenta que la jornada de hoy también iba a ser especial. La iglesia estaba en penumbra y llena de fieles y cuando mis ojos se han acomodado al bajo nivel luminoso me he apercibido de que en la parte delantera, separada por una valla de madera, había un grupo de monjas ataviadas con un hábito azul celeste y una toca negra. El conjunto me ha parecido tan impactante que he decidido ponerme en primera fila para contemplar mejor el espectáculo.

Una vez situado en este privilegiado puesto de observación he podido ir procesando, poco a poco lo que allí se guisaba.

Como digo, el grupo de "sores" se componía de un total de 15 monjas muy muy viejas. Una de ellas, emplazada en el primer banco, en silla de ruedas y a dos monjitas muy ancianas y encorvadas situadas delante de mí, les habían puesto unas mantas dobladas en los bancos para formar un altillo mullido y que pudieran seguir así el santo oficio. La tez de todas ellas era blanquísima. Todo el grupo, con sus hábitos y tocas componía un cuadro que más bien parecía la reunión de una logia masónica que otra cosa.

Ha comenzado la misa y ya con las primeras frases del sacerdote he podido realizar otra observación: la comunicación no verbal del cura no encajaba, inicalmente, con el contenido oral que expresaba. El oficiante, aunque joven, destilaba un aire un poco vampiresco y atormentado. Diríase que había pasado mala noche. Sin embargo la cosa se ha ido templando y poco a poco su conducta me ha parecido más normal.

Ha llegado el turno de la lectura de las escrituras y una monjita de voz aflautada ha leído un texto bastante críptico. Después una "seglar" ha leído la siguiente y finalmente el cura ha desbrozado el evangelio que, en esta ocasión, componía un peculiar episodio por el cual Jesús sube a un monte acompañado por varios discípulos y una nube los rodea a todos y se oye la voz de Dios que dice que es su hijo amado y varias cosas más. El episodio de la voz del Señor me ha trasladado a mis años de infancia, siendo monaguillo cuando me imaginaba los hechos que allí se narraban y los adornaba con imágenes y escenas que iba componiendo al hilo de la narración.

De vez en cuando el grupo de "madres" entonaba una canción acompañada al "armonium" por una monja música. El timbre de su voz me ha parecido el de un coro de niñas pequeñas a pesar de la avanzada edad de las participantes.

También he observado el cuidado y mullido tapizado de la parte de arrodillarse del banco de las monjas y el contraste con la madera lisa y lasa del resto de los fieles. "Estas monjitas -he pensado- no dan puntada sin hilo"

A la hora de comulgar he prestado especial atención y he contado las que pasaban a recibir la hostia o que el sacerdote pasaba para dársela. Quizás he sido un poco malpensado creyendo que alguna no comulgaría por supuestas rencillas o pecadillos cometidos; pero no. Las 15 han comulgado con gran devoción.

Llegada la hora de darnos la paz he saludado a una compañera maestra que allí estaba con su marido y sus dos hijos. Al finalizar la misa hemos hecho recuento de los años que hacía que no nos veíamos.... y nos salía la friolera de 11.

Me he entretenido un poco hablando con ella y he perdido ya de vista a las monjas que todavía seguían arrodilladas en sus respectivos puestos de contemplación. Hubiera deseado quedarme para ver cómo acababa la cosa, pero he optado por salir de la iglesia.

Como el día estaba bueno y además iba con el "chute" del café con leche he tomado la decisión de desviarme por la Avenida del Día y luego, caminando, he decidido pasar por un puente peatonal elevado que conduce a la carretera de Movera. He cruzado la carretera y siguiendo la estela de unos jinetes que iban montados a caballo, he llegado a un camino que discurre paralelo a la orilla izquierda del río Gállego. Siguiendo el camino he arribado al reciente puente de madera de Santa Isabel que permite cruzar al nuevo parque de Covasa. He continuado, pues mi recorrido, ahora por la orilla derecha del Gállego y he realizado un magnífico paseo cruzándome de vez en cuando con ciclistas o familias nucleares que también iban disfruntando del día.

Sobre las 11:10 he comprobado que me había llamado mi amigo Javier Cay y no me había enterado de su llamada. Cuando he llegado a la confluencia de la desembocadura de los ríos Gállego y Ebro le he llamado sin poder contactar y posteriormente él se ha puesto en contacto conmigo. Ambos hemos intercambiado unas cordiales frases sobre el discurrir de la mañana de domingo y, posteriormente yo he podido disfrutar con sosiego del maridaje de los dos ríos y de la gran extensión fluvial que componen al fundirse ambos.

He tomado muchas más fotos. Me he dado cuenta que me atraen especialmente los caminos, las veredas, los puentes y los ríos. También las estaciones de tren. Yo creo que estas imágenes las relaciono con el propio devenir de la vida y el curso que van tomando los acontecimientos. Me atraen porque me recuerdan el tránsito, el paso de una etapa a otra, la posibilidad -que siempre está ahí- de reencauzar mi vida por otros derroteros.

He llegado a casa sobre las 12:15. Justo a tiempo para arreglarme un poco y salir con Rosa Mary y los padres de Berta (Juan y Ángeles) a tomar un vermut por el barrio. La sesión se ha prolongado hasta las 14:30 y, apresuradamente, hemos tenido que acudir a un establecimiento de comida precocinada porque el resto de la familia estaba esperando y no había nada preparado.

domingo, 21 de febrero de 2010

La clase acomodada nunca sale malparada. Línea 31

El día estaba más bien gris y una fina lluvia hacía honor a las previsiones metereológicas de ayer. Efectivamente, llovía por la mañana aunque no con muchas ganas.

La duda sobre si tomar o no el paraguas se ha solventado rápidamente al comprobar que en ese momento arreciaba. Eran las 9:16 y provisto de todos los elementos usuales de las mañanas domingueras, he salido de casa.

Los elementos a los que hacía referencia son:

- Monedero
- Llaves de casa y de la puerta de salida
- Móvil
- Cámara de fotos
- Gafas de ver de cerca
- Una manzana Royal Gala
- Una naranja que prometía ofrecerme mucho zumo
- Paraguas azul (sólo lo llevo en caso de lluvia)

El recorrido a pie ya lo había pergeñado también ayer. En lugar de ir hasta la Paz por el tercer cinturón, pasaría por el puente de la Unión y después de caminar un rato por la Avenida las Torres, a la altura de Jorge Coci giraría a la izquierda para salir a la Calle San José. El motivo del cambio de recorrido no ha sido otro que el pasar por lugares por los que hace tiempo no transito. Ya se sabe: la variedad y la novedad alimentan el espíritu. La monotonía lo adormece.

He pasado por lugares que antaño recorrí cuando estaba trabajando en el Equipo de Compensatoria con alumnos gitanos y cuando he llegado al Canal Imperial de Aragón, he tomado varias fotos de un pequeño y viejo puente de metal que, en su momento, servía para atravesar el canal desde La Paz al centro y viceversa.

Continuando mi recorrido he podido observar las viviendas situadas en la Rotonda de Pau, en la que, creo recordar, vivía una hermana de Joaquín Malo. Desde luego, estas viviendas están muy bien ubicadas: silencio en el ambiente y vistas muy agradables al parque. Tuvo mucho acierto al comprar su casa en ese entorno.

También he pasado por la Plaza de Alcobendas. Me imagino que el nombre se lo puso alguna monja de Madrid que, en su momento trabajaba en la escuela-puente para alumnos gitanos "La Quer Majarí Calí" que yo también conocí.

Había pensado realizar todo el recorrido a pie hasta el comienzo de la línea 31 pero, inesperadamente el autobús ha llegado a una parada que había cerca de donde yo pasaba, así que lo he tomado allí mismo.

Sin darme cuenta he tomado el bus en sentido contrario al que yo pretendía y se ha dirigido al comienzo de la línea en La Paz: cerca del nuevo cuartel de Policía Local situado en la rotonda que lleva a Puerto Venecia. Total, que he tenido que pasar otra vez el bono-bus aunque el inteligente aparato fechador ha identificado la operación como "trasbordo".

Comenzado pues el viaje en el lugar deseado, el recorrido se ha desarrollado sin ninguna incidencia especial que reseñar: viajeros incógnitos que entran y salen y desfile de calles, la mayoría de ellas conocidas, y muchos locales en alquiler por cierre de negocios.

Finalmente el autobús ha llegado a la calle Juan Pablo II y me ha dejado justo al lado de la iglesia de La Presentación de la Virgen por lo que no ha sido necesario preguntar a nadie por la ubicación de la parroquia.

En ese momento eran las 10:45 (las once menos cuarto) y he repetido el ritual de anteriores ocasiones: comprobar el horario de misas (y tomar la foto correspondiente) y dilucidar si me quedaba tiempo para tomarme algo. La misa empezaba a las 11:00 así que rápidamente he identificado una cafetería (La Vícora ) y allí me he dirigido para tomarme un croissant y un café con leche.

Por cierto, que no sabía que La Vícora es un pico de la base aérea del Frasno situado a 1.415 m. de altitud.

El ambiente de la cafetería y la atención del personal me han parecido muy adecuados. He observado que el talante y porte de la gente, el escaso humo en el ambiente y la ausencia de gritos, aspavientos o malos modales me estaban ofreciendo el reflejo del perfil medio de la gente de ese barrio (clase media-acomodada)

Sólo disponía de un cuarto de hora y lo he disfrutado saboreando el menú mañanero. He pagado (2,40 €) y todavía he dispuesto de tiempo para tomar unas fotos de la zona: el complejo parroquial, el banco de sangre y tejidos de Aragón y varios edificios nada singulares pero sí curiosos para mí.

Unas agudas notas de campanas de distintos tonos me han recordado que eran las 11 así es que he decidido entrar al templo.

La primera impresión correlaciona con el título de esta entrada: gente, en general, acomodada, en su gran mayoría personas de avanzada edad y edificio nuevo, amplio y moderno. He contado unos 350 asistentes. Es la primera iglesia que visito que dispone de unos grandes ventanales que dan a un frondoso jardín.

También me ha llamado la atención el énfasis con el que el sacerdote (también de edad avanzada) dirigía un ensayo de algunas canciones que se iban a entonar más adelante, énfasis casi exagerado que no encontraba una entusiama respuesta en los añosos feligreses. Un acólito, cerca del altar, acompañaba los preliminares con un armonium.

Nada más comenzar la misa, ya he intuido que iba a presenciar un oficio que iba a ser el contrapunto de lo que ví el domingo pasado en Casablanca.

Efectivamente, el cura se ha arrancado con una salutación cantada acompañada por la música artesanal del armonium en la que ha hecho un repaso de muchos santos de la iglesia española mientras los asistentes contestaban con un "ruega por nosotros" también cantado. La nómina de padres de la iglesia se me ha antojado bastante extensa y el formato, parecido a las letanías.

Varias señoras mayores han leido las sagradas escrituras (una de ellas del Deuteronomio) y luego el oficiante ha leído el evangelio que hoy trataba sobre las tentaciones de Jesús en el desierto. De hecho, un gran cartel ubicado en el lateral derecho lo recordaba.

No merece la pena que nos detengamos mucho en la homilía. La clásica adornada por el tímido reconocimiento de que también la iglesia católica ha podido caer en alguna tentación (la ostentación, por ejemplo).

Nada más acabar el sermón he salido disparado de la iglesia y tomado más fotos de lo que parecía ser un complejo urbanístico arzobispal en el que también están ubicadas las sedes de algunas organizaciones scouts.

No he perdido el tiempo y como ya estaba preparado un nuevo bus 31 en el disparadero de salida, lo he tomado con la sensación de que la jornada de hoy no había sido especialmente reseñable.

Me he apeado cerca de la plaza del Portillo para hacer el trasbordo y tomar el 32 y allí me he encontrado con que estaban realizando una escenificación conmemorativa de la capitulación de Zaragoza el 21 de febrero de 1809. Me he detenido para observar la lectura del texto de Casamayor exponiendo la situación de Zaragoza los días anteriores y el acta de la capitulación.

He tomado varias fotos de los llamativos uniformes y de los bien caracterizados figurantes (de curas, de heroínas, de pueblo llano...) Estos actos los han preparado y los desarrollan miembros de la asociación cultural "Los sitios de Zaragoza". He recogido también el boletín que edita la asociación que me ha parecido muy interesante.

Ha llegado el 32 y rápidamente me he visto en la calle Pascuala Perié que he recorrido desde su inicio en la Avenida Cataluña hasta la Avenida de la Jota.

Al pasar por la Plaza de la Albada he vuelto a sentir frío. No lo había reseñado pero hoy el día estaba frío además de lluvioso y las manos (y las orejas) las tenía heladas.

Finalmente he llegado a mi casa y de nuevo he vuelto a sentir el agradable calorcillo de la calefacción. Después de saludar a la familia, lo primero que he hecho ha sido ir al baño y allí, sin tasa de tiempo, ni distractores de ningún tipo he saboreado una pausada y tranquila lectura de El País.

Las fotos sobre esta línea están en el enlace:http://picasaweb.google.com/rutaviva2/LaClaseAcomodadaNuncaSaleMalparadaLinea31#

domingo, 14 de febrero de 2010

Línea 30. Lo mejor ha sido la misa

Como de costumbre, mi salida ha sido a las 9 y pico. En esta ocasión, exactamente a las 9:40.

He pasado a saludar a mis amigas las palomas torcaces que hoy, no estaban pastando en el solar de Marqués de la Cadena sino que me observaban desde unos pinos ubicados en la rotonda situada justo antes del Puente de la Unión. Cuando me he acercado un poco, han volado a su habitual puesto de vigilancia: unos chopos en los que ya empiezan a asomar los brotes preprimaverales situados en el ya familiar solar cerca de la rotonda.

He tomado varias fotos de las palomas y también de una picaraza que saltaba de aquí para allá en un césped necesitado de agua.

Esta fauna (y otra que vive en el entorno del río Ebro) nos acompaña en nuestro devenir. No tienen carnet de identidad pero se les podría considerar tan zaragozanos como a nosotros, los humanos. Al fin y al cabo se acuestan, despiertan y viven habitualmente en nuestra ciudad.

Más fotos al Ebro: la fuente en forma de botella arrugada lista para ser reciclada situada debajo del Puente de la Unión, de nuevo el río con el Pilar al fondo y sus guardianes los puentes de Hierro y el de Piedra... He observado una secuencia interesante y es que desde mi puesto de observación cada dos arcos del Puente de Piedra coindidían casi exactamente con uno del de Hierro. En fin, idas y venidas de mi pensamiento en una fresca y soleada mañana de un 14 de febrero de 2010.

He llegado a la calle del Doctor Iranzo sobre las 9:55 y después de escuchar las quejas de un señor muy hablador sobre el cambio de "inicio de línea" del 30 relativas a un familiar suyo (con el que he deducido no se llevaba muy bien) que había pedido al ayuntamiento la modificación de dicho inicio por molestias de ruido, he subido al bus previa foto de rigor intentando que el conductor no se amoscara por mi atrevimiento al fotografiar la parada y el vehículo.

El autobús ha iniciado su recorrido a las 10:00 y la "redondez" de la hora la he considerado como un presagio de que la jornada iba a ser interesante.

Como siempre, las consabidas reflexiones sobre los contados viajeros que hemos iniciado nuestro periplo. Gente más bien mayor y todos en silencio observando el discurrir de las paradas y las subidas y bajadas de nuestros ocasionales compañeros de viaje.

El recorrido no se ha realizado con arreglo al trazado oficial. Las obras del tranvía obligan al bus a modificar su trayecto. He podido ver fugazmente las obras del Huerva en Gran Vía, la colocación de las vías en varios tramos de Isabel la Católica, los útiles especialmente diseñandos para asegurar el paralelismo de las vías, las novedades en la colocación de los carriles (sin traviesas, con una peculiar disposición que, imagino, asegurará la conexión eléctrica y la comodidad del viaje). En fin, que la tecnología que se utiliza ahora dista muchísimo de la que se empleaba allá por el año 1968 que es cuando yo vine a Zaragoza a estudiar y ví por primera vez los tranvías de la época.

Si actualmente somos ya capaces de alinear protones para que impacten en los aceleradores, cómo no vamos a ser capaces de alinear unas sencillas vías de tranvía (he pensado). Volveré al tema de los aceleradores de partículas y ya adelanto que el libro que estoy leyendo de Leon Lederman (Premio nóbel de física) sobre la "Partícula de Dios", me tiene entusiasmado aunque sólo logro entender un 40% de su contenido.

Hemos llegado a la calle de La Sagrada Familia en el barrio de Casablanca a las 10:26. Veintiséis minutos de un viaje que se me ha hecho muy corto.

En esa calle está ubicada la iglesia de Santa Gema que ya cité al inicio de este blog. Como ya conocía todos los alrededores, he pensado que, en esta ocasión la visita a la zona no me iba a reportar nada especialmente interesante.

Como el que no quiere la cosa he echado a andar y me he dirigido al Canal Imperial que estaba muy bajo de nivel (imagino que por operaciones de mantenimiento) aunque todavía tenía agua y los patos, gansos y otros habituales de las aguas del canal, disfrutaban chapoteando en sus orillas. Nueva toma de fotos e incluso un corto de video con los graciosos estiramientos de cuello de unos gansos que se dejaban fotografiar sin ningún problema.

Continuando el recorrido, he atravesado el canal y una vez atravesada la calle Tomás Gabasa (de la que nunca había oído hablar) le he preguntado a una señora dónde se encontraba la parroquia del barrio. Muy certeramente me ha dado las instrucciones para encontrarla y he tenido suerte pues enseguida he acertado con su ubicación. Una vez que me he cerciorado de la hora de comienzo de la misa (las 11), he aprovechado para tomarme algo en un bar cercano pues todavía eran las 11 menos 10.

He elegido el bar más próximo a la iglesia pues quería acudir puntual a la cita eclesial. Así es que he entrado en el "Bar Miguel Ángel". Desde fuera, he imaginado que el establecimiento haría honor a su nombre y estaría decorado con algún motivo del famoso pintor, escultor e inventor renacentista. Nada de eso he encontrado y el bar me ha parecido más bien frío y sin gracia. Eso sí, el camarero muy atento y las 5 personas que en ese momento se encontraban en su interior, respetuosas con mi intención de degustar el cortado descafeinado y apropiarme (si la ocasión lo permitía) de un Heraldo que, como suele ser habitual, estaba prisionero de un cliente que desganadamente pasaba las hojas.

Tras una tensa espera en la que intentaba controlar las intenciones de un señor cercano al coyuntural propietario del diario, he aprovechado un descuido del segundo y la marcha del "tortugo" lector para caer cual águila culebrera sobre el rotativo y traerlo hasta mi mesa. La certera jugada no me ha servido de mucho pues he descubierto que no llevaba las gafas y sólo he podido leer apresuradamente los titulares del periódico. La mezcla de sentirme contrariado por lo de las gafas y la urgencia por acudir a la misa se han transmutado en un impulso repentino de pagar cuanto antes y salir del establecimiento. Sólo el saborcillo de dos churros que me he tomado con el cortado ha mitigado en alguna medida el descalabro del bar "Miguel Ángel".

La puerta de entrada a la iglesia me la ha franqueado junto a unas señoras un pobre que a mi me ha parecido hasta elegante y, de mesurados ademanes.

Una vez en el interior del templo, me he situado en un banco desde el que se divisaba bien el altar y ya he empezado a notar una agradable atmósfera de confraternización entre los asistentes.

Un grupo de jóvenes y algún adulto estaban ajustando sus guitarras, panderetas y ¡percusión! y preparándose para iniciar la liturgia. El sacerdote todavia no había hecho acto de presencia y esperaba al final del templo a que arrancaran los de la música para hacer su entrada. Un joven ayudante trajeado ha pasado delante de mí y luego ha vuelto, ya revestido, para dar los últimos toques a un proyector que amplificaba la imagen de las letras de las canciones para que los feligreses pudieran también recordar la canción.

He contado unos 220 asistentes. La iglesia estaba llena y el perfil de edad -a diferencia de anteriores ocasiones- era mucho más variado: unos 20-25 niños en primera fila, algunas atractivas jóvenes y vigilantes mamás y el resto del personal un poco más mayor y de aspecto ligeramente acomodado.

La puesta en escena ha sido perfecta. El cura ha hecho su entrada acogido y acompañado por un bello cántico que los del grupo de orquestación ha desgranado con mucho acierto. Varios feligreses hacían sonar sus palmas con algunas estrofas e incluso, el jóven acompañante del cura me ha parecido que se movía al ritmo de la música.

Varios niños han leído las sagradas escrituras y también he de anotar la muy cuidada ambientación pues además de su cándida voz, era de agradecer el altillo que les habían preparado para que la lectura se pudiera realizar sin problemas.

Cada cierto tiempo, aprovechando los cambios en la liturgia el grupo musical continuaba interpretando sus rítmicas canciones arropado por los asistentes y los sacerdotes. El ambiente en la iglesia se iba haciendo cada vez más cálido y agradable. El mosen ha leído el evangelio y acto seguido ha iniciado la homilía.

¡Qué manejo de la palabra! ¡Qué dotes didácticas! ¡Qué sencillez y profundidad al mismo tiempo en sus explicaciones! ¡Qué capacidad de interlocución con los niños allí presentes y con los adultos! ¡Qué sinceridad se apreciaba en su mensaje! La homilía ha constituido para mí una obra maestra en la que han confluído lo más granado de la oratoria, la comunicación no verbal, la empatía con los asistentes, el mensaje claro y sencillo en favor de los pobres.

Después de tan deslumbrante intervención ha venido el capítulo de ofrendas y de nuevo los niños han pasado a ofrecer: unos auriculares, unas flores, el caliz y la hostia mientras una niña leía el texto de las ofrendas y el grupo cantante entonaba -bajito- una nueva canción.

Cuando ha llegado la hora del Padrenuestro, además de proyectar en pantalla la canción previa que acompañaba el rezo, el sacerdote nos ha invitado a cogernos de la mano mientras escuchábamos la canción-plegaria. Unos segundos después, notando el calor de la mano de la señora de mi izquierda y el suave apretón del señor de mi derecha y viendo la cadena humana que se había formado en el templo es cuando he sentido como una benéfica opresión en mi estómago y, sorpresivamente, me he dado cuenta que sentía ganas de llorar. Mis párpados se han humedecido e incluso he llegado a pensar que las lágrimas se iban a deslizar por mis mejillas. Al final la cosa no ha ido a más y todo ha retornado a la normalidad.

A pesar de que sólo pensaba permanecer hasta el final de la homilía, he decidido terminar toda la misa. Ha sido una decisión acertada pues entre los cánticos y las acertadas palabras del cura, sumadas a la alegre participación de los asistentes al término del santo oficio la ceremonia ha salido redonda.

Sólo ha faltado la canción final (el cura ya se había retirado) entonada con mucho sentimiento por el profesional coro que de nuevo me ha puesto al borde de un nuevo derrame de lágrimas. El estribillo decía así:

"Adelante por los sueños que aún nos quedan
Adelante por los aquellos que están por venir
Adelante porque no importa la meta
El destino es la promesa de seguir adelante"

Un montón de ideas iban discurriendo por mi mente. Desde luego, una muy clara es la importancia de la convicción, el ejemplo, la capacidad didáctica y el gusto por el detalle para crear un buen ambiente en un grupo. Otra idea es que el obispado debería tomar nota y premiar, de alguna manerra a los curas como el de esta parroquia con tan buenas capacidades. Finalmente he pensado que la experiencia de hoy se puede transponer a la empresa privada o a cualquier organización donde una sóla persona convencida puede mejorar muchísimo su funcionamiento.

Finalmente otra reflexión tomada de la física de partículas. Al igual que los colisionadores pueden crear partículas exóticas que nunca hubieran imaginado los físicos, cuando dos ideas contrapuestas chocan entre sí puede ocurrir la singularidad de generarse un estado afectivo y emocional desconocido.

Por mi parte puedo decir que hoy he entrado a las 11 de la mañana en la parroquia San Vicente de Paúl con una mezcla de socarronería y curiosidad y decir que he salido mucho mejor persona.

El resto de las fotos en: http://picasaweb.google.com/rutaviva2/Linea30LoMejorHaSidoLaMisa##